El 18 de julio de 1821 nació la gran Pauline García Viardot. De origen español, es considerada una de las grandes compositoras occidentales de todos los tiempos.
Tuvo una larga e interesante vida, logrando gran fama y prestigio como cantante de ópera, profesora y compositora difícilmente equiparable a otras mujeres de su época.
Por Patricia García Sánchez
Su nombre real fue Paulina García Sitches, también conocida como Micaela Paulina Viardot García. Fue una reconocida cantante de ópera, compositora, pianista, actriz, artista gráfica y profesora de canto. Una mujer de fuerte y de controvertida personalidad, polifacética, extravagante, vigorosa y enérgica que se convirtió en una verdadera musa para muchos músicos y escritores de la época. Su voz prodigiosa, su talento y originalidad para componer operetas de salón y canciones para piano, la catapultaron a la fama y al reconocimiento en prácticamente todo el continente europeo. Fue amiga de Clara Wieck quien la describió como la mujer con más talento que había conocido jamás. Ambas fueron amigas y compartieron el amor por la creación musical.
Pauline eligió el cuento de Cenicienta para componer la última de sus obras, una versión hecha opereta cargada de musicalidad, creatividad y sentido del humor y que muestra lo mejor de la compositora. Una metáfora perfecta de su vida y su obra. Así, la compositora se presenta ante nosotros en la escalinata de un palacio como una mujer enigmática y misteriosa, de personalidad atrayente y cautivadora. Una original Cenicienta. Este palacio fácilmente puede ser el Gran Palacio de Invierno de San Petersburgo, ciudad en la que conoció a su amante, Iván Turguénev. O bien, pueden ser las escaleras de su casa conyugal en la villa de Bougival, donde vivió con su marido, Louis Viardot. El triángulo amoroso entre los tres artistas forja una historia llena de matices y obras de arte fabulosas. Suenan las primeras notas de piano que abren Cendrillon, graves, descendentes y poderosas: sol, re, sol, re, sol…, mientras ella baja los escalones con parsimonia.
Su origen español
La compositora nació en París en el seno de una familia ilustre de grandes músicos y de origen español: la familia García. Su padre, Manuel García, fue conocido tenor, maestro de bel canto, pedagogo y empresario, sevillano, concretamente de Tomares. Tenía un carácter apasionado y riguroso y educó a sus hijas con exigencia y disciplina. Su madre, Joaquina Briones, de origen madrileño, fue actriz. Por último, su hermana, María Malibrán, cuyo nombre original era María García Sitches, fue una verdadera diva reconocida en el mundo de la ópera. El ambiente de liberalismo vital en el que creció y vivió Pauline fue decisivo en su formación como compositora. La mujer, en esos círculos gozaba de una buena posición, a pesar de todo.
En sus primeros años aprendió música a cargo de sus padres. Más tarde, viajaron a América para realizar una gira y se instalaron en México, allí recibió clases del famoso organista Marco Vega. Después, regresaron a París, entonces tomó clases de piano de Liszt y composición de Antoine Reicha. En 1837 dio su primer concierto en Bruselas junto al violinista Charles de Beriot, segundo marido de su hermana María, y en 1839 realizó su primera aparición pública en una ópera, en Londres, interpretando el papel de Desdémona en Otello de Rossini.
Una voz prodigiosa
Viajó mucho y tuvo importantes amistades con intelectuales y artistas de todo el continente. En 1842 visitó España y cantó en el Liceo Artístico y Literario de Madrid con dos representaciones de El barbero de Sevilla y de Otello. También viajó a Granada y Sevilla y mostró gran interés por conocer la cultura andaluza, la tierra de su padre. Más tarde, entre 1843 y 1846, se trasladó a San Petersburgo, pues la contrataron para interpretar varias óperas del repertorio italiano. La figura de Pauline fue decisiva para introducir la ópera italiana en los repertorios rusos. Pero sus viajes no terminaron aquí. Después, visitó a Berlín y a Londres de nuevo. Fue una incansable viajera. Meyerbeer escribió para ella el papel de Fidès de su ópera El profeta que se estrenó en París y que después debutó en Londres.
