El saxofonista utrerano Manu Brazo cuenta con más de dos millones de reproducciones en sus vídeos de YouTube, en los que muestra tanto sus actuaciones como clases sobre el instrumento, algo en lo que es pionero en habla hispana. Siempre trata de adaptarse y renovarse, algo que llevó a rajatabla durante el confinamiento, cuando desde su habitación de estudiante en Londres logró grabar un álbum que ha llegado a emitirse en algunas de las radios clásicas más importantes de Europa. Quiere reinventar la figura del artista clásico y, a la vista de los resultados, lo está consiguiendo.
Por Susana Castro
¿Cómo fueron tus inicios en el mundo de la música?
En mi familia no hay músicos profesionales, pero mi abuelo fue uno de los músicos pioneros de la Sierra de Huelva; tocaba varios instrumentos y tenía una orquesta con la que amenizaba las fiestas de los pueblos. Él falleció antes de que me dedicase a la música, y mi padre tiene esa pena, siempre me dice: ‘¡si el abuelo te hubiera visto!’.
A raíz de una visita que el conservatorio de mi pueblo realizó a mi colegio descubrí que me gustaba la música y decidí probar. La música siempre me había interesado, recuerdo escuchar Radio Clásica con mis padres en algún viaje en coche y, de repente, echarme a llorar, con 4 o 5 años. La música siempre me ha emocionado.
¿En qué momento decides que tu instrumento es el saxofón?
Cuando entré al conservatorio quería elegir piano como especialidad, pero las plazas estaban cubiertas; lo mismo me pasó con el clarinete. Me hubiera interesado estudiar violín o violonchelo, pero en Utrera no se ofertaban esas especialidades, así que me decidí por el saxofón. Me dijeron que podía cambiarme más adelante, pero tras dar mis primeras clases con Paco Valle, que era un profesor fantástico, me enamoré del saxofón, y hasta hoy.
Tras finalizar los estudios de Grado Elemental continuaste estudiando primero en el Conservatorio Profesional de Música ‘Francisco Guerrero’ y después en el Conservatorio Superior de Música ‘Manuel Castillo’, ambos en Sevilla. ¿Quiénes fueron tus maestros?
Utrera tiene una cantera buenísima de saxofón; hubo muy buena escuela del primer profesor que tuvimos allí, Alfonso Romero, con quien cursé después el Grado Profesional. Los estudios de Grado Elemental los terminé con Juan Manuel Jiménez, que es con quien estudié el Grado Superior después. Para mí él era un referente y ha sido uno de los pilares para desarrollarme como persona y como músico. Fue uno de los primeros saxofonistas que se movió fuera de España: estudió en Bayona con uno de los grandes maestros del saxofón francés, Eric Devallon. Organizaba muchos cursos y traía al pueblo a figuras relevantes a nivel europeo, lo que me permitió realizar este tipo de formaciones desde que tenía 10 años. En el Superior también teníamos un aula de saxofón muy activa y se organizaban muchísimas clases magistrales y encuentros. Estas actividades me dieron las herramientas para desarrollarme profesionalmente, me aportaron riqueza y conocimiento en todos los sentidos.
Se produce un punto de inflexión importante en tu vida cuando decides irte a estudiar al Royal College of Music de Londres. ¿Por qué tomas esa decisión?
En España, desgraciadamente, casi todos tenemos que irnos fuera para seguir nuestra carrera tras terminar el Grado Superior. No sé por qué, pero tenía muy claro que quería ir a estudiar a Londres, a pesar de no conocer previamente la escuela. Di una clase con el que después fue mi profesor por tres años, Kyle Horch, y me pareció que tenía una visión técnica del instrumento que nunca había visto antes. Ocupábamos muchas horas en hablar simplemente de música, sin importar el instrumento. Yo venía de estudiar de otra manera, anteponiendo la técnica a la música, lo cual no tiene sentido más que a niveles formativos tempranos. Esto es habitual, muchas veces vemos máquinas de tocar que están vacías o que musicalmente están muy lejos de lo que pueden ofrecer técnicamente. Desde la primera clase me encantó este nuevo concepto. La escuela era impresionante; los recursos del centro son increíbles. Además, en mi caso, me ofrecieron una beca prácticamente completa.
