Por Salvador Astruells Moreno
Etimológicamente, ‘banda de música’ hace referencia a un conjunto musical formado por instrumentos de viento y percusión. Ahora bien, el término banda ha sido aplicado con anterioridad a distintos tipos de agrupaciones musicales. Por ejemplo, en la época del rey Luis XIV se denominaba La Grande Bande al conjunto de sus 24 violines. También en Inglaterra se conoció con el nombre de The King’s Private Band a un conjunto formado por 24 flautas.
El concepto de bandas que tenemos actualmente hace referencia a una agrupación formada por oboes, fagotes, flautas, clarinetes, requintos, clarinetes bajos, saxofones sopranos, altos, tenores y barítonos, trompetas, fliscornos, trompas, trombones, bombardinos, tubas y un gran número de instrumentos de percusión. Pero este tipo de agrupaciones es producto de una historia y evolución que data incluso de antes que la orquesta.
La música en el campo de batalla
Las primeras manifestaciones que tenemos sobre las bandas de música fueron bajo el reinado de Servio Tulio (578-534 a. C.), donde fueron instauradas en Roma las primeras bandas militares. Su principal finalidad era conseguir acompasar la marcha. Estas primitivas agrupaciones tenían una escasa variedad de instrumentos musicales, solamente estaban constituidas por litus, tubas o trompetas rectas y buccinas romanas.
El papel representado por los músicos en la guerra siempre ha tenido una vital importancia. Durante la Edad Media se usaban tambores y trompetas para las batallas. Las Cruzadas tuvieron un impacto particular en la música occidental a través de la introducción de una amplia gama de instrumentos en los ejércitos sarracenos: los metales, maderas, tambores y timbales. Es conocido que el ejército sarraceno hacía formar delante de sus combatientes a nutridas filas de tambores, cuyas sonoridades atemorizaban tanto a los visigodos, que creían ver con la llegada de estos adversarios la del fin del mundo.
La Edad Media también fue uno de los periodos más ricos en el desarrollo de las artes, pero aunque los arquitectos, pintores y escritores nos han dejado grandes ejemplos de ello, lamentablemente las tradiciones musicales se han perdido. Hasta la invención de la imprenta en el siglo XVI, la música era improvisada, se transmitía por vía oral, de generación en generación, al igual que los grandes poemas épicos y canciones.
Una de las figuras clave en el desarrollo de la música en este periodo fueron los juglares y trovadores. Estos artistas eran muy ingeniosos, sabían tocar diversos instrumentos como el laúd, la flauta, el rabab, el rebec, la zanfoña, etc.
Gradualmente, estos músicos itinerantes fueron ocupando un lugar importante en la sociedad, ganándose el respeto del público. Hacían sus interpretaciones en la iglesia y en la corte, cosa que sirvió para consolidar su posición social.
La Escuela Veneciana y Monteverdi
Desde el punto de vista instrumental, la culminación del Renacimiento se encuentra a finales del siglo XVI en Italia. Más concretamente en los compositores de la Escuela Veneciana con sus canzonas y ricercares. Las composiciones musicales de Giovanni Gabrieli y sus contemporáneos estaban condicionadas por la arquitectura de la Catedral de San Marcos. Con un órgano en cada una de las galerías existentes, la orquestación a dos coros hacía que se respondiesen un conjunto con el otro en forma de eco. Además, en cada coro había un grupo de instrumentos de viento formado por chirimías, cornetos y sacabuches.
Estas composiciones influyeron un siglo y medio más tarde a diversos compositores barrocos. Seguramente los grandes trabajos sobre los dobles coros y los experimentos con el color instrumental debieron ser una fuente de inspiración para los compositores Claudio Monteverdi y Heinrich Schütz.
Numerosos testimonios pictóricos del siglo XVI nos dan una idea de la abundancia musical existente y del uso de los instrumentos de viento durante el Renacimiento.
