La soprano extremeña Mar Morán siempre ha estado ligada al canto. Lleva a sus espaldas multitud de premios. Tras su álbum ‘Luna clara’, dedicado a la obra de Jesús García Leoz, en noviembre de 2023 lanzó su segundo disco junto al pianista Aurelio Viribay, ‘Luna muerta’, que rescata las canciones de Manuel Palau. Si hay algo que tiene claro es que quiere dejar huella en la historia de la interpretación de la canción española.
Por Alicia Población
Cursaste el Grado Profesional de flauta de pico con una formación coral paralela de la mano del director Alonso Gómez Gallego. ¿Cómo pasaste de la flauta de pico al canto?
Esa transición no ocurre de un día para otro. Hice hasta segundo de Superior de flauta de pico, no acabé la carrera. Desde los 7 años cantaba en un coro, y siempre había hecho paralelamente estudios de flauta. Además de en el coro del conservatorio, cantaba en el Coro Amadeus, una formación amateur dirigida por Alonso Gómez Gallego que ha ganado muchos concursos y ha sido bastante relevante en Extremadura.
Siempre he estado ligada al canto, mi voz sobresalía y me decían: ‘Mar, un poquito menos’, para empastar. Tenía muy buena colocación y, cuando era más joven, una voz muy ligera. Al mismo tiempo, era muy buena flautista, y flautistas de pico no hay muchas, así que mi profesor tenía mucha fe en mí. Cuando estaba en primero de Superior ya tocaba obras de Vivaldi o Bach que eran de cuarto. Además, era muy disciplinada.
Pero llegó un momento en el que tuve que elegir. Mi profesor me puso en la tesitura de decidir, me dijo que los fines de semana también tenía que dedicarlos a la flauta, cuando eran los momentos que yo dedicaba cantar en el coro. Así que decidí, lo tenía claro. El canto era lo que me hacía ser yo, aunque la flauta me ha ayudado muchísimo a mi formación como cantante. Por ejemplo, sé respirar diafragmáticamente desde que tengo uso de razón. Dejé la flauta y estuve dando clases con dos profesoras de música antigua, Delia Agúndez y Teresa Loring.
Finalmente me fui a Madrid, al Conservatorio Profesional de Música ‘Victoria de los Ángeles’, con Elena Muñoz Valdelomar. Cursé el Grado Profesional en tres años y después pasé a la Escuela Superior de Canto de Madrid. Durante todo el Superior compaginé mis estudios con el trabajo como corista en el Teatro Real, en el Coro Intermezzo.
¿Cuál fue tu siguiente paso al finalizar tus estudios en Madrid?
Tras los cuatro años de carrera me fui a Bélgica, a un opera studio en Gante, en 2019, y después vino la pandemia. El primer año era sobre todo formativo, pero el segundo año era la parte práctica, con actuaciones en algunos teatros, algunos papeles pequeños y otras cosas. Con la pandemia todo eso se fue al traste. Volví a España muy desilusionada. Todo lo que había ahorrado durante años trabajando en el Real para estudiar en Bélgica, ese plan para apostar por mi carrera se había frustrado. En Badajoz, con todos los teatros cerrados, con nadie que quisiera escucharte en audiciones, empecé a pensar de qué manera podía darme a conocer. Y decidí presentarme a todos los concursos que pudiera.
He estado tres años dedicada exclusivamente a concursar. Han sido unos años bastante duros porque, claro, solo salen los que ganas, pero hice muchos más. Sin embargo, es algo que me ha ayudado mucho a quitarle peso a las audiciones y a actuar delante del público. Estos años concursando merecieron la pena. Prácticamente todos los trabajos que me han salido se han debido a los premios que me han dado y los concursos por los que me han conocido. Al estar todos los teatros cerrados, y sin que nadie quisiera escucharte, si sabía que un director de teatro iba a un concurso en Pekín, allá que iba yo. Es cierto que cuando volví de Bélgica lo hice muy triste; no sé si se podría llamarle depresión, pero me sentía muy mal. Cuando te sientes así, es muy difícil concursar. Se me notaba en el canto; por ejemplo, si cantaba un aria alegre, quienes me escuchaban me decían que había algo que desvelaba un trasfondo triste. Así que también fue un trabajo emocional de salir de ese sentimiento y aprender a ser fuerte ante lo que viniera. Siempre he sido muy soñadora, y para mí siempre ha sido un sueño trabajar del canto. En esta época, puedo decir que fueron los sueños los que me sostuvieron.
