María Rodrigo Bellido (Madrid, 1888-Puerto Rico, 1968) fue una destacada compositora y pianista de la Generación de los Maestros. Primera mujer en vivir de la creación musical y en estrenar una ópera en España, también destacó por su compromiso político y social, que mantuvo en el exilio tras la Guerra Civil.
Por Alejandro Santini Dupeyrón
Primeras obras, primeros olvidos
Cuando se produce su primer gran éxito musical, la ópera Becqueriana, estrenada en el madrileño Teatro de la Zarzuela el 9 de abril de 1915, María Rodrigo cuenta ya con una celebrada trayectoria como intérprete pianística. El semanario pontevedrés La Temporada en Mondariz informaba, en junio de 1904, de un concierto ofrecido en el salón del balneario por el cuarteto de Pantaleón Rodrigo, pianista, director y compositor (el cuplé ‘Acuérdate de mí’ quizá sea el mayor de sus éxitos). Será el primero de una serie de conciertos veraniegos en que el director del cuarteto del balneario presentaba con orgullo a su hija María, pianista de 16 años, musicalmente instruida por él mismo.
A los conciertos gallegos sucede la presentación de la pianista en la capital. De la mano de Miguel Salvador y Carreras, discípulo de Pantaleón, en 1905 María se incorpora al proyecto educativo-musical de la Universidad Popular de Madrid, institución que, influida por el pensamiento regeneracionista, propugna la instrucción de las clases desfavorecidas como elemento necesario para la integración armónica de las mismas en la sociedad. La música promovida por la Universidad Popular pertenece de manera casi exclusiva al repertorio clásico-romántico alemán. La joven pianista completa, entretanto, su formación académica en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid. Terminados los estudios de piano con José Tragó y Arana en 1902, prosigue con los de armonía con Valentín Arín Goenaga y Pedro Fontanilla Miñambres, concluidos en 1906, y los de composición con Emilio Serrano Ruíz hasta 1911. Se gradúa con sobresaliente y primeros premios en todas las materias, obteniendo, además, el Premio fin de Carrera.
En 1912 María parte para Alemania (viaja con posterioridad a Francia y a Bélgica) tras obtener, por su excelente rendimiento en el conservatorio madrileño, dos becas consecutivas de la Junta de Ampliación de Estudios de la Institución Libre de Enseñanza. En Múnich perfecciona su dominio de contrapunto, fuga y orquestación con Anton Beer-Walbrunn. Wilhelm Furtwängler y Carl Orff fueron condiscípulos suyos. Aunque no de manera continuada, existe constancia de que Richard Strauss impartiera clases a la madrileña.
Entre la producción musical de este período figuran el Cuarteto para instrumentos de arco (obra premiada en la Exposición de Bellas Artes de Madrid en 1913); ‘Mudarra’, poema sinfónico para gran orquesta; la Sinfonía en cuatro movimientos; los Tres Lieder para voz y piano con textos en alemán y el Quinteto en Fa mayor para piano e instrumentos de viento (iniciado en Múnich pero concluido en Madrid) figuran entre las obras compuestas durante este período, que de manera abrupta concluye con el estallido de la guerra mundial.
Ninguna de las obras orquestales mencionadas, a las que debe añadirse la Obertura para orquesta ‘Gándara’, bosquejada antes de partir para Alemania y premiada en el certamen nacional de música sinfónica promovido por el Círculo de Bellas Artes de Madrid, forma parte de repertorio actual de nuestras orquestas sinfónicas. Permanecen todas desconocidas por el público español.
