El 27 de julio del año pasado se cumplieron 100 años desde el nacimiento del gran tenor Mario Del Monaco (Florencia, 27 de julio de 1915-Mestre (Venecia), 16 de octubre de 1982), cuya larga y exitosa carrera abarca los casi 35 años que median entre su debut en 1941 y su retirada en 1975. Poseedor de una voz voluminosa, broncínea, oscura y penumbrosa, con el metal y squillo, de los tenores wagnerianos; de perfecta dicción y un fraseo vibrante e incisivo, junto a un registro muy amplio con una poderosa gama de graves, pasando por un ancho centro, y unos agudos rotundos y bien proyectados, estando en posesión -al menos en la primera parte de su carrera- del Do4.
Dominar esos poderosos medios vocales no era tarea sencilla, y ello le ocasionaba verdaderos problemas para las medias voces, con un predominio de la emisión en forte. Sin embargo, ello era mucho menos notorio en sus primeros años de carrera, y al escuchar grabaciones del Nessun dorma de Turandot en 1948, o de Donna non vidi mai de Manon Lescaut en 1950, se pueden observar magníficas interpretaciones con una excelente línea de canto. De cualquier forma, sus rotundos medios vocales, unidos a una gran teatralidad, conferían auténtica fuerza a cada una de sus actuaciones escénicas, sobre todo, en aquellos roles de carácter más dramático.
Por Diego Manuel García
La larga e intensa carrera de Mario Del Monaco
Mario Del Monaco nació en el seno de una acomodada familia florentina, donde había un buen ambiente musical, sobre todo por la presencia de su madre Flora Giachetti, dotada de una bella voz y de un natural talento artístico, lo que influyó en el hijo, quien se aficionó al canto desde muy joven, y comenzó a ejercitarse escuchando grabaciones discográficas de Caruso, Pertile, Martinelli, Fleta, Gigli y Lauri-Volpi. Aunque recibió lecciones en el Conservatorio de Pesaro, de profesores como Raffaelli y Melocchi, su formación fue eminentemente autodidacta. En 1935, en fuerte competencia con otros ciento ochenta aspirantes e interpretando el Improvviso de Andrea Chènier, consiguió una beca de estudio en la Ópera de Roma. En aquel concurso conoció a Rina Filippini, con quien se casaría años después.
Su debut se produjo en 1941, cantando el Pinkerton de Madame Butterfly en el Teatro Puccini de Milán y, al año siguiente, lo hará en diferentes ciudades: Florencia, de nuevo con Pinkerton, junto a la Butterfly de Toti dal Monte y Edgardo de Lucia di Lammermoor con Lina Pagliughi, con quien también cantará esa misma ópera en Treviso y varias ciudades de Sicilia.
En 1943 acude a teatros prestigiosos como La Fenice de Venecia con Rodolfo de La Bohème, y con ese mismo papel al Teatro Social de Como, entonces sede del Teatro alla Scala, que había sido parcialmente destruido por un bombardeo. Ya finalizada la Segunda Guerra Mundial, en 1946, debutará en la Arena de Verona con el Radamés de Aída, en el Teatro San Carlo de Nápoles con el Enzo Grimaldo de La Gioconda, y con la compañía de ese Teatro en el londinense Covent Garden, donde interpretó Butterfly, Tosca y Pagliacci. A fines de diciembre de 1946 se produjo su desafortunado debut en el Liceu de Barcelona, cantando un Radamés de Aída que pasó sin pena ni gloria, ya que no obtuvo prácticamente ningún aplauso del público. Peor fue cuando, unos días después, concretamente el 2 de enero de 1947, cantó el Enzo de La Gioconda, y su actuación desagradó al público de tal forma que fue literalmente abucheado. Del Monaco quedó totalmente traumatizado por ese gran fracaso, y pensó seriamente abandonar su carrera. Afortunadamente, unos meses después superó esa crisis para debutar en la Ópera de Roma con el Don José de Carmen y Turiddu de Cavallería Rusticana, en la Ópera de Río de Janeiro con Andrea Chénier, Il Trovatore y Mefistófeles, y en la Ópera de Estocolmo donde cantó Tosca y La Bohème, junto a Mafalda Favero y Tito Gobbi.