¿Cómo cambia tu vida elegir Inglaterra como destino?
En este momento desarrollo mucho más mi carrera en Inglaterra que en España, aunque espero que esto cambie con el tiempo. Sin las oportunidades que hay en Londres hubiera sido muy difícil hacer una carrera como solista. Entré en algunos programas que ayudan a jóvenes músicos a propulsar sus carreras organizándoles conciertos de cámara, con orquestas, poniéndoles en contacto con festivales, etc., y esto me ayudó a conseguir mis primeros contactos y adquirir experiencia para poder empezar a presentarme como solista, algo que siempre visualicé en mi futuro. Si lo persigues con muchas ganas y tienes claro que no vas a rendirte, puedes conseguir tu sueño.
Repasemos algunos de los hitos de tu trayectoria profesional hasta ahora, que no son pocos. En 2018 te nombran BBC Introducing Artist. ¿Qué conlleva esta distinción?
No es un premio como tal, sino que es una ‘etiqueta’ dentro del sistema de la BBC que te permite intervenir en sus programas de música clásica. Enviabas materiales a distintos sitios y tenías que esperar a que alguien te ‘descubriese’. En 2018 me pusieron por primera vez en la radio, con la Pequeña czarda de Pedro Iturrlade, y no me lo podía creer. Después me invitaron a participar en In Tune, uno de los programas más importantes de música clásica de la BBC, para tocar y hacer una entrevista, y llegué a compartir programa con Maxim Vengerov y Max Ricther. Aprendí muchísimo de esas experiencias.
Como muchos de nuestros jóvenes músicos has participado con enorme éxito en algunos prestigiosos concursos, como el Philip and Dorothy Green Young Artists (PDGYA) que organiza Making Music, donde en 2019 obtuviste el primer premio, o cuando en 2020 consigues ser parte de los artistas jóvenes del gremio de músicos más antiguo de Europa, The Musicians Company. ¿Qué particularidades tienen este tipo de certámenes?
Es curioso porque son concursos en los que participan todas las especialidades instrumentales, y también el canto. Entras a formar parte, durante un tiempo, de un roster de artistas de una pequeña agencia de representación. Ellos te ofrecen a festivales, iglesias, ciclos, pequeñas sociedades musicales, etc., y se te abren muchas puertas. Cuando paseo por el centro de Londres me doy cuenta de que he tocado prácticamente en todos los espacios (risas). Durante mi época de estudios hacía conciertos todas las semanas, incluso varias veces, porque quería adquirir experiencia.
En abril de 2022 obtuviste el Premio del Público en el Concurso Príncipe de Gales organizado por The Musician’s Company. ¿Crees que este reconocimiento por parte de la audiencia pudo adelantar lo que estás viviendo ahora?
Sí, creo que sí. Aunque haya obtenido muchos reconocimientos en concursos, en realidad siempre he sido muy mal concursante. Nunca he estado a gusto siguiendo las normas. También he sido muy mal alumno (risas). Me gustaba intervenir en los concursos como si estuviera dando un concierto, disfrutando, mirando al público, si era posible, explicando el repertorio, etc. Siempre toco para el público, independientemente de si estoy en un concurso o no. Y claro, eso, cuando te van a juzgar frente a cincuenta personas que no fallan ni una nota… Al final todo depende de qué se esté valorando en el concurso. Siempre tuve claro que yo no tocaba ni para las clases, ni para los concursos, y notaba que tenía mucha conexión con el público, así que lo he intentado explotar y trabajar al máximo. No se nos debe olvidar que estamos tocando para la gente.
Hablemos ahora sobre tu visión de la profesión del intérprete de música clásica en el siglo XXI. Estás convencido de que se debe romper con la tradición imperante y así generar nuevos públicos.
