Recordamos al gran tenor italiano Ferruccio Tagliavini (Reggio nell’Emilia, 14 de agosto de 1913-28 de enero de 1995).
Por Diego Manuel García
Tagliavini perteneció a esa generación de cantantes nacidos entre 1910 y 1920, con voces del calibre de Jussi Björling y Leonard Warren (1911), Richard Tucker y Tito Gobbi (1913), Wolfgang Windgassen y Boris Christoff (1914), Elisabeth Schwarzkopf y Mario del Monaco (1915), Robert Merrill (1917), Birgit Nilson (1918), Lisa della Casa (1919), George London y Fedora Barbieri (1920). Desde luego, una pléyade de voces de verdadero ensueño, cuyas carreras -de algunos de ellos- se prolongaron hasta la década de los ochenta del pasado siglo. Tal es el caso de Ferruccio Tagliavini, cuya extensa carrera finalizó en 1981, cantando en forma de concierto en el neoyorquino Carnegie Hall, L’amico Fritz de Pietro Mascagni, uno sus títulos más paradigmáticos.
Una muy larga carrera
Ferruccio Tagliavini tuvo una amplia formación musical en el Conservatorio Arrigo Boito de Parma, que incluía estudios de canto con el profesor Italo Brancucci, y cursos de perfeccionamiento con Amedeo Bassi, quien había sido un importante tenor verista y wagneriano antes de la Segunda Guerra Mundial. En 1938, a la edad de 25 años, resultó vencedor en el Concurso Nacional de Canto Lírico, lo que propició su debut el 27 de octubre de ese mismo año, en el Teatro Comunale de Florencia, cantando el Rodolfo de La Bohème, con un gran éxito que le supuso el inicio de una extensa carrera que, como ya he apuntado más arriba, se va a extender durante 43 años, hasta su definitiva despedida escénica en 1981, ya con 68 años.
En 1940 y durante unas funciones de L’amico Fritz en Palermo, dirigidas por su propio autor, Pietro Mascagni, compartirá reparto con la soprano Pia Tassinari, quien se convertiría en su esposa. Ambos cantaron mucho en teatro y participaron en varias grabaciones discográficas.
La carrera de Tagliavini se proyectó de manera vertiginosa: debut en Teatro alla Scala en 1942, Colón de Buenos Aires en 1946, y en el neoyorquino Metropolitan en 1947, al que seguirían la Ópera de San Francisco en 1948, Royal Opera House, Covent Garden en 1950, y la Ópera de París al año siguiente. Se convierte en un tenor de muy alta cotización, y eso podría explicar su tardío debut en España, concretamente en el Liceu barcelonés, cantando en 1959 el Edgardo de Lucía di Lammemoor. Volvió al Coliseo de las Ramblas en 1962, con otro de sus roles más característicos: el Nemorino de L’elixir d’amore.
Tagliavini fue una persona muy bien parecida y de gran simpatía, lo que le permitió tener éxito en el mundo del cine. Su debut se produjo en la película de 1940 Voglio vivere così de Mario Mattoli, que gustó mucho al público, así como la canción que interpretaba con el mismo título y que llegó a ser su caballo de batalla en los muchos recitales que dio en el transcurso de su extensa carrera. También interpretó un film de ópera como Il barbieri di Seviglia, dirigida en 1946 por Mario Costa, y algunos otros hasta el final de los años cincuenta, con su última película Vento di Primavera de 1959, donde cantaba espléndidamente las napolitanas -otra de sus especialidades- “Torna a Surriento” y “Non ti scordar di me”, junto al famosísimo “Volare (Nel Blu Dipinto Di Blu)”, con el que su autor Domenico Modugno, había ganado el Festival de san Remo de 1958.
Tenore di grazia
El repertorio de Tagliavini estuvo circunscrito -con puntuales incursiones en roles más dramáticos como el Riccardo de Un ballo in maschera– a lo que se denomina en el argot canoro “Tenore di grazia”, es decir, una voz sumamente flexible para interpretar personajes belcantistas, que requieren adelgazar la voz, y de esta manera afrontar con brillantez las agilidades, tanto del repertorio italiano como del francés, propias de un tenor lírico-ligero; y, también, poder ensancharla considerablemente, para adquirir las mucho más amplias sonoridades de un tenor lírico, y cantar, por ejemplo, el rol de Fausto, tanto en la ópera homónima de Charles Gounod como en el Mefistófeles de Arrigo Boito, también Rodolfo de La Bohème, Cavaradossi de Tosca e, incluso, el Pinkerton de Madama Butterfly.
