La directora cántabra Paula Sumillera llegó a la dirección de orquesta por casualidad. Ahora que ha probado el podio, disfruta enormemente de la conexión con los músicos y el público. Persona de gran iniciativa e impulso, fundó en 2018 la Orquesta Sinfónica del Cantábrico, con la que espera ocupar el espacio sinfónico huérfano de la región
Por Susana Castro
¿Cómo llegaste a la dirección de orquesta?
Por casualidad. Estaba estudiando el último curso en el Conservatorio Profesional de Música ‘Jesús de Monasterio’ de Santander y tenía claro que iba a estudiar Ciencias del Mar y Ambientales en Cádiz porque yo quería salvar ballenas [risas]. La música siempre ha estado muy presente en mi vida, pero quizá por falta de referencias en Cantabria, lo de estudiar una carrera superior no era una opción presente en el día a día.
Un día, hablando con el profesor que me daba acompañamiento, Emilio Otero, me preguntó: ‘¿qué vas a hacer el año que viene?’. Y le dije que me iba a Cádiz. Me planteó si no iba a seguir con la música y mi cabeza hizo un clic y pensé: ‘¿se puede?’. Así que hablé con mis padres y les expliqué que existía esta posibilidad y fuimos a hablar con mi profesor de piano, Horacio Sánchez. Nos dijo que era tarde para presentarse a las pruebas de piano, pero que me veía muy capacitada para ser una buena pianista acompañante o hacer música de cámara y poder vivir de la música. Emilio insistió en que él también me veía con buenas facultades y que mi personalidad era muy adecuada. Soy muy sociable y me encanta tratar con la gente, además tengo capacidad de liderazgo. Me animó a estudiar dirección. Me gusta muchísimo trabajar con la música y me encanta hacerlo con otra gente, así que me pareció un reto muy apasionante y decidí probar.
¿Por qué decides estudiar en Madrid?
Estuve un año preparándome las pruebas porque no había estudiado composición en Profesional y me presenté en varios sitios. Accedí al Real Conservatorio Superior de Música de Madrid y decidí mudarme. Soy una inconsciente, la vida ha ido poniéndome cosas delante y cuando ya estoy metida en ellas me doy cuenta de lo que estoy haciendo [risas].
Fuiste forjando tu personalidad como directora al mismo tiempo que realizabas tus estudios. Entiendo que ahí aparecieron tus primeros referentes.
Sí, cuando estudiaba me gustaba muchísimo Claudio Abbado, me apasionaba. Fue una de las primeras referencias para mí. Los vídeos de Leonard Bernstein también me gustaban mucho, sobre todo porque su forma de comunicar era muy especial, me llamaba mucha la atención.
¿Lo primero que te llamó la atención de la dirección orquestal fue esa parte comunicativa y tratar con la gente?
Desde luego, sobre todo formar parte de un colectivo y poder comunicarme con otras personas. Para mí la música es comunicación y emoción. Cuando voy a hacer un concierto o cuando estoy programando me gusta mucho jugar con la emocionalidad, por qué estados de la mente o del cuerpo se va pasar a través de la música. Conectar tanto con los músicos como con el público es lo que me pone en órbita.
¿Recuerdas la primera vez que te subiste al podio?
Como quería estudiar dirección, pero nunca había dirigido, el año que estuve preparando las pruebas de acceso hice algunos cursos. Recuerdo haberlo pasado fatal al subirme por primera vez al podio, con muchos nervios. Tenía 18 años, era una niña. Me encantó el hecho de tener la música en las manos, poder respirar con la gente que tenía delante.
¿Qué es lo que te atrapó de la dirección?
Yo soy música y la forma con la que me encuentro más cómoda haciendo música es con la dirección. Es la manera en la que puedo expresarme más libremente. Soy una persona muy intuitiva y activa, sé escuchar y leer lo que está pasando en cada momento, y creo que son dotes importantes para la dirección orquestal.
¿Qué tipo de proyectos te suscitaron mayor interés en tu época de estudiante?
Estoy muy ligada a las artes escénicas. He hecho teatro, circo, malabares, etc. Siempre he bebido mucho de esas disciplinas; me gusta que me aplaudan. En algunos proyectos que hicimos en el conservatorio ya traté de aunar las diferentes artes. Me gusta el espectáculo, desde lo más sencillo, no todo tiene por qué ser gigante, aunque también, porque soy expansiva. Tengo dentro un impulso de creación, siempre estoy pensando cosas, intentando conectar unas ideas con otras.
