Obras de Toldrá, Granados, Ravel, Montsalvatge, Guridi y Ovalle.
María Bayo, soprano; Malcolm Martineau, piano.
NAÏVE V 4933
Todo melómano bien leído y preocupado por la inmaculada trayectoria de la soprano navarra María Bayo ha conocido que la crítica especializada siempre destaca de ella su carisma radiante, su luminoso timbre, el brío y la armonía en su voz, su dicción perfecta, al igual que sus maravillosas aptitudes (refrendadas por sus convencidas actitudes) para recrear con sumo rigor la psicología y peculiaridad vocal de los personajes que encarna.
No hace muchos meses se abrían las puertas de esta sección de discos con el recomendabilísimo disco dedicado a Arias y Oberturas de Rossini, capitaneado por el maestro romano Rinaldo Alessandrini y, cómo no podía ser menos, mimado por la excelsa voz de esta cantante de rango internacional.
Tras éste, y tras los recitales dedicados a Mozart y Handel, la belleza canora de Fitero nos deleita con una amplia selección de canciones españolas, uno de sus repertorios predilectos y amantísimos, que comprende una curiosa concentración, pues la mayoría de los autores son de origen catalán, salvo los vascos Guridi y Ravel (su origen era vasco francés) y el brasileño Ovalle (aunque los sones de Montsalvatge aquí agrupados son de carácter marcadamente sudamericano).
Abren el recital las infrecuentes “Canciones castellanas” (1940-41) de Eduard Toldrà, con textos de Pablo de Jérica, Lope de Vega, Francisco de Quevedo y Garcilaso de la Vega, conjunto de melodías inspiradas en su mayoría en la austera atmósfera del venerado Siglo de Oro español, y que María Bayo sabe mecer con una delicadeza expresiva que emana de una introspección historicista, causante de una interpretación de apetecibles tendencias barroquistas y rescatadoras de una recurrente época (a la que accediera, incluso, Manuel de Falla) para los compositores clásicos de los años 30 y 40.
De los mismos tiempos, las tres de las “Seis canciones castellanas” (1939), sobre textos populares, de Jesús Guridi que se nos ofrecen en este disco, nuevamente defendidos con ese aire de ensoñación y fragilidad por la soprano, son, junto a las anteriores, lindos descubrimientos que rellenan de buen oficio la totalidad de la interpretación.
Además, las harto famosas “Tonadillas” de Enric Granados, obras ciertamente ya manidas y perfeccionadas por Bayo, enlazan con el instintivo sabor mediterráneo de las “Melodías populares griegas” de Ravel (tañidas con vitalidad y vivacidad), soberbio muestrario que confiere a este CD una mayor definición internacional.
Pequeños complementos como el “Punto de Habanera” y la “Canción de cuna para dormir a un negrito” de Xavier Montsalvatge (de íntima luz y alta sensibilidad en boca de la soprano navarra) o el irremisible “Pájaro azul” del compositor brasileño Jayme Ovalle (auténtico “bis” favorito de la insigne soprano Victoria de Los Ángeles), rematan una comprehensión exhaustiva y exitosa de un repertorio afín, natural e imprescindible tanto para la propia intérprete como para el público aficionado a la lírica más intimista y de salón.
Por último, no es menos honrosa la labor ejercida por Malcolm Martineau, adiestrado acompañante al piano que acostumbra a pasearse por los auditorios internacionales con las mejores voces del panorama actual. Su demanda misión ha sido seguro garante para complementar a la experimentada cantante navarra, ocasional dúo que debiera prodigarse por las salas de concierto con mayor asiduidad y, sobre todo, para sondear “in situ” la maravilla probada en este exquisito lanzamiento discográfico.