El violonchelista Lorenzo Meseguer y el pianista Mario Mora acaban de grabar su primer disco juntos, ‘Shadows’, después de muchos años de conciertos y experiencias a dúo. En él encontramos obras que han quedado escondidas en la historia de la música, pero cuya calidad artística es incuestionable, y más cuando se escucha en las manos de dos intérpretes tan talentosos como ellos.
Por Susana Castro
¿De dónde parte la idea de grabar un álbum dedicado a compositores que estuvieron a la sombra de otros?
Lorenzo: La idea principal de ‘Shadows’ ha sido la de aunar a una serie de compositores que han permanecido históricamente en un segundo plano de nuestra conciencia musical colectiva. No por su calidad como creadores, como demuestra este trabajo, sino desgraciadamente por cuestiones de otra índole; estigma familiar-social en el caso de compositoras como Fanny Mendelssohn y Clara Schumann, o directamente por caer en una cierta irrelevancia como Gustav Jenner, quizá para algunos por la utilización de un lenguaje demasiado clásico en un periodo de gran transformación como es el comienzo del siglo XX. Tampoco podemos dejar de incluir a Felix Mendelssohn en esta lista, aunque es cierto que es el compositor más reconocido de los cuatro, también sufrió en vida y en décadas posteriores el estigma por su origen judío.
Todas las obras de este programa las hemos trabajado en los últimos años a raíz de nuestra presencia en diferentes festivales y ciclos de conciertos, por lo que más bien hemos querido recopilar y confrontar en un disco algunas de las piezas que nos han parecido más atractivas y que tienen, pese a su idiosincrasia, varios puntos en común: el especial trato de los compositores por esta agrupación donde la idea de la expresividad vocal es una constante en su forma de entender el lenguaje instrumental, la singularidad y belleza musical de cada una de las piezas y el anhelo de sacar a la luz trabajos que deberían interpretarse y programarse todos los días en alguna sala de conciertos.
Lo más importante para vosotros al construir este programa era dar visibilidad a una música que tiene enorme calidad, ¿qué elementos destacaríais de cada una de las cuatro obras aquí recogidas?
Mario: Son cuatro piezas con mucha relación en cuanto al entorno temporal y geográfico, pero sin embargo, cuatro maneras muy distintas de acercarse a la escritura para violonchelo y piano. Por un lado, Fanny Mendelssohn propone una estructura de pequeñas piezas ordenada a modo de fantasía, sin desarrollos pero con gran inspiración melódica. Su hermano Felix despliega en su Sonata en Re mayor ese virtuosismo a lo largo de los dos instrumentos que enriquece la textura de una manera única, sin perder la frescura y la espontaneidad típica de su música. Clara Schumann propone un Romanticismo más elaborado en su polifonía y acompañamientos y algo más complejo en su armonía, y Gustav Jenner sigue ese estilo pero agarrándose a la ventaja del tiempo: ser la obra más tardía también se siente en alguno de los atrevimientos en los que la música mira al siglo XX, pero sin perder la esencia del Romanticismo que llena todo el programa.
Estoy segura de que para la preparación del álbum os habéis empapado de toda la producción musical de cada uno de los compositores, ¿qué rasgos distintivos de su catálogo encontráis en estas obras?
Lorenzo: Cada autor y autora tiene, por supuesto, una identidad marcada en la evolución del lenguaje por ese transcurso de casi 70 años que separan la obra de Fanny Mendelssohn y Gustav Jenner. Incluso dentro del binomio Fanny-Felix encontramos estos rasgos diferenciadores.
Fanny Mendelssohn tiene en su haber una obra ingente muy centrada en el género vocal del Lied y la música de cámara, aunque también encontramos obra sinfónica. Habiendo interpretado varias de sus obras y analizado otras tantas su seña es muy genuina y particular si la comparamos con su hermano. Hay un anhelo en su música y en su escritura por superar las limitaciones instrumentales siempre con un fin mayor, el musical. Esto es algo que se reconoce en su otra obra original para violonchelo y piano Capriccio, en su Trío con piano opus 11 o el Cuarteto de cuerda en Mi bemol mayor, en estos casos encontramos una gran mundo imaginario y una música sin complejos. Sin duda fue una compositora con una creatividad apasionante y gran audacia que desgraciadamente no pudo contar con el apoyo familiar y social con el que sí contó su hermano menor.
En el caso de la Sonata opus 58 de su hermano Félix, encontramos unos rasgos muy particulares que son extrapolables a toda su obra. El virtuosismo de muchos pasajes tanto para el piano como para el violonchelo nos recuerdan a los scherzi de sus tríos, cuartetos o sinfonías donde las cuerdas y las maderas encuentras siempre esos pasajes de virtuosismo positivo donde todo es frescura y luz. Multitud de pasajes de la sonata podríamos ligarlos a obras como El sueño de una noche de verano o la Sinfonía Escocesa. Aunque, sin duda, es la conjunción entre la música litúrgica y profana la que marca más su universo creativo y lo encontramos de nuevo en esta sonata con la inclusión del Adagio, donde nos invita a la reflexión con la introducción de un gran coral en el piano y una parte de recitativo cuando se suma el violonchelo. Sin duda uno de los movimientos más especiales y que nos transportan a otras obras como el oratorio Elías.
