El clarinetista sevillano Pablo Barragán derrocha energía, tanto en el escenario como fuera de él. Tiene una agenda abrumadora, en la que se alternan sus compromisos como solista con su faceta camerística. Afronta cada nuevo reto lleno de ilusión y sin perder de vista lo más importante para él: la autenticidad. Su nuevo disco, Boundless, incluye sonatas de Poulenc, Bernstein, Weinberg y Prokófiev con las que pretende romper etiquetas y mostrar el poder unificador de la música.
Por Susana Castro
El pasado mes de febrero salió a la luz su segundo álbum, Boundless, publicado con el sello discográfico Aparté. Para él ha contado con la pianista Sophie Pacini. ¿A qué ausencia de límites hace referencia el título?
A diferentes límites. Por una parte, en el programa encontramos una obra icónica de Prokófiev escrita originalmente para flauta con la que queremos traspasar el límite de lo que se espera de la combinación camerística clarinete-piano. El clarinete cruza esta línea y se convierte camaleónicamente en algo distinto que funciona a nivel musical como una cosa nueva, diferente. Por otra parte, boundless entendido como traspaso de fronteras, en un momento de crisis como fue la Segunda Guerra Mundial, contexto en el que se compusieron tres de las cuatro obras del disco. Hay un salto entre los dos extremos: la música americana jazzística y la música rusa, pasando por París y la combinación con la música judía. Se trata de eliminar las etiquetas, ya que esta música está mucho más conectada de lo que parece, también si revisamos los datos biográficos de los compositores. En definitiva: queríamos romper los límites y las convenciones de lo que debe y no debe ser.
La idea del título fue de la dramaturga Jenny Römme, una buena amiga a la que le pedí por segunda vez que hiciera el texto para el disco; conecta todo el contenido del álbum. No se trataba de buscar un título comercial para vender un producto. Para mí un disco es algo más: es una parte de tu corazón, tus creencias artísticas, tu vida, tu recorrido y tu conexión con el mundo.
¿A qué se debe la elección del repertorio? ¿Cuál es su relación con estas obras?
Le presenté a Sophie el programa cerrado. Ella tuvo una muy buena idea, incluir como pistas extra unas canciones de Prokófiev, pero por cuestión de minutaje no se pudo hacer. No quería que fuese el tipo álbum de clarinete, ya que creo que es un instrumento moderno y futurista, que vive el presente y el futuro, aunque tengamos por supuesto obras de Brahms, Schumann, etc. Considero que están pasando muchas cosas ahora y sobre todo quedan muchas por hacer, así que quería romper con el encorsetamiento que convierte al instrumento en algo tradicional.
El elemento central es la obra de Prokófiev, ya que marcó un antes y un después en mi recorrido. La elegí para tocar en el Festival de Lucerna gracias al Prix Credit Suisse Jeunes Solistes 2013. Es una pieza que he tocado mucho a lo largo de estos años, es muy desconocida la versión para clarinete, así que consideré que era una buena ocasión para presentar algo con lo que yo estoy conectado de forma sincera y auténtica, ya que la conozco muy bien e incluso la he remodelado un poco para que funcione mejor con el instrumento. En torno a esta obra, que es una catedral de la música de cámara, busqué la conexión con otras cosas. La obra de Poulenc también la he tocado mucho y es muy icónica del clarinete; puede estar un poco trillada, pero nosotros la planteamos de forma muy fresca, mirando a Poulenc en su totalidad. Quería conectar a Poulenc con Bernstein (ya que él y Benny Goodman estrenaron esta sonata) a través del jazz, que es la música que yo escuchaba cuando era pequeño, me parece que van de la mano. Por último, Weinberg es la ‘obra descubrimiento’, ya que es un compositor desconocido, especialmente para los clarinetistas, y esta es una pieza brutal, descorazonadora, muy rompedora, y con mucha conexión con el presente, refleja cómo me siento hoy con respecto a muchas cosas que suceden a mi alrededor.
Usted ha contado que su disco ideal es el grabado en directo con ciertas correcciones, ¿cómo se ha grabado este álbum?
No ha sido en directo, pero casi. Íbamos muy ajustados de tiempo, tan solo disponíamos de dos días y medio para grabar. Para que te hagas una idea, en el segundo movimiento de Prokófiev había únicamente tres tomas completas y dos pequeños cortes.