En la semana en la que se declaró el confinamiento me cancelaron veinticinco conciertos. Tras caérseme el mundo encima, decidí que tenía que inventarme otra cosa. Y en eso consiste la vida y cualquier profesión: adaptarte y renovarte. Empecé probando varias ideas, ya que siempre me ha gustado mucho grabarme, y me compré una cámara y un micrófono de buena calidad. Colgué diverso contenido en Instagram y YouTube para valorar qué funcionaba mejor y quedarme con ello: covers, repertorio clásico y clases de saxofón (siempre he sentido la enseñanza de forma muy cercana, mis padres son profesores) en español e inglés. Las clases en español funcionaron muy bien.
Entre todas las cancelaciones estaba la grabación de mi primer disco en Milán. Me planteeé que, si no iba a pasar según lo previsto, podía grabarme yo mismo en mi habitación de Londres. Estuve meses haciendo pruebas para grabar media hora, y así fue como surgió mi primer EP, ‘Solo Dialogue’, que ha sido uno de los grandes propulsores de mi carrera. Sonó en Classic FM, BBC, Scala Radio, RNE, etc. ¡Algo que he grabado en mi cuarto y es música clásica! Este tipo de experimentos son habituales en el pop y otras músicas, pero no en la clásica, ¡qué tontería!
¿Qué aportó a tu carrera todo ese trabajo en casa?
‘Solo Dialogue’ me permitió recuperar todo lo que habría pasado si no se hubiesen cancelado tantos conciertos. Con todo parado, yo estaba trabajando más que nunca, creando contenido. Muchísima gente me descubrió gracias a esta actividad, tanto el público como directores de festivales, gerentes de orquestas, etc. Fue cuestión de buscar un camino que no existía y, desde entonces, esa es mi filosofía. Creo que esto es lo que me hace diferente y llama la atención; también me cuesta mucho programar obras que puedan apartarme del público.
Tienes un espíritu muy emprendedor, algo que el músico clásico del siglo XXI debería tener grabado en su ADN.
Sí, en los conservatorio se habla muy poco de esto, pero es importante reinventarse y salirse del molde. Normalmente se nos ofrecen unas posibilidades muy limitadas, en función del instrumento hay más o menos, pero lo cierto es que existen cientos de oportunidades para hacer cosas: en internet, con proyectos didácticos, a nivel pedagógico, etc. Hay mil opciones que no se enseñan ni se hacen, pero que están a nuestro alcance. Por ejemplo, en lo relativo a mi faceta pedagógica online, me llama mucho la atención que yo sea de los pocos que lo hacen en habla hispana. La búsqueda de lo desconocido y la fusión de pasiones pueden dar muchas oportunidades a los jóvenes músicos.
Todos estos elementos diferenciales se reflejan también en el repertorio que eliges, como pudimos ver en tu primer álbum largo, ‘Folk-lore’, grabado junto al pianista Pepe Fernández.
Me gusta mucho ir a conciertos de otras músicas, tanto en formato festival como en bares, y me doy cuenta de que la gente conecta rápidamente con esa música y me pregunto por qué eso muchas veces no pasa con la música clásica. Pepe y yo queríamos hacer un álbum que la gente pudiera disfrutar y conectar con él, independientemente del compositor o el estilo. Hicimos una selección de obras con las que nos sentimos a gusto y que creemos que la gente puede degustar. A veces se etiqueta cierta música como ‘escuchable’ con una connotación peyorativa, pero yo no entiendo cómo puede ser malo que una música sea accesible.
En el mes de abril verá la luz tu nuevo disco, esta vez junto al pianista Bryan Evans, profesor del Royal College, y toda una figura como pianista acompañante de cantantes. ¿Qué podremos escuchar en este álbum? ¿Se sale también de lo habitual?
Hace poco Pepe Fernández y yo hicimos un proyecto de inspiración barroca que tenía como único objetivo acercar la música barroca a la gente. Lo mismo sucede con este álbum, ya que en él es posible encontrar piezas que conoce todo el mundo de Carmen, La traviata, La flauta mágica o Gershwin. La idea es que la gente, sin tener que ir a un teatro de ópera, pueda acercarse a esta música. No soy un gran erudito de la ópera, ni mucho menos, a veces incluso me siento distante del género, pero con este disco, tanto Bryan Evans —que es el director de la compañía de ópera Diva Opera, con la que ha viajado por todo el mundo (incluso tiene un premio por su labor cultural concedido por Isabel II)— pretendemos simplificar ese repertorio a través de un piano y un saxofón, con arreglos realizados por nosotros. Creemos que le puede gustar a muchísima gente y se puede escuchar en cualquier espacio.