Recuperación de la obra con los Álvarez Quintero
En fechas recientes se ha cuestionado que Becqueriana, ópera en un acto con libreto de Serafín y Serafín Álvarez Quintero sea, por su forma, en realidad una ópera. Estudiosos como el director y divulgador José Luis Temes, responsable del reciente reestreno de la obra tras largo olvido en el Auditorio Nacional de Música (28/12/2016) y del primer registro discográfico de la misma al frente de la Orquesta del Real Conservatorio Superior de Madrid, con la soprano Ruth Iniesta y el tenor Alejandro del Cerro como solistas y el Coro de Voces Blancas María Rodrigo (Cezanne CZ039, 2017), sugiere de la denominación más apropiada sería la de ‘escena lírica’. Y es que, en efecto, en Becqueriana se combinan elementos de géneros musicales diversos como la ópera, la zarzuela, el ballet y el oratorio; incluso aparecen elementos reconocibles como propios del musical. Es una obra, en rigor, de forma incalificable; una ‘joya’, aseguraba Temes, ‘que no se parece a nada’ y que bien puede entenderse como ‘a medio camino entre Verlaine y Disney’.
Cuando los prolíficos Álvarez Quintero dan término al libreto de Becqueriana en agosto de 1913, inspirado en la Rima XI del poeta hispalense Gustavo Adolfo Bécquer, piensan de inmediato en otro paisano, el compositor Joaquín Turina, para ponerlo en música. Turina rehúsa la propuesta, atareado como se encuentra con la composición de Margot, ópera de cuyo libreto se encarga María Lejárraga (Gregorio Martínez Sierra, como es sabido), pero recomienda a los Álvarez Quintero ofrecer el proyecto a María Rodrigo, compositora de la cual estos conocen ya algo de su música. María, recién llegada de Alemania, apenas se lo piensa: ‘Los Quinteros me dieron el libro de Becqueriana, y entonces… respiré. ¡Podría hacer Arte!’.
En las páginas culturales del ABC, al anunciar los estrenos previstos en el Teatro de la Zarzuela, Julio Bravo pasa por alto el significativo hecho de que Becqueriana sería la primera ópera de una compositora en estrenarse en España (ABC, 1/4/1915). En la crónica de este diario fechada al día siguiente del estreno, se alaba la actitud de los Álvarez-Quintero al confiar en un talento novel (algo que en absoluto hacían por primera vez; lo novedoso es que el talento era mujer): ‘Los hermanos Álvarez Quintero […] una vez más no han vacilado en ser introductores amables de un valor artístico nuevo tan estimable, y del que tanto hay derecho a esperar’ (ABC, 10/4/1915). Valoraciones que opacan la labor de la compositora son frecuentes en otras reseñas: ‘Becqueriana, de María Rodrigo, que tuvo la suerte, para mayor éxito, de encontrar colaboradores como Joaquín y Serafín Quintero’ (La Época, 10/4/1915); ‘Los hermanos Álvarez Quintero han realizado dos obras meritorias: dar a conocer al público a una gran compositora, y glorificar una vez más al admirable Bécquer’ (La Mañana, 10/4/1915). La noche del estreno, Turina, escueto pero elocuentísimo, anota en su diario la buena acogida dispensada a Becqueriana en la Zarzuela: ‘Exitazo de María Rodrigo’.
Los Álvarez Quintero escribirán otro libreto para María: Diana cazadora o Pena de muerte al amor. Conceptuada como zarzuela, también como sainete musical, Diana se estrena con éxito el 19 de noviembre de 1915 en el Teatro Apolo. La música será referida por Oliver, cronista de La Vanguardia, como ‘poca y sin relieve’, a pesar de que ‘está dando mucho dinero [al] Apolo’ (10/12/1915). Ni punto de comparación con la enjundiosa crítica de El arte musical, donde se afirma que ‘la señorita Rodrigo ha musicado los números de verso con mucho acierto, componiendo una partitura reveladora de sus excepcionales condiciones artísticas. Gusto depurado, inspiración fecunda, técnica muy acomodada al cuadro y una espontaneidad melódica que sobresale en todos los números, pero muy especialmente en la canción ‘La muerte chiquita’, que se hará́ popular muy pronto’ (El arte musical, 30/11/1915).
Después de largas décadas de olvido, el 17 de septiembre de 2023, la orquesta Oviedo Filarmonía, dirigida por Lucas Macías, rescataba del olvido el Preludio y el Intermezzo de Diana cazadora. En su edición del mismo día, el Diario de León, con acierto, presentaba las dos obras como ‘joyas del sinfonismo español del pasado siglo’.
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