Dentro este período, hay que añadir que en la época del emperador Maximiliano (1459-1519), la familia de las chirimías dominaba la música militar alemana. En el grabado El triunfo de Maximiliano, de Albrecht Altdorfer, podemos ver una gran variedad de estos instrumentos musicales.
Si bien alrededor del 1600 se comenzó a experimentar con los motivos de las monodias simples de las obras griegas, nadie pudo anticiparse a la floración súbita de la ópera en manos de Claudio Monteverdi. Él combinó los madrigales del Renacimiento tardío con el nuevo estilo barroco. En 1606 pudo escribir su primera obra maestra en este género: Orfeo, con una orquesta de unos cuarenta instrumentistas. En esta ópera, que es la más antigua dentro del repertorio existente hoy en día, Monteverdi utilizó una banda compuesta por trompetas, cornetos y sacabuches para su tocata.
El desarrollo de los instrumentos barrocos
El siglo XVII supuso una innovación constante en el desarrollo de los instrumentos de viento. Mientras que los instrumentos del Renacimiento se construían en una sola pieza, los del Barroco estaban fabricados en tres piezas. Ello daba lugar a una mayor afinación y, al mismo tiempo, se lograba mayor flexibilidad dinámica. Gradualmente, la evolución de estos instrumentos dio paso a otros, por ejemplo de las flautas de pico se pasó a las flautas traveseras; de los cromornos y las chirimías a los oboes; de las bombardas a los fagotes, etc.
Dentro del periodo barroco encontramos una división de las bandas de música, por un lado, la música militar y, por otro lado, las capillas musicales de las iglesias y las de la alta aristocracia, así como numerosos grupos de ministriles que trabajaban para los ayuntamientos de diversas ciudades.
El ejército empezó a usar las marchas para la disciplina castrense, por lo que las bandas se hicieron imprescindibles. Inicialmente fueron los tambores y luego se agregaron los pífanos. El concepto de tambores y pífanos fue heredado de los turcos, primero los adoptaron en Francia y posteriormente en Inglaterra.
El pífano era una flauta travesera de madera, de unos 60 centímetros, construida en una sola pieza. Tenía seis agujeros para los dedos y estaba afinado en Re. Este primitivo flautín pronto fue adoptado como instrumento de la infantería. Acompañaba al tambor señalando los tres eventos principales de cada día en los soldados: el toque de diana, tropa y retirada. En cada una de estas tres ocasiones, los tambores y pífanos tocaban una sucesión prescrita de melodías alrededor del campamento o a través de las calles.
En las capillas musicales del barroco la plantilla orquestal variaba en cada ocasión, según los requisitos y gusto del compositor. Los seis Conciertos de Brandeburgo de Johann Sebastian Bach son quizá el ejemplo más típico. El tercero y el sexto están escritos solamente para cuerda y bajo continuo. El primero tiene como solistas a un violín pícolo —una tercera menor más aguda que el violín ordinario—, dos trompas, tres oboes, fagot, cuerda y continuo. El segundo concierto tiene como solistas a un cuarteto formado por violín, flauta de pico, oboe y trompeta. El cuarto tiene a un violín y dos flautas de pico. Por último, el quinto concierto es para violín, flauta y clave. Como podemos ver, los conciertos primero, segundo, cuarto y quinto son un claro ejemplo de la unión de los instrumentistas de viento con los de cuerda.
Las agrupaciones formadas exclusivamente por instrumentos de viento y percusión se utilizaban para las interpretaciones al aire libre. Como ejemplo de ello, Purcell empleó un conjunto de trompetas, sacabuches y timbales para los funerales de la reina Mary II de Inglaterra.
También Haendel compuso música para banda, concretamente la Música para los reales fuegos artificiales. Esta obra fue compuesta en 1749 para celebrar la Paz de Aquisgrán. Entre los diversos actos, figuraba un castillo de fuegos artificiales acompañado por una obra musical. Al tratarse de música para la interpretación al aire libre, Haendel eligió una banda compuesta por 24 oboes, 12 fagotes, 2 contrafagotes, 2 serpentones, 9 trompetas, 9 trompas, 3 timbales y 2 tambores. El resultado fue tan satisfactorio que, aunque los fuegos artificiales fueron un fracaso, Haendel la adaptó más tarde, incorporando instrumentos de cuerda, para interpretaciones posteriores.
