Dentro de la extensa nómina de compositores olvidados, Lluïsa Casagemas posee una singularidad especial. Considerada por los estudiosos que rehabilitan su figura y obra como una superdotada para la música, Casagemas compuso en su adolescencia dos óperas en idioma y estilo italianos, una de las cuales, Schiava e Regina, llegó a ser programada para representarse en el Gran Teatre del Liceu.
Por Alejandro Santini Dupeyrón
Cuando el terror lo cambió todo
Martes, 7 de noviembre de 1893. En el Gran Teatre del Liceu barcelonés se inaugura la temporada de invierno con la representación de Guillaume Tell de Rossini, que, cantada en italiano, se anunciaba como Guglielmo Tell. A pesar de la fuerte lluvia que lleva cayendo durante todo el día, la aristocracia y la burguesía catalanas no renuncian a asistir al evento y ocupan por completo el patio de butacas; igualmente llenos están los palcos y cada localidad que asciende hasta el paraíso en la quinta planta. Cantan los divos franceses Paul Lhérie y Maria Roelants como Tell y Mathilde, respectivamente. El maestro Leopoldo Mugnone dirige la Orquestra Simfònica del Liceu. En el Acto Segundo, Escena IV, durante el recitativo de Tell, Arnold y Walter (recitativo que precede al trío donde cantarían ‘O libertade o morte‘, ‘¡O libertad o muerte!’), el anarquista Santiago Salvador arroja al patio de butacas dos artefactos explosivos de contacto tipo Orsini. El primero detona entre las filas 13 y 14, ocasionando 20 muertos y otros tantos heridos. El segundo, amortigua el impacto al caer en la falda de una dama fallecida y es localizado con posterioridad debajo de una butaca de la fila 17.
La temporada de inverno quedaba en suspenso. Se retiran de cartel Faust de Gounod, anunciado para enero, y La fille de Madame Angot, opereta de Lecocq, anunciada para finales de marzo. Se cancela también Schiava e Regina (Esclava y reina) ópera en tres actos de una joven que acaba de cumplir 20 años, Maria Lluïsa Casagemas i Coll. La suya habría sido la primera ópera de una compositora española en representarse. Cuando el Liceu reabra sus puertas el 18 de enero de 1894 (el paraíso clausurado) y el público, receloso aún, vuelva tímidamente a la sala, se escuchará música sinfónica: las sinfonías Quinta y Séptima de Beethoven, escenas de Das Rheingold, Die Walküre, Götterdämmerung y Tristan und Isolde de Wagner, también música escénica francesa, de Bizet, y música ligera de operetas. A los conciertos sigue una producción del ballet Coppélia de Léo Delibes. Se planteará entonces programar de nuevo Schiava e Regina, pero la administración del Liceu, ávida por resarcirse del quebranto ocasionado por el atentado, apuesta por continuar atrayendo al público con programaciones populares.
Schiava e Regina cae rápido en el olvido. La partitura se considera perdida. Gracias a la soprano Maria Teresa Garrigosa, experta en las compositoras catalanas de los siglos XIX y XX, el manuscrito de la versión para piano es recuperado en 2017. Había sido encontrado 25 años antes, junto con una copia del libreto de Josep Barret, por un particular, Francesc Bofill, en el piso de sus abuelos, amigos del hermano de Francesc de Paula Sánchez i Gavagnach, profesor de Casagemas y a quien ella había dedicado la ópera. Después de ver en TV3 un documental sobre la compositora, Bofill se puso en contacto con Garrigosa. Musicólogos de la Universitat Autònoma de Barcelona confirmaron la autenticidad y el extraordinario valor de los textos.
Se sabe que una interpretación parcial de Schiava e Regina, con Casagemas al piano (acaso con la misma partitura encontrada por Bofill), fue ofrecida a la Familia Real en el Palacio de Madrid en 1894. A día de hoy la ópera aún no se ha escuchado completa, y aguarda, más de 130 años después de su composición, el momento de subir a escena.