En 1948 debutará en el Teatro Carlo Felice de Genova, cantando Calaf, junto a la Turandot de María Callas. En enero de 1949 actuará por primera vez en el reconstruido Teatro alla Scala de Milán, cantando el pucciniano Des Grieux junto a la Manon de Elisabetta Barbato, volviendo en marzo de ese mismo año con un magnífico Andrea Chènier, junto a la extraordinaria Magdalena de Coigni de Renata Tebaldi, dirigidos por Victor de Sabata. También en 1949 se producirá su debut en el Teatro Colón de Buenos Aires, donde cantará La forza del destino, Il Trovatore y un famoso Turandot junto a María Callas, con dirección de Tullio Serafin y, ese mismo año, cantará por primera vez en el Teatro San Carlos de Lisboa un Andrea Chènier, junto a Renata Tebaldi.
El año 1950 será de gran importancia en la carrera de Mario Del Monaco: volverá al Teatro alla Scala con Aída y al Teatro Colón de Buenos Aires, donde cantará por primera vez Otello, junto a la Desdémona de Delia Rigal y el Yago de Carlo Guichandut, con dirección del maestro Antonino Votto. En septiembre de aquel mismo año se producirá su debut norteamericano en la Ópera de San Francisco con Aída, Andrea Chénier y el Des Grieux de Manon Lescaut, junto a Dorothy Kirsten como Manon y Giuseppe Valdengo en Lescaut, dirigidos por Fausto Cleva; y, con esa misma ópera, idénticos intérpretes y director, se producirá su triunfal debut en el Metropolitan de Nueva York, el 27 de noviembre de 1950. Desde entonces, Del Monaco iniciará una intensa relación con ese Teatro, que se extenderá durante las siguientes nueve temporadas, donde cantará todas sus grandes creaciones, en fuerte competencia con tenores como los norteamericanos Richard Tucker y Jan Peerce, el sueco Jussi Björling, el eslovaco Kurt Baum o el irlandés Eugene Conley.
Es interesante reseñar el intenso trabajo y dedicación que suponía para Mario Del Monaco estas estancias norteamericanas, y sirva como ejemplo la temporada de 1952-53, cuando llegó a cantar en la Ópera de San Francisco seis óperas: Tosca, Aída, Il Tabarro, Pagliacci, Il Trovatore y Mefistófeles, en el transcurso de catorce funciones, desde mediados de septiembre de 1952 a comienzos de noviembre de ese mismo año, para enlazar con la temporada del Metropolitan, que se extendía hasta finales de mayo de 1953, y donde a las ya citadas seis óperas, se unían tres más: Carmen, La Gioconda y La forza del destino con un total de treinta y cinco representaciones. El esfuerzo debía ser agotador entre ensayos y actuaciones.
Los años 50 constituirán el período dorado en la carrera del tenor florentino ya que, paralelamente a sus actuaciones norteamericanas, obtendrá grandes triunfos en el Teatro alla Scala, donde inaugurará tres temporadas: la de 1953-54, con La Wally de Alfredo Catalani; la de 1955-56, con el Pollione de una antológica Norma cantada por María Callas; y la de 1959-60 con Otello. Durante esa década, Del Monaco debutará en el Palacio Bellas Artes de Ciudad de Mexico (Aída) en 1951, La Ópera de Chicago (La fanciulla del West) en 1956; La Ópera de París (Otello) en 1954; La Ópera de Viena (Otello), en 1957; Tokio (Otello), en 1958 y en Teatro Bolshoi de Moscú (Carmen y Pagliacci), en 1959. Durante la década de los 60 la carrera de Del Monaco proseguirá con sus títulos más representativos e, incluso, hará una incursión en el repertorio wagneriano, cantando en alemán el Siegmund de Die Walküre, en Stuttgart, en 1966, aunque ya había interpretado Lohengrin en la Scala, en 1957, en italiano. En marzo 1975, y requerido por los teatros San Carlo de Nápoles y Mássimo de Catania, se retirará de la escena cantando once exitosas funciones de Pagliacci, en veinte días, toda una proeza para un cantante que estaba a punto de cumplir 60 años.
