Por David Mata
El violín que tengo la suerte de tocar cada día fue construido en la ciudad italiana de Bolonia por G. F. Guidanti hacia 1750. Cuenta con un sonido de gran belleza, propio de los instrumentos italianos del siglo XVIII, que me permite en todo momento disfrutar de mi trabajo tanto en la Orquesta como en las diferentes formaciones camerísticas en las que participo habitualmente. Además, aporta su calidad a la del conjunto orquestal, factor muyimportante, ya que el sonido de una orquesta viene dado, entre otros parámetros, por la calidad de los instrumentos que se utilizan en ella. Me sorprende que pueda haber músicos que reserven sus mejores instrumentos para las actividades que desarrollan fuera de la orquesta; creo que es una falta de respeto a sí mismos el no dar a su trabajo lo mejor de que disponen.
Mi labor en la Orquesta como solista de violines segundos, puesto que desempeño junto a mi compañera María Saiz, consiste en organizar, atendiendo a las indicaciones de la partitura y de los directores que semanalmente trabajan con nosotros, colaborando con el concertino y los demás solistas de cuerda (viola, violonchelo y, en menor medida, contrabajo), dicha sección, aportando la mayor calidad técnica y musical posible a la interpretación final.
La colocación habitual de los violines segundos en la Orquesta Sinfónica RTVE es entre la sección de violines primeros y la de violas, si bien algunos directores prefieren enfrentar las secciones de violines, colocándolos a derecha e izquierda del director. Hay argumentos convincentes para elegir cualquiera de ambas opciones, aunque yo me decanto como instrumentista por la segunda en el caso de prácticamente toda la música compuesta antes de la Segunda Guerra Mundial. Creo que la mayoría de los compositores anteriores a esta fecha tenían esta disposición en mente a la hora de componer su música orquestal. De esta forma, se potencia el efecto estereofónico, las respuestas antifonales tan frecuentes en el Clasicismo, o la oposición dialéctica, el enfrentamiento entre iguales que, a mi juicio, es buscado de manera clara por los diferentes compositores (Brahms, Mahler, Bruckner, R. Strauss, Schoenberg, etc.). En cierta ocasión un colega de la Orquesta de la Radio de Baviera me comentó, apoyando mi preferencia hacia la disposición de secciones de violines enfrentadas, que las orquestas muniquesas tuvieron que abandonar dicha colocación estereofónica de la cuerda cuando comenzaron las retransmisiones radiofónicas, por los problemas que tenían en la captación del sonido los micrófonos que se usaban entonces, rudimentarios en comparación con los actuales.
En cualquier caso, y sea la que sea la disposición orquestal adoptada, la gran mayoría de las obras que interpretamos son tan buenas que no hay día en que no medite sobre la enorme suerte que supone el haber elegido la música como profesión, tanto por el disfrute, la emoción y el asombro que me produce la interpretación o la audición de tantas obras maestras, como por la posibilidad de, al pertenecer a la Orquesta Sinfónica RTVE, transmitirlo a un público muy amplio, no solo el que asiste a nuestros conciertos en el Teatro, sino también al que por diversas razones no puede desplazarse a la sala de conciertos y lo puede disfrutar desde su casa por radio, internet o televisión (lástima que esta última opción esté restringida a los madrugadores, dada la muy temprana hora de retransmisión de nuestras interpretaciones ).
Y todo ello gracias a que mis padres me matricularon en el Conservatorio de Madrid con 10 años. Fue una gran suerte que lo hicieran con Francisco Martín, muy buen profesor, que tenía la costumbre de organizar con mucha frecuencia conciertos de alumnos, cosa no muy habitual en aquellos tiempos, y que contaba con la colaboración de Adela González Campa (de enorme paciencia) como pianista acompañante. Si bien el momento en que tuve conciencia de que me iba a dedicar al violín fue cuando, con 13 años, en el verano de 1983, disfruté tanto casi cada día haciendo música con mi hermano Aldo (el cual ha venido a convertirse en un gran músico y cellista), que ya no vi otra opción para mi futuro que ser músico.
Al cabo de los años de estudio académico, fue una alegría y satisfacción encontrarme en la Orquesta Sinfónica RTVE a antiguos amigos y compañeros de estudios como Miguel Borrego (concertino), Ángel Ruiz (también alumno de Francisco Martín) o a José Herrador (discípulo, como yo, del gran maestro, gran músico y gran persona que fue José Luis García Asensio). Además de mis antiguos amigos, en la Orquesta hice otros nuevos, con los que aprendí tantas cosas que no se pueden enseñar en conservatorios, en los ámbitos violinístico, musical y personal. De obligada mención son Luis Jouve, Jesús Yepes, Juan Luis Jordá, M.ª Carmen Pulido y Pedro Rosas, por mencionar solo a los violinistas.
Hace 17 años tuve la desgracia de que me robaran el violín, experiencia traumática que me ayudaron a sobrellevar mis compañeros de la Orquesta Sinfónica RTVE, no escatimando esfuerzos para encontrarlo. Afortunadamente, y gracias a los consejos de D. Eduardo, violinista que se ganaba su pan tocando en la calle antes y después de los conciertos del Monumental, de la Zarzuela y del Auditorio Nacional, y con el que solía echar una parrafada siempre que tenía ocasión, recuperé el violín justo una semana después de haberme sido robado.
Si tuviera que elegir algún solo de violín dudaría entre el “Erbarmedich” de la Pasión según San Mateo, de Bach, y el de la Misa Solemnis, de Beethoven. En el caso de un concierto de violín, sería algo más complicado, ya que me costaría descartar a Brahms, Beethoven, Mendelssohn, Mozart, Bach o Bartók. Y si se me exigiera elegir una obra de cámara… ¡Ahí me resulta imposible no elegir las obras geniales por docenas!
En cuanto a los violinistas, tendría que decir que es raro el violinista del que no se pueda admirar algo, si bien mis favoritos serían Kreisler, por su sonido;Szigeti, por su idea de Bach en aquella época, por sus magníficas grabaciones del Concierto núm.2 y la Sonata para violín solo de Bartók y Tercera sonata de Enesco, entre los de generaciones pasadas; y de los violinistas actuales Kavakos y Zimmermann. Sin embargo, he de decir que el violinista que más me ha emocionado en concierto fue mi maestro José Luis García.
Abel dice
Precioso artículo. Felicidades ;)!!!