Con pasión y una voz que trasciende fronteras, Maribel Ortega nos comparte su visión sobre el futuro de la ópera, los retos que enfrentan los artistas nacionales y la magia de encarnar a personajes icónicos como Tosca o Turandot. Desde su debut en Norma hasta sus proyectos actuales, la soprano jerezana nos invita a un viaje por su carrera, lleno de desafíos, aprendizajes y amor por un arte que transforma vidas.
Por Ana Nasarre
Tu primer rol como solista fue en el año 2006 con la ópera Norma. Te vino de la mano de la soprano Mirna Lacambra, fundadora de Amics de l’Òpera de Sabadell (actualmente Fundaciò Òpera a Catalunya). ¿Por qué crees que no hay iniciativas en el resto del país para fomentar este tipo de proyectos que permiten a muchos jóvenes iniciarse en el mundo de la ópera?
La falta de proyectos como el de Sabadell en otras partes de España tiene muchas razones, pero creo que la principal es que faltan personas con la visión y el coraje de Mirna Lacambra. Mirna no solo soñó con acercar la ópera a todo el mundo, sino que trabajó incansablemente para hacerlo realidad. Su perseverancia y pasión son un ejemplo que no se ve todos los días.
Además, en muchas regiones no hay una tradición operística sólida ni teatros o escuelas de música con programas especializados. Esto, sumado a que la ópera muchas veces se percibe como algo elitista o difícil, hace que no se le dé prioridad. Y es una pena, porque la ópera no es solo un arte maravilloso, también tiene el poder de transformar vidas. Yo lo he vivido: jóvenes que descubren una pasión, que encuentran disciplina, trabajo en equipo y una manera única de expresar emociones.
¿Qué representó para tu carrera esa oportunidad?
Asumir el papel de solista en Norma en 2006 fue un auténtico punto de inflexión en mi carrera. Este debut en un rol protagonista dentro de una ópera tan icónica no solo marcó el inicio de mi trayectoria como soprano profesional, sino que también me permitió consolidar mi confianza artística y ganar visibilidad en el mundo operístico.
Debo nombrar a Enriqueta Tarrés, recientemente fallecida, que me dio la fuerza y ayudó de forma desinteresada a prepararla durante meses.
Aquella producción no solo me preparó para futuros retos en escenarios más grandes, sino que también me enseñó el valor de la disciplina, la resiliencia y la pasión en cada interpretación. Aprendí mucho de esas funciones y fueron la base de lo que soy actualmente.
¿Prefieres interpretar papeles que has debutado con anterioridad o experimentar con obras nuevas que te supongan un reto?
Ambas experiencias tienen su encanto. Interpretar papeles que ya he debutado es como reencontrarse con un viejo amigo: cada vez que los retomo, descubro algo nuevo. La familiaridad con el rol me permite explorar matices más profundos, conectar de manera más íntima con el personaje y, en cierto modo, disfrutar de un tipo de libertad interpretativa que solo se logra con la experiencia.
Sin embargo, enfrentar obras nuevas es un desafío emocionante. Cada nuevo papel es un viaje de descubrimiento: aprender la música, entender al personaje y conectar con su contexto histórico y emocional. Me obliga a salir de mi zona de confort y a crecer tanto técnica como artísticamente.
No podría elegir entre ambas opciones. Me encanta volver a mis personajes favoritos, pero también siento una gran satisfacción al enfrentarme a algo desconocido y transformarlo en parte de mi repertorio.
¿Cuál es el proceso que sigues para prepararte para un nuevo papel operístico?
Es un viaje que comienza mucho antes de cantar una sola nota. Es un proceso que exige adentrarse profundamente en una historia, explorar el alma de un personaje y conectar con las intenciones del compositor. Para mí, cada obra es un universo único, y el proceso que sigo combina investigación, técnica y emoción.
El primer paso es siempre buscar el origen, la raíz misma de la obra. Si existe un libro que inspiró la trama, lo leo de manera meticulosa y objetiva, centrándome en los detalles que puedan enriquecer mi comprensión del personaje y la historia. Si la historia tiene raíces reales, investigo buscando las huellas de verdad que quedan tras las licencias artísticas. También me intereso por la vida del compositor, por las circunstancias en las que escribió la obra, por aquello que lo movió a crearla. Todo esto me ayuda a construir un puente entre su mundo y el mío.