Su extraordinaria creación de Otello
Mario Del Monaco fue el más grande Otello de su época. El tenor florentino poseía la vocalidad apropiada para este personaje, y su gran mérito artístico fue estudiar y profundizar en su concepción y psicología a lo largo de 427 representaciones en los 22 años (1950-1972) que lo mantuvo en su repertorio. Del Monaco fue un Otello vocalmente salvaje y temperamental, aunque con el paso de los años fue ofreciendo una menor exuberancia, pero sus interpretaciones seguían siendo de gran fuerza y expresividad. Impresionante resulta su heroico “Esultate” al comienzo de la ópera, o el dúo con Yago “Si, pel ciel marmoreo giuro” del final acto II. El patetismo que imprime a “Dio, mi potevi scagliar tutti i mali” del acto III o el desgarro lacerante con el que canta al final de la ópera “Niun mi tema”. Por sus características vocales tenía más dificultades para afrontar las partes más líricas del largo e intenso dúo con Desdémona “Già nella notte densa” que cierra el acto I.
Mario Del Monaco realizó en estudio dos grabaciones de Otello para el sello DECCA: la primera en 1954, junto a la Desdémona de Renata Tebaldi y el Yago de Aldo Protti, con una rutinaria dirección de Alberto Erede al frente de la Orquesta de la Academia de Santa Cecilia de Roma. El mismo equipo vocal participó en una segunda grabación realizada en 1961, con unos resultados mucho más satisfactorios, sobre todo por la suntuosa y refinada dirección de Herbert von Karajan, al frente de la Filarmónica de Viena, convirtiéndose en una de las versiones referenciales de esta ópera. Impresionante resulta el legado discográfico de tomas en directo, con mas de treinta grabaciones que abarcan desde su mismo debut en el Teatro Colón de Buenos Aires, en 1950, hasta sus últimas funciones en el Teatro de la Moneda de Bruselas, en 1972, junto a la jovencísima Desdémona de Katia Ricciarelli, treinta años más joven que Del Monaco.
Entre esta ingente cantidad de grabaciones cabe destacar la que supuso su primer Otello en el Teatro alla Scala, en 1954, de nuevo junto a Renata Tebaldi y el Yago de Leonard Warren, dirigidos por Antonino Votto. Los mismos cantantes en el neoyorkino Metropolitan, en 1955, con dirección Friedrich Stiedry, y que supuso el debut de Renata Tebaldi en ese teatro. Reseñar también otra grabación en el Metropolitan de 1958, editada por el sello MYTO, con la Desdémona de Victoria de los Ángeles y el Yago de Leonard Warren, dirigidos por Fausto Cleva. Y, como auténtica curiosidad, una grabación en la Ópera de Dallas, en 1962, dirigida por Nicola Rescigno, donde Del Monaco compartía reparto con la excelente Desdémona de Ilva Ligabue y con Ramón Vinay, uno de los más famosos Otello, esta vez como Yago. Es impresionante escucharles en el dúo “Si pel ciel marmoreo giuro”.
No menos importante que escuchar la voz de Mario Del Monaco cantando Otello es contemplar su extraordinaria actuación escénica en la producción televisiva efectuada por la RAI en 1958, comercializada por el sello HARDY CLASSIC donde, a base de impactantes primeros planos, vemos el cambiante rostro de Del Monaco, que retrata sus diferentes estados anímicos, mostrando, por momentos, la desesperación que le embarga, o unas miradas de puro desvarío.
Mario Del Monaco también afrontó con éxito otros papeles verdianos y, en especial, su magnífica creación de don Álvaro en La forza del destino, que puede escucharse en una toma en directo realizada en 1953, en el Maggio Musicale Fiorentino, disponible en una versión remasterizada por ARCHIPELRECORDS, con la teatral, elegante y muy fogosa dirección de Dimitri Mitrópoulos. Es recibido en el escenario con un sonoro aplauso al comenzar su vibrante dúo con Leonora “Ah! Per sempre, o mio bell’angiol” del acto I, su excelente interpretación del recitativo-aria “La vita è inferno all’infelice… o tu che in seno agli angeli” del acto III, y el imponente dúo con Aldo Protti “Invano, Alvaro, ti celasti al mondo…” del acto IV.