La corte de Luis XIV
No podemos citar el periodo barroco sin mencionar la figura del rey Luis XIV. Además de la música militar francesa de este periodo, hay que sumar la que compuso Lully y Philidor para oboes, tambores y timbales. Estos compositores fueron los primeros que encabezaron una revolución novedosa a finales del siglo XVII en la Corte de Versalles. Gracias a estos músicos del séquito del Rey Sol, podemos contemplar el crecimiento del ballet, la ópera y la música orquestal.
El monarca tenía a su disposición un gran conjunto sonoro formado por los músicos de la Capilla Real, la Cámara Real, la Academia Real y la Gran Ecurie. Solamente esta última estaba formada por instrumentos de viento y percusión. Normalmente esta agrupación solía acompañar al monarca en sus galas, ceremonias, desfiles y fiestas al aire libre. Del mismo modo, solían tocar en los actos que servían para acompañar a dignatarios extranjeros, como los enviados de Siam en 1686 y los embajadores de Persia en 1715.
La Gran Ecurie estaba compuesta por unos 40 instrumentistas, entre los cuales había trompetas, tambores, oboes, fagotes, cornetas, sacabuches, musettes y cromornos. Dentro de este grupo, los 4 mejores trompetistas precedían al coche real a caballo.
Uno de los grupos de viento más significantes dentro de la Gran Ecurie fueron la Banda de Oboes del Rey. Este era un grupo formado por 10 oboes y 2 fagotes. La Biblioteca de Versalles tiene un gran número de trabajos para este tipo de agrupaciones que fueron compuestos por Lully y Philidor, entre otros, para acompañar los viajes de la corte.
Los músicos de Luis XIV eran conocidos como les Officiers du Roy. Para ser un buen Officier había que reunir tres condiciones esenciales: tener buen carácter moral, practicar la religión católico-romana y tener dinero suficiente para poder comprar el cargo. Es evidente, que la sucesión en la jubilación o muerte de estos músicos, era heredada por sus familiares. De ahí que normalmente el oficio de músico pasase de padres a hijos.
Las bandas durante el Clasicismo
Progresivamente, dentro de las bandas el clarinete empezó a usarse como un suplemento o alternativa a los oboes. El tamaño de estos conjuntos se incrementó gradualmente de dos instrumentistas a 20, aunque la mayoría tenía entre 5 y 9 instrumentistas, agrupados por cuerdas de trompas, fagotes, oboes y clarinetes.
Durante el periodo clásico tenemos noticias de que en Viena había diversas bandas de música. El musicólogo Charles Burney, que viajó a través de Europa para escribir su A General History of Music, fue bastante irónico sobre la banda que escuchó en septiembre de 1770, durante su alojamiento en Viena:
‘Había música todos los días durante la cena y por la tarde en la posada donde yo me alojé; pero era una pena, particularmente la banda de viento, que consistía en trompas, clarinetes, oboes y fagotes. Todos estaban tan miserablemente desafinados que yo quise que estuviesen cien millas fuera de allí’.
El Clasicismo fue el periodo más glorioso en la historia de las bandas de música. Según nos describe el Almanaque del Teatro de Viena de 1794, estas agrupaciones tenían por costumbre hacer sus interpretaciones en la calle:
‘Durante los meses de verano, si el tiempo está bien, uno descubre casi a diario serenatas realizadas en las calles. Sin embargo, aquí no hacen, como en Italia o España, donde consiste en un cantante acompañado por una guitarra o mandolina. Aquí las serenatas no son un medio para declarar el amor de uno, porque para eso hay mil oportunidades más cómodas. Estas serenatas consisten en tríos y cuartetos, principalmente de óperas, interpretados por instrumentistas de viento’.