En los casos de Clara Schumann y Gustav Jenner podríamos decir que los lazos se van aproximando más a los de su entorno más próximo, Robert Schumann y Johannes Brahms. Apreciamos signos de identidad en estas obras que pudieron ser recíprocos entre cada uno de ellos analizando en profundidad su obra. No olvidemos el tándem musical tan especial que hacían Clara y Robert, donde encontramos correspondencia en la cual ambos se ven como un solo ser musical y creativo, uno complementa al otro. En las romanzas se despierta esa predilección por verbalizar, declamar y cantar con sonidos del piano y de la cuerda, en ese intento de equiparar y a veces superar a la voz humana.
Gustav Jenner, en cambio, destaca por profundizar en un lenguaje pasado en tiempos de ruptura estética, sin embargo, encontramos obras de su catálogo como la Sonata para clarinete o su grandísimo Cuarteto con piano en Fa mayor, donde por momentos podemos ver el reflejo de su maestro de una forma magistral.
Mario, desde el punto de vista del piano, ¿cuál de las obras ha supuesto para ti mayor complejidad tanto a nivel de estudio como a nivel de discurso?
Quizá, la Sonata de Felix Mendelssohn es la más compleja en todos los sentidos. Está llena de pasajes virtuosísticos del nivel de sus obras más difíciles, y además de eso, hay un juego continuo de diálogo entre los dos instrumentos. Es una obra que no deja ni un segundo de respiro, ni si quiera en la lentitud del tercer movimiento, que está lleno de acordes muy amplios arpegiados, y de un particular recitativo del violonchelo que necesita toda la atención del pianista para encajar todas las ideas musicales. Pero tampoco diría que el resto de piezas tienen ninguna sencillez; es en general, un programa muy exigente.
Lorenzo, en tu caso, ¿cuál ha sido la pieza que te ha conllevado mayor exigencia de estudio?
Diría que el mayor trabajo que hemos tenido que realizar, aparte del no siempre fácil en cualquier tipo agrupación y dúo, ha sido el de encontrar un concepto de sonido particular en cada una de las obras. Especialmente en la Sonata de Felix Mendelssohn donde la escritura no está pensada para un piano con la mecánica actual ni un violonchelo moderno, sino para un fortepiano. Por lo tanto, hemos tenido que recalcular muy bien conceptos de articulación y de liberación del sonido, algo no muy sencillo cuando te enfrentas a pasajes veloces de gran dificultad técnica.
Por otro lado, los universos sonoros de Clara Schumann y Gustav Jenner exigen una especial delicadeza por parte del violonchelo, sobre todo en cuestiones de legato de mano izquierda y en la búsqueda de un lirismo permanente, donde a veces es fácil caer en la interrupción debido a la gran cantidad de saltos en el registro.
Tocáis juntos desde hace mucho tiempo, ¿qué os aportáis el uno al otro musicalmente hablando?
Mario: En mi caso, disfruto mucho de las propuestas musicales de Lorenzo. Tratamos de buscar nuestra interpretación, y siento que siempre tiene ideas distintas, reflexionadas e interesantes. Lo pasamos muy bien trabajando esas ideas, probando alternativas, y buscando esos momentos especiales en cada una de las piezas. Además de ello, Lorenzo es un músico muy limpio y que trabaja a un nivel de exigencia muy alto, y en ello nos retroalimentamos mutuamente para buscar el máximo nivel.
Lorenzo: Pienso que es muy interesante ver la parte del trabajo en los ensayos, no es muy habitual encontrar a una persona con una flexibilidad y capacidad de escucha tan sensible como Mario. Esto hace, a mi manera de ver, que podamos proponer y recibir ideas de una forma muy libre. A veces no hace falta ni siquiera hablar; un gesto, una mirada o una respiración es suficiente para comunicarnos y esto es una virtud muy difícil de encontrar, y diría que excepcional cuando trabajo con Mario.
El disco ha sido grabado con el sello Eudora y habéis trabajado muy estrechamente con su productor, Gonzalo Noqué, ¿cómo se desarrollaron las sesiones de grabación? ¿En qué sala se ha realizado la toma de sonido¿ ¿A qué se debió la elección?
Lorenzo: Con Gonzalo nos une una gran amistad y una relación de muchos años ya que hemos participado en varios proyectos juntos con anterioridad. Gonzalo es ante todo un músico, y eso se percibe en el trato y en la búsqueda tan específica que tiene del sonido de los instrumentos. Invierte mucho tiempo en la preparación previa, en el montaje y el estudio acústico de la sala por lo que para los músicos es muy cómodo encontrar pronto el sonido adecuado y reconocerlo como propio, como tu voz. Esta es una cuestión que parece muy obvia pero que requiere de mucho conocimiento y sobre todo de una escucha milimétrica.
Por otro lado, la grabación tuvo lugar en un emplazamiento muy especial para mí, ya que tuvimos la grandísima fortuna de contar con la sala de cámara del Centro Cultural Miguel Delibes de Valladolid (CCMD). Una sala que es utilizada habitualmente por conjuntos como Il Giardino Armonico para ensayar y para realizar sesiones de grabación. La Fundación Siglo y el Conservatorio Profesional de Música de Valladolid fueron muy amables al colaborar con nosotros en este proyecto y estamos muy agradecidos por ello.
¿Tendremos oportunidad de escuchar este programa en directo en los próximos meses?
Mario: ¡Eso esperamos! Hemos podido visitar en la presentación del disco muchas ciudades: Madrid, Burgos, Murcia, Albacete y Salamanca, y nos encantaría poder seguir estos meses llevando esta música a muchos otros lugares. Sobre todo, porque ‘Shadows’ incluye un repertorio tremendamente atractivo de escuchar, de gran calidad musical y poco programado, por lo que estamos seguros que será un descubrimiento para muchos interesados.
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