
El pasado 10 de enero concluyeron los 9.º Encuentros de Dirección Orquestal y Premio Internacional de Dirección Bilbao Musika. Además de contar con la Banda Municipal de Bilbao y su director titular, José Rafael Pascual-Vilaplana, los participantes recibieron la visita del profesor invitado Miguel Etchegoncelay, profesor del Conservatorio de Estrasburgo y prolífico director de bandas.
Por Manuel Pacheco
¿Con qué objetivos se han desarrollado estos 9.º Encuentros?
Los encuentros proponen un marco de formación continua para directores en activo que deseen profundizar sus conocimientos. Durante cuatro días se han impartido clases teórico-prácticas y se accede a la posibilidad de trabajar con una banda profesional de alto nivel. Las clases y el Premio están íntimamente ligados. El alumnado no solo viene a participar de un curso instructivo, sino que trabaja con un ensemble profesional, lo que puede servir como plataforma de lanzamiento de sus carreras, como consolidación o como experiencia formativa.
¿Cuál es tu labor como docente invitado y presidente del jurado del Premio Internacional de Dirección Bilbao Musika?
Mi labor, además de ofrecer una clase magistral y ser presidente del jurado, ha sido trabajar el repertorio con los semifinalistas y acompañarlos en los ensayos, tanto técnica como interpretativamente. La dimensión pedagógica del concurso, más allá del resultado, hace que sea una experiencia muy enriquecedora.
¿Qué relación te une con la Banda Municipal de Bilbao y con su director, José Rafael Pascual-Vilaplana?
Tuve la suerte de estar presente en el concierto que la Banda Municipal de Bilbao dio en la Conferencia Mundial de WASBE (World Association for Symphonic Bands and Ensembles) en Utrecht en julio de 2017. En aquel entonces formaba parte de su comité de planificación artística y fue un privilegio contar con una de las formaciones líderes de España. Ese había sido, hasta esta semana, el único contacto que había tenido con la Banda de Bilbao. En cambio, José Rafael y yo nos conocemos desde hace muchos años y hemos coincidido en cursos y clases magistrales en España, Francia e Italia. Además de una pasión por la pedagogía de la dirección y el repertorio, nos une una amistad sincera y respetuosa, por lo que los momentos en que podemos compartir charlas y clases se transforman en una experiencia de aprendizaje y enriquecimiento. Admiro mucho su rol de líder en esto que hacemos.
¿Cuáles son las obras seleccionadas para este concurso y por qué razón se han escogido?
El repertorio se escoge en concertación con el director titular, y es una elección que reposa siempre sobre varios factores. En este caso, debe estar adaptado al concurso y también revestir un carácter pedagógico. El repertorio es ecléctico, propone diferentes estéticas que conlleven retos técnicos e interpretativos para cada maestro. Se han abordado tres obras originales y una transcripción para banda: Isabella de Franz von Suppé, Obertura rítmica de Eugene Bozza, Viento de pueblo de Joan Enric Canet Todolí y Danzas paganas de James Barnes. Las dos primeras son adaptaciones propias.
Tienes una amplia experiencia como director de bandas en todo el mundo y las impulsas con asociaciones y concursos diversos. ¿Qué conocimientos dirías que aportan las formaciones de viento a un director en formación?
Mi primer contacto con la música fue gracias a la banda de mi pueblo, Porteña, en medio de la pampa argentina, mi país de origen. Sin la posibilidad de entrar a ese universo, no hubiera podido estar aquí hoy. A partir del momento en que se percibe a la banda como un vehículo artístico de expresión seria y genuina, esta puede ser un vector de conocimiento muy importante para el director en formación. Porque, además de tener que asumir el rol con autonomía, criterio y responsabilidad artísticas, el director debe transformarse en un mediador cultural. La banda obliga a un proceso de reflexión, y comunicación de conocimientos, pues alcanza a todos los estratos sociales y grupos generacionales. El maestro en formación se ve confrontado a desafíos artísticos y humanos, experiencia que todo estudiante de dirección debería vivir.
