El pianista asturiano Martín García García es uno de nuestros jóvenes músicos con mayor relevancia internacional. Tras obtener en 2021 el Primer Premio en la Cleveland International Piano Competition y el Tercer Premio en la International Chopin Piano Competition, entre otros reconocimientos, su carrera ha experimentado un salto meteórico, que le está llevando a presentase en la salas más importantes del mundo, causando especial interés entre los jóvenes, algo que tanta falta nos hace en el sector de la música clásica.
Por Susana Castro
¿Cómo te adentraste en el mundo de la música? ¿Había antecedentes musicales en tu familia?
Mi hermano tocaba el piano y, al parecer, quise copiarle, quizá por ser mi hermano mayor. Por lo que me cuentan, me encantaba lo que escuchaba, así que se lo pedí a mis padres con 5 años, y hasta hoy.
¿Cuál es tu primer recuerdo musical?
No tengo un recuerdo que defina cuándo empezó mi vida musical, es todo una neblina. La verdad es que no recuerdo ningún día de mi vida en el que me levantase por la mañana y no tuviera en mente tocar el piano.
Tu elección del piano como tu instrumento fue algo meramente circunstancial, ¿en algún momento estuviste tentado de cambiar de especialidad?
Casi todo el mundo piensa a veces en otro instrumento, de hecho creo que tuve algunas semanas en las que quería tocar el violín, pero tuve la suerte de contar con mucha disciplina por parte de mis padres, inculcada por mis profesores, que pertenecían a la escuela soviética y aparecieron en mi vida por casualidad. Parte de esa disciplina fue decirme: si quieres tocar el violín, escucha un vídeo, y continúa con lo que te toca que bastante trabajo tienes (risas). Y es verdad, cualquier músico te diría que el piano es el instrumento más complejo (no voy a decir el más complicado) por las capacidades que tiene, no solo solistas, sino de adecuación a otros instrumentos, puedes hacer lo que quieras con él. Con esa idea presente, se me fueron las ganas de probar con otro instrumento.
¿Quiénes fueron esos primeros maestros que tuviste en Asturias?
El matrimonio formado por Natalia Mazoun e Ilya Goldfarb. Se fueron de la Unión Soviética de la mano de los Virtuosos de Moscú; esa fue una vía de salida para muchísimos músicos, y te encuentras a muchos de ellos en España a día de hoy. Me inculcaron las bases físicas y de disciplina, ya no tanto de inteligencia o de cómo ser un músico, sino las que se necesitan cuando eres niño. Tuve mucha suerte de encontrármelos.
En ese momento de tu vida, con una disciplina tan estricta, ¿cuántas horas podías tocar el piano diariamente?
Durante toda mi vida he tenido la idea de que debo tocar seis horas diarias, incluso hoy en día, hasta que no llego ahí, me siento incómodo. Creo que esta disciplina me va a acompañar toda mi vida, aunque algún día esté un poco más vago. Pero cuando empiezas a tocar conciertos debes adaptarte al mundo real, dejas de ser un estudiante y más factores entran en juego.
¿Crees que en tu adolescencia esto pudo tener consecuencias en tu vida social?
Evidentemente hay una relación directa entre estudiar mucho y ver poco a mis amigos, pero yo tampoco lo necesitaba, lo que me apetecía era tocar el piano. Sin embargo, por mucho que estudies y vayas a clase, hay tiempo libre, los días tienen 24 horas, si te organizas bien puedes hacerlo todo.
Toda esa disciplina es imprescindible para llegar hasta donde estás, pero un músico también tiene que vivir la vida para tener algo que contar en el escenario…
Sí, algo que decía mucho mi padre es que no quería un músico burro. En mi opinión, un músico burro no es un músico. La música nace de la experiencia humana. Su complejidad se debe, precisamente, a su arquitectura natural y todos los compositores lo primero que quieren hacer, por ejemplo, es imitar el sonido de las hojas, el viento, etc., y para poder hacerlo tienes que vivirlo. Así que sí, es obligatorio (risas).
Estudiaste en Asturias con esos primeros maestros hasta los 15 años, ¿qué pasa en ese momento en tu vida?
El cambio fue progresivo, no pasó nada en particular, pero sentía que era el momento de cambiar. Es muy necesario para un músico establecer durante cuánto tiempo vas a estar con tu profesor. Un año o dos años funciona para alguien mayor, pero un niño necesita tener mucho tiempo la misma disciplina. A los 14 años decidí que tenía que abrirme y ver mundo y a través de mis profesores salieron varios nombres. Entre mis padres y yo decidimos que lo mejor era seguir estudiando con Galina Eguiazarova, que estaba en Madrid, no tenía sentido irme fuera teniendo a semejante profesora en España. El primer contacto entre nosotros no fue demasiado bien, pero un año después nos volvimos a encontrar y empezamos a trabajar.
