
Este año se celebra el 500 aniversario del nacimiento de Palestrina, uno de los compositores más influyentes en la historia de la música occidental. Dentro de la programación del Festival de Música Antigua de Sevilla, Cantoría interpretará su Missa Papae Marcelli. Un repertorio que también ofrecerán en el Festival d’Ambronay y en Murcia Resuena: este año se celebra el 1200 aniversario de la fundación de la ciudad de Murcia y Cantoría lo interpretará en su Catedral.
Por Jorge Losana
Director de Cantoría, ECOS Festival de Sierra Espuña y Taller de Músicas Históricas de la Universidad de Murcia
Todavía me acuerdo de cuando descubrí la polifonía renacentista: estaba en primero de Bachillerato y el profesor intentaba explicarnos qué era aquello del contrapunto, el contexto histórico del Concilio de Trento y la evolución de la música desde la Edad Media al Renacimiento. Por aquel entonces ya cantaba en varios coros, pero ni la música antigua ni la música sacra habían sido objeto de mi atención hasta ese momento.
Yo estaba un poco distraído cuando, de repente, el profesor nos hizo escuchar un disco que iba a cambiar por completo mi forma de entender la música. Comenzaban cantando los tenores de la Oxford Camerata y después entraban las voces infantiles (que interpretan la línea de la soprano): sonó como si alguien hubiera encendido una luz. Cada vez que escucho la Misa del Papa Marcelo de Palestrina recuerdo cómo me sentí en ese momento, imaginándome la Capilla Sixtina con sus figuras ascendiendo hasta el cielo del Juicio Final de Miguel Ángel.
El estilo de Giovanni Pierliugi da Palestrina se convirtió en la forma ‘correcta’ de escribir contrapunto para los compositores de siglos posteriores. Nacido, precisamente, en la ciudad de Palestrina en 1525, su música influyó en varias generaciones y sus seguidores pusieron en apuros a aquellos que intentaban innovar: ¡pobre Monteverdi, con su búsqueda de la libertad compositiva y su Seconda Pratica!
A pesar de estar casado, sabemos que Palestrina trabajó durante un tiempo en la Cappella Giulia (una de las agrupaciones musicales residentes del Vaticano) y en algunas de las iglesias más importantes de Roma; fue miembro fundador de la Vertuosa Compagnia de’Musici, el primer ‘sindicato’ de músicos en Roma. Como compositor, su obra es inmensa y suma más de setecientas composiciones, incluyendo ciento cuatro misas de todo tipo (el más prolífico compositor de misas de su época). Cristóbal de Morales fue una de sus fuentes de inspiración e influyó mucho en Tomás Luis de Victoria, quien trajo su estilo a España.
El mito del Salvador
La leyenda puede ser cierta o no, pero pienso que casi cualquier amante de la polifonía que escuche el nombre de Palestrina sentirá una sensación de agradecimiento: su estilo, y en particular su famosa misa, desempeñó un papel determinante en un momento crucial en la historia de la música, hasta tal punto que se le presenta como el ‘Salvador de la polifonía’.
Nos situamos en el siglo XVI. La Iglesia católica está en plena reacción frente a la Reforma luterana y, tras muchos intentos, se consigue reunir un Concilio en la ciudad de Trento (1545-1563). En este sínodo se debaten innumerables cuestiones teológicas y funcionales y, aunque no se habla demasiado de música en sus decretos finales, durante las sesiones se discute bastante el papel de la música en la liturgia, hasta el extremo de plantear si esta debía prohibirse o no.
Efectivamente, la polifonía estaba en grave peligro. Por un lado, el hermano de Carlos V y emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, Fernando I, apoyaba a un grupo de cardenales y obispos que defendían su papel para embellecer el culto. Por otro, algunos de los clérigos detractores opinaban, al igual que los calvinistas, que el uso de la música debía desterrarse completamente de la liturgia y permitir únicamente la palabra hablada. Pero, ¿dónde estaba el problema?
Principalmente se planteaban dos: la comprensión del texto de las piezas y el usode influencias profanas para la composición de obras sacras. Durante las décadas anteriores al Concilio, el contrapunto había crecido en complejidad, cada vez más prolijo e intrincado, y surgían obras con varios textos superpuestos, a veces incluso en distintos idiomas, como los motetes politextuales. Los obispos más estrictos temían que la música sacra terminara pareciendo un espectáculo de teatro o una burla que alejara a los fieles de la verdadera devoción, sirviendo de polémicos ejemplos las misas parodia basadas en canciones muy populares como L’homme armé, La Battaglia o La Caccia de Janequin, así como canciones ‘lascivas’ de amor.
La música en las congregaciones femeninas también estaba en peligro, en mucha mayor medida que en las masculinos, con algunos prelados intentando prohibir que los músicos profesionales intervinieran en las celebraciones de sus conventos. Evidentemente, también existían posiciones intermedias, como la vuelta al canto gregoriano o la posibilidad de que instrumentos como el órgano pudieran acompañar la liturgia (aunque en la capilla papal se cantaba siempre a capela). Finalmente, los decretos permitieron a los sínodos provinciales que tomaran sus propias decisiones al respecto y, de esta manera, se salvó en España la tradición de los ministriles, así como la interpretación de villancicos y danzas en las iglesias, eso sí, fuera de la liturgia.
