Con motivo del Año Jubilar de Caravaca de la Cruz, Cantoría prepara su primera interpretación del Membra Jesu Nostri de Dietrich Buxtehude para la inauguración del ciclo Voces del Camino. Jorge Losana, director del grupo vocal, nos explica el proceso de preparación de esta fascinante obra, que podrá escucharse también en el II Festival Música y Teología de Burgos y en la Edición de Pascua del Festival de Peralada.
Por Jorge Losana
Tenor y director de Cantoría, ECOS Festival de Sierra Espuña y el Taller de Músicas Históricas de la Universidad de Murcia
Preparar un nuevo programa es como planear un viaje. En ocasiones, el destino es una ciudad conocida y crees que sabes lo que te vas a encontrar, aunque al final terminas descubriendo nuevas calles y rincones. Otras veces, se trata de un lugar completamente nuevo, quizá incluso de un país con un idioma que no dominas muy bien. Es cierto que lo aprendiste en la escuela y que, incluso, se organizó algún viaje de estudios para practicarlo y conocer las costumbres; pero claro, no es lo mismo que viajar ya ‘de mayor’. Plantear un programa nuevo es algo muy parecido y una pieza como Membra Jesu Nostri de Dietrich Buxtehude, tan conocida para un público como nueva para nosotros como grupo, es realmente una aventura.
En el conservatorio ya había tenido la suerte de estudiarla y cantar algunos números (de ahí el símil del ‘viaje de estudios’), pero aún no consigo explicarme qué es lo que más me fascina de ella. Quizá sea porque la comparo a la genialidad y riqueza de la música de Bach o, tal vez, por la sencillez y la naturalidad de las melodías que me recuerdan a mis obras favoritas de Carissimi o Monteverdi. El caso es que las siete cantatas del Membra Jesu Nostri patientis sanctissima (nombre completo) que están escritas para dos violines, violonchelo, bajo continuo (como era típico en la época) y cinco cantantes, conjugan lo mejor de las dos corrientes.
Intento imaginarme cómo quedará nuestra versión final, supongo que irá surgiendo de manera espontánea con el comienzo de los ensayos y las interacciones entre las diferentes personalidades artísticas del grupo. Pero claro, antes de comenzar el proceso juntos es necesario conocer bien la partitura: estudiar las notas, la armonía, las texturas, la relación entre las voces y las diferentes partes de las cantatas.
Personalmente, me gusta escuchar todas las grabaciones que puedo y aprender de ellas; explorar el contexto en el que la pieza fue creada y encontrar todas las curiosidades que puedan inspirarme y establecer referencias artísticas, musicológicas e históricas que me sirvan después en los ensayos. Sin embargo, no ha sido hasta que he profundizado en el texto usado para este ‘oratorio devocional’ cuando he comenzado a encontrar una visión personal.
Cualquiera podría esperar, especialmente escuchando otras obras de la tradición germana para la Semana Santa como Las siete palabras de Schütz o las pasiones de Bach, que esta pieza tuviera un carácter oscuro y dramático. Pero, aunque también encontraremos esos colores, no todas sus cantatas siguen una línea emocional tan sombría. Es importante recordar que, compuesto en latín, el Membra Jesu Nostri no fue pensado para la liturgia, sino para ser interpretado en otros contextos como las veladas musicales Abendmusik de la Marienkirche de Dresden. ¡Quizá precisamente por eso Buxtehude tuvo más libertad!
Por tanto, en lugar de tinieblas y sufrimiento, nos encontramos también con una música dulce, de melodías sugerentes que transmiten una sensación de calma y serenidad. Las tonalidades de la armonía y el carácter de los versos seleccionados aluden frecuentemente al dolor y a la tristeza, pero el resultado final está impregnado de amor y esperanza.
Obviamente, en nuestro grupo coinciden muchas inclinaciones distintas hacia lo religioso o lo espiritual, pero nos unimos en una sola emoción al cantar juntos e intentamos transmitir al público el propósito que pudo llevar a cada autor a componer las obras. La pregunta es: ¿por qué Buxtehude elegiría transmitir esa sensación de paz con un oratorio que se refiere a los miembros del cuerpo de Cristo en la crucifixión?
La Salvación y el Matrimonio Místico
La respuesta no estaba tanto en la música esta vez, sino en los textos de los coros y las arias de cada cantata, que van acompañadas siempre por preludios e intermezzi instrumentales para situar al oyente en los distintos registros emocionales.
Para las arias, Buxtehude utiliza un poema medieval, Salve Mundi Salutare, escrito por Arnulfo de Lovaina para su Oratio Rythmica. En cada una de sus siete secciones, el autor establece una relación personal casi física con el sufrimiento de Jesucristo en la cruz, que añade una dimensión profundamente íntima y humana a la obra.
Por su parte, el compositor danés seleccionó para los coros algunos pasajes bíblicos, conectando la obra con las sagradas escrituras (algo primordial para el pietismo luterano). Estos versículos provienen de los libros de los profetas, las cartas de San Pedro y el ciclo amoroso del Cantar de los Cantares, combinándose con la mística para generar un diálogo entre el sufrimiento de Cristo y la búsqueda del amor incondicional, entre lo divino y lo humano.
Lo que más me ha fascinado ha sido encontrar artículos que relacionan la obra con la idea del Matrimonio Místico: una relación casi conyugal, incluso erótica en ocasiones, entre Dios y las almas. Este encuentro se manifiesta en la música con melodías evocadoras y recursos retóricos que preludian una intimidad espiritual profunda, un poco similar a lo que encontramos en la colección de villanescas espirituales de Francisco Guerrero o las obras de arte sobre el éxtasis de Santa Teresa de Jesús.
