Mili Porta abarcó diversas facetas en la música: pianista, directora de orquesta y de coros, catedrática de Solfeo, crítica musical, compositora o incluso jurado en la recién creada RTVE. Como pedagoga mostró un enorme interés por mejorar su sistema de enseñanza a lo largo de toda su vida, y muchas generaciones han sentado las bases de sus carreras musicales sobre las primeras enseñanzas de Mili Porta.
Por María del Carmen Lorenzo Vizcaíno
Milagros Porta Siso (1918-1971) —Mili, como era conocida por todo el mundo— fue una mujer adelantada a su tiempo en todas las facetas que abordó en su corta pero intensa vida. Desde sus inicios en A Coruña se mostró versátil, abarcando casi todos los campos de la música. Comenzó como miembro de diversos coros, pasando después a ser pianista acompañante de cantantes líricos y debutó con la batuta frente a una orquesta sinfónica profesional en 1934, con tan solo 16 años. A pesar de haber fallecido a la temprana edad de 53 años, llegó a ser catedrática de Solfeo en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid, y una figura muy activa en la colectividad gallega de la capital, donde dirigió el coro Anaquiños d’a Terra del Centro Gallego de Madrid.
Desempeñó, además, otras vertientes, como las de crítica musical en La Voz de Galicia, jurado en concursos musicales de la recién creada RTVE, participante en las emisiones para América del Sur de RNE, creadora de métodos de pedagogía musical o compositora. Toda esta labor fue reconocida en numerosos homenajes y con la concesión, en 1952, de la Gran Cruz de Alfonso X El Sabio.
Primeros pasos musicales en A Coruña
Mili Porta realizó sus primeras apariciones públicas en la escena musical coruñesa como miembro de la Agrupación Ofelia Nieto. La primera referencia que encontramos sobre ella es como miembro de dicho coro, interpretando el papel de Rosita en la zarzuela Luisa Fernanda, representada en el Teatro Rosalía de Castro en enero de 1934. En las siguientes funciones de esta obra pasó a ser la pianista acompañante de la agrupación, cosa que sería habitual a partir de entonces. Compatibilizó la actividad en este grupo con otros similares, como la Sociedad Lírica Unión-Arte.
Su participación en diversos orfeones en estos primeros años de su vida musical marcaría su biografía, tanto en lo laboral como en lo personal. En el futuro sería una pieza clave en el grupo Anaquiños d’a Terra del Centro Gallego de Madrid y fue en aquellas corales coruñesas donde conoció a su futuro marido, el barítono Fernando Navarrete (1903-1999).
Su arte con la batuta
Debutó como directora de orquesta con la zarzuela La virgen de la aldea, compuesta por Faustino del Río y Gabriel Muñoz, el 21 de septiembre de 1934, en su estreno en el coruñés Teatro Rosalía de Castro. Es digno de mencionar que la orquesta de ese teatro, la Orquesta Filarmónica Coruñesa, por aquel entonces estaba compuesta mayoritariamente por hombres y solo contaba con dos mujeres entre sus miembros. Desde esa fecha, y hasta el comienzo de la Guerra Civil, dirigiría esa misma agrupación en diversas ocasiones con otras zarzuelas como La fama del tartanero, La dolorosa, Molinos de viento, El huésped del sevillano, La revoltosa, Bodas a la americana o La del manojo de rosas.
Queremos resaltar la excepcionalidad de que en su presentación pública contaba con tan solo 16 años. Podemos intuir que Mili Porta realizó labores de asistente del director de la Sociedad Filarmónica coruñesa que, por aquella época, era el maestro Alberto Garaizábal (1875-1947). Llegamos a esta conclusión tras revisar la hemeroteca y cotejar la información con los programas de mano que se conservan, observando que en diversas ocasiones se publica el nombre de Garaizábal o Porta en el periódico del mismo día del concierto, pero en el programa de mano aparece el del otro; esto nos hace pensar que el programa de mano se podría haber impreso con mucha antelación y que, sin embargo, la prensa reflejaba la decisión final. Desestimamos la opción de que sustituyese al director por una indisposición debido a que sucedió en varias ocasiones y no de manera puntual.
La prensa siempre la trató con especial cariño, seguramente por ser una mujer tan joven, describiéndola como una maestra consumada, una experta batuta o diciendo que había dirigido la orquesta con dominio y sobriedad. Entre los elogios que le dedicaron se repetía a menudo el tema de que era la primera mujer directora española. Según palabras de un diario coruñés, a finales de 1934, se daba por primera vez en España ‘el caso de que haya sido dirigida una orquesta por una señorita, casi una niña, desempeñando su cometido con una seguridad y un aplomo propios de un veterano director de orquesta’, apostillando que era ‘la única mujer directora de España’. Esta cuestión, la de si era la primera mujer en dirigir una orquesta en España, fue un mérito que se le atribuyó a lo largo de su vida y ella misma, ya en la edad adulta, comentaba en una entrevista que había tenido que pedir un permiso especial para ejercer como directora. Esta afirmación, como ya hemos comentado, estaba influenciada por el cariño de sus conciudadanos y por su juventud además de por el desconocimiento de otros casos similares que, aunque no eran muy numerosos, poco a poco vamos descubriendo gracias a investigaciones más recientes.