Al terminar tus estudios, decidiste volver a Cantabria y dejar de lado la dirección orquestal, ¿por qué?
Para empezar, me pareció que la formación que había recibido era muy escasa. Además, soy una persona muy autocrítica y nunca me he sentido lo suficientemente buena como para dedicarme a algo así. Tradicionalmente, la figura del director de orquesta ha estado muy endiosada, por eso sigo pensando que alguien que se dedique a esta profesión tiene que ser muy inteligente, con un conocimiento enorme de la historia del arte y de la historia de la música, etc. Te pones a pensar en ello y ves que, aunque tienes un montón de cosas buenas, no eres ese perfil. Sinceramente, pensaba que no estaba preparada para ello, quizá tampoco había encontrado a las personas que podían guiarme. Al terminar mis estudios pregunté ‘¿qué hago ahora?’ y me dijeron que me buscase una orquesta.
¿Cómo te reconciliaste con la disciplina?
Me fui a Santander y me puse al frente de coros amateur. Todos los proyectos enseguida se me quedaban pequeños, no trabajaba como en un coro al uso, sino que trataba de marcar la diferencia. El presidente del Colegio de Economistas de Cantabria, Fernando García Andrés, quería crear un coro y empecé a trabajar con él, aunque nunca me había visto dirigir. En cuanto empezamos con el proyecto me dijo que no me podía quedar dirigiendo solo coros y decidió que montásemos un concierto benéfico y me pusiese al frente de una orquesta. Después de cuatro años sin dirigir me subí al podio de la Orquesta Sinfónica de Burgos.
¿Qué tal fue la experiencia?
Estudié como una energúmena, creo que no había estudiado tanto en mi vida. Cuando me subí al podio y me puse delante de la orquesta y el coro, las cosas funcionaban… Se me ponen los pelos de punta recordándolo. Estar ahí arriba es pura magia y energía. Soy muy feliz cuando dirijo, me siento muy a gusto. Cuando se van todos los fantasmas y los miedos me siento muy preparada. En esta profesión siempre hay algo nuevo que aprender, es muy estimulante, soy muy curiosa. Esto me animó a volver a hacer cursos y realicé un posgrado en Italia con Donato Renzetti que me ayudó a reencontrarme con la dirección y conmigo misma.
¿En qué momento aparece la Orquesta Sinfónica del Cantábrico?
En 2018. Cuando estudiaba en Madrid siempre pensaba en crear la primera orquesta de Cantabria, me preguntaba por qué no existía ninguna. Hablándolo con otros músicos de la región nos daba mucha pena vivir en un entorno en el que la música clásica está relegada al último lugar, así que decidimos sacar adelante la Orquesta Sinfónica del Cantábrico. Ya había habido intentos de crear orquestas en la región, así que decidimos asentar muy bien las bases antes de lanzarnos: músicos profesionales, respeto a los derechos laborales y salarios dignos. Es decir, reivindicar y dignificar la figura del músico profesional. Nuestro primer concierto fue en 2019, poniéndole música a The Kid, de Charles Chaplin.
¿Cómo recibió el proyecto el público cántabro?
Fue espectacular, creo que no podía haber habido un primer concierto más especial. Era el 8 de agosto, un día de solazo increíble (lo cual fue complicado en la prueba de sonido), un concierto al atardecer en la Bahía de Santander, con la puesta de sol de fondo… Todavía hay gente que me para por la calle y me pregunta cuándo vamos a repetirlo. Otros músicos y compañeros también vinieron a decirnos que el proyecto era muy bonito y nos mostraron su apoyo.
¿Y después?
Tras este concierto tratamos de encontrar financiación para nuevos proyectos, pero es difícil mover una orquesta por el coste que suponen los salarios, los seguros sociales y el alquiler de la sala. Podíamos reducir la plantilla, pero entonces se desvirtuaba nuestra idea inicial. Y llegó la pandemia. Nos encerramos en casa y decidimos que, al salir, íbamos adelante con todo o lo dejábamos. Apostamos por hacer un proyecto por y para Cantabria. Le presentamos al nuevo Gobierno algo factible, una temporada con cuatro conciertos al año, un pedagógico y otro extraordinario en verano. Sobre todo, buscando elementos que nos diferenciasen de otros proyectos. Nos ayudaron en lo que pudieron, ofreciéndonos cada temporada un concierto en el Palacio de Festivales. Pasar de no tener nada a eso es mucho camino.
