Arias, Romanzas y Canciones
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El próximo 1 de diciembre se cumplirá el centenario del nacimiento de un artista único. En Albalate de Cinca (Huesca), el 1 de diciembre de 1897, nacía Miguel Fleta, destinado a convertirse en una leyenda, la del cantante dotado de unas facultades prodigiosas que, procedente de una humilde familia campesina y tras un corto periodo de formación se impondría en todo el mundo como uno de los mejores tenores de la historia.
Por otra parte, tanto su vertiginosa vida como su temprana muerte contribuyeron a alimentar el mito.
La carrera de Fleta, a su imagen y semejanza, fue también única.
Es de suponer que fuera el chaval que mejor cantaba en su pueblo; lo cierto es que, tanto los amigos como su propia familia le animaron a trasladarse a Barcelona para estudiar en el Conservatorio del Liceo. La jota que cantó en la prueba de acceso fue suficiente para que la soprano Luisa Pierrik, que le escucha de lejos desde su aula, decida hacerse cargo de la formación del muchacho. Se convertiría en algo más que una profesora. Sería maestra, amante y colaboradora fundamental en su carrera hasta 1925.
En 1919, Luisa consigue un contrato para el debut de Fleta en Trieste, cantando Francesca da Rimini, de Zandonai. Acababa de cumplir veintidós años y quizá no estaba preparado para el éxito que inmediatamente alcanzó o para lo que aquel éxito conllevaba.
Viena, Budapest, Roma, Nápoles, Venecia… y el 7 de marzo de 1922 el Teatro Real de Madrid, con Carmen y un éxito apoteósico. 1923, Metropolitan de Nueva York. 1924, La Scala de Milán. 1925… la locura, todos los teatros de España y gran parte de los del mundo se disputan al ídolo; su salud (ya había tenido nódulos en las cuerdas vocales en 1922) terminará por acusar esa tremenda actividad. El 25 de abril de 1926 protagoniza el estreno mundial de Turandot, la ópera póstuma de Puccini, encarnando un ‘Calaf’ que respondía a todas las expectativas. 1927 es el año de su matrimonio con Carmen Mirat y también el del inicio de su declive porque, aunque vuelva a disfrutar de importantes éxitos, también son numerosas las críticas que evidencian sus problemas vocales. En la década de los treinta, expuesto como el resto de los españoles a los cambios políticos y sociales, apenas se mueve de nuestro país; cantando para sobrevivir y aceptando todos los contratos que le ofrecen. Carmen fue su última ópera, cantada en el escenario del «Coliseu dos Recreios» de Lisboa, el 27 de abril de 1937. Ese año había fijado su residencia en La Coruña y allí, en su casa de la Plaza de Orense, moría Miguel Fleta el 29 de mayo de 1938. Sólo tenía cuarenta años.
A veces nos encontramos con discos de grandes y famosos intérpretes que no les hacen justicia, por la deficiencia de la propia grabación o porque ésta se efectuó a una edad muy avanzada. No es el caso de la presente edición que recoge unas grabaciones, realizadas en Londres entre 1922 y 1933, en las que un Fleta magnífico derrocha todas esas facultades que tan justa fama le dieron. La voz de Fleta era (es) grande, brillante, de un bellísimo timbre y una gran facilidad para el agudo. Suena siempre esplendorosa, sin reservas, apoyada en un extraordinario ‘fiato’ y sirviendo a una línea vocal presidida por la musicalidad y el buen gusto. Quizá sólo pueda reprochársele que la usara con demasiada generosidad, pero ese ‘defecto’ sólo lo sufrió el propio Fleta.