Mientras tanto, empiezo a explorar la partitura. Al principio, la recorro de forma global y luego, poco a poco, me detengo en los detalles: las arias primero, donde puedo descubrir la voz íntima del personaje; luego los duetos, tríos y, por último, los concertantes, si los hay.
Una vez que la música y las palabras son parte de mí, llega el momento de darle vida al personaje en escena.
Háblanos de los últimos personajes que has abordado y hayas disfrutado de una manera especial.
He tenido la fortuna de interpretar personajes femeninos que, además de ser icónicos en el repertorio operístico, han sido un verdadero desafío emocional y vocal. Quiero destacar a Tosca, Leonora de Il trovatore y Turandot, roles que no solo me han exigido profundamente, sino que me han permitido crecer como artista y como persona. Y en este recorrido, no puedo evitar conectar a Leonora con otro papel que marcó mis inicios: Norma y que he cantado en Moldavia recientemente.
Tosca es uno de los papeles que más he disfrutado. Encarna la pasión y el sacrificio de una mujer que vive intensamente cada emoción, el aria ‘Vissi d’arte’ es un momento único en el que siento que mi alma se funde con la de Tosca.
Estos últimos meses han estado marcados por Turandot, ya que he tenido el privilegio de interpretarla en catorce ocasiones, en un momento tan significativo como este 2024, en el que celebramos el centenario del fallecimiento de Puccini.
¿Te queda algún personaje que te gustaría especialmente debutar y que no te hayan ofrecido todavía?
¡Claro que sí! Siempre hay personajes que sueño con interpretar y que aún no han llegado. Entre ellos, La Gioconda, y también está Odabella de Attila.
En el repertorio wagneriano, mis sueños más ambiciosos incluyen a Isolda de Tristán e Isolda y a Brünnhilde, personajes que exigen no solo una resistencia vocal extrema, sino también una gran madurez artística.
Me gustaría volver a interpretar a Amelia de Un ballo in maschera, una heroína que disfruté profundamente en su momento y que siento que ahora podría explorar desde nuevas perspectivas emocionales y vocales.
Referente a las escenografías, algunos directores provienen del mundo del teatro, o del cine, pero no de la ópera, con lo cual, a veces, dificultan mucho la interpretación de los cantantes y tampoco aportan nada a la obra que se está representado. ¿Es muy habitual encontrarte con este tipo de directores o son casos esporádicos?
En el mundo de la ópera, cada vez es más habitual trabajar con directores de escena que vienen de disciplinas como el teatro, el cine o las artes visuales. Este enfoque puede enriquecer enormemente las producciones, aportando nuevas perspectivas y lecturas interesantes a las obras clásicas. Sin embargo, también puede presentar desafíos, especialmente cuando estas propuestas no tienen en cuenta las particularidades y límites del cantante, tanto a nivel físico como emocional o ético
Cantar en escena requiere un equilibrio delicado. Más allá de proyectar la voz y respetar la música, los intérpretes enfrentamos limitaciones físicas, como la necesidad de mantener una postura adecuada para respirar correctamente o evitar movimientos que puedan tensar el cuerpo y afectar la emisión vocal. Si una propuesta escénica contradice nuestros valores o nos aleja demasiado del personaje que estamos construyendo, puede ser difícil transmitir la verdad emocional que exige la obra.
¿Tienes alguna experiencia personal que quieras comentar?
Mi experiencia en este sentido ha sido diversa. Me he encontrado con algunas complicaciones, ya sea porque las ideas escénicas no corresponden con la historia que se cuenta o mi idea preconcebida, o porque los movimientos requeridos responden más a la estética que a la realidad del personaje.
Cuando surge una dificultad, intento abordarla desde el diálogo constructivo, explicando mi punto de vista y buscando alternativas que respeten tanto la obra como mi capacidad de interpretarla de manera auténtica. Antes de decir nada, me fuerzo a probarlo y seguir la idea del director. Al final, lo que importa es transmitir la verdad de la ópera, que solo puede llegar al público cuando intérpretes, directores y equipos creativos trabajamos en armonía.
¿Qué opinas sobre la dificultad que tienen los cantantes nacionales para actuar en los principales teatros de nuestro país?
Es desalentador ver cómo, en los principales teatros de España, los cantantes nacionales apenas tienen oportunidades de protagonismo. Sus nombres suelen quedar relegados a los segundos repartos o a papeles secundarios, mientras las figuras principales son mayoritariamente extranjeras. Lo más frustrante es que esto no se debe a una falta de talento, porque nuestras voces están entre las mejores del mundo. Muchos de nuestros artistas triunfan en escenarios internacionales, pero aquí parecen invisibles.
