La vida de Minna Keal refleja la lucha entre su vocación musical y las responsabilidades que la sociedad impuso en ella como mujer. Tras décadas de pausa en su carrera, su regreso en la vejez evidencia tanto las barreras de género como el poder transformador de su creatividad.
Por Fabiana Sans Arcílagos & Lucía Martín-Maestro Verbo
Minna nació el 22 de marzo de 1909 como Minnie Nerenstein en el almacén de la editorial de libros hebreos que llevaban sus padres en el popular barrio del East End de Londres. Fue la hija mayor de Fanny y Jacob Nerenstein, inmigrantes rusos judíos sin formación musical. El primer contacto con la música en la infancia de Minna fue a través de las canciones populares hebreas que cantaba su madre, como ella misma reconoció, así como los cantores que escuchaba en la sinagoga.
Cuando tuvo edad suficiente para cursar la educación secundaria, Minna eligió música como una de sus materias, e hizo sus primeras incursiones en la composición con 12 años, escribiendo música que ella misma describiría como ‘inglesa con un toque judío’.
Siendo todavía una adolescente, en 1926, fallecería su padre, por lo que tuvo que encargarse de ayudar a su madre en el negocio familiar. Este hecho hizo que un par de años más tarde, en 1928, decidiera matricularse en la Royal Academy of Music, pues, a pesar de que el plan inicial era ir a la universidad a estudiar lenguas modernas, el centro musical estaba simplemente más cerca, lo que le permitía combinar los estudios con el trabajo más fácilmente. Allí estudió piano con Thomas Knott y composición con William Alwyn, famoso entre otras cosas por su música para cine. Alwyn fue el primero en alentar a Minna a que creara sus primeras piezas serias. Así, pronto estrenaría su primera obra en el seno de este centro académico: una Sonata para piano, a la que pronto sucedería una Fantasía en Do menor para violín y piano, y una Balada en Fa menor para viola y piano. Su destreza escribiendo música le valió una beca Elizabeth Stokes para composición en 1929.
Minna era feliz con este camino que había iniciado, sin embargo, sus estudios superiores de música se verían truncados en 1929, cuando se vio obligada a dejar el centro debido a las presiones de su familia para centrarse exclusivamente en el negocio familiar. El sentimiento de culpa, unido a que no se consideraba buena compositora puesto que nadie le pidió que no abandonara, hizo que al final, en mayo de ese mismo año, terminase el último cuarteto de cuerda en el que estaba trabajando y dejara la composición a los 20 años. Para Minna, el dolor que supuso tomar esta decisión fue tal que decidió cortar por lo sano y no volver a componer en casi 46 años. No obstante, la música continuó desempeñando un papel importante en su vida y no dejó de tocar el piano y de cantar en coros, aunque por mero placer.
En 1931 se casó con Barnett Samuel, con quien tuvo un hijo tres años más tarde, y todas sus energías fueron absorbidas por su rol de esposa, madre y empresaria. Mina fue también una persona muy comprometida con la causa política y social, afiliada al Partido Comunista desde 1939. Durante la Segunda Guerra Mundial conoció a su segundo marido, Bill Keal. Ambos estaban muy implicados en el movimiento laborista e intentaban recaudar fondos para la guerra. Su matrimonio con Barnett Samuel se rompió en 1946 y se casó con Bill Keal, ingeniero y poeta, en 1959.
En la década de 1950 ocupó varios puestos administrativos y como secretaria. Durante un tiempo trabajó en un comercio de pieles en Queen Street, cerca de la Guildhall School of Music and Drama, lo que la llevó a inscribirse en la clase de piano de Norman Anderson, con quien obtendría su diploma de profesora.
Cuando se jubiló con 60 años, en 1969, Minna y Bill se trasladaron a Buckinghamshire, donde empezó a dar clases ocasionales de piano. En 1973, cuando uno de sus alumnos de piano tuvo que examinarse, el examinador que vino a visitarla era el compositor Justin Connolly, a quien Minna mencionó que había estudiado en la Royal Academy of Music. Connolly, movido por la curiosidad, pidió ver algunas de sus obras y quedó tan impresionado que la convenció para que retomara la composición. Tras esto, su hijo la matriculó en su clase como regalo de Navidad en 1975.
Cuando Minna volvió a escribir, retornó naturalmente el mismo estilo que había estado utilizando cuando interrumpió su actividad a finales de los años 20, así que empezó a interesarse por comprender y manejar un lenguaje más moderno, algo que convirtió en su nuevo objetivo vital incondicional: escuchar, estudiar y asistir a festivales de música contemporánea.
Curiosamente, la primera obra que Minna culminó oficialmente tras volver a la composición en 1978 fue su Cuarteto de cuerda, misma formación para la que había escrito su última obra en 1929, antes de abandonar la escritura musical. Al mismo tiempo escribió un Quinteto de viento, que se convertiría en su segunda obra, pero pronto daría el gran salto al trabajo orquestal.
Minna comenzó a trabajar en lo que pensó como una suite de cinco movimientos basada en los estados de ánimo expresados en los poemas de su marido, pero esta obra se convertiría en su Sinfonía núm. 1, que sería estrenada mundialmente en los Proms de 1989 por la BBC Symphony Orchestra y que recibiría tal ovación que el líder de la orquesta, Béla Dekany, no podía creer que fuera el primer trabajo orquestal de la autora.
Su siguiente obra, Cantillation para violín solo y orquesta, maneja un lenguaje bastante diferente, donde la influencia de los cantores de la sinagoga emerge para dar vida a una pieza lírica y expresiva. En 1994, culminó su Concierto para violonchelo, que había empezado a escribir seis años antes. Así como en sus tres primeras obras Minna demostró su destreza en el manejo del lenguaje contemporáneo, en estas últimas la música está totalmente al servicio de su propia inspiración. Tras el trabajo emocionalmente agotador que supuso culminar el concierto, Minna se dedicó a algo de menor escala y escribió dos obras de cámara: el Duettino para flauta y clarinete y el Quinteto de cuerdas, con un violonchelo adicional.
Al final de su vida, las tragedias se sucedieron estrepitosamente con la muerte de su marido, su hijo y sus hermanas en un corto periodo de tiempo, lo cual hizo mella en su espíritu, manteniéndose solo en pie gracias a la música hasta su muerte, el 14 de noviembre de 1999.
Minna Keal fue compositora meticulosa e intuitiva, que plasmó en su música la agitación del siglo XX, dejando que hablara por sí misma, sin influencias extramusicales. Comprometida con las luchas sociales y humanista ferviente, defendió siempre la justicia. Aunque su figura se ha tratado desde el sensacionalismo de retomar la composición tras 46 años y estrenar su sinfonía a los 80, su legado va más allá de estos hitos: fue una mujer brillante y vital, cuya obra merece ser difundida.
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