La alemana Nannette Streicher, que vivió entre los siglos XVIII y XIX, fue una constructora de pianos que revolucionó el diseño del instrumento, dejando tras de sí un legado clave en la evolución del piano moderno.
Por Fabiana Sans Arcílagos & Lucía Martín-Maestro Verbo
Cuando relatamos la ‘historia’ de la música occidental nuestro pensamiento se remite automáticamente a una cronología de la vida de los compositores (y, afortunadamente, cada vez más de las compositoras). Con suerte, quienes gustan de profundizar, arrojarán luz sobre los intérpretes y las intérpretes que dieron vida a las creaciones de los inicialmente citados. Sin embargo, es poco, rozando peligrosamente la nada, lo que nos fijamos en aquellos y aquellas que dedicaron su vida a la construcción de instrumentos que terminaron por dar sentido y, especialmente, sonido a la actividad de autores, autoras e intérpretes. Por eso, hoy queremos dedicar este Mulierum a un personaje clave que dejó una huella indeleble y que alcanzó un éxito significativo en un área dominada por los hombres: la constructora de pianos Nannette Streicher.
Nannette nació en Augsburgo en 1769 bajo el nombre de Anna Maria Stein, hija de Johann Andreas Stein, fabricante de órganos y pianos, cuya factoría era visitada por los más grandes músicos de la época. Se haría muy famoso en el entorno pianístico por la contribución técnica que hizo en la mejora de la acción del martillo, que influiría, sin duda, en la fabricación de pianos en toda Europa.
Desde muy temprana edad, Nannette se involucraría activamente en el taller de su padre, lo que le permitiría familiarizarse con los aspectos técnicos de la construcción del instrumento, así como desarrollar sus habilidades musicales, llegando a destacar no solo como pianista, sino también como compositora. De hecho, es bastante sonada la anécdota que vivió con Mozart: cuando la pequeña Nannette tenía 8 años, Wolfgang la escuchó tocar, quedando doblemente impresionado pues, por un lado, la niña demostraba grandes dotes musicales, pero por otro, tenía unos hábitos terribles frente al piano que él temía que la impidiesen desarrollarse profesionalmente. No podemos saber a ciencia cierta si ella terminaría por ‘depurar’ su técnica o no, pero lo cierto es que siguió tocando el piano y labrándose un porvenir en este sentido. Además, hizo sus pinitos como compositora, llegando a publicar al menos tres obras con Simrock: dos marchas para piano y una marcha para instrumentos de viento.
Sin embargo, Nanette en lo que verdaderamente se centraría e involucraría sería en la firma de pianos de su padre, hasta el punto que, cuando él murió en 1792, ella se haría cargo de la misma, con el peso que suponía llevar sobre sus hombros una casa que se había hecho famosa en toda Europa.
En el año 1794, nuestra protagonista conocerá al pianista, profesor y compositor Johann Andreas Streicher, con quien se casaría y se trasladaría de Augsburgo a Viena, ciudad que concentraba la principal actividad musical del continente. Con esta mudanza también desplazarían el negocio de fabricación de pianos a la capital austriaca. Al principio, dirigió la empresa junto a su hermano menor, Matthäus Andreas Stein, renombrándola como Hermano y Hermana Stein. Sin embargo, tiempo después, y tras una disputa en 1802, ambos se separaron. Matthäus anunciaría en un periódico local que él era el único heredero legítimo de la empresa Stein, así que su hermana rebautizó su negocio como Streicher née Stein, es decir, Streicher nacida Stein. Apoyada por su marido y posteriormente por su hijo, Johann Baptist, consiguió convertir la empresa en uno de los fabricantes de pianos más importantes del continente, produciendo entre cincuenta y sesenta pianos de cola al año.
Por aquel entonces, Viena daba cobijo a grandísimas figuras de la música como Beethoven o Schubert, que se rindieron ante la calidad y solidez de los pianos de Streicher, cuyos estándares estaban a la altura de los más exigentes. Otros pianistas y compositores como Clara Schumann, Brahms, Weber o Hummel también elegirían un piano de la casa Streicher.
El caso de Beethoven requiere una especial atención, pues Nannette forjaría con él una importante amistad que perduraría en el tiempo. El matrimonio Streicher fue un apoyo muy importante en la vida del músico, a quien acompañaron en los momentos más difíciles. Su relación está registrada en más de sesenta cartas y en los cuadernos de conversación que ayudarían a Beethoven cuando perdiera totalmente su oído.
En la primera carta conocida de Beethoven a la familia Streicher, en 1796, Beethoven elogiaba el piano Streicher como un ‘instrumento realmente excelente’, y añadía que ‘los méritos de sus instrumentos deberían ser reconocidos en este país y en todas partes’. Sin embargo, en la misma carta, el músico confesaba que, en todo caso, el piano ‘le priva de la libertad de desarrollar su propio sonido’, pues su delicadeza lo hace más parecido a un arpa. De esta manera, Beethoven incita a los Streicher a construir pianos más adaptados a sus necesidades, reto que Nannette aceptaría, llegando a situar a sus pianos entre los más poderosos de Viena. Debemos tener en cuenta que, en una época en la que los pianos no se fabricaban en serie, sino que se adaptaban a las necesidades y requerimientos del comprador, Nannette actuó como una traductora del mundo sonoro interior de las personas, haciéndolo tangible y llevándolo a la realidad.
La amistad de Nannette con Beethoven adquiriría una dimensión de lo más personal, llegando ella misma a convertirse prácticamente en una figura maternal para él, ayudándolo con cuestiones de lo más íntimas, como tareas del hogar (aunque sería el servicio de la constructora de pianos quien lo haría) o la educación de su sobrino Karl. Su apoyo sería tan importante que, según fuentes de la época, sería gracias a ella que podría culminar su sonata Hammerklavier, de la que Nannette tendría un borrador manuscrito que terminaría por donar al editor Vincent Novello.
Pero el matrimonio Stricher no solo se dedicó a la construcción de pianos, sino que se involucró de forma muy significativa en la vida musical vienesa, organizando conciertos, en primera instancia, en su propio salón, donde daban la oportunidad a los músicos de probar sus instrumentos a la vez que ofrecían conciertos en petit comité. Posteriormente, ya entre 1811 y 1812, inauguraron una sala de conciertos que daba cabida a más de 300 personas, que se convirtió en unos de los puntos de encuentro más destacados de la capital austriaca.
Nanette murió en 1833 por un edema pulmonar, dejando tras de sí un legado de avances y perfeccionamientos técnicos imprescindibles para entender el piano moderno tal como lo conocemos hoy.
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