Has asumido el rol de la Reina de la Noche de la ópera Die Zauberflöte de Mozart en el Teatro Campoamor de Oviedo (2021) y en la zarzuela, el rol de Clarita de La del manojo de rosas de Pablo Sorozábal, por poner algunos ejemplos. ¿Por qué repertorio te inclinas más?
Creo que es de la ópera de lo que se vive. Me gustan muchísimo la zarzuela y los conciertos, pero la ópera está en todo el mundo, en todas partes. La zarzuela es nuestro género, y hay que difundirlo, al igual que la canción española. Además, siento que estoy muy cómoda cantando este género, pero es verdad que la ópera es el vehículo de vida, se programa en muchos sitios, con lo cual tienes que estar en ese circuito. Ahora bien, en España creo que es importante entrar dentro del circuito de zarzuela. Para mí cantar zarzuela y cantar música española es un regalo para el alma. Creo que es un género que tenemos que apoyar y difundir desde dentro porque lo piden fuera. En España nos falta valorar lo nuestro.
Con los dos discos que hemos sacado el pianista Aurelio Viribay y yo hemos redescubierto a compositores olvidados, y parece mentira que no se conocieran, que no se haya grabado jamás esta música. Es una pena que nos quedemos solo con lo que ya conocemos. Siempre se escucha lo mismo en los conciertos y en los teatros. Sacar estos dos trabajos discográficos también ha sido dar un poco de luz a este repertorio. Muchas veces se lo digo a Aurelio: me gustaría que el día de mañana mi nombre fuera una referencia en la música española porque dedico mucho tiempo a este repertorio.
‘Luna clara’ recoge la integral de canciones del compositor español Jesús García Leoz. Háblanos de este proyecto.
Aurelio era mi profesor de música española. Era una optativa que a mí me gustó tanto que repetí al año siguiente como alumna extra. Él tiene la habilidad de darme siempre el repertorio que le queda bien a mi voz. La primera canción que hicimos juntos fue Luna clara, de Jesús García Leoz. Ahí fue donde empezó todo, aunque ninguno de los dos lo sabía. El segundo año empezamos a profundizar más en la música de este compositor. Empecé a meter las obras de Leoz en mis recitales, en mis exámenes. Ahora estoy muy orgullosa porque, a raíz de ese trabajo, estoy escuchando en algunos recitales de canto canciones que yo he descubierto y que he grabado.
Fuimos a un festival de música española en Mendigorría, muy cerca de Olite, y allí hicimos una prueba para el público programando música española y zarzuela con un buen número de obras de Leoz. Queríamos ver cómo reaccionaba la audiencia. Y fue espectacular. A todo el mundo le encantó. Allí nos escuchó el responsable de la discográfica Odradek Records, que nos ofreció a grabar este repertorio.
Decidimos que queríamos hacerlo, pero vino la pandemia. A mí me pilló en Bélgica. La grabación estaba programada para julio de 2020 en Italia. Yo acababa de volver de Gante y pasé el confinamiento en España. Estaba un poco decepcionada porque no sabía si el proyecto iba a salir o no. A primeros de julio abrieron los aeropuertos y nosotros tomamos la decisión de viajar a Italia. La grabación fue espectacular. Había algo en mi voz que era diferente, y creo que era por la situación. Al volver a cantar después de tanto tiempo, después de estar encerrada, cada una de las frases que cantaba estaba teñida de agradecimiento.
En noviembre lanzasteis ‘Luna muerta’, en el que rescatáis las canciones de Manuel Palau.
Sí, yo tenía ganas de hacer otro proyecto discográfico con obras de otro compositor español. Teníamos varias posibilidades, y apareció Palau. Lo escogimos porque era de los que más nos gustaban y el menos conocido. En Valencia dices Palau y les suena, pero no como compositor de canciones. Yo le pregunté a Aurelio cuál de los compositores que habíamos estudiado era del que menos música grabada había y también le pregunté cuál le sorprendería más encontrarse registrado. Y no tuvo dudas. A excepción de la soprano Marta Estal, que había grabado una selección de las canciones valencianas, no había registro de las canciones de Palau. Empezamos a cantar algunas de ellas. Tiene más de cien en diferentes idiomas. Decidimos centrarnos en las que estaban solo en castellano, a excepción de una en gallego. Rebuscando canciones apareció una que se llamaba Luna muerta. Luna clara y luna muerta eran como las dos caras de una misma moneda, además éramos los mismos, otra vez Aurelio y yo. Mismos intérpretes haciendo lo mismo, recuperación de música española. No es que yo tenga una relación con la luna especial, fue la casualidad de encontrar dos canciones, de compositores diferentes, que la relacionaban.