La idea del Membra Jesu Nostri como una unión musical con su sufrimiento y, a la vez, con el optimismo que propaga, me parece la clave para entender esta obra maestra musical. Gracias a la relación entre las armonías, las melodías y el ritmo con los distintos versos, se trazan analogías entre el sufrimiento de Jesucristo en la cruz y el camino hacia la salvación de las almas. En este contexto, la secuencia simbólica que representan las tres etapas espirituales de Bernardo de Claraval, cobra especial importancia: un viaje desde la purgación, a través de la iluminación y, finalmente, hacia la unión con Dios. Buxtehude pone música a un camino que comienza con la vía purgativa del arrepentimiento, progresa a través de la vía iluminativa de la fe y culmina en esa experiencia unitiva reservada solo para los más perfectos devotos. Desde la expresión del dolor físico hasta una profunda esperanza espiritual, guían al oyente desde el sufrimiento inicial hasta la redención final.
Cada cantata refleja un paso más de este camino espiritual: las melodías suaves y las texturas refinadas permiten al oyente sentir esa progresión, desde el arrepentimiento y el dolor hasta la alegría y la ilusión del ‘Amén’ final.
Las cantatas
Imaginad un cuadro o talla de Cristo crucificado y contempladlo mentalmente, primero desde lejos y, conforme nos vamos acercando, de los pies a la cabeza. Ahora ponedle música a este momento: la primera de las siete cantatas, que se despliega lentamente acompañando la contemplación del sufrimiento, deja entrever una promesa de protección. Tiene una atmósfera de tristeza y, al mismo tiempo, de paz, desde que comienza la introducción instrumental y conforme van sonando las arias de las sopranos y el bajo.
En la segunda cantata, Buxtehude nos invita a sentarnos, simbólicamente, sobre las rodillas de un padre que nos brinda protección y confianza. Escucharemos una sonata con los violines a trémolo que siempre me recuerda al Concerto grosso en Sol menor ‘Fatto per la Notte di Natale‘ opus 6 núm. 8 de Corelli (¡una música de Navidad!) y que predispone al oyente a un estado de placidez. Aquí se desafían las expectativas: tanto las intervenciones del tenor y del alto como el trío de sopranos y bajo reflejan, no la traición, sino la amistad. Es como si el compositor nos invitara a ver más allá del sufrimiento inmediato a través de su música.
La tranquilidad de las dos primeras contrasta fuertemente con el dolor lacerante de la tercera cantata. La atmósfera es de mayor sufrimiento (imaginad el dolor de los clavos atravesando sus manos) y las sopranos, con una agógica más ligera y activa, siguen manteniendo una íntima conexión con la densidad del tema. El trío de alto, tenor y bajo introduce un dramatismo casi bélico cargado de tensión emocional. Este cambio de tono es significativo y refleja el dolor físico y la lucha espiritual en la Pasión.
Impregnada del simbolismo de la unión con Dios, la siguiente cantata, dedicada al costado de Cristo, nos traslada a un plano emocional completamente diferente. Gracias a un poema amoroso del Cantar de los Cantares, la idea del matrimonio entre el alma y Jesús que tanto fascinó a los teólogos de su tiempo, cobra especial relevancia. Las melodías se expanden con mimo y las texturas musicales son más cercanas, casi carnales. Esta cantata refleja la relación íntima y profunda de dos amantes, evocando una sensualidad espiritual que fluye en las líneas melódicas, y que Buxtehude trata con cariño profundo invitando a los cantantes a acariciar cada palabra y cada nota con ternura.
Entonada solamente por las tres voces graves y llamando a una nueva acción espiritual, la quinta cantata crece en ritmo y energía. La sensualidad de la cantata al costado pone fin a la vía del arrepentimiento y nos encamina a la Salvación, siempre a través del camino correcto. Conforme avanza la acción, me gusta buscar los efectos rítmicos y los juegos entre los tiempos binarios y ternarios, con sus posibles combinaciones en forma de hemiolas. La armonía se impregna también con disonancias que producen una sensación de intimidad, a la vez que hacen avanzar la música.
Pero el dolor lo inunda todo en la cantata número seis, acompañada por un consort de violas de gamba que enmarca las palabras del propio Jesucristo, el mismo efecto que usará después Bach en sus pasiones, acompañando los recitativos de Jesús con una aureola de violines. Las violas de gamba parecen el instrumento perfecto para ‘cantar’ el sufrimiento de Cristo.
El coro canta en primera persona y, con él, Cristo se lamenta del daño que hemos infligido a su corazón: un desgarrador comienzo que representa el punto álgido emocional de la pieza, con melodías que oscilan entre el dolor y la dulzura en sus arias, con suspensiones armónicas y usando el stile lamento.
Finalmente, la celebración iluminará la última cantata dedicada al rostro de Cristo y, lejos de enfatizar el elemento de la muerte, parece estar escrita como anuncio de la salvación de las almas. Un primer coro lleno de entusiasmo seguido por una marcha triunfal y la emocionante aria del alto casi se nos muestra como una balada de amor.
Vuelven los ritmos de danzas y un amén jubiloso cuyo estilo se encuentra en algún punto entre la música de Schütz y la de Charpentier, con juegos rítmicos y un contrapunto más elaborado que el resto de la obra para celebrar la vida eterna.
La música lúgubre que esperaba encontrar se ha convertido en una experiencia luminosa: dos colores distintos en una obra maestra. Merece la pena disfrutar el Membra Jesu Nostri e intentar cantarlo, tal y como escribe Buxtehude en la dedicatoria, ‘con la devoción más humilde y de todo corazón’.
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