Cuéntanos alguno de los proyectos que habéis hecho.
El primer proyecto se llamó ‘Somos clásicos’, una carta de presentación de la OSCAN. Interpretamos una obertura de Marianna Martines, el Concierto para violonchelo y orquesta núm. 2 de Haydn (con Estíbaliz Ponce como solista) y la Sinfonía núm. 1 de Beethoven. Creamos mucha expectativa a nivel de comunicación y tratamos de contar muy bien quiénes éramos y que habíamos llegado para quedarnos.
También hemos buscado la manera de acercar la música a otros públicos diferentes a través de colaboraciones con otros artistas de la comunidad. La mayoría de los proyectos tienen elementos distintivos y aúnan diferentes expresiones artísticas. Ha sido el caso del Poema del Cante Jondo, en el centenario de su publicación. Incluimos actores declamando poemas del libro mientras sonaba música del nacionalismo español, y también una exposición fotográfica de Pepe Lamarca. Hicimos la ópera María de Buenos Aires de Piazzolla, un paso muy importante a nivel de producción, ya que contamos con la dirección de escena de Íñigo Santacana, ayudantía de Mar Soler y Víctor Longás en la escenografía e iluminación.
A la hora de crear estos proyectos vuelve a tomar protagonismo mi intuición: cuando conozco a alguien y me gusta lo que hace, enseguida me planteo hacer algo juntos. La energía y la intuición me guían para plantear nuevos proyectos.
En 2023 estrenasteis en España el Concierto para piano y orquesta núm. 3 de Philip Glass. ¿Cómo surgió esta oportunidad?
Fue a través de José Imhof, el pianista que lo presentó. Él ha grabado muchas cosas de Glass y a mí la música contemporánea me gusta. Estábamos buscando, una vez más, algo diferente, y le propuse montarlo. Al antiguo programador del Palacio de Festivales le pareció una muy buena idea y salió adelante. Funcionó muy bien de público. Estamos consiguiendo un público muy estable, cada vez viene más gente.
También habéis hecho un programa con obras de compositoras contando con la pianista Isabel Dobarro.
Una de las cosas que me sigue obsesionando es que cuando salí del conservatorio nunca me habían hablado de una mujer compositora. Empecé a investigar y descubrí un montón de ellas. El Concierto para piano en La menor de Clara Schumann me fascinó, y pensé en montarlo. Aparte de la Sinfonía núm. 2 de Brahms, incluimos el segundo movimiento del Cuarteto de cuerdas de Beatrice Price. También contamos con el colectivo Elektr.art, que realizaron en vivo una animación 3D. A nivel de público también funcionó muy bien. Me parece muy importante dar espacio a obras de compositoras, hay que normalizarlo.
¿La OSCAN ya se ha asentado?
Como no tenemos ningún apoyo fijo a nivel económico creamos proyectos cada vez que conseguimos financiación. La comisión artística está constantemente pensando en ideas, pero no pueden materializarse hasta tener los recursos. A veces esto se precipita de tal manera que no podemos llevar a cabo la idea original y tenemos que buscar alternativas. Creemos que estamos en el buen camino, pero tenemos que encontrar un apoyo económico estable. Ahora ha habido un cambio político en Cantabria y, aunque no tenemos que empezar de cero, hay que seguir trabajando. Hay muy buena predisposición por parte del nuevo programador del Palacio de Festivales, Esteban Sanz Vélez.
¿Cómo te planteas tu futuro como directora?
Me gustaría que el proyecto de la OSCAN saliese adelante, conmigo como directora principal, pero pudiendo invitar a otras personas para que la orquesta pueda fluir, mejorar y hacerse cada vez más grande. También me gustaría que alguno de los proyectos que hemos hecho saliese de Cantabria. A título individual, me encantaría probar a hacer cosas fuera de la región. Creo que tengo muchas cosas que decir, mucha música que hacer y puedo realizar muy buen trabajo.
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