Gundula Janowitz, soprano; Hilde Rössel-Majdan, contralto; Waldemar Kmentt, tenor; Walter Berry, barítono; Wiener Singverein y Orquesta Filarmónica de Berlín.
Director: Herbert von Karajan.
Deutsche Grammophon 429 036-2 ADD
5 CDs
Si hay un ciclo sinfónico imprescindible en cualquier discoteca, es éste. En su género, estas obras son las más apreciadas, las más tocadas, las más grabadas y, por lo tanto, las más conocidas por una mayoría de aficionados a los que se suman continuamente las nuevas generaciones.
Escuchar completo el ciclo de sinfonías beethovenianas tiene muchos atractivos. Beethoven fue, sin duda, un innovador, pero un innovador que más que romper los moldes (que sin duda rompió en ocasiones, como al cambiar a partir de su segunda sinfonía el tradicional minueto por un scherzo), lo que hizo fue agrandar los establecidos hasta crear, finalmente, unos propios. La orquesta que utiliza Beethoven en la mayor parte de sus sinfonías no se diferencia mucho de la empleada por Haydn en las últimas de su producción, aunque aquel lo hace con un concepto tan personal, con ideas tan renovadoras, que parece una orquesta nueva. A esto habría que añadir que ese fue el punto de partida de Beethoven para crear un universo, hasta ese momento insospechado, y que sería la génesis de gran parte de la música del siglo XIX. Por otra parte, cada una de estas obras, cada una de estas sinfonías es un mundo en sí misma, con su propio carácter, su propio «color» y su propia historia.
Se puede seguir la biografía del compositor escuchando su ciclo sinfónico por orden cronológico.
Treinta años tenía Beethoven cuando terminó su Sinfonía nº l, en 1800, la Segunda data de 1802, la época de la grave crisis producida por su sordera y del famoso testamento de Heiligenstadt; es también la época en la que comienza a esbozar la Tercera Sinfonía, que representa el inicio de una nueva etapa compositiva, y que fue terminada en 1804. La Cuarta, escrita durante el verano de 1806, coincide con un momento de felicidad; Beethoven está enamorado de la condesa Teresa von Brunswick y esa situación es la que, seguramente, proporciona un carácter alegre a la partitura. Contrastando con la rapidez en la composición de la Sinfonía nº 4, en la Quinta trabajó a lo largo de varios años porque los bocetos del comienzo datan de 1803 (aunque algunos de los temas sean anteriores) y terminó de escribirla en 1808. Esta Quinta Sinfonía (la más popular junto con la Novena) es contemporánea de la Sexta hasta el punto de ser estrenadas ambas en el mismo concierto, el 22 de diciembre de 1808, en el Theater an der Wien. En la Séptima Sinfonía, tras la experiencia de la Sexta en la que expone sus sentimientos ante la naturaleza, Beethoven abandona toda referencia biográfica. El estreno se produjo en diciembre de 1813 y obtuvo un gran éxito. Como decíamos de la Sinfonía nº 4 la Octava quizá deba también su carácter alegre a un enamoramiento de Beethoven, en este caso de la cantante Amelia Sebald. Terminada en octubre de 1812 se estrenó en febrero de 1814, sin gran entusiasmo por parte del público, al contrario de lo que sucedió con la última obra del ciclo, la Novena Sinfonía, que el compositor maduró durante años y años (al margen de otros datos hay un antecedente claro en la Fantasía para piano, coro y orquesta, Op. 80 que data de 1808) y que se estrenó el 7 de mayo de 1824, dos meses después de ser acabada.
Estas obras, como decíamos antes, han fascinado a músicos y aficionados a lo largo de los años; los directores han vuelto y volverán una y otra vez a ellas tratando, suponemos, da conseguir la interpretación perfecta. La que aquí les proponemos es la segunda «intentona» de Karajan y una de las mejores del mercado.
Sin duda la calidad excepcional, tanto de la interpretación como de la grabación, ha permitido el milagro de la supervivencia de esta edición de 1963 a pesar, incluso, de las posteriores realizadas por el propio Karajan. No sabemos cuánto tiempo más resistirá. Aprovechen ahora y busquen estos discos. No sólo son magníficos, además están muy bien de precio.