Tengo cierto conflicto con las discográficas y las producciones musicales. No me siento cómodo, considero que hay mucha mentira. Como artista, la única forma que tienes de mostrar de forma genuina y auténtica de qué eres capaz es en el directo. Estoy harto de escuchar discos de los que luego voy al concierto y es un bajón. Entiendo que para desarrollar una carrera hay muchos componentes detrás que todos necesitamos, pero hay cosas por las que yo no quiero pasar, y si en un momento determinado no tengo nada que compartir con el mundo que pueda suponer algo nuevo, prefiero no hacerlo. Incluso he llegado a echar para atrás un disco porque no me parecía que fuera nada interesante. La música va de conectar con el público y yo intento hacerlo siempre, es mi forma de verlo.
Es muy difícil ser un músico clásico en un mundo que va tan rápido como el nuestro. Está claro que el artista debe dar la talla en el escenario, pero usted entiende que también es importante tener una imagen pública interesante. ¿Cómo cree que debe desarrollarse la carrera de un músico hoy?
Sí, no quiero ser hipócrita, está claro que lo necesitamos y es algo de lo que yo me preocupo, intento transmitir lo mejor de mí y presentarlo de la mejor forma posible, siempre que case con quien yo soy. Es difícil, estamos en un mundo en el que todo va a una velocidad de vértigo y en el que todo es el producto y el escaparate. Hay que equilibrar el ser auténtico y sentirte bien contigo mismo con saber que estás jugando a un juego en el que las cartas son las que son y tienes que participar de ello, sintiéndote genuino. Creo que es complicado sobre todo para la gente más joven; ahora que tengo algunos alumnos lo veo muy claro, ya que están rodeados de un torbellino de información. Hay que tener las cosas muy claras, ya que es muy fácil caer hacia un lado o a otro. Seguro que me equivoco constantemente como cualquier persona, pero intento hacerlo lo mejor que puedo. Mi antídoto es rodearme de gente con la que me siento bien y va en la misma dirección, me motivan para ser yo mismo.
Ahora mismo el centro de su actividad profesional es su desempeño como músico de cámara, ¿se trata de una elección personal o es inviable vivir de la música clásica como solista?
No ha sido elección personal, pero tampoco lo ha sido estar haciendo todo lo que hago hoy. Cuando llegué a Basilea para estudiar yo quería ser músico de orquesta, tras mi paso por la Orquesta West-Eastern Divan, con el maestro Barenboim. Durante mi estancia en la escuela hice un par de audiciones y no me sentí cómodo, no me gustó, no sentí que yo fuera el perfil más fuerte para ello, necesito meterme en situación y en una audición no tienes tiempo. Hablé con mi profesor y me dijo que lo mejor era empezar a montar repertorio y hacer mucha música de cámara, así que me metí en diez o doce grupos, con repertorio de todo tipo. También hice concursos y recitales y empecé a sentirme bien, me gustaba, no me importa quedarme ensayando hasta las 2 de mañana, me apasiona.
Después pueden ir saliéndote más o menos conciertos, yo me harto a trabajar, aunque supongo que también he estado muchas veces en el sitio adecuado en el momento concreto. De un concierto va saliendo otro, conoces a alguien y conectas, etc. En mi faceta de solista yo diría que también hago música de cámara, pero a gran escala. Evidentemente es una actividad más limitada, porque se reparte entre menos gente y se programa menos con clarinete, hay menos oportunidades, pero ahora mismo se están incrementando ambas y se van complementando.
Su agenda es impresionante, ¿cómo se organiza para mantener su nivel de exigencia y vivir al mismo tiempo? El músico necesita tener vivencias para poder transmitir a los demás en el escenario.
Sí, además yo soy muy sociable. Siempre me quedo el último en las cenas y si hay jarana estoy en ella, me gusta formar parte de todo. Creo que por una parte hay que tener energía para hacerlo, y a mí se me pasa volando porque disfruto un montón, y también hay que tener una rutina de exigencia y de trabajo muy fuerte. Está claro que esta vida absorbe mucho de ti, ya que debes tener mucha atención focalizada en tu trabajo, pero a mí no me supone un esfuerzo. Hay muchos viajes, pero me encanta viajar. Ahora mismo estoy viviendo un sueño. Toco con artistas increíbles y estoy constantemente aprendiendo. Trabajando mucho, pero disfrutando. Además, me están saliendo compromisos muy interesantes, aunque todo eso no es solo mérito mío, sino también de la gente con la que trabajo: mi agente en España, Beatrice Altobelli, y mi agente general, Anna Berenika Haefliger, en Berlín, son increíbles, me apoyan muchísimo y me buscan proyectos muy buenos.
Comentaba antes que ahora tiene varios alumnos bajo su tutela, ya que desde este curso forma parte del equipo docente de la Academia de Estudios Orquestales de la Fundación Barenboim-Said, ¿tiene usted vocación docente?