Ahora estamos en la era de querer dejar legado. Esa es mi sensación, todo queremos grabarlo. Yo tengo un poco de complejo de eso también. No había nada de Palau, pues yo voy a hacerlo, he nacido para ello. Si nadie lo ha hecho, y a mí me ha aparecido aquí, es porque tenía que hacerlo. Tenía que dejar huella. Lo más destacable de la música de Palau es que toca muchos estilos, no está especializado en ninguno y en todos es brillante.
Has declarado que te sientes más libre interpretando canciones que personajes en producciones. ¿A qué te refieres?
Ahora que acabo de debutar con el rol de Violeta de La traviata en Oviedo, entiendo a las personas que dicen que al interpretar un personaje se sienten más libres. Al final no te muestras exactamente como eres, sino a través de la piel de un personaje. Eso a veces te puede dar más libertad porque te quita cierta presión. Cuando digo que me siento más libre con la canción, me refiero a la parte que puedo poner de mí misma al interpretar. En la ópera hay muchos parámetros, gente que te dice qué hacer y qué no. Tienes la dirección musical, la dirección de escena, un montón de filtros que tienes que pasar. Muchas veces tienes flexibilidad, pero siempre hay una persona que tiene que acceder a lo que tú le propongas.
Además, hay muchas cantantes, muy buenas, que han interpretado roles como Violeta. A veces me pregunto qué puedo aportar si ya está todo hecho. Muchas veces me siento más encorsetada interpretando a un personaje porque en el imaginario ya hay una interpretación muy buena de otra persona, y lo que se espera es que tú hagas esa interpretación, una especie de copia. A veces la gente va a la ópera pensando que va a escuchar un disco. Ya hay muchas que han dejado huella. Diana Damrau siempre será la Reina de la Noche. Es difícil encontrar tu sitio cuando ves que las expectativas están tan marcadas. Yo quiero dejar sello en otra parte. Imagino que en un futuro habrá miles de versiones, pero si tú ahora buscas García Leoz salgo yo, ya he dejado huella de alguna manera.
Has trabajado con una coach emocional que te ayudó a controlar hasta dónde llevar los límites de tu interpretación. ¿Nos puedes explicar este proceso?
Como hablábamos antes, cuando volví de Bélgica, estaba un poco tocada. Quería ayuda psicológica, pero sentía que tenía muchas cosas que tratar, no solo desde lo personal, sino también desde el punto de vista artístico. Necesitaba alguien que entendiera las artes escénicas, que entendiera mi mundo. Por eso escogí a una especialista en este campo. Empecé tratándome a mí misma, para afrontar los concursos, las críticas, la presión y la tensión, etc. Sobre todo, traté la parte de la competición. Después empecé a tratar el aspecto de cuánto me puedo meter en un personaje para interpretar mejor los roles sin descontrolar mi técnica y a su vez sin que yo me haga daño. Cuando estás cantando delante del público estás con el corazón abierto. Eso significa que tienes que controlar mucho tu mente porque ante cualquier intrusión de un pensamiento negativo puedes derrumbarte. Con la coach buscaba sentimientos y situaciones que ya había superado y que me ayudaban a conectar, por ejemplo, con Violeta. Si yo he vivido una situación de violencia familiar, no puedo recurrir a ello para interpretar el personaje porque probablemente no lo haya superado. Sin embargo, si he sentido soledad, tristeza profunda, por ejemplo, con la COVID, ese sentimiento sí puedo usarlo porque ya está superado, no me hace daño como antes, no me desestabiliza emocionalmente. También es un trabajo de saber lo que está superado y lo que no. Creo que este tipo de terapias están todavía en la sombra dentro del ámbito artístico, no se habla de ello a pesar de que mucha gente cuenta con esta ayuda emocional. Yo lo digo abiertamente porque creo que tenemos que hacer una labor de normalización en lo relativo a la salud mental en el arte.
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