Su repertorio estaba basado en dos fuentes, por un lado en arreglos de óperas, que normalmente las hacía el mismo director de la banda, y por otro lado, en composiciones originales de diversos músicos de la época. Estas composiciones originales tenían varios títulos genéricos: serenata, divertimento, partita, casación, suite, etc. La forma general consistía en un primer movimiento en forma de sonata, un par de minuetos y tríos (que daba un aire gracioso), y un movimiento lento, que solía acabar con un final rápido en forma de rondó.
La principal función de estas bandas era proporcionar la música de fondo para las cenas y eventos sociales, aunque algunas veces también daban conciertos privados al aire libre.
El octeto de viento se introdujo en Europa Central por el príncipe Schwarcenberg, el cual reunió, en 1776, a un grupo formado por un par de oboes, cornos di basetto, trompas y fagotes. Este conjunto fundó una tradición vienesa y sus características se vieron reflejadas en los conjuntos de otros aristócratas, como los de los príncipes Esterházy y de Liechtenstein.
Los conjuntos musicales de viento tuvieron un gran apogeo en la segunda mitad del siglo XVIII, pero a finales del mismo, las estructuras sociales que apoyaban este tipo de bandas empezaron a desaparecer, y con ellas este tipo de agrupaciones musicales. En Alemania, la mayoría de bandas desaparecieron alrededor de 1790, y en Inglaterra muchas se disolvieron durante las guerras napoleónicas. Las privaciones causadas por estas guerras obligaron a la mayoría de la aristocracia vienesa a discontinuar con el patrocinio de sus bandas. Alguna sobrevivieron, pero posteriormente fueron remplazadas por orquestas.
Las bandas durante la época de las revoluciones
El desarrollo de las bandas modernas como las conocemos hoy en día estuvo muy influenciado por la Revolución Francesa, la cual, debido a las grandes olas de entusiasmo popular, trajo muchos cambios en el progreso de estas agrupaciones musicales. Hasta este momento, las bandas del ejército francés emplearon el sexteto de instrumentos de viento, formado por 2 clarinetes, 2 trompas y 2 fagotes. Pero durante la Revolución, las bandas fueron ocupando poco a poco un lugar importante en las celebraciones patrióticas y en las fiestas al aire libre.
Esta evolución fue acompañada por el crecimiento gradual del tamaño de las bandas y, a su vez, por la invención del saxofón y de los pistones en los instrumentos de viento-metal. Ello aumentó la flexibilidad y la calidad de los timbres disponibles. Otro factor que favoreció al desarrollo de las bandas fue la aparición de la tuba y su familia, en 1835, la cual aumentó el potencial de este tipo de agrupaciones musicales.
Ya durante la primera mitad del siglo XIX las bandas militares pasaron de ser un conjunto que servía a una función totalmente castrense, a representar una amplia gama de tareas musicales y culturales que, poco a poco, fue ampliando el contacto con la población civil. A su vez, el repertorio de las bandas empezó a incrementarse, incluyendo trabajos y arreglos musicales hechos por músicos mayores.
La banda de la Garde Republicaine de París fue una de las primeras que se fundaron tras la revolución francesa usando el modelo del siglo XIX. En España, la música militar del siglo XIX fue influenciada por la francesa. La Banda de los Guardias Alabarderos es un típico ejemplo de ello, la cual se convirtió, tras la guerra civil en la banda de la Guardia Real.
Genealogía de los instrumentos musicales en las bandas modernas
Las bandas de música están formadas por instrumentos de viento y percusión. Ahora bien, en la banda aparecen una serie de instrumentos que no están en la orquesta. Estos instrumentos son los requintos, los clarinetes bajos, los fliscornos, los bombardinos y la familia de los saxofones, la cual está formada por saxofones sopranos, altos, tenores y barítonos.
Podemos dividir en 2 grandes grupos a los instrumentos de viento: los de viento-madera y los de viento-metal. Al grupo de los instrumentos de viento-madera pertenecen los oboes, fagotes, flautas, clarinetes, requintos, clarinetes bajos, saxofones sopranos, altos, tenores y barítonos. Por su part, al grupo de los instrumentos de viento-metal pertenecen las trompetas, fliscornos, trompas, trombones, bombardinos y tubas.
