Por Marina Picazo
Fundación Hispania Música – Concerto Málaga
Este año celebramos el 140 aniversario del nacimiento de la violinista, pianista y compositora española Ònia Farga i Pellicer (Barcelona, 1882-1936), quien no solo se consagró como excepcional intérprete nacional, desarrollando una importante actividad concertista de la cual dieron muestra sus conciertos programados en escenarios de toda España, sino que también realizó salidas internacionales con giras por Francia y Suiza. De estas últimas tenemos constancia gracias a las críticas favorables de la prensa nacional francesa escritas en las primeras décadas del siglo XX.
Como compositora, es autora de una ópera y una misa de réquiem dedicada a su madre, ambas obras desaparecidas, además de numerosas obras escritas para violín y piano, así como para voz, las cuales fueron reconocidas por el público y la crítica del momento.
Introducción
Las primeras décadas del siglo XX español, tomando como punto de inflexión la República, se definen como una prolongación del siglo anterior, aunque es verdad que son especialmente significativos los avances sociales de las mujeres: el derecho al voto, cierta emancipación económica con respecto al marido o la lucha por la educación. Las reivindicaciones feministas de principios del siglo español no tuvieron la misma envergadura que en el resto de los países europeos. Aun así, aparecieron en la escena pública nombres de mujeres que hicieron tambalear el orden tradicional y social de la época, como fueron Teresa Claramunt, Clara Campoamor o María Espinosa, entre muchas otras. Estas mujeres fueron señaladas como anti-femeninas, pues habían rebasado aquellos cánones considerados propios de las mujeres para aproximarse a facetas tradicionalmente masculinas. Dentro de la música, las mujeres empezaban a mostrar, de forma algo más incisiva, su interés por conquistar un campo tan masculino como era el de la composición. Los primeros intentos de asedio dieron lugar a la creación de obras que mantenía aún una gran vinculación con la tradición femenina anterior, como la composición de pequeñas obras ligeras para la interpretación del piano en el hogar o la utilización compositiva de la orquesta como herramienta de acompañamiento de melodías simples.
Pero, aunque los avances mencionados fueron muy importantes para la vida y el trabajo de las mujeres durante las primeras décadas del siglo XX, también hay que señalar que estos fueron puntuales, es decir, estos hechos se producían entre algunas mujeres de las grandes ciudades, pues la situación de las mujeres en los pueblos era muy diferente.
Ònia Farga i Pellicer
La vida de Ònia Farga i Pellicer se desarrolla a finales del siglo XIX y los primeros años del siglo XX en Barcelona, su ciudad natal. Periodo, tal y como hemos mencionado, de grandes cambios sociales y especialmente significativos para las mujeres. En este sentido, Ònia constituye un caso poco habitual de la emancipación femenina, pues existió en ella una conciencia que le impulsaba a penetrar como miembro de pleno derecho en el campo musical, y no solo como intérprete y docente, sino también como compositora y directora de orquesta.
Ònia era hija del dirigente obrero Rafael Farga y de Petronila Pellicer, maestra del Ateneo Catalán de la Clase Obrera y dirigente de una sección de mujeres de la Asociación Internacional de Trabajadores. Su formación musical la recibió dentro de la Escuela Municipal de Música de Barcelona, pero a los 15 años ya había culminado sus estudios en la institución. Para situarnos mejor, debemos apuntar que durante las últimas décadas del siglo XIX y principios del siglo XX ningún conservatorio, ni el oficial de Madrid, inaugurado el 2 de abril de 1831, ni los que posteriormente se fueron creando en las distintas provincias, ofrecían al alumnado una formación de carácter profesional al estilo de los que hoy se ofrecen en estas instituciones. La formación procurada en los inicios de estos organismos no sobrepasaba los niveles propios de una educación de tintes elementales hasta bien avanzado el siglo XX. Es por ello por lo que una vez que Ònia finalizó su formación en la Escuela Municipal buscó nuevos profesores que la ayudasen a mejorar su técnica y conocimientos. Así pues, se puso en manos de los maestros Rodríguez d’Alcàntara, el cual se encargaría de las clases de composición, y del violinista belga, afincado en Barcelona, Matthieu Crickboom.
