El pasado mes de marzo, como cada año desde 1917, se celebró el Día Internacional de la Mujer y, para conmemorarlo, se llevaron a cabo un sinfín de celebraciones, siendo una de ellas la pequeña exposición ‘¡Pionera tenías que ser!’, que, en homenaje a sus primeras socias, realizó la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE). Tomando la muestra como punto de partida, queremos acercaros a esas mujeres músicos que marcaron el punto de partida en esta institución para las creadoras venideras.
Por Fabiana Sans Arcílagos
Ubicada en las galerías del Palacio de Longoria (sede de la Sociedad General de Autores y Editores en Madrid), del 7 al 16 de marzo, se encontraba expuesta una brevísima selección de documentos personales, materiales de trabajo, autógrafos, libros y partituras de algunas de las setenta y cinco mujeres que, entre 1901 y 1914, se dieron de alta como socias de la SGAE. La dramaturga y ensayista Casilda Antón del Olmet y López de Haro encabeza la lista como la primera socia y, tras ella, una amplia variedad de nombres se despliega. Centrándonos en la música, y más allá de otorgar medallas a quien ‘puso la primera piedra’, la representación femenina es muy importante.
Entre los primeros archivos que se custodian en la institución se encuentran los de la pianista y compositora Soledad Bengoechea Gutiérrez quien, a pesar de no haber sido socia en vida, ya que falleció antes de la fundación de este organismo, es miembro honorífico de la SGAE. Bengoechea nace el 21 de marzo de 1849 en Madrid en el seno de una familia acomodada. Desde niña recibió clases de piano, llegando a ser una gran avezada en este instrumento. Además, como parte de su educación musical, recibió clases de armonía con los maestros Ambrosio Arriola y Jesús de Monasterio, e instrumentación con Nicolás Ledesma. Soledad brillaba en los salones madrileños, especialmente en el que pertenecía a su familia. Allí, no solo se dio a conocer como excelsa pianista y compositora, sino que se pudo relacionar con los más importantes músicos de la época, entre ellos, Francisco Asenjo Barbieri, tal como se puede apreciar en la correspondencia que aún se conserva en la Biblioteca Nacional de España.
Lo que también se conservan son las líneas que los críticos de la época escribieron sobre sus obras. Una de ellas es la que destaca el estreno de su primera composición, la Misa a cuatro voces y orquesta en Si bemol mayor, que recoge el periódico La Guirnalda del 1 de junio de 1867. Titulada ‘Nueva compositora de música’ y firmada por V. Olivares Biec, relata que ‘desde los «kyries», cuya gravedad tanto llama la atención, hasta el último acorde de tan bella partitura, ni un momento decae su interés, haciéndose notable toda ella por la novedad de los cantos, por la corrección de la frase, y por la propiedad que siempre se observa entre esta y la idea que expresa. Felicitamos con toda sinceridad a la señorita doña Soledad Bengoechea por este verdadero triunfo, y por la feliz idea de dedicar las primicias de su ingenio a Dios, como en agradecimiento de haberla dotado con un don tan envidiable’.
Sobre esta misma obra podemos leer en la Revista y gaceta musical del 2 de junio del 1867: ‘La misa contiene verdaderas bellezas en la parte melódica y armónica, y es digna por muchos conceptos de que demos cuenta de ella, como de un acontecimiento que viene a aumentar los laureles que ya ciñe la frente pura de la señorita Bengoechea, cuya proverbial modestia creeríamos ofender al decirla [sic] que es una verdadera notabilidad musical, destinada a alcanzar mayores triunfos, si prosigue por la buena senda que ha escogido’.
Lamentablemente, tras el estreno de otras obras como Marcha triunfal, la obertura Sibylle o las zarzuelas Flor de los cielos o A la fuerza ahorcan, Soledad halla la muerte en 1893 a la edad de los 44 años.
Nos trasladamos a Barcelona, ciudad que vio nacer a Áurea Rosa Clavé en 1856. Docente, directora de coro y compositora, Clavé destaca por ser la continuadora y promotora de la asociación creada por su padre, José Anselmo Clavé, haciendo brillar el legado que este le dejó tanto con el trabajo coral como a través de los arreglos de las obras de su progenitor. Áurea fue una destacada profesora de piano, ejerciendo esta labor en el Conservatorio de Barcelona, y una notable compositora, lo cual podemos apreciar en títulos como A la luna, Cena novíssima o La primavera.