Los instrumentos de percusión están formados por parches apergaminados puestos en tensión, por varillas y placas metálicas o de madera. Estos instrumentos suenan al ser golpeados o percutidos. A su vez, los instrumentos de percusión se dividen en dos clases, los de sonido indeterminado, como es el caso del tambor, caja, bombo, platillos o triángulo, entre otros; y los de sonidos determinados como pueden ser la lira, el xilófono, los timbales, las campanas, etc.
Al igual ha ocurrido en la orquesta, en la banda también hay algunos instrumentos que poco a poco han caído en desuso, bien por haber sido suplantados por otros con mayor potencial sonoro o por haber tenido una escasa aceptación. Podríamos citar como ejemplo a la familia de los sarruxofones, los cuales fueron suplantados por los saxofones. También los cornetines han sido sustituidos por las trompetas. Un ejemplo más reciente es la sustitución en las bandas de los trombones de pistones por los trombones de varas.
Hay que decir que la distribución de las familias instrumentales en la banda tiene cierta analogía con la orquesta. Por ejemplo, el grupo de los clarinetes, requintos y saxofones que hay en la banda, sustituye a los violines, violas y violoncelos de la orquesta. Normalmente los violines primeros de la orquesta son reemplazados en la banda por los clarinetes principales, clarinetes primeros y por el requinto. Los violines segundos son sustituidos por los clarinetes segundos, terceros y por los saxofones sopranos. Las violas son remplazadas en la banda por los saxofones altos y en algunas ocasiones por los saxofones tenores. Los violoncelos de la orquesta son relevados por los saxofones tenores, saxofones barítonos, clarinetes bajos y en algunas ocasiones por el bombardino. En cambio, los contrabajos son sustituidos en la banda por las tubas, bombardinos y fagotes.
La formación de las bandas municipales
Alrededor de los siglos XIII y XIV también aparecen los primeros conjuntos estables de música municipales, debido al proceso de liquidación del feudalismo y al cambio del sistema político que favoreció a la burguesía. Los municipios, protegidos por la monarquía y, al mismo tiempo, favorecidos por numerosos privilegios que los alejaban del antiguo dominio feudal, comenzaron a crear su propia organización, con una exaltación gradual de la estructura gremial que comprendía también a los músicos.
Estas primitivas bandas municipales estaban constituidas por chirimías, cornetos, sacabuches y bajones. Poco a poco, estos conjuntos llevaron a cabo una necesidad social a lo largo de toda Europa, donde muchos pueblos llegaron a tener un grupo de estos ministriles. Su estructura era un pequeño conjunto de músicos profesionales que tenía como misión formar parte del séquito ciudadano, amenizando los actos públicos y, al mismo tiempo, resaltando la brillantez de las procesiones, visitas reales y todas los actos en los que la música instrumental sirviese para realzar su carácter festivo y solemne.
También los coros de algunas iglesias que no tenían órgano eran acompañados por uno o dos instrumentos, normalmente por el fagot en la parte grave y por el oboe en la parte aguda, doblando a la melodía. La instrumentación nunca fue estandarizada porque dependía de los recursos locales, pero estos instrumentistas de viento eran una parte íntegra del conjunto, apoyando las líneas vocales de los cantantes.
Las bandas en el siglo XX
El siglo XX también vio un aumento de las bandas cívicas en Europa continental. Esta centuria fue un momento de gran expansión para las bandas españolas, se fundaron las bandas municipales de Valencia (1903), Madrid (1909), Alicante (1912) y Castellón (1925).
También, entre finales del siglo XIX y principios del XX, se empiezan a formar, sobre todo en la Comunitat Valenciana, las primeras sociedades musicales, dando paso a un gran número de bandas de música de carácter local que desde sus inicios han servido para amenizar diversos actos y, al mismo tiempo, para difundir el arte musical en aquellos sitios donde no había radio ni televisión.