Ernani fue otra de sus grandes interpretaciones verdianas, habiéndolo cantado en muchas ocasiones en el Metropolitan, con dirección orquestal de Dimitri Mitrópoulos, entre ellas una función tomada en 1956, acompañado por la notable Elvira de Zinka Milanov, el magnífico Carlos V de Leonard Warren y el aristocrático Silva, cantado por Cesare Siepi. Aquí la actuación de Del Monaco resulta sobresaliente, destacando al comienzo de la ópera su interpretación del recitativo-aria-cabaletta “Mercè, diletti Amicis… Come rugiada al cespite… O tu che l’alma adora”. Existe otra toma en directo de Ernani, realizada en 1957 en el Maggio Musicale Fiorentino, comercializada por el sello MYTO donde, de nuevo, brilla a gran altura la dirección musical de Dimitri Mitrópoulos.
Mario Del Monaco también realizó una notable creación de Radamés en Aída, destacando su interpretación en el Teatro Bellas Artes de México, con la excelente dirección de Oliviero de Fabritiis, al frente de la Orquesta de ese Teatro, junto a la extraordinaria Aída de María Callas, en una toma en directo de 1951, remasterizada por EMI. Para escuchar y contemplar el vibrante y heroico Radamés de Del Monaco puede visionarse una toma televisiva realizada en Tokyo en 1961, comercializada por el sello VAI, junto a la Aída de Gabriela Tucci, la excelente Amneris de Giulietta Simionato, el vigoroso Amonasro de Aldo Protti y la correcta dirección de Franco Capuana al frente de la Orquesta Sinfónica NHK.
Las interpretaciones puccinianas y veristas de Del Monaco
Dentro de sus creaciones puccinianas cabe destacar su interpretación de Dick Johnson en La fanciulla del West, sobre todo en la toma en directo realizada en el Maggio Musicale Fiorentino de 1954, reprocesada por el sello MYTO, con una contrastada y muy teatral dirección musical de Dimitri Mitrópoulos, quien mejor supo sacar el máximo partido a los medios vocales de Mario del Mónaco. Ante esta gran creación palidecen bastante el resto de sus interpretaciones puccinianas, aunque resulten notables sus creaciones de Cavaradossi en Tosca, Des Grieux en Manon Lescaut y Luigi en Il Tabarro.
Dadas sus características vocales y temperamento escénico realizó grandes creaciones de los roles veristas, en especial de Canio en Pagliacci. Resulta impresionante contemplar su actuación en “Recitar!… Vesti la giubba”. También se le puede escuchar en la grabación de estudio realizada por DECCA en 1959, con la eficaz dirección de Francesco Molinari Pradelli, de nuevo junto a la Nedda de Gabriela Tucci y el magnífico Tonio de Cornell MacNeil. Sin embargo, es en el Teatro donde pueden escucharse sus mejores prestaciones, existiendo hasta trece grabaciones tomadas en directo y, de todas ellas, cabe destacar la que supuso su despedida del Metropolitan en enero de 1959, con la batuta de Mitrópoulos (su director fetiche), acompañado por el Tonio de Leonard Warren.
Una de las grandes creaciones de Del Monaco fue Andrea Chènier, de la ópera homónima de Umberto Giordano, perteneciente a un tipo de verismo de corte aristocrático. Del Monaco preparó este papel con el propio Giordano poco antes de la muerte del compositor. Ya en 1949 pueden escucharse fragmentos grabados en el Teatro alla Scala, donde puede comprobarse su gran interpretación de Chènier, junto a la preciosa voz de una juvenil Renata Tebaldi como Magdalena di Coigni, dirigidos por Victor de Sabata. Se puede contemplar su interpretación vocal y escénica en una producción televisiva de la RAI realizada en 1955 junto a la esplendida Magdalena interpretada por Antonietta Stella.
Cabría también señalar la magnífica creación realizada de Enzo en La Gioconda (ópera que puede considerarse como pre-verista) y que cantó en muchas ocasiones, destacando su interpretación en la grabación DECCA de 1957, junto a la excelente Anita Cerquetti como Gioconda, la magnífica Laura de Giulietta Simionato, junto a la imponente vocalidad de Ettore Bastianini y un ajustado y brillante Cesare Siepi como Alvise.
Resulta sumamente complicado resumir en unas pocas páginas la intensa carrera de Mario del Monaco, una de las grandes figuras de la lírica del siglo XX. Sirvan estos comentarios como homenaje al gran tenor florentino en el centenario de su nacimiento.