La cultura musical en Japón subyace del continuo enfrentamiento entre los partidarios de la música tradicional nipona y los defensores de la música culta y moderna de occidente. De esta forma, la evolución de la música en el país nipón es constante y compleja, dando como resultado que la diversidad de culturas que podemos encontrar dentro de la música culta nipona sea enorme.
Esta riqueza cultural va a estar reflejada en la obra de Takashi Yoshimatsu, muy influenciado durante su formación por la música tradicional japonesa, así como por la música popular y culta occidental. La diversidad cultural de Japón y las ideas musicales de Takashi Yoshimatsu cobran vida en sus tres grandes obras para saxofón: Fuzzy Bird Sonata (1991), Cyber Bird Concerto (1994) y Concierto Modo Albireo (2004). También en Melting Dream (1987), a pesar de su menor duración.
Por Ezequiel Marín Molina
Yoshimatsu, el compositor de las aves
Takashi Yoshimatsu (Tokio, 1953) es un compositor japonés de música neoclásica. En 1972, con apenas 19 años, se inicia en el mundo de la música, aunque hasta entonces no había recibido educación formal en este ámbito. Su primera experiencia fue unirse a una banda como teclista tras haber abandonado sus estudios en la Universidad de Keiō. Después, formó parte de un combo de jazz en el que todos los intérpretes utilizaban instrumentos tradicionales japoneses. Años más tarde, comienza a estudiar con Teizo Matsumura, poeta y compositor japonés que destaca por la influencia de occidente en su obra así como por la creación de Haikus. Matsamura es la principal influencia de Yoshimatsu en cuanto a su admiración por la naturaleza, la cual va a tener gran importancia dentro de su trabajo como compositor.
El estilo musical de Yoshimatsu está relacionado de una forma determinante por los compositores Jean Sibelius y Olivier Messiaen, así como por diversas influencias: jazz, música tradicional japonesa y, sobre todo, por la utilización de las aves y su canto como leitmotiv de su repertorio. De hecho, la influencia de las aves en la obra de Yoshimatsu es constante, puesto que la mayor parte de su repertorio contiene esta temática: Threnody to Toki (1980), El prisma del pájaro (1991), La edad de las Aves (1986), Oda a las aves y al arcoíris(1994), Preludio a la celebración de las aves(2000), entre otras. Precisamente, la utilización del canto del pájaro ha sido una constante enla música occidental por compositores tan importantes como Vivaldi, Haendel, Schubert o Stravinski; también por Messiaen, gran conocedor y aficionado al canto de los pájaros, anteriormente nombrado como una influencia fundamental en la obra del Yoshimatsu.
Takashi Yoshimatsu encuentra en las aves una fuente de inspiración para componer y entender la música: el vuelo, canto y representación del pájaro son su inspiración para el desarrollo de la obra.
El significado de Melting Dream
Takashi Yoshimatsu compone esta pieza en 1987 para saxofón alto y piano, aunque también fue transcrita para ser interpretada con violín y piano. Melting Dream supone el primer contacto de Takashi Yoshimatsu con el saxofón, un instrumento que le va a dar mucha fama dentro de la cultura occidental a partir de su obra Fuzzy Bird Sonata, estrenada por el saxofonista japonés Nobuya Sugawa, al que está dedicada.
Melting Dream, literalmente traducido como ‘sueño derretido’ o ‘sueño fundido’, es una obra descriptiva. En ella, Yoshimatsu trata de describir musicalmente el estado de ánimo de una persona cuando pierde la oportunidad de lograr un ansiado sueño u objetivo vital. El lamento por ese sueño que se desvanece está representado en la voz del saxofón. Dicho lamento va evolucionando durante la interpretación hasta vislumbrarse una nueva esperanza a la conclusión de la pieza. Mientras, el piano representa el tiempo, que transcurre inmutable y termina dando nuevas oportunidades: la vida continúa y florecen nuevos sueños.
A continuación, nos adentraremos en un análisis interpretativo sobre la versión de saxofón y piano, la cual tendré el placer de estrenar en España el próximo 13 de diciembre de 2020.