Existe esa vieja creencia de que lo extranjero siempre impresiona más, como si un nombre internacional en el cartel fuera sinónimo de prestigio y calidad. Pero esta manera de pensar no solo nos perjudica a los cantantes, sino también a nuestra cultura.
Ser cantante lírico en España es una lucha constante. Las condiciones de contratación no favorecen a los artistas nacionales porque muchos teatros dependen de agencias internacionales que priorizan a sus representados. Además, la Seguridad Social no está adaptada a una profesión tan intermitente como esta. La mayoría de los cantantes cotizamos poco, de manera irregular, y eso nos deja en una situación de gran precariedad. Para nosotros, cada oportunidad perdida no solo es un golpe a nivel artístico, sino también personal y económico.
Pero esto se puede cambiar, o quizá sea una ingenua al creerlo. Primero, creo que es imprescindible apostar por nuestros cantantes. Los teatros, especialmente los que reciben fondos públicos, deberían comprometerse a dar más protagonismo a los artistas españoles. No se trata de cerrar las puertas a los internacionales, sino de equilibrar la balanza, de reconocer que nuestras voces merecen el mismo espacio y las mismas oportunidades.
Y, por último, debemos valorar más nuestro repertorio. Recuperar óperas españolas, apoyar nuevas creaciones y dar espacio a nuestras historias no solo impulsaría a nuestros cantantes, sino que también reforzaría nuestra identidad cultural. Por otro lado, también es labor del público que exija la presencia de voces españolas en las programaciones, que las apoyen y las reconozcan con orgullo. El talento español está ahí, vivo, esperando a ser escuchado y reconocido.
La veterana mezzosoprano alemana Briggitte Fassbaender en una entrevista realizada para el libro Una ópera con… editado por La Vocal de Lis, a la pregunta de cómo veía el futuro de la ópera, respondió: ‘como un negocio despiadado lleno de competencia y que no ha cambiado nada en toda la historia’. ¿Estás de acuerdo con esta afirmación?
Creo que lo que dice es muy cierto y refleja una realidad compleja de la ópera. Siempre ha sido un arte ligado al poder, al dinero y a la competencia, desde los compositores que buscaban el favor de los mecenas hasta los artistas de hoy que luchan por destacar en un mercado globalizado y saturado. Es cierto que el mundo de la ópera puede ser despiadado, muchas veces prima lo económico sobre lo artístico, y la competencia es feroz. Pero también creo que esa misma competencia ha impulsado a muchos a alcanzar niveles extraordinarios de calidad y creatividad. Aunque he de admitir que, a nivel personal, sin embargo, este concepto me resulta complicado. Me cuesta mucho verme como un producto comercial o como parte de un mercado, a pesar de que esa es la realidad en este mundo. Desde siempre me ha resultado difícil ‘venderme’ y adoptar esa mentalidad, porque siento que lo que hago va más allá de eso, que es algo profundamente humano y artístico.
¿Cuáles son tus próximos objetivos o compromisos profesionales?
Hoy mismo (28 de noviembre) participo en una Gala Homenaje a Puccini que se celebra en el Palau de la Música Catalana, acompañada por la soprano María Miró, el tenor Alejandro Roy y la Orquestra Simfònica del Vallès, bajo la dirección del maestro Julio García Vico. Además, colaboraré con Amics de l’Òpera de Girona en un homenaje al maestro italiano junto al tenor Antoni Lliteres y el pianista Josep Buforn.
En mi ciudad natal, Jerez de la Frontera, participaré en la II Gala Lírica Solidaria a beneficio de Proyecto Hombre, que se celebrará el 1 de diciembre en el Teatro Villamarta. Esta organización realiza una labor encomiable y es un privilegio apoyar su causa nuevamente.
Los primeros meses de 2025 interpretaré de nuevo a Lady Macbeth en mi ciudad,retomando el papel con el que debuté en el Teatro Villamarta en 2009. También asumiré el rol de Abigaille en Nabucco para la Fundaciò Ópera a Catalunya en febrero y marzo. Además, participaré en una Gala de Zarzuela en el Teatro de la Zarzuela, compartiendo escenario con Luis Cansino y el pianista Manuel Navarro.
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