Ferruccio Tagliavini formó parte de ese tipo de “tenores di grazia”, cuyo máximo representante fue, sin duda, Tito Schipa, junto a voces del calibre de Cesare Valetti, el joven Giuseppe Di Stefano, cuya preciosa voz de lírico-ligero sufrió un rápido deterioro al meterse en repertorios mucho más pesados. También nuestro Alfredo Kraus, con una muy larga carrera dedicada a las óperas de repertorio italiano y francés, que le eran más afines a su vocalidad. También podríamos incluir a Beniamino Gigli, quien, sin embargo, afrontó una amplísima cantidad de títulos, incluso veristas y verdianos, que requerían una voz de lírico-spinto. El ruso Sergei Lemesev, de gran estilo -aunque cantase ópera italiana y francesa en ruso- magnífica y timbrada voz, también podría definirse como “tenore di grazia”. El mejicano Francisco Araiza, buen tenor mozartiano y belcantista, su límite estaba, como en el caso de Alfredo Kraus, en el Fausto de Gounod e incluso en el Mefistófeles de Arrigo Boito que, incluso Kraus llegó a cantar. Araiza, al final de los años ochenta, se metió en repertorios mucho más pesados que terminaron arruinando su voz.
Podría incluirse en este grupo al joven Luciano Pavarotti, metido hasta finales de los setenta en roles belcantistas y líricos. Ha sido el único tenor que llegó a cantar, con los años, grandes roles bellinianos: Elvino de La Sonnambula (también lo cantó Tagliavini), Pollione de Norma (solo en disco, pero realizando una gran interpretación de un papel para tenor “lírico-spinto”), y su extraordinaria creación de Arturo Talbo de I Puritani, tanto en múltiples actuaciones escénicas, algunas tomadas en directo, como en su famosa grabación DECCA de 1975. También, sus incursiones líricas fueron de gran brillantez con el Rodolfo, Cavaradossi y Pinkerton. Es decir, el repertorio típico de un “tenor di grazia”. Luego, el tenor de Módena se adentro en títulos más pesados que afectaron a sus rutilantes agudos. Pavarotti estaba en posesión de una voz squilante, junto a un timbre luminoso, mediterráneo e inigualable, con unos agudos magníficamente proyectados y que se extendían hasta el “re bemol”, aunque, sin la capacidad para las medias voces y los efectos de “sfumature” de un Ferruccio Tagliavini, o de los otros tenores antes mencionados.
La voz de Tagliavini tiene un gran parecido con la de Beniamino Gigli. Giacomo Lauri-Volpi en su libro Voces Paralelas, escrito en 1956, y traducido al castellano en 1974 por el abogado alicantino Manuel Torregrosa Valero, dice lo siguiente acerca de Tagliavini y su paralelismo vocal con Gigli:
“Ferruccio Tagliavini también ha andado por América y se ha dicho de él que es el nuevo Caruso. Mientras que no es sino el “nuevo Gigli”, en forma algo menor. Su “falsete” es tan afín al de Gigli, que es facilísimo confundirlos cuando se escuchan grabaciones discográficas. Pero se le reconoce el mérito de ser un intérprete serio, concienzudo, que estudia profundamente sus personajes y, con frecuencia, logra representarlos con resultados excelentes, por serenidad de canto y compostura en escena. Debería, sin embargo, no salirse de sus posibilidades, que son exclusivamente líricas. Cantar Tosca, Ballo in maschera, Mefistofeles, no le está, sin graves riesgos, permitido siquiera hasta el momento.
La voz de Gigli es más espontánea, y su “falsete” ha llegado a ser en él una segunda naturaleza, mientras que el “falsete” de Tagliavini es el fruto de un asiduo estudio (…)”.
A mí, personalmente, no me gustan en absoluto esos segmentos cantados por Tagliavini con una voz meliflua de sopranista almibarado. Creo que está mucho mejor cuando ensancha su bella voz, adquiriendo poderosas y amplias resonancias, como en el caso de su Edgardo en Lucia di Lammermoor, Rodolfo de La Bohème o Riccardo de Un ballo in maschera. Y, también, en sus aproximaciones al repertorio francés -siempre cantado en italiano- del Des Grieux de la Manon de Massenet, o su muy excelente interpretación del Werther.
Sus grandes creaciones
El repertorio de Tagliavini fue extenso, habiendo cantidad de grabaciones, tanto en estudio como tomas en directo que nos pueden aproximar al arte del tenor reggiano.