Pero las cualidades musicales de Ònia Farga eran evidentes y desde muy pequeña esta instrumentista se hizo notar dentro del campo de la interpretación, realizando conciertos en multitud de sala españolas. Muestra de ello es la mención que el pintor, escritor y crítico de arte español Josep M. de Sucre hizo en sus memorias a los méritos de la pequeña Farga:
‘En el Café Tost se hacía música. Todas las noches acudía yo con mis padres a las sesiones que se daban. A ellas concurría Pablo Casals, con su madre, que era muy amiga de la mía. También acudían allí el que después fue célebre pianista, discípulo de Planté, Joaquín Malats; Enrique Granados, todavía discípulo de Felipe Pedrell; Isaac Albéniz, que era el animador de la tertulia (…); todos los artistas mencionados, repetimos, acudían diariamente al Café Tost, en el que permanecían, tocando, hasta la medianoche. Pablo Casals, como era de familia humilde y conseguía con sus audiciones atraer clientes al café, percibía, aunque modesto un razonable sueldo, que cobraba su señora madre, de la dueña del Café […]
Cabe señalar que el anarquismo había tenido en la que fue villa de Gracia propugnadores. Señálense entre ellos, a José Luis Pellicer que tenía el taller donde ahora lo tiene el pintor Bosch Roger, en el cual se daban conciertos musicales por la que fue hija de su sobrino Farga Pellicer, que de niña ya parece se significaba por sus méritos y ha sido muy conocida en los medios pianísticos, nos referimos a Onia Farga’.
La prensa del momento publicitaba los conciertos de Ònia Farga como pianista y como violinista. Era habitual escuchar las interpretaciones de Ònia al piano y al violín en un mismo concierto, con dos repertorios diferentes dedicados a cada uno de los instrumentos citados. Pero la pasión y virtuosismo de nuestra protagonista y de sus conocimientos no terminaba aquí, pues era habitual encontrar programas de concierto en donde se incluían junto a la obra de Beethoven, Corelli o Chopin, sus propias composiciones.
Si bien la labor realizada por Ònia fue reconocida en vida, parte de su legado se encuentra en el Museo de la Música de Barcelona dentro del fondo de Ònia Farga i Pellicer, procedente del Archivo Municipal de Barcelona el 29 de febrero de 1960. Este archivo personal está compuesto por diferentes retratos y postales, una fuente epistolar de 37 cartas, junto con varias obras de la compositora y recortes de prensa, así como programas de concierto y varias batutas.
Su obra compositiva
Nacida en 1882 en la ciudad de Barcelona, Ònia Farga se ubica cronológicamente en la generación musical que se conoce con el seudónimo de la Generación de los Maestros, nombre acuñado por el musicólogo y compositor madrileño Adolfo Salazar. Formaron parte de esta Generación compositores históricamente enumerados en multitud de libros de texto como Joaquín Turina, Conrado del Campo, Julio Gómez, Jesús Guridi, Federico Mompou y Óscar Esplá. Pero también fueron miembros de ella otros nombres propios de mujeres de la época que, junto a Ònia Farga, destacaron en el mundo de la composición y la docencia. Tal es el caso de Emma Chacón o Maria Luisa Bosch. Al igual que el resto de los miembros de su generación, Ònia poseían un alto grado de compromiso político que era comparable o incluso mayor al que tuvieron los Poetas del 27.
En su obra se puede observar una gran responsabilidad en el cultivo de la música sinfónica y de cámara española, la cual estaba menos evolucionada que en el resto de Europa, pero al mismo tiempo, no deja de investigar las raíces españolas. De manera que su estilo se caracteriza por el empleo de melodías de carácter popular, destacando en sus composiciones obras como Cantares andaluces, Sardana de Concierto o sus Gloses sobre cançons populars Catalanes.
La vocación docente
Como ya se ha apuntado, comenzó su formación musical en la Escuela Municipal de Música de Barcelona, en donde llegó a ser reconocida como una brillante intérprete, continuando sus estudios con el eminente pedagogo y violinista Matthieu Crickboom. Pero su sed de conocimiento no termina aquí y emprende estudios de composición con Melcior Rodríguez d’Alcàntara. Esta formación integral le reporta una gran cultura musical, no muy común entre las mujeres de su época, que le llevó a desarrollar una eminente carrera, realizando giras tanto nacionales como internacionales.