Su aprendizaje inicial con la batuta fue autodidacta, seguramente observando a los maestros en las zarzuelas en las que participó, ya fuese como cantante o como pianista repetidora. Enrique Fernández Arbós alabó su técnica y sentía una especial simpatía por Mili Porta; supo ver en ella un gran talento, a pesar de su juventud, lo que se vio ratificado cuando ganó el premio del concurso de dirección creado por el propio Arbós.
No se limitó a dirigir únicamente zarzuelas en su ciudad natal, sino que también repitió al frente de otras orquestas en su etapa madrileña, como fue el caso de una función benéfica a favor de la Asociación de la Prensa en 1946 cuando, en el madrileño Teatro Calderón, tomó las riendas de una agrupación formada por miembros de la Sinfónica y la Filarmónica de Madrid. Un par de años más tarde, en enero de 1950 en el Ateneo madrileño, estrenó la obra Impromptu para piano y orquesta, compuesta por ella misma, realizando simultáneamente la función de directora y pianista solista acompañada para la ocasión por la Orquesta de Cámara Española.
Pedagoga musical
Desde muy joven desarrolló su labor como pedagoga. Tal y como ella misma expresó, su vocación siempre fue la música y para ella fue natural dar el paso de la interpretación a la enseñanza.
En 1943 llegó a Madrid para impartir clase en el Real Conservatorio de Música. Rápidamente pasó a ser profesora auxiliar interina de Solfeo en 1945 y, después de superar diversas oposiciones, ocupó los puestos de profesora especial en 1949 y finalmente catedrática desde 1962. Mili llegó a compartir claustro con dos miembros de su familia: su hija Ana María, que fue profesora de Solfeo al igual que su madre, y su marido Fernando, que era catedrático de canto.
A pesar de ser catedrática, dirigir diversos coros, ser un miembro muy activo de la colectividad gallega en Madrid y tener una familia numerosa (debemos tener presente la situación de las mujeres en la España de mediados del siglo XX), siempre se preocupó por seguir formándose. Cuando ya era profesora del conservatorio madrileño se matriculó en la especialidad de órgano con Jesús Guridi y en el año 1963 obtuvo una beca de la Fundación Juan March para viajar a París, Bruselas y Berlín para observar cómo se impartían las clases de Solfeo en otros centros. Tras estas estancias, la autora presentó una memoria justificativa en la que exponía una serie de conclusiones entre las que afirmaba que la enseñanza que se impartía en el Real Conservatorio de Madrid no difería de la que se ofrecía en el resto de Europa. En las siguientes palabras vemos la importancia que tenía para ella la asignatura de Solfeo:
‘Siempre me ha parecido un error grave la manera de considerar la enseñanza de Solfeo en España, relegándola a simple y elemental asignatura pórtico de los estudios únicamente considerados serios, que forman al músico en cualquiera de sus especialidades. Esta opinión mía ha tenido la más absoluta confirmación con lo que he visto y observado en los países visitados’.
Al final de este documento presentaba una serie de conclusiones, o mejor dicho consejos, con los que pretendía acabar con el concepto que se tiene en España de que el Solfeo es una asignatura ‘poco menos que de párvulos’. También proponía que se realizasen intercambios entre el alumnado del centro madrileño y sus homólogos internacionales. La importancia de este informe reside en que Mili Porta ya adelantaba, cincuenta años antes, temas que llegaron a los conservatorios con la implantación de la LOGSE, como el de incluir en el currículo de Grado Superior la Educación Auditiva (que para ella sería una extensión del Solfeo que se impartía en Grado Elemental) o esos intercambios internacionales que acabamos de mencionar y que, a día de hoy, se llevan a cabo mediante el programa ERASMUS, con el que se facilita la movilidad de los estudiantes y profesores universitarios.
Si tenemos en cuenta esta beca que la llevó por media Europa, su intensa labor en el conservatorio y que Mili Porta fue una de las autoras de la famosa serie de libros de Solfeo titulados El progreso musical (editados por la Sociedad Didáctico Musical), llegamos a la conclusión de que la autora, seguramente, formó parte de los especialistas que redactaron el conocido como Plan del 66, que legislaba la educación musical en los conservatorios hasta la implantación de la LOGSE.
