El ensemble Los Elementos nace en 2018 con la finalidad de interpretar y recuperar el patrimonio musical español, especialmente del siglo XVIII. Fundado por Alberto Miguélez Rouco, está compuesto por músicos vinculados, en su mayoría, a la Schola Cantorum Basiliensis de Suiza. Hablamos con Miguélez Rouco y con Claudio Rado, concertino del ensemble.
Por Alicia Población
Ambos habéis tenido una variada trayectoria profesional. ¿De dónde viene la decisión de fundar un ensemble?
Alberto: La primera vez que hicimos un concierto, el 1 de noviembre de 2017, fue la primera vez que tocamos juntos. Hicimos parte de la zarzuela Vendado es Amor, no es ciego, del compositor José de Nebra. Fue una locura que me dio a mí casi por despecho, porque no me habían dejado participar en la clase de maestro al cembalo de la escuela. Reuní a treinta y pico músicos, entre ellos a Claudio, con quien nunca había trabajado, y desde ahí empezamos a trabajar como grupo. En 2018 hicimos la zarzuela entera. Podríamos decir que el origen del ensemble fue una reacción a una prohibición.
Claudio: Él me preguntó si estaba libre para ese proyecto y, cuando lo hicimos, me gustó tanto la manera de trabajar y la forma en la que se trataba e investigaba la obra, que decidí continuar y darle más peso en mi vida y en mi actividad profesional. Lo que me llevó a tomar la decisión de involucrarme fue la manera de trabajar. Cuando colaboras con alguien y ves cómo trabaja la partitura, qué gestos musicales tiene, y que conecta de una manera tan natural con tu propia forma, apuestas por ello.
¿Cómo escogéis a los músicos que os acompañan?
Alberto: Normalmente yo me encargo de buscar a los cantantes, personas con las que ya he trabajado y conocen mi manera de ser y trabajar. Claudio se ocupa de buscar a los instrumentistas, que suelen ser gente con la que ya ha tocado y con quienes hay cierta proximidad.
Claudio: He tocado con bastantes grupos, tanto en Basilea como en Italia, y cuando alguien toca, reconozco si el estilo puede encajar con el proyecto en el sentido de sensibilidad musical y de sonido. También hay que distinguir la sensibilidad de la persona en cuanto a generosidad e implicación que pueda tener a futuros porque empezar con una orquesta que, prácticamente acaba de nacer, necesita de mucha generosidad.
Os conocisteis en Basilea. ¿Qué tiene Basilea que no se encuentra en España o en Italia? ¿Por qué decidís estudiar fuera de los países que os vieron nacer?
Alberto: En A Coruña, si quieres dedicarte al repertorio barroco y a la música antigua no tienes ningún tipo de futuro. En 2011 hice una masterclass con Carlos Mena y me dijo: ‘vete a Basilea’. Entré y aquí llevo doce años.
Claudio: Yo soy de Treviso, una ciudad al noreste de Italia, y allí sí hay un movimiento de música antigua bastante fuerte. También por esta razón sabía que en Basilea estaba la profesora de violín con quien mi profesor de Italia había estudiado, y sabía que había buen nivel. Por otro lado, en 2016, estuve con la Orquesta Barroca de la Unión Europea, y ahí conocí a unos amigos que vivían en Basilea y me lo recomendaron muchísimo, sobre todo por el ambiente que se respiraba. La escuela es pequeña, pero la gente es muy peculiar, cada quien tiene su talento y su obsesión por la investigación, cada persona te puede aportar algo. Además, aquí hay muchísimo trabajo y una cosa que me encanta es que el público te pide piezas nuevas. En Italia suelen programarse piezas conocidas, normalmente italianas. Aquí, si la audiencia ve novedades en el programa, va con más ganas al concierto.
El ensemble nace en 2018 con la finalidad de hacer la primera interpretación moderna y grabación con instrumentos históricos de la obra Vendado es Amor, no es ciego de José de Nebra. Realizáis la grabación de la zarzuela Donde hay violencia, no hay culpa, que sale en octubre de 2022, siendo la primera grabación mundial de la misma. En febrero de 2023 recuperáis el Miserere a 8 también de José de Nebra. ¿Qué pasa con Nebra? ¿Por qué Nebra?