Melting Dream: estructura y simbolismo
Esta pequeña pieza de tan solo 37 compases se divide en introducción, sección A y sección B. La diferenciación entre las secciones está basada en los cambios armónicos que va realizando el compositor así como en el desarrollo melódico interpretado por el saxofón. En Melting Dream la responsabilidad melódica recae únicamente en el saxofón, puesto que esta obra se categoriza texturalmente como melodía acompañada. El piano, no obstante, dota de sustento armónico e infringe la fortaleza armónica con la que la voz principal va a ir expresando este sueño efímero que describe Yoshimatsu. Además, dicho acompañamiento tiene un simbolismo muy importante para esta pieza descriptiva.
Simbolismo en Melting Dream
La obra, compuesta en la tonalidad de Sol menor, se inicia con una estructura rítmica constante en el piano, que se mantendrá hasta el final de la pieza. Por una parte, en la mano izquierda del piano se produce un movimiento de dos negras con puntillo, una para cada tempo del compás de 6/8. En Melting Dream esta pulsación constante simboliza el paso del tiempo. De hecho, la indicación de velocidad (corchea = 60-66) nos aproxima aún más a este significado, relacionado con los 60 segundos contenidos en un minuto o los 60 minutos contenidos en una hora. Yoshimatsu busca representar, a través de la mano izquierda del piano, cómo es el tiempo: inmutable y fugaz. Así, mientras describe su sueño frustrado o derretido, dará cuenta al oyente de que el tiempo nunca se detiene.
Por otra parte, en la mano derecha del piano, al igual que ocurría con la otra voz, se establece una pulsación constante. En este caso se basa en una figuración de corchea-negra-corchea, negra. El compositor, con esta fórmula rítmica, trata de representar el ciclo cardíaco. Dicho ciclo es, fundamentalmente, la sucesión de movimientos del corazón producida en cada latido. Se divide en dos fases: diástole (se llenan los ventrículos) y sístole (se contraen los ventrículos y se impulsa la sangre a los vasos sanguíneos). Con esta construcción rítmica, Yoshimatsu musicaliza y da vida a la persona que vive ese sueño como si realmente estuviera en un proceso de reposo, con su corazón funcionado de manera estable.
Mientras, el saxofón se desarrolla melódicamente, sin la rigidez rítmica patente en el acompañamiento del piano. Su expresión está constantemente repleta de sonidos largos sobre notas importantes de los acordes de tónica (sol-si bemol-re) y subdominante (do-mi bemol-sol) de la tonalidad de Sol menor. Todo esto, por supuesto, si lo analizamos desde una afinación en do y no en mi bemol, dado que el saxofón alto es un instrumento transpositor.
Introducción
La introducción (compases 1 a 9) da inicio a la obra y puede ser estructurada en dos frases, marcadas por las dos intervenciones realizadas por el saxofón alto. El inicio de la pieza está marcado por el acompañamiento acordal del piano, que va a formar durante este comienzo un doble acorde de subdominante (do-mi-sol) y tónica con séptima (sol-si bemol-re-fa) de Sol menor. Este acompañamiento, descrito anteriormente, se mantendrá inmutable en armonía y ritmo durante toda la introducción.
Precisamente, del material utilizado por Yoshimatsu para el piano, cabe destacar la presencia de dos sonidos: sol (tónica) en la mano derecha y do (subdominante) en la mano izquierda. Solo en los compases 33 y 34 el sonido do aparece en la mano derecha. Estos dos sonidos tienen función de pedales durante toda la pieza. De hecho, son los únicos sonidos que estarán presentes en los 37 compases de los que se compone.
En la anacrusa del compás 2 inicia el saxofón su andadura. Lo hace con matiz mezzopiano y sobre la nota re (dominante de Sol menor). La predominancia de los sonidos largos en la melodía refuerza la calma que otorga el doble acompañamiento simbólico del piano: tiempo y latido. Yoshimatsu genera un inicio muy calmado, tan solo modificado por la búsqueda de crescendo en ambos instrumentos hacia el compás 4 y su posterior vuelta a la dinámica inicial.
La segunda frase, a partir del compás 5, es similar, aunque el mayor brillo del saxofón en el registro agudo parece dar un mayor desarrollo al final de la introducción de Melting Dream. El acompañamiento sigue inmutable, con la única presencia de crescendo y diminuendo en los compases 7 y 8, respectivamente.
Sección A
A partir de la sección A (compases 10 a 24), el desarrollo de la pieza es mucho más perceptible en dos aspectos. Por una parte, la línea melódica del saxofón es mucho más elaborada y utiliza figuras de una duración de tempo menos extensa. Por otra, la búsqueda dinámica es mayor y aparecen, por primera vez, las dinámicas mezzoforte y forte. La sección A puede ser dividida en tres frases.
