Cuando una posición de liderazgo se entiende como un espacio desde el que ‘poder hacer’, las posibilidades de crear círculos virtuosos y beneficiar a la comunidad son ilimitadas, de alcances insospechables. El poder como sustantivo, entendido como mero ejercicio de sometimiento, empobrece y asfixia los espacios que se cohabitan. Espacios colectivos que son clave para crear sinergias y dar alas a los proyectos y que, en el ámbito de la gestión cultural, posibilitan que la cooperación interinstitucional y con empresas se traduzca en convenios, acuerdos de colaboración y otros escenarios que no solo incrementan y mejoran la calidad de la actividad cultural, sino que, en cierto modo, garantizan su pervivencia más allá de legislaturas y de intereses cortoplacistas.
Nos llegan noticias desagradables desde Segovia. La Fundación Don Juan de Borbón, que desde hace 24 años sostiene un proyecto cultural referente para cualquier ciudad del tamaño de esta capital, se tambalea, a pesar de su intensa actividad y de la acertada adaptación a los tiempos que la institución ha venido realizando. La posible disolución de esta entidad y su proyecto cultural (por más que nos vendan que será el Ayuntamiento quien se hará cargo del mismo desde la Concejalía) sería una pérdida muy lamentable para la región, siendo la institución que organiza el histórico MUSEG – Festival de Segovia, que cumpliría 46 ediciones este verano, la Semana de Música Sacra de Segovia (39 ediciones), el ciclo 921 Distrito Musical, cuyas propuestas recorren la provincia, el 24 Premio Infantil de Piano Santa Cecilia-Premio Hazen o el Concurso de Composición María de Pablos. Desde 2019 también coordina las XXIX Jornadas de Música Contemporánea de Segovia. Además, la Fundación gestiona la Escolanía de Segovia e investiga y recupera las músicas del Archivo Musical de la Catedral de Segovia y la vida y obra de la compositora María de Pablos.
Hace tres años el Patronato de la Fundación dio una lección de buenas prácticas en el ámbito de la gestión cultural, al convocar un concurso para el cargo de gerente/coordinador. Era la primera vez que el Patronato decidía elegir por esta vía a su gerente, en una convocatoria que explicitaba las condiciones laborales y cuyo concurso tenía en cuenta los méritos de los aspirantes y la creación de un proyecto cultural que sería vinculante para el posterior contrato.
En estos casi tres años, en los que Noelia Gómez ha estado al frente de la institución, se ha dado un nuevo impulso a la sección de investigación y a la Escolanía, se ha creado 921 Distrito Musical en colaboración con la Diputación, se ha ampliado considerablemente la colaboración con el CNDM en un firme apoyo a la nueva creación, se ha incrementado la programación infantil y juvenil, se ha colaborado con colegios e institutos y se ha impulsado, en general, la comunicación de los diferentes ciclos y festivales. Las sinergias con instituciones y empresas más allá del apoyo económico, fundamental, del Ayuntamiento de Segovia, habían crecido en marzo de 2020 en más de un 1000 %, a través de patrocinios y colaboraciones en especie que han permitido a la Fundación extender su programación a lo largo de todo el año.
Hablaba antes de intereses cortoplacistas y el poder ejercido como mero sustantivo. No sabemos si tendrá que ver el nombre de la Fundación, con un apellido desafortunado en estos tiempos. Sea este u otro el motivo, es inaceptable la decisión que toma el patronato tres años después de la celebración de aquel concurso. Tras los ataques que viene realizando el grupo Podemos a la institución desde finales de 2019, hablando de cultura de élite (música clásica), el Ayuntamiento de Segovia decide recortar la subvención nominativa a la Fundación. Recorte además dirigido: se trata de modificar las condiciones laborales del equipo de trabajo, cuyos salarios están congelados desde 2010, con un 20 % de reducción salarial y un incremento en la jornada de trabajo, puesto que la comunicación, diseños y desarrollo de webs, antes encargados a profesionales, tienen que ser ahora realizados ya sea por la gerente o por la secretaria, únicas trabajadoras de la institución junto a un contable contratado por unas cuantas horas semanales.
Tal vez las instituciones que sostienen la Fundación consideran que se deben realizar algunos cambios: ¿no sería mejor plantearlos protegiendo la institución en lugar de destruirla ahogando a sus trabajadores? ¿Es momento de cuestionar la falta de ‘suficiente’ patrocinio privado o de otras aportaciones públicas, después de apenas dos años de incuestionable éxito bajo la nueva gestión, y en medio de una pandemia? Y si se trata simplemente de gestionar un importante recorte en la principal subvención nominativa, ¿por qué ha de dirigirse este recorte íntegramente a las condiciones laborales de los tres trabajadores? ¿No sería más lógico recortar la actividad de forma equitativa?
He aquí un ejemplo flagrante de la precariedad que sufre en reiteradas ocasiones nuestro sector, de la debilidad de las instituciones culturales y de lo que vengo describiendo como el ejercicio del poder en sustantivo, que no construye, no aporta, y que, en este caso, parece tener una visión parcial y sesgada que puede terminar por asfixiar este proyecto cultural.
Deja una respuesta