Toda esa disciplina que llevabas tantos años practicando cristalizó en poder sacar adelante los cursos de la enseñanza ordinaria al tiempo que seguías con un exigente nivel de estudio musical, me imagino que Galina te pedía muchas horas de trabajo individual.
Sí, y sus clases no eran de una hora, sino de tres o cuatro… Es una forma de estudio que yo ya no veo prácticamente en ningún lugar del mundo. No es habitual tener un profesor dedicado a un alumno de esa manera, sin tener en cuenta el cansancio, que haya otros alumnos, el salario, etc. En mi relación con Galina todos estos factores nunca existieron. Se trataba de un curso intensivo sin vacaciones (risas). No hay descanso para los músicos.
Es importante resaltar que tus padres apostaron muy fuerte por ti, ¿no?
Es imprescindible tener el apoyo de tu familia. Toda esa disciplina sin apoyo no sería viable. Mis padres sentaron las bases para que yo pudiera construir sobre ellas. No puedes olvidarte de la gente que está a tu alrededor, sin ellos yo no habría podido hacer nada, y no voy a olvidarlo, es lo más importante.
¿Cuándo finaliza tu etapa de estudios con Galina Eguiazarova?
Al término del curso 2019, aunque, una vez más, fue todo muy progresivo. Empecé a sentir que era el momento dos años antes, y ella también, con su honestidad. Ahora lo pienso y veo que es muy honesto que un profesor te diga que ya no puede enseñarte más, por mucho que pueda seguir contándote cosas. Ella siempre me decía: ‘sé libre, pintor’. Esto coincidió con que el que sería después mi profesor en Nueva York, Jerome Rose, vino a España a impartir unas masterclasses, aunque en ese momento musicalmente no hubo nada reseñable, seguramente porque ese formato de clases tampoco te permite conocer a la persona.
Más tarde me invitó a participar en un festival que dirige en Nueva York y que también incluye un concurso y me dije ‘¿por qué no?’. Durante el festival tuve muchas clases con él con una dinámica distinta. Te enseña más sobre la vida y cómo poner en práctica toda la complejidad de la música y darla en un plato preparado al público, algo muy complicado. Es el lado opuesto a Galina, así que fue un choque con respecto a todo lo que había vivido hasta ese momento.
¿Cómo resumirías tu experiencia formativa en EE. UU.?
Podría hablar de los primeros cuatro o cinco meses porque después llegó la pandemia y no tuve la oportunidad de ir a la universidad, recibía clases desde casa a través de videollamada, como todo el mundo. Así que en realidad puedo decir poco, porque al principio estás acostumbrándote al nuevo estilo de vida. Vivía muy lejos de la universidad, tardaba cerca de dos horas en llegar a clase, así que todo se resumía en levantarse temprano, estudiar y volver a casa.
¿En qué momento decides que presentarte a concursos es una buena oportunidad para ti?
Hacer concursos siempre es una buena oportunidad, pero yo no me decidí a empezar a pelear por tener una carrera como pianista hasta finales de 2019. Parece que hoy en día todo el mundo intenta saltarse el periodo de formación y hacer concursos con 18 o 19 años. Quién no quiere presentarse a concursos y ganarlos o tener una carrera a los 20 años, pero la paciencia siempre funciona mucho mejor a largo plazo. Me decidí a ir a concursos cuando pensé que estaba completamente preparado para no depender de nadie intelectualmente. A partir de ese momento me dediqué a ello al cien por cien, ya que es la forma más sencilla y rápida de entrar en el mundo profesional de la música clásica.
¿Cómo te preparas para una competición de semejante nivel, haces cambios en tu disciplina?
La disciplina de momento no ha cambiado y espero que no cambie, no debería hacerlo. No entiendo por qué a los 40 años deberíamos cambiar nuestra disciplina de estudio. Tenemos que presentar al público la misma calidad con esa edad que con 20 años, y ojalá que podamos presentar mejor calidad porque si no, ¿para qué tocamos?
Lo que sí me ayudó fue tener unas metas claras gracias a las cuales podía organizarme mucho mejor en cuanto a horarios. En mi caso, la suspensión de clases por la pandemia me ayudó a tener más tiempo para estudiar, pero lo hubiera hecho igualmente de no ser así.
Uno de los concursos más grandes a los que te has enfrentado es el Chopin de Varsovia, donde obtuviste un Tercer Premio. Esto va a hacer que tu nombre esté irremediablemente unido al polaco, ¿es tu compositor predilecto?
No, y una vez más, aunque solo sea por escuela, no tengo compositores predilectos. En ese sentido me gusta poner como ejemplo la comida: a la gente le puede gustar mucho el pescado, y a lo mejor podrían estar un mes entero desayunando, comiendo y cenando pescado, pero llega un momento en que necesitas cambiar. A mí me pasa lo mismo. Chopin es un genio, pero necesito otras cosas. Cuando decidí presentarme a ese concurso decidí conocerle muy bien, y para eso necesitas muchísimo tiempo y adorar lo que estás haciendo para no caer en esa rutina de la que hablaba.