La primera frase de la sección A (compases 10 a 13) se puede considerar como transición desde la introducción. Esto se debe, fundamentalmente, a que el ritmo melódico en la voz del saxofón aún no ha cambiado, aunque sí se empieza a percibir un mayor desarrollo sonoro con el crescendo hacia mezzoforte en tutti, así como la introducción de nuevos acordes en el acompañamiento. En el compás 11, la construcción armónica cambia por primera vez desde el inicio. El compositor introduce en este compás un acorde de sexta napolitana (segundo grado rebajado) con la particularidad de presentarlo en estado fundamental. Lo que pretende Yoshimatsu a través de la utilización de este acorde es maximizar el cambio tímbrico que busca en esta nueva sección. En los compases 12 y 13, coincidiendo con el regreso de la dinámica piano, el compositor vuelve a establecer el doble acorde original: subdominante y tónica, aunque este último acorde no estará ahora construido con séptima. Desde el punto de vista descriptivo, el saxofón representa el sueño, que parecía totalmente realizable. Mientras, el piano, a través de la utilización de nuevos sonidos, representa el cambio, las nuevas circunstancias que van a impedir que dicho sueño sea posible.
En la segunda frase de la sección A (compases 14 a 20) el cambio es aún más evidente. Por una parte, la sucesión de acordes sigue cambiando en el acompañamiento del piano: subdominante y tónica con séptima en el compás 14; sexta napolitana en estado fundamental y tónica entre los compases 15 y 17; regreso a subdominante y tónica con séptima, doblando el acorde, en el compás 18; subdominante y tónica sin séptima en los compases 19 y 20, aunque con cambios de posición. La voz del saxofón, sobre todo este cambio acordal, establece su clímax rítmico, moviéndose, en su mayoría, en movimiento ascendente y con figuración de semicorcheas. De hecho, este movimiento ascendente es acompañado con un crescendo de varios compases hacia el forte indicado en ambos instrumentos para el compás 18. Precisamente la llegada a fa (séptima de Sol menor) en dinámica forte genera la necesidad al saxofonista de una interpretación expresiva, brillante por el registro y que se vea marcada por la utilización de vibrato. Es el momento de mayor expresión para el saxofón dentro de Melting Dream. Yoshimatsu consigue transmitir una cierta sensación de cambio constante con los diferentes acordes antes descritos. Este aumento del tempo acordal es fundamental para transmitir sensación de inestabilidad, a pesar de que el acompañamiento tiene un patrón rítmico invariable. A través de la melodía del saxofón, el compositor pretende mostrar cómo la persona se da cuenta de que su sueño se desvanece. Así, en la llegada al compás 18, con la indicación de dinámica forte, transmite el punto de mayor tensión de la persona al conocer una noticia que no esperaba recibir: su sueño es efímero.
En la tercera frase de la sección A (compases 21 a 24), el movimiento acordal sigue siendo bastante cambiante, aunque las dinámicas utilizadas son menores: pianissimo, piano y mezzopiano. En el acompañamiento del piano, la estructura acordal se inicia con sexta napolitana y tónica con séptima en el compás 21, además de subdominante y tónica en el compás 22.Sin embargo, el cambio más interesante se produce en el compás 23, al introducir Yoshimatsu un acorde subdominante (re bemol-fa-la bemol) de la tonalidad de La bemol mayor. Esta modulación se puede justificar si entendemos dicho acorde como una dominante secundaria de la sexta napolitana de Sol menor.Mientras, en la línea principal, el saxofón interpreta sonidos extensos, en matices menores que los utilizados en la frase anterior. La intervención del saxofón se produce únicamente sobre dos sonidos: sol y si bemol, tónica y mediante de la tonalidad principal. Cabe decir que los compases 21 y 22 en el saxofón, contando su anacrusa, se puede considerar un modelo. Este modelo repetirá justo en compases siguientes (23 y 24) con la única diferencia de la variación de matiz: mientras que en el modelo el crescendo se construía hasta dinámica mezzopiano, en el caso de la repetición será mayor, llegando hasta mezzoforte.Por otra parte, en los compases 22 y 24, el compositor introduce dos glissandi en el saxofón que sirven como puente entre los dos únicos sonidos con los que construye el final de su intervención en esta sección.En este momento, el compositor logra transmitir la tristeza por el sueño que se acaba. Mientras que la vida (acordes, tonalidad) sigue avanzando, el sueño se detiene.Ese sueño detenido está representado por la línea melódica del saxofón que, tras unos compases de intenso movimiento y dinámica, se queda atrapada entre dos únicos sonidos y matices de menor intensidad.