Poseedora de los mejores auspicios
En un artículo publicado en La Ilustración musical (núm. 119, 1892), Felipe Pedrell llamaba por segunda vez la atención sobre el hecho: ‘[…] que una señorita haya compuesto una ópera formal a la edad de 18 años y con sólo tres de estudios, no sabemos tenga precedente y por lo tanto estaba justificada toda reserva por más que el conocimiento personal de la joven autora nos ha permitido apreciar de una manera inequívoca las especiales dotes nativas que para la música dramática la adornaban, ya mucho antes de acometer la descomunal empresa de que hoy damos cuenta y que excede a cuanto pudiéramos augurar en nuestros apuntes del año pasado’.
Al entusiasmo de Pedrell se adhieren Amadeo Vives, Isaac Albéniz y otros compositores. Algunos llegaron a considerar a la joven como a un igual. Pero su precoz talento musical no era desconocido en los salones barceloneses. Nacida en 1873, Lluïsa creció en un ambiente acomodado, amante de la cultura y de las artes. Su padre, Manuel Casagemas, era vicecónsul de Estados Unidos en la Ciudad Condal (cabe suponer que con mediación suya se considerara a Schiava e Regina para la medalla y el diploma con que fue distinguida en la Exposición Universal de Chicago, el año del malogrado estreno); su hermano Carles, pintor y poeta, fue amigo de Picasso. Luïsa estudiaba música con profesores privados desde los 4 años; tocaba el piano, el violín, cantaba y componía, al menos, desde los 11. En la adolescencia estudiaría violín con Agustí Torelló, canto con Giovannina Bardelli, armonía y composición con Sánchez i Gavagnach en el Conservatori del Liceu. Desde los 16 a los 18 trabajará en Schiava e Regina. Escrita en estilo italiano, la ópera cuenta un historia mágico-amorosa ambientada en la exótica Persia: con la ayuda de un mago, un príncipe busca a su princesa, cuya pureza será proclamada por una rosa que, sin variar de color, permanezca blanca en sus manos.
Casagemas tuvo la satisfacción de que su poema sinfónico Crepúsculo fuese estrenado por la Orquesta Catalana de Conciertos en el Teatro Lírico de Barcelona. La obra fue muy bien acogida por el público (se pidió su repetición en el estreno) y por la crítica. En el Lírico se estrenaron también, en mayo de 1894, la canción Tu mi salvasti, amor, y, en octubre, la melodía sinfónica O dulce bacio, con Sánchez i Gavagnach dirigiendo la orquesta.
En los años siguientes comenzaría el progresivo alejamiento de Casagemas de la vida musical. Casada en 1896 con el industrial Enrique Sorarrain Milans del Bosch, alumbra cinco hijos (cuatro morirán en la epidemia de tifus que devasta Barcelona en 1914). Vuelve a tocar en Palacio y es invitada asidua a las veladas musicales en casa de la condesa Pardo Bazán. Continuará componiendo, canciones y piezas de baile (pasodobles, tangos, chotis) que se estrenan en el ámbito privado. Tras enviudar en 1924 se vuelca en la docencia. Durante los años 30 imparte clases de violín en el Fomento del Arte Lírico de Barcelona. Dará algunos conciertos durante la II República, pero casi nada se sabe de su vida durante y después de la Guerra Civil. Muere en 1942, aunque se desconoce la fecha exacta.
Música aún por descubrir
En el repertorio olvidado de Lluïsa Casagemas figura otra ópera, I Briganti (Los bandidos), en cuatro actos, conservada en partitura para piano y voz, sobre el libreto escrito por Andrea Maffei para I Masnadieri de Verdi. De la partitura, que continúa inédita, se ha interpretado, en recitales para piano, un Intermezzo.
Pedrell estimó en su día la producción musical de Casagemas en unas 110 obras. Hoy sabemos, por los números de opus, que compuso en torno a 300. Algunas publicadas, como Aires de Cataluña, pasodoble para cuarteto de cuerdas y piano; Noche estrellada, melodía para violín y piano; o el Álbum de piezas para canto y piano. Se publicaron también piezas religiosas: Ave María, Ave Verum, Panis angelicus, Pie Jesu, todas para voz con acompañamiento de instrumento armónico, y varias piezas de baile. Pero la mayor parte de la música escrita por Casagemas permanece inédita o perdida.
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