Mi madre es maestra y ella ha compartido siempre con nosotros lo que significa el hecho de enseñar y ayudar a los demás, es algo precioso. Debo confesar que yo siento mucho el peso de la responsabilidad, sobre todo porque trabajamos con cosas más allá de lo musical, y quizá me veía demasiado joven al principio, preocupado por decirle algo a alguien que pudiese condicionarle en el futuro. Intento mostrarme abierto y entender que cada clarinetista es diferente, hay que ser cuidadoso con las cuestiones técnicas.
Ha sido muy bonito que me hayan llamado de uno de los sitios en los que me formé y que me dio las primeras oportunidades; experimentar esta nueva faceta está siendo precioso y me están tratando genial. Creo que se está haciendo muy buen trabajo en la Academia.
Recientemente ha comentado que ‘para ser músico o clarinetista no vale únicamente con dar todas las notas y tener un sonido bonito, hay que ir mucho más allá’, ¿qué es ese más allá?, ¿cómo se lo cuenta a sus alumnos?
Es muy difícil responder, yo me lo pregunto muchas veces cuando estoy haciendo música. Intento transmitirles la parte emocional, explicarles lo que hay detrás de cada obra, de su contexto y de la vida del compositor, para que puedan ponerse en su lugar y analizar qué sentirían ellos y así intentar expresarlo. Siendo tan jóvenes explicarles algunas situaciones no es fácil, pero intento abrir puertas que les digan que el clarinete no es solo sacar un sonido bonito y dar las notas, que eso es lo mínimo, y desde ahí empezamos a trabajar y a hablar de música.
Usted es un músico muy emocional, me parece muy interesante la forma en la que intenta que sus alumnos conecten con la obra explicándoles el contexto de la misma. En España no abunda la creación actual en los planes de estudio, y esa sería la forma más evidente de que los jóvenes conectasen con la música, ya que se está componiendo en su mismo contexto, ¿está usted comprometido con la creación actual?
Sí, intento estar conectado con ella y que sea una parte importante de mi actividad, creo que es mi responsabilidad. Es verdad que, como sociedad, no puede haber música que conecte mejor con nosotros que la que se está haciendo ahora. En muchas ocasiones son las situaciones y los programadores los que no te lo permiten. Estoy harto de proponer obras ante las que me dicen: ‘esto no va a gustar a nuestro público’. Propongo mucho a Widmann, que es un clarinetista al que admiro muchísimo, es muy inspirador, y su música funciona muy bien. Por ejemplo acabo de tocar una obra de Golijov, junto al Quartteto di Cremona, en la Semana de Música Religiosa de Cuenca, y al público le encantó, así como el Concierto para clarinete de Lindberg que toqué junto la Orquesta Sinfónica de Sevilla. Estas obras conectan muy directamente con la gente, aunque estén acostumbrados a una programación más tradicional y conservadora; creo que es cuestión de darle su espacio. La palabra contemporánea le añade distancia a esta música, parece que no va contigo porque no vas a comprenderla, así que coincido en la denominación de música actual. Hace falta que la gente que gestiona tenga conocimiento y conexión con la actualidad.
¿Cuáles son sus próximos compromisos para lo que resta de temporada?
Acabamos de realizar una gira de conciertos por Latinoamérica con Elena Bashkirova y la orquesta del Jerusalem International Chamber Music Festival que culminó en el Teatro Colón de Buenos Aires. También he pasado por Música en Segura junto a la Camerata Penedès. Este verano voy a estar en varios festivales, tanto ofreciendo conciertos como clases magistrales. Visitaré el Trame Sonore Festival Mantova (Italia), Sankt Gerold Festival (Austria), Trentino Music Festival (EE. UU.), Krzyzowa Festival (Polonia) y Jersualem Festival, entre otros. El 24 de julio, junto a la Orquesta de Córdoba, clausuraremos el BaezaFest.
¿Puede adelantarnos algún concierto importante de la próxima temporada?
Hay algo que me hace especial ilusión, y que es otro escaloncito más en mi trayectoria. Se trata de un concierto en la Brucknerhaus de Linz (Austria) en el que interpretaré el Concierto de Nielsen junto a su orquesta. Es una obra que me gusta mucho y la conozco a fondo; es el segundo concierto que toqué en mi vida. Me lo están pidiendo mucho y cuanto más lo toco más me gusta. Hace poco hice una grabación en directo junto a la Orchestre Symphonique Bienne Soleure, bajo la dirección de mi amigo Joonas Pitkänen, y cada vez me lo piden más. También tuve la oportunidad de tocarlo esta temporada con la Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya, con Anja Bihlmaier en el podio. Linz es un sitio muy puntero, y yo toco poco en Austria, así que me hace mucha ilusión.
Deja una respuesta