En cualquier caso, la intención de los obispos era clara: querían que la música llegara al corazón de los fieles y no fuera un simple deleite para sus oídos. Figuras clave como los cardenales Borromeo o Vitelli realizaron un gran esfuerzo para defender la polifonía, convocando en sus palacios a músicos que demostraran que la música a varias voces podía seguir presente en la liturgia sin obstaculizar la comprensión del texto y encargando la escritura de nuevas misas a compositores como Ruffo, Kerle o Animuccia, que crearon un nuevo estilo más silábico y homofónico adecuándose a las directrices del concilio.
Según la leyenda, la misa habría sido esa obra ‘definitiva’ interpretada o compuesta durante el Concilio de Trento que convencería a los clérigos de que la polifonía podía ser compatible con sus aspiraciones: ‘inspirar en los fieles el deseo de armonías celestiales y la contemplación del gozo de los bienaventurados’. En realidad, no se sabe con certeza si la Misa fue compuesta antes o después del sínodo, ni si realmente influyó en sus decisiones, pero, sin duda, se convirtió en una obra maestra y pasó a la historia.
Una misa papal
La Misa del Papa Marcelo tiene tanta belleza y luminosidad que fue la elegida para ser interpretada en las misas de las coronaciones papales durante cuatro siglos, hasta el Concilio Vaticano II. Palestrina marcó un estilo que perduró a lo largo de los siglos: en su música, cada voz fluye con las demás, se complementa y asegura la perfecta comprensión del texto, con total respeto a su acentuación y sentido.
En el estilo de Palestrina, la melodía siempre está equilibrada: si una voz ‘salta’ hacia arriba, descenderá de manera más suave siguiendo un esquema escalonado de grados conjuntos. Además, las disonancias solo aparecen en tiempos débiles del compás o están bien preparadas y resueltas, evitando los ‘excesos cromáticos’ y las tendencias más audaces que empezaban a surgir en Italia. También comienza a percibirse cierto sentido tonal y encontramos recursos de figuralismo: la música refleja o ‘pinta’ el significado del texto.
Quizá Palestrina, como Bach, no fuera un compositor revolucionario en el sentido estricto, pero sí un maestro en la síntesis y perfección de las ideas de su tiempo. A menudo se le asocia con la Prima Pratica, pero su música no es rígida ni excesivamente conservadora. Fueron, quizá, sus imitadores posteriores, quienes lo encorsetaron en un academicismo que no siempre refleja su verdadera personalidad.
Compuesta para seis voces, esta misa es un ejemplo perfecto de este estilo. Aunque aparentemente no se basa en un material temático preexistente, algunas teorías (sin demostrar) sugieren que pudo estar influida por un madrigal italiano (Il bianco e dolce cigno de Arcadelt) o incluso por la famosa canción de L’homme armé, ¡lo que iría en contra de las directrices del Concilio de Trento!
En términos de textura, la misa muestra diferencias significativas entre sus secciones. El Kyrie, el Sanctus y el Agnus Dei, por un lado, presentan un contrapunto rico, con líneas melódicas entrelazadas y una profusa complejidad estructural. En cambio, el Gloria y el Credo, en los que la comprensión del texto es lo más importante, tienen un estilo mucho más homofónico y silábico, creando casi un efecto de doble coro con las diferentes combinaciones de las voces.
El icónico motivo inicial del Kyrie está presente durante casi toda la obra, con intercambios de voces y disminuciones ornamentales, que enriquecen la textura polifónica, junto a efectos de cascada, que expanden la expresividad del contrapunto vocal. Todo se desarrolla poco a poco, dejando una sensación de grandeza y esplendor, y encontramos efectos de fanfarrias o fabordones que subrayan las partes más importantes del texto. Sus texturas contrastadas y su perfección técnica hacen de la Misa del Papa Marcelo el referente que tanto ha marcado la historia de la música sacra.
El Sócrates de la música
Podríamos decir que la figura de Palestrina se ha rodeado de un aura casi mitológica y su historia fue repetida durante siglos, aunque es más una leyenda que una realidad. Aun así, lo cierto es que su polifonía marcó un antes y un después en la evolución de la música y en su honor se han realizado muchísimos conciertos, celebraciones, grabaciones, documentales e incluso se ha compuesto una ópera.
Hoy día, en muchos conservatorios se estudia armonía y contrapunto basándose en el tratado de Johann Joseph Fux, quien escribió un diálogo entre ‘Aloysius’ (una versión latinizada del apellido de Palestrina, ‘Luigi’) y el propio tratadista, en un formato que recuerda a los diálogos de Platón con Sócrates. Fux quería transmitir las reglas del stile antico que influenció a tantos compositores: Verdi alabó su obra y Mendelssohn defendió después la también que debería incluirse a Palestrina entre los cuatro ‘imprescindibles’ junto a Beethoven, Mozart y Bach quien, desde la misma ciudad de Leipzig, llegó a analizar algunas de sus misas y a interpretarlas con su coro. Este año es la oportunidad perfecta para descubrir a este maestro de la polifonía.
Agradecimientos del autor al Ayuntamiento de Murcia, Carmen Veas, Marisa Morata, Juan Antonio Losana, José Miguel Morales, Alba Saura y Marina Hervás.
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