Texto: Sofía M. Gascón
Ilustración: Iciar L. Yllera
Qué lejos te tengo. Aunque se podría decir que mucho antes de que nos separasen todos los kilómetros que nos separan hace ya unos meses, ya desde entonces, te habías convertido en menos mía y más tuya que nunca. Desde el primer día me dijiste que yo jamás sería tu media naranja, que los amores verdaderos eran los de dos naranjas enteras que decidían madurar juntas, no obstante, siempre fuimos Tres Naranjas. Tú, yo y la música. Muy a mi pesar, porque nunca se me ha dado bien compartirte con nadie, ni siquiera con ella, por muy bien que suene la idea. Pero hemos llegado a un punto de nuestra relación en la que te echo en falta y tú andas más preocupada de dar la nota que de mí, y estoy harto. Harto de que excuses tu comportamiento en que fuiste La menor de tus hermanas. Harto de que todo lo que vivas, hables o hagas, tenga que ser en clave de sol. Hasta yo me he contagiado y espero que entiendas que ahora por supervivencia solo puedo pensar en Mi.
Aun así, te he querido tanto… Aún recuerdo el día que te vi en los campos de la Toscana, los pobres girasoles no sabían ni hacia dónde mirar. Fuiste mi Capricho Italiano. Me abriste un Nuevo Mundo. Y en nuestra noche de bodas en la Suite núm. 3 fuiste mi Pájaro de fuego, toda alas, llamas y viento. Y ahora… Elisa… Qué poco mía eres. Y lo doloroso de esto es que eres mi sueño de todas y cada una de las noches de verano, en un verano de Cuatro Estaciones.
Podría quedarme con las cosas malas. Con que diese igual lo que te pedía, que el único “si” que me dabas es el que entonabas entre “la” y “do”. Porque, mi amor, tú no te levantas temprano, te levantas soprano.
Pero he preferido quedarme con nuestros paseos por el retiro a media noche, en el Lago de los cisnes, bajo la luz del Claro de luna, tú y yo solos. Dormirnos en los atardeceres, a la sombra de los árboles para que nos despertase El vuelo de (un dichoso) moscardón. He preferido quedarme con la Toscana, con tus ojos de ratón, nuestras naranjas, tus alas y tu bello corazón.
No obstante… No puedo seguir así. Esto tiene más de Amor brujo y de Traviata que de El elixir de amor.
Y ya sé que nunca fui tu Beethoven pero esta es mi última nota para Elisa.
Ojalá hubiese podido tenerte siempre sostenida a MI LA DO.
Y de ahora, hasta siempre, por ti y por mí, doble barra de compás.
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