Sección B
La sección B (compases 25 a 37) con la que concluye la pieza es elegida por el compositor para mostrar un nuevo comienzo, la esperanza de que toda meta puede ser alcanzable. Esta última sección se estructura en dos frases.
La primera frase de la sección B (compases 25 a 29) se inicia en la tonalidad secundaria de la obra, La bemol mayor. Esta tonalidad, que se estableció en el final de la sección anterior, se construye desde el inicio de la primera frase hasta el compás 28. En estos compases aparece un doble acorde de subdominante en la parte de piano: IV con séptima y II con séptima de La bemol mayor. Sin embargo, a través de una modulación cromática (re bemol a re natural), en el compás 29, se produce el regreso a la tonalidad principal de Sol menor. La voz del saxofón se caracteriza por un movimiento melódico mucho mayor, similar al utilizado por el compositor en la segunda frase de la sección A. De nuevo se produce el movimiento por semicorcheas, aunque el crecimiento melódico está directamente relacionado con el crescendo desde el compás 25. El clímax llega con la resolución hacia el compás 29 en sol, precisamente en el momento justo en el que Yoshimatsu devuelve armónicamente la pieza a la tonalidad principal, Sol menor. Desde el punto de vista descriptivo, el compositor muestra al oyente un nuevo comienzo: aunque el sueño original se desvanece, la búsqueda de nuevos retos y metas no desiste. Por eso, el crescendo parece simbolizar el momento de crecimiento anímico de la persona, superando el lamento y buscando la determinación para seguir adelante. De hecho, la llegada a la tonalidad principal no hace más que reafirmar la vuelta a la armonía, a la calma.
La segunda frase de la sección B (compases 30 a 37) da conclusión a esta breve pieza descriptiva. Como punto a destacar, esta frase se diferencia de las anteriores en su inicio en mezzoforte: todas las frases anteriores comienzan en dinámicas piano o mezzopiano. Armónicamente, el acompañamiento sigue basándose en un doble acorde, ya establecido hasta el final en la tonalidad principal: subdominante y tónica en el compás 30; sexta napolitana en estado fundamental y tónica con séptima en los compases 31 y 32; regreso a subdominante y tónica en el compás 33; así como sexta napolitana y tónica en los últimos cuatro compases de la obra. Mientras, la línea melódica del saxofón desarrolla una voz en la que se unen sonidos largos y movimiento por semicorcheas. Además, está marcada por el aumento de la duración de las figuras hacia el final de la pieza. Este cambio en la figuración, junto al ritardando final, otorgan la sensación de final a Melting Dream que Yoshimatsu no le brinda al seguir manteniendo un doble acorde final, con la presencia de la sexta napolitana en el acompañamiento del piano: no hay cadencia conclusiva. En este caso, el compositor muestra, a través del saxofón, la determinación de la persona por volver a luchar por sus sueños, por una nueva meta. Por eso decide utilizar una dinámica mayor en el inicio de la frase y busca un final en crescendo hacia forte y sin sensación de conclusión: El nuevo sueño no ha hecho nada más que comenzar.
Yoshimatsu y el propósito de la pieza
Como conclusión, Melting Dream podría definirse como una composición descriptiva que refleja los sentimientos propios de una persona ante una situación de desánimo: miedo, lamento y desesperanza. Yoshimatsu encuentra una doble base rítmica para representar al tiempo y a la vida y sobre ellos construye la evolución de la persona: el compositor nos muestra el camino, no el desenlace.
En esta pieza breve se pueden encontrar similitudes con sus otras obras para saxofón. Al igual que ocurre en Fuzzy Bird Sonata, Cyber Bird Concerto y Concierto Modo Albireo, el saxofón tiene un desarrollo melódico libre, utiliza portamentos y se estructura sobre una armonía cambiante del piano, muy influenciada por la música clásica occidental. Además, a través de Melting Dream vuelve a aproximarse, una vez más, a la naturaleza. En este caso, la naturaleza humana.
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