En parte debido a tu instrumento, tienes gran relación con la música contemporánea. Podemos destacar que en marzo de 2022 estrenaste un concierto con orquesta que compuso para ti el director musical de la Guildford Symphony Orchestra, Darrell Davison. ¿Cuál es tu relación con la creación actual?
En Inglaterra son muy respetuosos con la tradición en muchos aspectos, y eso me gusta. La música de compositores como Vaughan Williams o Elgar mantenía sus raíces en el pasado, sin innovar demasiado, pero aportando un estilo propio con mucho oficio y mucho gusto. Me siento más cercano a la música contemporánea inglesa que sigue esa línea, quizá más que a otras músicas que se escriben para saxofón hoy en día. Creo que hay música nueva que se separa de la audiencia en muchos aspectos, especialmente al no sentirme conectado a ella como intérprete. Me gustaría tocar más obras de nueva creación, pero debido a mi propia sensación al tocar y a la distancia que siento entre la música, el público y yo, no programo demasiado ese tipo de repertorio.
Son pocas las oportunidades de trabajar como solista con orquesta para los saxofonistas. ¿Cómo vives esta situación?
La mayoría de las orquestas con las que he tocado me han dicho que era la primera vez que tocaban con un saxofón solista ,y algunas de ellas son las orquestas más antiguas de Inglaterra, ¡con hasta 150 años de historia!
El saxofón, al haberse inventado tarde y no formar parte de la plantilla orquestal habitual, siempre ha estado un poco marginado, y lo sigue estando, tanto en concursos como en festivales, etc. Muchas veces ha habido programadores que directamente me han dicho que no contemplaban el instrumento como una opción. Tener la oportunidad de tocar como solista con orquesta es la mejor forma de defender el saxofón como instrumento sinfónico y de música clásica. La gente se sigue sorprendiendo con su sonido.
Se está fraguando una relación estrecha entre tu música y Turquía, ya que recientemente has realizado un gira junto a dos orquestas turcas, la Sinfónica Estatal de Bursa y la Sinfónica Estatal de Adana. ¿De dónde viene esta conexión? ¿Vas a repetir próximamente?
Todo eso es posible gracias al increíble trabajo de mi agencia KAM Management. Nunca había tocado un músico español con estas orquestas ni, por supuesto, un saxofonista (risas). La tradición musical clásica turca tiene cincuenta o sesenta años. Es una situación muy bonita porque tanto el público como los intérpretes están descubriendo repertorio. Las orquestas tienen nivel porque están formadas por músicos que han estudiado fuera y que ahora regresan a su país. Cuando me presenté en el Teatro Presidencial de Ankara, era la primera vez que un saxofonista clásico tocaba en ese auditorio. Fue un privilegio increíble.
La relación con Turquía parte de la pandemia, ya que todo ese trabajo en redes sociales hizo que me descubrieran. Como están empezando, han apostado tanto por el instrumento como por mí y volveré a tocar allí con orquesta y en formato de cámara, tocando en los auditorios más importantes. Lo siguiente será conquistar Estambul, ya que es el centro cultural de Turquía, donde están las orquestas y auditorios más importantes.
¿Qué otros compromisos tendrás en 2023?
En esta primera mitad de año pasaré por siete países distintos: España, Turquía, Inglaterra, Escocia, Irlanda, Francia y las Islas del Canal (inglesas, pero independientes). Es un paso muy importante en mi carrera, ya que evidencia una fuerte proyección internacional que está empezando.
Entre todos los proyectos, me hace mucha ilusión uno que tengo en Turquía en mayo. Volveré al Teatro Presidencial de Ankara con Pepe Fernández (piano), Claudia Gallardo (violín) y Rosa García Varela (violonchelo) con un programa entero de música española adaptada por nosotros. No serán los grandes clásicos populares, sino música muy española pero un poco desconocida.
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