El pasado año 2011 nos dejó este auténtico maestro en lo que al noble arte de musicar imágenes se refiere. Sus aportaciones, remarcables cuanto menos, memorables en muchos casos, han creado escuela por saber acompañar, trazar como pocas, un camino común en el cual música e imagen avanzan juntas, se enriquecen y complementan. Pocos –o tal vez debamos puntualizar: no de mejor manera- ejemplos de este binomio resultan tan reveladores como los magníficos créditos de Memorias de África, donde el lirismo inicial del largometraje se ve reforzado por el introspectivo preámbulo de una Meryl Streep en pleno esplendor.
Pero es a principios de los años 60 cuando John Barry compuso el ‘tema Bond’, apuntando precisamente esta gran capacidad descriptiva así como un sólido conocimiento estético de la tradición a la cual se adscribe en cada momento. Encontramos en su música desde instrumentaciones que beben de la fusión del jazz y el rock, con secciones de metal y cuerda que se amplían o reducen según sus necesidades, hasta las grandes orquestaciones de carácter sinfónico de los films que musicó en los años 80 y 90, sin olvidar la evocación de la América rural que Barry describe con un steel guitar memorable en Cowboy de medianoche. Igualmente interesante resulta el uso que realiza de sintetizadores como el Moog en trabajos para la televisión como The Persuaders.
Repasemos brevemente algunos de sus trabajos a través de los siguientes apuntes.
Apunte biográfico
Barry nació en York (UK) y vivió en Inglaterra hasta los 70’s. Previo paso por España (en nuestro país pasó una temporada, parece ser que por cuestiones relacionadas con el fisco), se trasladó a los Estados Unidos. Es 1959 escribió su primera BSO para el largometraje Beat Girl (con Cristopher Lee en el reparto) y hasta mediados de los 70 compaginó producciones inglesas y americanas.
Pero JB no se uniría al nombre de otro JB, el del elegante e infalible agente británico, hasta el año 1962: fue entonces cuando Barry compuso el tema principal de Dr. No. Su encargo, visto el éxito de la saga y la popularidad de su BSO, iniciada con destreza desde los créditos, fue todo un acierto pero en realidad Barry no figuraba como favorito en las quinielas para musicar la que aún hoy es una de las sagas cinematográficas de mayor filón. En realidad, los productores de la película contrataron a Monty Norman, pero no contentos con su propuesta buscaron en John Barry un mejor resultado. Parece ser que, de manera posterior, Norman y Barry mantuvieron cierto litigio a raíz de la autoría del tema que nuestro imaginario popular asocia al personaje de Bond.
Polémicas al margen, en 1964 John Barry rubricó con su música el film Goldfinger desbancando a los mismísimos Beatles en las listas de ventas. Tan solo dos años más tarde, en 1966, Barry recibiría su primer Oscar –premiando por un lado la Banda Sonora pero también la canción de la película Nacida libre. Esta primera etapa, ciertamente laureada, se cerraría en 1968, año en el cual Barry vio premiado con un nuevo galardón de la Academia su trabajo en El león de Invierno.
Es en 1985 cuando John Barry, de la mano de Sidney Pollack y gracias a la banda sonora de la oscarizada adaptación del libro autobiográfico de la escritora danesa Isak Dinesen, Memorias de África, asume el estatus de auténtico referente. El porqué lo encontraríamos en su habilidad por impregnar de máximo lirismo los descriptivos acordes de un film a caballo entre el romanticismo cool y las aventuras teñidas por un colonialismo ya decadente. Recibiría por esta película un nuevo Oscar, retirándose temporalmente en 1988 por neumonía. El actor y director Kevin Costner olfateó el buen hacer de Barry en lo que a musicar la épica cinematográfica se refiere y en 1990 este tándem se traduciría en la obtención de una nueva estatuilla por Bailando con lobos.
Los últimos trabajos de Barry los situamos a principios de la pasada década: en concreto, la BSO de la película Enigma de 2001, un año para Barry con sabor agridulce. Es en 2001 cuando escribió la partitura para el film Los increíbles, pero su música no convenció a los productores de la película y finalmente no se usó. Le sustituyó Michael Giacchino, a manera de justicia divina por lo acontecido muchos años atrás con Monty Norman. Situamos en aquel entonces el inicio de su retirada. Pero su trabajo, al igual que el de otros de sus compañeros de generación (entre los cuales debemos contar a Henry Mancini, Maurice Jarre, el octogenario Ennio Morricone o el reputado y energético Lalo Schifrin), seguirá indisociablemente ligado a un pedazo importante de la historia del cine.
Inicios
Capítulo aparte merecen los inicios musicales del compositor. Barry comienza su carrera musical en la banda del ejército como trompetista, aunque también tocaba el piano. Aseguran que estudió (¡por correspondencia!) un curso con Bill Russo (alumno del reconocido pianista de jazz Lennie Tristano y compositor habitual de la Big Band de Stan Kenton). Tal vez debamos encontrar aquí el punto de partida del uso tan particular que Barry realiza de la metalería: brillante, sin duda, pero contrastada con los unísonos de la cuerda. Por aquél entonces, Barry realizó diversos arreglos para diferentes grupos ingleses –nos situamos a finales de los años 50 e inicios de los 60-; algunos de ellos, en colaboración con el arreglista Adam Faith.
De Barry cabe destacar su destreza y olfato. Su talento. Es en la instrumentación dónde mejor fluye. Igualmente su influencia jazzística que, ya en los Estados Unidos, vino de la mano grandes nombres como los de Gil Evans, Miles Davis y Bill Evans. De ahí propuestas como las que realizó con su grupo The John Barry Seven.
Por Rut Martínez