Por Kike Labián y Alber Rico, cofundadores de la compañía Kubbo
Si preguntas a cualquier músico si cree que se deberían aumentar las horas de la asignatura de Música en Primaria en la LOMLOE, es probable que la respuesta sea una rotunda afirmación. Sin embargo, si le preguntamos a un especialista en políticas educativas, probablemente nos explique que la carga curricular de España (1.054 horas/año) está muy por encima de las medias de la UE (893) y la OCDE (758), sin que esto conlleve un mejor rendimiento académico, por lo que no podemos afirmar que la solución pase por aumentar horas, sea cual sea la asignatura.
Además, nos explicaría que otros países sí han demostrado que es mejor reducir jornada escolar y aumentar oferta pública de educación no formal. Es más inclusivo, mejora la conciliación y permite que las clases de artes se impartan en lugares especializados. Es decir, a la hora de elegir dónde invertir recursos, quizá sea mejor invertir en escuelas de música que en horas de Música en educación general.
Esta diferencia de perspectivas es un ejemplo de que cada nueva ley educativa supone una excelente oportunidad para mostrar nuestros propios sesgos. Como todos hemos vivido el proceso educativo, todos sentimos legítimas nuestra opiniones, sin importar siquiera si nos hemos leído esa ley. Sin embargo, ¿acaso no demandaría un bailarín la creación de la asignatura de Danza? ¿Acaso un economista no nos recordaría las recomendaciones de la OCDE de fomentar esta disciplina para mejorar la empleabilidad? Lo que toda la vida ha sido ‘barrer para casa’, vaya.
Más allá de crispaciones mediáticas simplistas como las que supone cada cambio legislativo, las decisiones técnicas detrás de una ley como esta se basan en informes, estudios y especialistas de distintas disciplinas. Eso no evita que haya factores humanos impidiendo que la calidad de las decisiones sea ideal, pero si algo hemos aprendido en estos años trabajando en innovación educativa que nos han permitido coincidir con algunos de estos especialistas y técnicos del Ministerio, es que simplemente no tienen demasiada idea de qué ocurre en los conservatorios. No es indiferencia, sino desconocimiento. A menudo, nadie les ha explicado cómo funciona una escuela de música o un conservatorio.
Por ello, para los artistas esta nueva ley supone una oportunidad, ya que uno de los objetivos que se plantea a corto plazo es la remodelación de las enseñanzas artísticas, lo cual significa que vuelven a prestarnos atención. Desde la gran reforma que supuso la LOGSE, la remodelación de la LOE (que creó, entre otras cosas, el Consejo Superior de Enseñanzas Artísticas) y las pequeñas modificaciones más recientes, parece que nos toca salir a jugar, y no podemos esperar sentados. Esta vez nos han avisado con tiempo suficiente como para que, desde nuestra responsabilidad como colectivo, hagamos un ejercicio de incidencia política de calidad. Porque, por mucho revuelo que haya ahora, los cambios realmente vendrán con los decretos posteriores (estatales y autonómicos) donde se modifiquen los currículos de las enseñanzas generales y artísticas.
Nos toca leer los informes de Mariano Fernández Enguita sobre inclusión, los de Elena Martín sobre calidad educativa o los de Lucas Gortazar sobre gasto educativo. Nos toca ver qué políticas funcionan en otros países, estudiar la complejidad que supone legislar todo un sistema y, de manera didáctica, convencer a los agentes implicados en la toma de decisiones de que atiendan a los conservatorios con la misma profundidad que dedican a primaria o secundaria.
Porque en realidad, por mucho que en nuestros títulos ponga ‘Interpretación’, todos los músicos en algún momento nos convertimos en docentes (algunos estudios hablan del 90 % de egresados dedicándose a la docencia) y, como tal, recae en nosotros la responsabilidad de entender y participar en la transformación de los marcos políticos que nos rodean. Y quizás hay que empezar por algo tan cercano como la política de nuestro aula, de nuestro centro docente o de nuestro municipio.
Pepito dice
La realidad es que el único acceso a la música de la mayoría de los niños es a través de la educación formal en la escuela. Esta nueva ley es un engendro sin pies ni cabeza y la música es de las peores paradas. Con todos los respetos déjese de monsergas