Alberto: Yo tenía una sola pista: un álbum que grabó María Bayo con Banzo hace más de veinte años, con arias de Nebra. Había un aria en particular que me encantó. La quise cantar y me compré un tocho de cuatrocientas páginas imposible de leer, pero la estudié y la canté. Después, cuando en 2017 no me dejaron tocar, me dije: ‘bueno, si el aria es tan buena, seguro que su música merece la pena’. Cuando hicimos el concierto tuvimos que poner plataformas en el escenario porque no cabíamos. En la escuela no se había hecho nunca nada parecido. Desde el primer ensayo me quedé alucinado con su música, y me pareció muy injusto que no se interpretase más y, sobre todo, en buenas condiciones. Sí, se había interpretado en algún conservatorio, con estudiantes de Grado Medio, pero me pareció que hacerlo con cantantes de nivel y músicos profesionales, y darle difusión internacional, era lo que merecía este compositor. Se conoce solo la punta del iceberg de su música y es una pena. Por cierto, creo que una de las razones por las que no se ha difundido más la música española es porque no se les ha permitido equivocarse a los cantantes extranjeros a la hora de cantar con una pronunciación no perfecta. Por miedo a que no sean nativos, no se les llama, y esto perjudica la internacionalización de la música española.
Tampoco se dan facilidades a las personas que quieren investigarla.
Alberto: Yo he ido teniendo más o menos suerte porque soy muy pesado. He llegado a esperar un año y medio a que me dieran una partitura escaneada de un manuscrito, después de llamar cada semana. Tenía que llamar en número oculto. En Sudamérica y Centroamérica he tenido más suerte, siempre han sido muy amables. En España, con algunas iglesias, ha sido complicado. Me cogía el teléfono el archivero y me preguntaba que para qué quería eso. Son actitudes inexplicables.
Claudio: En Italia a veces hay problemas, pero creo que tenemos la costumbre de valorar más nuestra música porque ya ha pasado varias veces, con Vivaldi o Albinoni, que se han redescubierto en el siglo pasado, y han resultado ser obras maestras. Cada vez que se encuentra algo nuevo la gente sabe que puede ser un joya, e intenta valorarlo. En España parece que a la gente le cuesta más.
Alberto: En Francia hay un movimiento de recuperación de música francesa interpretada exclusivamente por gente de Francia. Hay muchísimos grupos que rescatan obras que, sinceramente, y con todos mis respetos, no valen la pena, pero las hacen, y hacen obras completas de compositores que no están ni en la enciclopedia para luego vendértelas como obras maestras. A lo mejor lo son o a lo mejor no, pero dedican esfuerzo y, sobre todo, subvenciones a esta recuperación. En España parece que tengamos que suplicar para poder hacer las cosas. Y de hecho tenemos que hacerlas muchas veces en formato reducido. No se hacen obras grandes, se pudren en los archivos por falta de medios. Es una pena.
Ahora parece que se hace música sin músicos. Hay mucha pregrabación en los espectáculos. ¿Pasa algo similar en la música clásica?
Claudio: Se trata de sacar más dinero, así que contratan a menos músicos y suben las entradas o las dejan al mismo precio. Además, no hay dinero destinado a la cultura. Creo que hay una falta de interés o de sensibilidad por parte de los gobiernos. En Suiza, por ejemplo, un porcentaje del dinero recaudado en los casinos y en la lotería se destina a la cultura y financiar proyectos musicales.
¿Cómo organizáis el trabajo con el ensemble? ¿Cómo se decide cuál va a ser el siguiente proyecto?
Alberto: Muchas veces trabajamos sobre una obra que estoy transcribiendo. Es imposible contar con la opinión de cada músico al que llamamos porque nos volveríamos locos. Aquí no funciona la democracia. Si fuera democracia tendríamos que decidir todos, y en un ensayo, para decidir cómo hacer la introducción de un aria, estaríamos diez horas y no nos pondríamos de acuerdo. Lo que sí hay es diálogo, evidentemente.
Claudio: Como decíamos antes, tocamos con gente con una sensibilidad parecida a la nuestra, así que no suele haber mucha lucha. Claramente los problemas se ven a la hora de organizar los ensayos de una manera lo más eficaz posible. Ahí sí hablamos con ellos. Con los gestos de Alberto a la hora de dirigir pasa igual. Él lo puede tener muy claro, pero no entenderse, todo eso se habla.
Alberto: Trato de explicar la música siempre. No decir: esta frase es así y ya está. También es cierto que muchas veces a los músicos no les interesa, prefieren que les digas qué articulación quieres y listo. Sin embargo, yo trato de explicarlo siempre porque creo que no se toca igual cuando sabes por qué lo estás haciendo de esa manera.
Claudio: Una de las magias de Nebra es que en su música puedes encontrar gestos y movimientos relacionados con palabras y significados, así que mientras tocas las notas puedes saber qué está queriendo decir con la frase musical. Es especialmente insistente en expresar el texto en la textura orquestal. El acompañamiento refuerza el significado del texto. La orquesta es un personaje más, tiene una parte muy activa.