Pauline cantó en óperas de Rossini, Glinka, Meyerbeer, Gluck, Berlioz, Saint-Saëns y en canciones de grandes compositores como Brahms, Rimski-Kórsakov o Chaikovski. Poseía habilidades vocales extraordinarias, grandes dotes dramáticas destacando en papeles trágicos y cómicos y además estaba dotada de una exquisita musicalidad. Se adaptaba con facilidad a diferentes estilos y tenía un exhaustivo conocimiento del arte del canto.
Un triángulo amoroso y artístico: Iván, Louis y Pauline
En 1841 se casó con Louis Viardot, escritor y productor de teatro con el que tuvo cuatro hijos: Louise Hénritte-Viardot, que fue también cantante y compositora; Paul, violinista y musicólogo; Marianne, pintora; y Claude. Su marido fue un buen hispanista (traductor de El Quijote) de ideas republicanas que se encargó durante un tiempo de la dirección del Théatre des Italiens, en París. Louis fue un apoyo decisivo en la carrera musical de Pauline.
Fue George Sand (pseudónimo utilizado por la famosa escritora Aurore Dupin y gran amiga de Pauline) la que parece urdió el matrimonio. Aurore era famosa por coleccionar amantes, entre ellos a Musset y Chopin. Cuentan que fue ella quien ‘preparó’ el casamiento entre Pauline y Louis, veintiún años mayor que ella: un matrimonio de conveniencia. Louis era un marido ideal para Pauline. Por un lado, tenía un carácter claramente liberal y era partidario de las relaciones abiertas. Por otro, tenía grandes inquietudes artísticas y sería un apoyo seguro en la carrera profesional de Pauline. Así, podemos comprender el triángulo amoroso entre la compositora, su marido y el escritor ruso Iván Turguénev, un dato que vuelve mucho más interesante y fascinante la vida de Pauline.
De esta forma, el 1 de noviembre de 1843 en San Petersburgo, cuando la compositora solo tenía 25 años, conoció a Iván Turguénev, célebre escritor clásico ruso del siglo XIX, con quien sostuvo un apasionado y largo romance que duró cuarenta años, hasta la muerte del escritor. El joven, nada más conocer a la Viardot, abandonó Rusia y se instaló en París, cerca de su enamorada. Más tarde, se construyeron dos residencias campestres en Bougival, separadas solo por una pequeña muralla, pero construidas en la misma parcela que hoy en día han sido transformadas en los museos de estos dos grandes artistas.
Iván se retrata a sí mismo como ‘Iván Turguénev de Pauline’, lo que transmite una idea de amor intenso y obsesivo hacia la compositora que perduró toda su vida. Los hijos de Pauline le llamaban de forma cariñosa ‘el tío Iván’ y el escritor pasaba temporadas muy largas conviviendo con el matrimonio Viardot. Es célebre la frase del escritor: ‘En la vida de las personas hay grandes misterios y el amor es uno de ellos’.
Iván se enamoró perdidamente de la mezzosoprano parisina, famosa en todo el continente europeo que, además, era una mujer casada. De familia noble rural, tuvo una infancia dura. Su madre fue una mujer cruel y mezquina y su padre murió cuando él solo tenía 16 años. Tal vez ello explique los problemas que tuvo para tener una relación estable y satisfactoria con una mujer a lo largo de su vida. Gracias a Pauline, el escritor aprendió castellano y se convirtió en un ávido lector de literatura española, incluso realizó traducciones de algunos clásicos de autores como Calderón y Cervantes.
Así, Paulina, Louis e Iván viajaban y vivían juntos de forma pública, aunque el escritor pasaba por épocas de alejamiento y desesperación, incapaz de asumir la situación. Toda la obra novelística de Iván está marcada por Pauline y la atormentada relación que les unió.
En 1883, Iván falleció en los brazos de Pauline y, pocos meses más tarde, lo hizo también su marido. Fue un año fatídico para la cantante, que asistió a ambos en sus últimos momentos para luego sobrevivirles casi treinta años más. Entonces, la compositora se mantuvo activa, dando clases, organizando veladas y creando música.
De compositora a profesora
Pauline escribió obra vocal utilizando varios idiomas (alemán, francés, italiano y ruso), varias operetas y obras para piano solo y piano y voz. La opereta fue un género muy en boga en la Francia del siglo XIX y Pauline es la máxima representante del mismo. La cantante se retiró de los escenarios en 1863 con 42 años. El matrimonio Viardot y sus hijos se instalaron en Baden-Baden, en un exilio motivado por los asuntos políticos de Louis. Entonces, Pauline volvió de nuevo a componer, escribiendo canciones y operetas y tocando en veladas musicales junto a Clara Wieck, Johannes Brahms o Richard Wagner, quien en una ocasión la acompañó al piano mientras ella cantaba en el Acto II de Tristán.