Esta intensa vida musical hizo que pudiera estrenar diversas obras en París (1903, 1922, 1924 y 1927), como hacía los compositores vanguardistas de su generación. Y fue en esta ciudad donde la autora entró en contacto con otras mujeres que habían conseguido algunos derechos que les procuraban un desarrollo vital muy diferente al de las mujeres españolas de su mismo periodo. Este hecho seguramente fascino a Ònia Farga y le dejó una profunda huella, que se vería reflejada en su trabajo docente.
Pero, a pesar de esta agitada vida, Ònia Farga decide fijar su residencia en Barcelona, la cual nunca abandonó realmente. Preocupada por la docencia, resuelve emprender una labor pedagógica en la ciudad donde habita, que le conduce a formar parte de una historia donde las mujeres dejaron un importante legado en la fundamental labor de transmisión y formación en la música culta de los niños y niñas.
Así pues, funda y dirige la orquesta de la asociación Música Pro Amore Artis y en el año 1929 crea en Barcelona una academia de música con su nombre.
La academia, que se situó en el número 114 de la Rambla de Cataluña, se presentó como una escuela de música para las especialidades de piano, violín, violonchelo, canto, arpa mandolina y guitarra, entre otros instrumentos, así como solfeo, canto y composición. Además, ofrecía la posibilidad de participar dentro de los conciertos programados por el conjunto instrumental Música Pro Amore Artis. Esta formación fue creada para ofrecer al alumnado de la escuela la posibilidad de ampliar su formación en el conocimiento de obras orquestales. Este conjunto tenía programadas sus actuaciones entre los meses de diciembre y mayo de cada año, y su reglamento establecía un pequeño pago anual de 18 pesetas.
Si observamos los programas de conciertos organizados por la Acadèmia Farga, podemos ver que dentro de ella existía un importante número de alumnado de un alto nivel musical. Prueba de ellos son los diferentes recitales ofrecidos por la academia, en donde participaba un alumnado brillante que ofrecía las más importantes obras del repertorio escrito para instrumentos como el piano o el violín, destacando en ellos la presencia de un importante número de mujeres. Así pues, el domingo 1 de junio de 1930, el periódico La Vanguardia recoge entre sus páginas el concierto anual de alumnos ofrecido dentro del teatro Orfeó Gracienc. En él se pudo escuchar obras escritas para piano, violín, violonchelo y conjuntos tanto instrumentales como vocales. Dentro del mismo participaron las pianistas Teresa Borras, Asunción Bellfort, Lola Missé, Isabel Aragonés y las solistas Josefina Domingo, Rosita Miquel y María Amat, interpretando obras de Beethoven, Saint-Saëns, Rodríguez d’Alcàntara, Paissa y de la propia Ònia Farga. Además, se pudo disfrutar de la interpretación de las violinistas Montserrat Miguel, Pilar Bassa, Montserrat Pellicer y María Inés, entre otras, junto al conjunto Música Pro Amore Artis, dirigido por Ònia Farga.
Como se puede observar, es en esta academia de música donde pudo desarrollar una interesante labor de pedagogía violinista. Labor que realiza aplicando el método de su profesor Matthieu Crickboom, y adelantándose así a su tiempo, pues, este se ha convertido, a lo largo de los años, en el método del violín con más tradición dentro de los conservatorios españoles.
Quizá el hecho de ser mujer en un mundo de hombres, quizá su experiencia en Francia o quizá esa gran preocupación por la enseñanza, hizo que Ònia Farga i Pellicer buscase su desarrollo como violinista, pianista y compositora dentro de un mundo comprometido con la educación y formación de las mujeres catalanas. Realizando y participando en actividades y conciertos dentro de diferentes academias e institutos femeninos.
Ònia falleció en diciembre de 1936 a la edad de 58 años en su ciudad natal.
Algunas de sus obras
- Cantares andaluces (1929). París: Max Eschig.
- La Bella Lucinda.
- Carmeta: Sardana de Concierto. Barcelona: Impreta M. Soler
- Flabiolejant: sardana de concierto.
- Gavotte de Rameau (1929). París: Max Eschig.
- Gloses sobre cançons popular Catalanes per a piano (1914). Barcelona: Imprenta F. Giró.
- Sardana de Concierto (1922). Mataró (s. n).
- Les Trois Tambours (1929). París: Max Eschig.
- Missa de Réquiem.
- Ojos Claros serenos (1929). París: Max Eschig.
francis castillo dice
muy buena revista saludos a todos