Otra pedagoga y creadora, además de incesante difusora musical, fue Narcisa Freixas Cruells. Oriunda de Sabadell (1839), Narcisa destaca principalmente por ser una de las primeras compositoras de Cataluña. Con un catálogo de casi doscientas obras, es una de las grandes olvidadas de la historia de la música española.
Los primeros años de la vida de Narcisa transcurrieron en el exilio en Francia gracias ‘a la participación de su padre, presidente del Comité Regional del Partido Republicano en Cataluña, en conspiraciones políticas’. Según relata Ester Vela López, una de las autoras que más ha estudiado a esta compositora, estas vivencias familiares marcaron la trayectoria docente, de estudio y trabajo de Freixas Cruells.
Narcisa era una joven con muchos intereses. Realizó durante unos años estudios de escultura y pintura pero, sin duda, es en la música donde encontrará su verdadera vocación. Realiza sus estudios con Joan Baptista Pujol, Enric Granados, Ricard Viñas e Isaac Albéniz. Apunta su biógrafa que ‘la primera composición que tuvo repercusión pública fue la sardana La festa de Roses, cuya partitura está perdida’. Posterior a esta obra estrena Corpus y La festa de l’ermita.
Contrae matrimonio con Miquel Petit i Pons, con quien forma una familia y se aleja parcialmente de la música para dedicarse a su cónyuge e hijos. Pero Matilda, la más pequeña de todas sus descendientes, fallece con tan solo 5 años de edad siendo este el detonante de que la compositora retome la música como prioridad. En 1900 recopila una colección de canciones catalanas e infantiles, difundiendo este repertorio en diversas instituciones, llegando a ser galardonada por ellas en la Fiesta de la Música Catalana en 1905.
Una de sus actividades más relevantes será la fundación de la escuela Cultura Musical Popular en 1909, espacio en el que realizó una intensa y fructífera actividad como pedagoga, directora, compositora y gestora, difundiendo programas musicales en hospitales, asilos, prisiones, entre otros. Además, años más tarde es invitada por el ministro de Instrucción Pública para hacer un curso de educación musical en Madrid. La vida de Narcisa se apagó repentinamente el 20 de diciembre de 1926 dejando, tal y como escribe Ester Vela López, ‘un vacío importante en el activismo musical en Cataluña’.
Pasamos a Alicante, ciudad de Dolores Agustina Ana Vitoria Tarruella o simplemente Lola Vitoria. Nacida en 1880, esta compositora y ensayista es de esas mujeres que están rodeadas de relatos inadmisibles y fuera de lugar en la reconstrucción de su carrera. Más allá de los bulos y ‘chismorreos’ históricos, tras el traslado de su familia a Valencia, Lola inicia sus estudios musicales con José María Úbeda y José María Fayos Pascual. Con tan solo 17 años se inicia en la composición con su obra Marcha para la coronación, dedicada al rey Alfonso XII, que le valió un premio en Madrid. Continuó componiendo y era asidua en veladas musicales y artísticas, donde no solo presentaba sus creaciones, sino que se relacionaba con personalidades del ambiente cultural.
En 1909 compone su zarzuela María Rosa y, tras el fallecimiento de sus dos hijas, estrena en Madrid Mi Granada, otra zarzuela que acarreó elogiosas críticas entre los asistentes y la prensa. Años más tarde, y a pesar de la situación política de España, Lola continúa con su actividad musical, llegando a componer, hasta la fecha de su muerte en 1952, cincuenta y cinco obras para canto, piano, banda y de cámara.
Otros nombres integran esta lista de socias que marcaron un punto de partida en una institución que, a pesar de su buena intención en rendirles homenaje, deberían impulsar su estudio más allá del 8 de marzo y de una brevísima muestra. Esperemos que esto sea solo el principio y que podamos contar con una exposición más amplia en tiempo y espacio. No podemos despedirnos sin aclarar que, a pesar de que María Lejárraga y María Rodrigo forman parte de la muestra realizada por la SGAE, a ambas les hemos dedicado sendos espacios en esta revista, por este motivo, en esta ocasión hemos dejado espacio a otras creadoras.
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