Más tarde, entre 1871 y 1875, se convirtió en profesora en el Conservatorio de París. Así comenzó la tarea de componer operetas para ser interpretadas por sus propios alumnos y alumnas y por sus hijos, en su casa. Son obras compuestas para varias voces y acompañamiento de piano, pequeñas óperas de salón y destacan Le denier sorcier y Le conte de feés (ambas de 1869) y Cendrillon (1904), que supone una verdadera obra maestra en el género. Las dos primeras tienen libreto de su amante, Iván Turgenev. Estas operetas tuvieron bastante proyección y transcendencia en la vida musical de París pues fueron representadas varias veces en teatros y salones privados. Sus alumnos eran figuras señaladas que venían de diferentes países para ser instruidos por Pauline, discentes con grandes talentos y elegidos. También compuso más de cien arias y canciones sobre textos de Musset, Turgenev, Pushkin, Gautier, Mörike o Goethe.
En el ámbito de la pedagogía vocal, creó un método propio de canto basado en el método de su progenitor, titulado Une heure d’etude: exercices por voix de femmes y publicado en París en 1880. Además, escribió una selección de arias y canciones (Eccole classique de chant, París, 1861) acompañadas de comentarios para su interpretación: fraseo, acentuación, respiración, expresión, etc.
Cendrillon y sus últimos años
Su última obra fue Cendrillon, compuesta a una edad muy avanzada. Su interés por la composición no había decaído en absoluto. Esta opereta, considerada una rareza, está compuesta para siete voces y piano. La obra fue estrenada en 1904, solo seis años antes de la muerte de la compositora. Pauline tenía 84 años y no es posible señalar con exactitud su año de composición. En ella, se suceden diálogos y partes musicales. El libreto, escrito también por ella, se basa en el cuento de Perrault pero también contiene muchos elementos de carácter personal. La versión de la Viardot no tiene madrastra pero sí un padre algo embustero que niega a su hija verdadera. Con esta obra, Pauline eleva el género de la opereta a la excelencia.
No es casualidad que la compositora eligiera este cuento para cerrar su carrera y su vida. Toda la obra está llena de analogías con sus propias vivencias y sentimientos. Sand ya había utilizado la imagen de Pauline como Cenicienta en su novela Consuelo (1842), en la que se inspiró.
Finalmente, falleció en París, el 18 de mayo de 1910, a los 89 años y fue enterrada en el Cementerio de Montmartre en París. Cuando la compositora murió se encontró en su mesilla de noche un manuscrito de Iván titulado Turguénev. Una vida para el arte. Trataba de los sentimientos, pensamientos y sufrimientos de los dos amantes unidos al mundo del arte. Desgraciadamente, la novela se perdió. Se ha intentado dar con ella en diferentes lugares de Europa y fuera de ella pero hasta la fecha no ha habido éxito. Lo que está claro es que ambos vivieron una historia diferente, controvertida, apasionada y profunda que quedó patente en obras literarias y en música.
La luz de Pauline
¿Cómo puede ser que un crítico de la época escribiera que: ‘no solo no era ninguna belleza sino que era de una fealdad penetrante, de poca estatura, cargada de espaldas, de rasgos angulosos y cuando cantaba su gesto era propio de un batracio’? A la sazón, un pintor de la época la calificó de ‘cruelmente fea’. Está claro que la personalidad arrolladora de Pauline y su poder la hacían tener tantos admiradores como detractores.
Los asistentes al baile de Palacio, en su libreto de la opereta, exclaman al ver descender a Cenicienta por las escaleras de palacio: ‘¿Es una reina, es un hada, un elfo o un demonio?’. Es evidente que la luz que desprende la protagonista es cegadora y contradictoria, la misma que la de su creadora.
Así, estas palabras condensan la compleja figura de la Viardot y su música: elegante, creativa, mágica y peligrosa.
Suenan las últimas notas y se cierran las puertas de Palacio.
- Versión completa de la opereta realizada y grabada por la Fundación Juan March en Febrero de 2014
- Partituras de la compositora
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