¿Cómo lleváis el tema de la crítica? ¿Creéis que es necesaria la figura del crítico?
Claudio: Personalmente leo las críticas desde la perspectiva de la opinión subjetiva de alguien, no como un juicio objetivo que dicte una verdad universal. A veces son personas con mucho conocimiento y experiencia, y a veces no.
Alberto: Ahora cualquiera puede escribir. Noto muchísima diferencia entre la crítica que se le hace a los instrumentistas, directores u orquestas, y la que se hace de los cantantes. Hay un ensañamiento hacia los cantantes que es inexplicable. La crueldad con la que a veces se les trata no tiene sentido. La voz es un instrumento muy personal, e igual puedes leer una crítica que destroza al cantante y otra sobre la misma persona que dice todo lo contrario. Pero tengo que decir que a veces da la sensación de que los críticos se desahogan en las críticas contra los cantantes, y la verdad, por lo general, cada cantante va a saber mejor que nadie qué ha hecho bien o mal.
¿Creéis que es importante atraer nuevo público al género de la música clásica?
Alberto: Hay que saber cuál es tu público. Hay muchos cantantes o actores, personalidades del mundo del arte, a quienes se les contrata por el número de seguidores en redes sociales. Pero también es cierto que probablemente los seguidores de esa gente no van a venir a vernos a nosotros. A veces, tanta innovación, tanta modernización, no sé si nos está alejando del contenido original con tal de atraer público. Al público no le va a gustar más La bohème porque se ambiente en la jungla. La música va a ser la misma. A lo mejor con una escenificación más sencilla, el mensaje les llega de forma más directa, lo disfrutan más que de la otra manera. No por poner purpurina vamos a atraer más público.
En Francia llevan la ópera a los colegios. No estoy hablando de los conciertos didácticos que se hacen en España. Estoy convencido de que eso no sirve para casi nada porque no son conciertos reales. En Francia los niños van a la ópera real, con una orquesta real que toca para un público adulto. Eso es lo que les tenemos que introducir. En una gira de ópera que hicimos por Francia, había dos o tres funciones a las que iban niños. Los subían al gallinero y se lo pasaban increíble. Aplaudían como locos y hacían la ola en los saludos. Quizá un diez por ciento de esos niños que fueron, y que se lo pasaron tan bien, en el futuro vaya a la ópera. Hubo charlas y conferencias previas. Se les explica, claro que sí, pero no es un espectáculo pensado para niños como si fueran los payasos de la tele. Si lo haces así, cuando lo vean en la realidad, lo van a rechazar, porque les has educado para entender que es otra cosa.
Vuestro próximo proyecto es la grabación de la ópera Venus y Adonis. ¿Cómo lo estáis enfocando y con quiénes vais a contar?
Alberto: Es una obra de la que se conservan el violín, las voces y el bajo, que es el esqueleto, así que no está nada mal. A partir de fragmentos de Venus y Adonis que he encontrado en misas, he podido reconstruir la ópera. Investigando, he ido componiendo las partes del viento, que era lo más complicado. Hice el trabajo durante la pandemia y ahora por fin parece que vamos a llevarla a escena. Estamos en pleno proceso de financiación a través de una campaña de crowdfunding. Venus y Adonis se estrenará el día 8 de noviembre en Basilea y tenemos un elenco muy bueno, con cantantes de varios países. Soraya Mafi, una soprano inglesa estupenda, será Venus; Natalie Pérez va a hacer el rol de Adonis; Paola Valentina Molinari encarnará a Marte; Judit Subirana hará el rol de Clarín; y la contralto italiana Margherita María Sala hará de Cibeles.
El violinista y director de orquesta Dmitri Sitkovetsky comentó en una entrevista que es más importante una vida feliz que una obra de arte. ¿Cuál es el sentido humano del arte para vosotros?
Claudio: El sentido del arte es hacer que el ser humano se conozca mejor y se reconozca en los otros. Es decir, reconocer en los otros lo que tenemos en común y lo que no, y aceptarlo. Hacer música nos obliga a escuchar lo que está fuera de nosotros. Es una enseñanza fundamental.
Alberto: Siento el arte como medio para ofrecer algo que tengo en mí para los demás.
Claudio: Es otra forma de comunicación. Es impresionante lo fácil que es comunicarte a través de la música con alguien que no habla tu idioma, por ejemplo.
Alberto: La orquesta es una gran red de todas las comunicaciones posibles.
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