The Bergen Wind Quintet & otros intérpretes
BIS 428
El gran compositor noruego Carl Nielsen (fallecido en 1931), es conocido por tres o cuatro de sus seis sinfonías, que asoman a menudo a la superficie en forma de ejecución pública, pero la mayoría de sus tesoros permanecen todavía en el fondo de un galeón en las costas de Noruega y en espera de su rescate. Hoy le toca el turno en estas páginas a la integral de su música para instrumentos de viento, cuya punta del iceberg es el Quinteto, Op. 43, una obra de madurez. Destinada a la formación clásica que integran, a saber, flauta, oboe, clarinete, trompa y fagot, todos estos instrumentos representan a las mil maravillas su papel, haciendo exactamente lo que se espera de ellos. La flauta aporta su claridad deslumbrante –¡con que alegría irrumpe por vez primera tras la presentación del tema inicial!–; el oboe canta con su bello timbre de galán, y normalmente sus salpicaduras son breves; el clarinete reparte sus volutas a lo largo y ancho del registro, inventa rúbricas caprichosas, zigzaguea; la trompa trae consigo vagos recuerdos, entre melancólicos y cinegéticos; y el fagot, más adusto, tira de vez en cuando de la cadena y se lleva consigo las sobras de esta cuchipanda. Y cuando los cinco asocian sus timbres, combinando sus ricas armonías, no es raro que estalle una fanfarria en medio de todo el jolgorio. Obra, pues, burbujeante, colorida, que testimonia el absoluto dominio formal alcanzado por su autor (conviene recordar que su Opus 1, una Serenata para cuerdas, era ya una pieza estupenda), y cuya factura, o más bien su espíritu, son inequívocamente mozartianos. La pieza, plena de ingenio, de facundia, abunda en rasgos netamente humorísticos, cualidad ésta tan infrecuente en la tantas veces ceñuda y desesperanzada música de nuestro siglo. Un humor que Nielsen posee por arrobas, y también en todos los tonos, como demostró en su Sexta Sinfonía. Añadamos que la excelete versión que nos ofrece el sello escandinavo BIS, a cargo del Quinteto de Viento de Bergen, representa un perfecto complemento de la antigua editada por DG, a cargo del Vestjysk Chamber Ensemble, con intérpretes no menos noruegos que éstos.
Junto a su Quinteto, Carl Nielsen nos ofrece otras cosas: la preciosa Serenata in vano, obra de 1914, o las Tres Piezas de La Madre, sobre textos del poeta local Helge Rode, llenas de finura melódica, veladas por suaves disonancias (particularmete la primera), compuestas, respectivamente, para flauta y arpa, flauta sola, y viola y flauta, y cuyos títulos traduzco (espero que no demasiado mal): La niebla es espesa, Los niños están jugando y La Confianza y la Esperanza están jugando. En general, todas estas composiciones participan de esa mirada positiva hacia las cosas, tan característicamente nielseniana (aunque en su obra también tengan cabida la exasperación y la y acidez), bucólica a un tiempo que festiva, que revela una gran identificación de su autor con la Naturaleza. Como colofón a esta ventolera, citemos aún las breves Romanze y Humoresque para oboe y piano, Op. 2, que demuestran la importancia concedida por Nielsen a la música de cámara desde los primeros cimientos de su catálogo.
Precisamente estas líneas serían tal vez demasiado incompletas si no aprovecháramos para recomendar también en éllas, como bloque complementario, las grandes obras de cámara nielsenianas escritas con destino a los instrumentos de arco, es decir, un Quinteto para cuerdas y la serie de los cuatro cuartetos (el último de los cuales es una auténtica obra maestra). Tales composiciones, que BIS ha registrado también recientemente, están repletas de sabiduría constructiva, de rigor e invención y, lo que es muy importante, poseen melodías inolvidables, de esas que normalmente uno busca y ya no encuentra y aquí halla sin necesidad de buscarlas.