Cabría señalar en primer lugar su creación de Edgardo en la donizettiana Lucia di Lammermoor, un personaje que requiere una amplia y matizada vocalidad, canto legato y un incisivo fraseo, donde se alternan momentos claramente belcantistas con otros que adelantan algunas características de los futuros tenores verdianos. Pueden reseñarse dos importantes Lucias, cantadas por Tagliavini y preservadas en CD. La primera, tomada en directo de una retransmisión radiofónica desde el Metropolitan neoyorquino, el primero de enero de 1949. Esta función fue comercializada por el sello MELODRAM, y se ha convertido en una grabación de alto valor histórico. Tagliavini está magnífico, con esa voz flexible y aterciopelada, exhibiendo unas seductoras medias voces, a las que siguen momentos de gran expansión vocal y dramática, junto a la magnífica soprano francesa Lily Pons. En suma, un Edgardo de gran calado vocal y dramático. Diez años después fue invitado por Walter Legge (máximo dirigente de EMI) para grabar una ya estereofónica Lucia di Lammermoor, en Londres, en febrero de 1959, dirigida por Tullio Serafin, junto a la gran María Callas, ya inmersa en una cierta decadencia vocal, pero aún con momentos de extraordinaria intensidad dramática y la justa vocalidad de “soprano dramática de agilidad” que requiere la Lucia. Tagliavini, muy motivado junto a Callas, seguía realizando una magnífica creación de Edgardo.
En el cofre editado por DOCUMENTS hace un par de años, que llevaba por título “10 GREAT TENORS” a un precio súper-económico, puede escucharse el disco dedicado a Ferruccio Tagliavini, donde se aprecia su arte y vocalidad de “Tenore di grazia”, en el mejor momento de su carrera, con fragmentos de grabaciones realizadas entre 1941 y 1947, y donde pueden escucharse arias belcantistas que resuelve notablemente, como el “Ecco ridente in cielo”, del Conde de Almaviva en el rossiniano Il Barbieri di Siviglia, junto al “Perdona o mia dilecta…Prendi l’anel ti dono…” del Elvino de La Sonnambula. Si su interpretación de “La mia letizia infondere” del verdiano I Lombardi resulta bien cantada pero carente de heroicidad, la que realiza de “Ella mi fu rapita… Parmi verder le lacrime”, del verdiano Rigoletto, es excelente y metida en el mejor estilo de canto verdiano, con perfecto legato y unas magníficas regulaciones dinámicas del sonido. Muy buena su interpretación del aria de Fenton “Da labbro il canto”, del verdiano Falstaff. En la complicadísima aria “Mi par d’udir ancora” de Los pescadores de perlas de Georges Bizet (cantada en italiano), Tagliavini realiza una interpretación muy parecida a la que realiza Beniamino Gigli de esa misma aria, bajando en un tono el agudo final (un re bemol) que, por ejemplo, sí dan Alfredo Kraus y Nicolaï Gedda, que, además, cantan en francés.
Tagliavini cantó magníficamente, pero en italiano, el Werther de Jules Massenet; su interpretación no tiene nada que envidiarle a las realizadas por Kraus o Gedda, con un timbre de superior calidad que el español y el sueco, aunque ambos eran grandes estilistas y dominaban perfectamente la lengua francesa, y el estilo de canto francés. Sin embargo, Tagliavini, en su grabación de 1948 realiza una interpretación de gran altura de “Ah, non mi ridestar (Pourquoi me reveiller)”, y, aún con mayor brillantez, el “Sogno, incanto, piacer”, en compañía de su esposa Pia Tassinari como Carlota. Aquí, Tagliavini nos muestra todas las bondades de su canto.
De Tosca podemos escucharle un “E lucevan le stelle”, grabado en 1940, muy en la línea que años después nos ofrecerá Giuseppe Di Stefano, en su antológica grabación EMI de 1953, junto a María Callas, dirigidos por Victor de Sabata: perfecto legato, medias voces de ensueño, sabias regulaciones y precisa acentuación.
Como en el caso de Tito Schipa, nos ofrece una bella interpretación cantada en español del “Ay! Ay!Ay!” de la Serenata criolla de Osmán Pérez Freire.
Sin embargo, el plato fuerte de este compendio de grabaciones lo constituyen dos fragmentos de la ópera favorita de Tagliavini, L’amico Fritz de Pietro Mascagni. La grabó por primera vez en estudio en 1941, para el sello CETRA, dirigida por el propio autor y con Pia Tassinari. Un año antes había grabado dos fragmentos: el famoso “dúo de las cerezas” (“Suzel, buon dì”), con Magda Olivero, ¡ambos están sensacionales!, pero donde pueden comprobarse todas las virtudes de Ferruccio Tagliavini. Es en el segundo fragmento “Ed anche Beppe amò” donde nos deleita con ese canto a flor de labios, su perfecto legato y momentos donde la voz se ensancha sobremanera sin perder un ápice de color y esmalte, con unos preciosos ataques a media voz que, materialmente, cortan el aliento.
Finalmente, citar otro de los grandes caballos de batalla de Tagliavini, el famoso “Lamento de Federico (È la solita storia del pastore…)” de L’Arlesiana de Francesco Cilea, donde, de nuevo, el tenor reggiano nos muestra el poder seductor de su voz.