A lo largo de tu trayectoria como director, ¿cuáles han sido los cambios más significativos que has observado en las bandas, tanto en términos artísticos como en su rol dentro de la sociedad?
Contrariamente a lo que se pensaba, el camino de la profesionalización de las bandas y su repertorio en el último siglo han sido muy importantes, tanto desde el punto de vista artístico, histórico, social como pedagógico. No obstante, rara vez se contempla en el plano institucional y académico a estas formaciones como ejemplos artísticos relevantes, sino más bien se las ve como hechos casi anecdóticos, de orden social, religioso o protocolario. El cambio más significativo experimentado por las bandas, como un fenómeno del siglo XX, es su percepción a través del repertorio. En el imaginario colectivo, su rol se percibe, incluso a día de hoy, como algo connotado y delimitado. Con los años, el trayecto de la banda desde ese lugar periférico hacia el centro de la vida cultural ha sido notable. Y ha sido gracias a un corpus de literatura específica de gran valor histórico, cultural y artístico, que comienza a reconocerse como patrimonio, y a figuras notables del quehacer musical entre las que se cuentan compositores, maestros y pedagogos, que han conferido a la banda sus títulos de nobleza. En ese aspecto la Banda de Bilbao y su director son claros ejemplos.
Como presidente de la WASBE, ¿qué retos y oportunidades vislumbras para el desarrollo y fortalecimiento de las bandas?
Justamente es un tema que hemos abordado durante los encuentros. La banda, como vector de cultura, no es ajena a los cambios sociales. Históricamente ha tenido que enfrentarse al reto de hacerse oír y ser reconocida, mostrándose como una agrupación aguerrida. A mi entender, el desafío más importante es aprovechar las grandes cualidades que tiene, paradójicamente subexplotadas, para ponerlas al servicio de proyectos que a la vez se arraiguen en la tradición y se proyecten en el futuro con innovación. Sin ánimo de establecer un paralelismo, muchas de las estrategias que las orquestas están poniendo en práctica, sobre todo para captar nuevas audiencias, la banda las conoce desde hace tiempo. El rol de las escuelas de música es primordial, pues la banda crea comunidad. Estamos ante una oportunidad única de construir realidades diversas e inclusivas a través de la banda, único grupo que conozco capaz de atravesar todos los estratos sociales.
Con tu amplia experiencia, ¿has notado diferencias significativas en la concepción y desarrollo de las bandas en América Latina, Europa o Estados Unidos? ¿Qué podemos aprender unos de otros para avanzar colectivamente?
Esta pregunta daría para conversar un rato largo. Las bandas son un termómetro sensible de la realidad de una sociedad y reflejan sus dificultades y carencias, ya sean coyunturales o estructurales. La mayor diferencia que observo en regiones varias del mundo no es de orden material ni intelectual, sino que se refieren a las políticas puestas en marcha para estimular, apoyar y desarrollar la educación artística en general y la musical, en particular. Hay estados latinoamericanos que se han dotado de medios serios y han puesto en marcha programas de desarrollo muy interesantes. Es el caso de Colombia o Brasil, que tienen una gran impronta social pero también están conectados con las músicas y las expresiones locales, lo que les otorga un gran impacto a la hora de fidelizar educandos, ofreciendo una vivencia educativa profunda. En Europa, donde quizá el acceso a una práctica de ensemble es más fácil desde el punto de vista material, el sentido de pertenencia se diluye, por lo que a veces trabajar la cantera es un reto. Estados Unidos ha creado también un sistema muy interesante, aunque no perfecto, pues la banda se vive en el medio académico casi exclusivamente y deja fuera la práctica.
Por mi parte, desde WASBE intento consolidar colaboraciones entre diferentes instituciones educativas locales, regionales y nacionales, para crear una red que permita intercambiar experiencias, aprender unos de otros y reflexionar globalmente sobre las bandas, nuestra forma de expresión cultural. ¡Sería fantástico encontrar un punto medio entre todas estas realidades!
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