¿Qué tipo de música escuchas habitualmente?
La que menos escucho es música clásica. Me encanta escuchar jazz de cualquier época, y siempre llevo en el móvil música de Bill Evans o Ella Fitzgerald, por ejemplo. Me gusta escuchar ese tipo de clásicos. Paseo por la calle, me pongo los auriculares y escucho justamente eso.
Entonces… ¿cómo te sientes tú en el mundo de la improvisación?
Es fantástico, me encanta. Normalmente cuando empiezo a calentar en un piano improviso mientras los demás se ponen a hacer escalas. Prefiero que se quede así y que no se convierta en una cosa profesional, dejarlo para la familia y los amigos, para pasarlo bien.
Con 25 años has conseguido situarte como uno de los jóvenes pianistas con mayor proyección internacional, algo verdaderamente loable, ¿cuál crees tú que es la clave para pasar de ser joven promesa a artista consagrado?
Es una buena pregunta que requiere una respuesta muy larga. La historia de cada artista consagrado es muy distinta y normalmente las metas que se propone todo el mundo no se alcanzan ni en el tiempo determinado por ellos mismos ni en el tiempo que determinan otras personas. Así que no puedo dar una respuesta concreta sobre el largo plazo.
¿Y en el medio plazo?
En concierto das a la gente la oportunidad de que conozcan lo que les quieres presentar. Así que para mí la clave está en presentarme en profundidad ante el mayor tipo de gente posible. Cuando empecé a presentarme a concursos en 2019 lo entendí más como una herramienta no como un fin. Todos los chavales que me he ido encontrando en mi vida ven los concursos como un método de validación. En el momento en el que yo decidí presentarme a ellos lo hice porque no necesitaba su validación. Sé que vivimos en un mundo en el que prima el corto plazo, tener la mayor cantidad de información en el menor espacio posible. Cada vez que toco un concierto y me piden solo 55 minutos de música no entiendo cómo pretenden que me presente frente a alguien que no me ha visto antes, no me cabe en la cabeza. El tema es tan complejo que en realidad va desde la raíz de la pedagogía, por eso no puedo dar una respuesta muy concreta, es un todo.
La pedagogía está muy presente en toda tu filosofía, ¿te interesaría tener en un futuro tus propios alumnos?
Siendo un artista trasladas tus ideas con la palabra, enseñando, y con la obra. En el mundo de hoy lo más sencillo es empezar por la obra y continuar por las ideas y la enseñanza, y eso planeo. Con la obra, cuanto más me presente al mundo y cuanta más gente tenga esas ganas de oírme, mejor. Muchas veces la gente me dice que siente mucha felicidad al escucharme tocar, les pregunto por qué y no saben explicármelo, pero ellos mandan. Por ejemplo, si en un concierto me piden bises, los hago, pero si no, no los toco. Y si quieren que haga quince, los hago, depende de la audiencia. La gente se ha olvidado de que en un concierto el artista está al servicio de la audiencia, no la audiencia al servicio del artista. Eso no te lo enseñan en la universidad, ¡y mira que es fácil! El artista no puede olvidar que está donde está gracias a la gente que pagó para escucharle.
Para muchos, los músicos clásicos sois en cierto modo anacrónicos (no sé si tu nombre de Instagram se refiere a esto, @anachronic.mgg), ¿cómo ves tú la carrera de un músico clásico en pleno siglo XXI?
El nombre viene por ahí (risas). La veo complicada porque la carrera de casi cualquier músico clásico de hoy en día está llena de cosas fútiles, sin valor. Puedes llegar a hacer una carrera porque a alguien le gustó, por ejemplo, que llevases una pajarita de tal estilo. Las cosas visuales importan más que el contenido, y lo entiendo, a veces también me pasa a mí cuando voy a ver a alguien, pero esto se ha convertido en algo muy extremo debido a la educación y a las tecnologías.
Has visitado muchos países para tocar en algunos de los auditorios y teatros más importantes, ¿soñabas con esto cuando eras niño?
Creía que podía hacerlo, pocas veces lo dudé, aunque no tenía la certeza de que fuese a pasar, y sigo sin tenerlo claro a día de hoy.
PILAR GONZALEZ dice
Me ha emocionado mucho este descubrimiento de Martín , pues fui testigo de su afan por el piano cuando él tenía cinco años . Sus abuelos , que entonces vivían en Covadonga ( Asturias ) , muy cerca de donde yo estaba . Ellos , Mari y Antonio , vivían con gran intensidad la afición de Martín por el piano. Lo escuchamos en una de sus primeras intervenciones públicas, en edad tan temprana, 5 años , en un concierto que se conocía como el CONCIERTAZO .
Ya entonces teníamos la convicción de que apuntaba una enorme promesa musical, ya confirmada .
MARTIN , ¡ ENHORABUENA ! por tu calidad de músico y de buena persona . Que te vaya muy bien .
Un grandísimo y emocionado abrazo de PILAR GONZALEZ