Por Manuel Ausensi
Me piden mis amigos que escriba sobre los barítonos y lo acepto con mucho gusto pero con cierto temor, ya que mi fuerte no es este medio. Lo mío es cantar.
Hablar de canto es lo más sencillo pero cantar bien ya no lo es tanto; y aunque parezca una paradoja, hasta resulta difícil a veces, porque cantar no es solamente emitir sonidos. Hacen falta una serie de cualidades físico-mentales para lograr expresarlo con naturalidad y belleza. Estas cualidades hay quien las posee de forma innata, mientras que otros las adquieren mediante el estudio de una buena técnica. El manejo de la voz —hablamos de hacer una carrera lírica— es difícil porque, a diferencia de otros instrumentos como el piano, violín, contrabajo, flauta, trompeta, etc., que se dominan desde el exterior, el instrumento vocal está en nuestro interior. Esa es la razón por la que este proceso físico-mental a que hago referencia debe estar perfectamente sincronizado para obtener buenos resultados.
Personalmente opino que para hacer una buena carrera como cantante, además de poseer esas condiciones innatas (el afortunado que las posea), es imprescindible aprender una técnica que ayude a sacar hacia el exterior esas cualidades con homogeneidad en todos los registros en una perfecta simbiosis. No pretendo dar lecciones puesto que nunca me he dedicado al ejercicio de tan magnífica magistratura, por lo que me limitaré a expresar de la manera más sencilla posible lo que yo aprendí y pude observar en los grandes cantantes con los que tuve la fortuna de compartir repertorios variadísimos.
En todos ellos el factor dominante es la respiración diafragmática. La respiración diafragmática se inicia al inspirar el aire hacia el diafragma y este, presionando, impulsa a su vez la columna del aire hacia la garganta y lo más alto del paladar para desarrollar la resonancia de la vibración de las cuerdas vocales, todo ello sin esfuerzo ni forzamiento de la voz. Allí es donde, como todo instrumento, la voz tiene su caja de resonancia. Los italianos dicen: ‘chi sa respirare sa cantare, frase que yo hago mía por experiencia.
Hay luego muchos elementos, como son la posición de la lengua dentro de la boca, las fosas nasales, posición de los labios, etc., que por requerir una explicación muy compleja no se puede exponer tan extensamente como sería necesario. De todos modos existen tratados escritos por eminentes cantantes y estudios de ilustres profesionales de la medicina que explican con claridad todas estas técnicas.
La voz humana se clasifica fundamentalmente por su color y extensión aunque también influya la constitución física y el sexo. De aquí nacen, a veces, los errores. Hay voces muy generosas en el centro y graves que inducen a pensar en una voz dramática y estudian como tales. Más tarde descubren que no es esa la tesitura que les corresponde.
Refiriéndonos a los barítonos, y en general para las voces masculinas, la edad para empezar a estudiar canto es a partir de los 18 años porque en la etapa anterior se efectúa la transición de adolescente a hombre y, por tanto, el cambio de la voz. Puede aprovecharse el periodo anterior para estudiar solfeo y música en general, idiomas y otras disciplinas que contribuyan a su formación. La voz evoluciona con el tiempo; así, voces que en un primer momento parecen oscuras y graves, con el estudio se transforman en más líricas, y a la inversa: voces ligeras se vuelven oscuras.
Por eso existe a veces una gran confusión en esta primera etapa, especialmente en los casos de autoclasificación. Tuve el honor de cantar en las mismas obras al lado de un extraordinario tenor, Carlo Bergonzi, quien en los comienzos de su carrera cantaba como barítono, y no sé si aconsejado por alguien o porque él mismo se diera cuenta de que cantaba en una tesitura errónea, al cambiar de tesitura se convirtió en el gran tenor que todos admiramos. Por el contrario, he conocido y cantado con bajos que, más tarde, quisieron cantar de barítono. Unos lo consiguieron y para otros fue la ruina de su carrera. Creo que en estos últimos se produjo una desorientación por falta de buena preparación.
A diferencia de las sopranos, que pueden ser clasificadas según el color de su voz y su extensión (dramáticas, líricas, lírico spinto y ligeras), y los tenores (dramáticos, líricos y ligeros), los barítonos se clasifican sencillamente en barítonos, si bien es verdad que dentro de estos los hay más líricos y otros que, por su generosidad en el centro y graves, suelen cantar obras más dramáticas. De todos modos, cuando se tienen pocos años normalmente la voz es más lírica (que no quiere decir que tenga mayor extensión) y más tarde la voz se hace más amplia. Ejemplo de barítono belcantista es Carlo Stracciari. Tenía tal maestría cantando La traviata que los aficionados a la ópera, cuando él cantaba esta obra, la llamaban Stracciata.
Yo empecé mi carrera cantando Il barbieri di Sivilla a raíz de haber ganado un concurso en el que, además de un premio en metálico, el ganador era presentado en un teatro con la obra elegida por él. Durante algún tiempo canté muchísimo esta obra, en la que siempre me he encontrado muy cómodo, así como La traviata, Fausto e I puritani (esta última constituye una verdadera lección canto).
En mis primeros años en el Gran Teatre del Liceu estudié y canté obras casi desconocidas por lo raramente que se representan, como Margarita da Cortona o Il cavalliere di Ekebú, obras de poco lucimiento para el barítono, pero que ahora doy por bien empleado pues me dieron una experiencia y un dominio en el escenario que a la larga forjaron la madurez para abordar con serenidad obras como Otello, Il trovatore, Un ballo in maschera, La forza del destino y Rigoletto.
En Rigoletto hay tantos matices que quizá es donde queda más al descubierto un buen cantante, con una buena técnica que le permita ser el dueño de su voz y no que la voz domine al cantante, especialmente en los dúos con Gilda, que requieren una gran dulzura y flexibilidad para luego dar un gran dramatismo y generosidad de voz en los pasajes de Cortigiani vil razza y la Vendetta. Aquí el cantante corre el riesgo de dejarse llevar por la situación y el temperamento, y es precisamente en estos momentos en los que más cuenta la técnica para que la voz no se desgarre, sin escatimar la intención y que el espectador perciba con toda intensidad el momento psicológico del personaje. Manteniendo la línea de canto y no dejando de colocar las notas en su sitio, se podrán sortear todas las dificultades. No hay que olvidar que en el último acto hay momentos difíciles —en la muerte Gilda— para hacer llegar al público todo el patetismo del padre, y un final que acaba con un La bemol. En este acto queda patente el esfuerzo realizado y si la voz no queda fatigada.
Indiscutiblemente, la voz es lo más importante, porque es la materia prima con la que se trabaja, pero en mi opinión, sin una técnica, los riesgos que corre el cantante son mayores, sin olvidar que cuando se presentan pequeñas dificultades, estas parecen insalvables. En cuanto a la musicalidad, es imprescindible.
Los directores que durante la carrera van a conducir las obras, son muy exigentes en este aspecto, y es lógico porque un cantante sin musicalidad puede desequilibrar al resto de sus compañeros de reparto, quedando desmerecida toda su labor. Un cantante que posea una buena calidad de voz, perfeccionada con la técnica, estará en condiciones para triunfar en la carrera lírica. Si a esto une musicalidad y alguna sensibilidad de expresión, el éxito será seguro. En resumen podemos decir que el canto o estudio de la voz requiere mucha disciplina, tenacidad, flexibilidad y sensibilidad, sin olvidar la ya citada musicalidad, que es imprescindible.
De todos modos, podemos finalizar diciendo que con entusiasmo y ganas de triunfar se realizará el maravilloso sueño de CANTAR.