Anaquiños d’a Terra
Desde sus inicios musicales en A Coruña estuvo ligada a diversas formaciones corales, como la Agrupación Ofelia Nieto o la Sociedad Lírica Unión-Arte. Al llegar a Madrid se integró de inmediato en la colectividad gallega tomando las riendas, junto con su marido, del coro Anaquiños d’a Terra del Centro Gallego de la capital. Con esta agrupación interpretaron conciertos por toda España, participaron en emisiones radiofónicas de Radio Nacional para América, intervinieron en la película Sabela de Cambados (dirigida por Ramón Torrado en 1949) y grabaron dos discos titulados Airiños (Viejos cantares de Galicia y Vieux chants galiciens) en los que se incluían canciones gallegas como Unha noite na eira do trigo, Negra sombra o Lonxe da terriña.
Gracias a su buen hacer dirigiendo y organizando estas y otras formaciones vocales, como el Grupo de Ópera de Madrid, le encargaron preparar los coros del Teatro Real en 1953 pensando en su apertura tras la reforma del edificio, aunque, finalmente, este no se reabrió hasta 1966.
Composiciones
A lo largo de toda su vida compuso diversas obras que, normalmente, eran interpretadas por ella misma, ya fuese al frente de orquestas, coros o para voz y piano. Las primeras composiciones de las que tenemos constancia son dos valses para orquesta estrenados por la Orquesta de la Sociedad Filarmónica de A Coruña en 1935.
Posteriormente, creó numerosas obras vocales para voz y piano como el tango Lamentación, el pasodoble Sueño de mujer u otras de temática claramente gallega como es el caso de ¡Padrón, Padrón!, la Muiñeira de Abegondo, Pazo de Veiga o la Pandeirada de Ferreirúa.
En su catálogo también encontramos obras de mayor formato, como la opereta infantil Malibú, los cerditos y tú (con texto de Fernando Navarrete y Julio Damarta), la zarzuela La represa y el río o el Impromptu para piano y orquesta que acabamos de mencionar.
Es peculiar la historia de La represa y el río, ya que fue compuesta durante la Guerra Civil aprovechando el parón de la vida musical coruñesa. Mili Porta dejó escrito el boceto de voz y piano sobre el libreto en castellano de otro coruñés, Antonio Santiago conocido como ‘Nito’ (1895-1979). Una vez fallecidos ambos autores, Fernando Navarrete decidió traducirla al gallego, recortar su duración y ponerla en escena en A Coruña, en el Teatro Rosalía de Castro, cuyo escenario tantas veces había pisado su difunta esposa. Su estreno tuvo lugar el 17 de enero de 1983 y ese mismo año, el 30 de julio, se repitió en la Plaza de la Quintana en Santiago de Compostela. Para llevar este proyecto a cabo, Navarrete contó con el apoyo del nieto del libretista, Antón de Santiago (también barítono y profesor de canto), y de Manolo Balboa para la orquestación, aunque, tras diversos avatares, el orquestador final fue Antonio Molla.
Sus otras facetas: crítica musical y recuperadora de patrimonio musical histórico
Otra vertiente de esta polifacética coruñesa fue la de escritora de diversos artículos para La Voz de Galicia sobre temas musicales desde Madrid, como fue el caso de la visita a España de dos niños prodigio que dirigían orquestas (Pierino Gamba y Roberto Benzi), un texto titulado Nuestro folklore, en el que ensalzaba la maravillosa cantera que existía en la música hablando del joven compositor Esteban Vélez, u otro cuya temática queda resumida en su título: El folklore gallego en la música popular y de concierto.
Como intérprete, siempre incluyó en su repertorio obras de compositores gallegos como Pascual Veiga, Juan Montes, Canuto Berea, Marcial del Adalid, José Castro Chané, José Baldomir o las suyas propias. También quiso acercar al gran público el repertorio menos conocido, como las Cantigas de Santa María de Alfonso X el Sabio o las Cantigas de amigo de Martín Códax; para acercar estas obras al público, Mili Porta las presentó en adaptaciones realizadas por compositores como Felipe Pedrell y Benito García de la Parra.
Una de sus preocupaciones constantes fue la de acercar la música a todas las personas, tanto el folclore como la ópera, mostrando especial interés en adaptar las grandes producciones a formatos más reducidos que facilitasen su movilidad por toda la geografía española. Como manifestó Porta en una entrevista de 1952, su intención era reducir los gastos en los montajes, de manera que permitiesen llevar las óperas a muchas ciudades de pequeño y mediano tamaño. Un ejemplo de esto fue la gira en la que Mili Porta dirigió al Grupo de Ópera de Madrid en el verano de 1953, gracias a la cual, llevaron una selección de números de Rigoletto y La traviata por diversas poblaciones de Galicia, como Santiago de Compostela, Vilagarcía de Arousa y Ourense.
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