Por Marta Jareño
En la orquesta actual solo existe un tipo de viola y nació entre los siglos XVI y XVII. A lo largo de la historia ha habido diferentes tipos de viola, como por ejemplo la viola da gamba, la viola d’amore, la viola da braccio (que se apoyaba en el muslo o en el antebrazo, de donde deriva su nombre en alemán bratsche).
Su tamaño es algo mayor que el violín; entre 38 y 42 centímetros, aunque hay violas que pueden llegar a medir 44 centímetros. De hecho, en Estados Unidos, hace años, algunas orquestas no permitían acceder a ellas con instrumentos inferiores a 42 centímetros. Sirve de puente sonoro entre el violín y el violonchelo, tanto en el cuarteto de cuerda como en toda formación orquestal. Su timbre es muy bello y dulce, sonidos que evocan la melancolía. Se sostiene con el brazo izquierdo en posición horizontal, al igual que el violín, y se apoya su caja de la misma manera que este, es decir, debajo de la barbilla.
Tiene cuatro cuerdas que se afinan con las notas Do, Sol, Re, La (de grave a agudo subiendo en intervalos de quinta justa). Para su lectura musical emplea la clave de Do en tercera línea (circunstancia que dificulta su ejecución) y, cuando las notas son muy agudas, utiliza la clave de Sol en segunda línea.
Como en todo instrumento, tocar la viola requiere de ciertos cuidados físicos del intérprete: suave calentamiento antes de empezar a tocar (tanto en estudio personal como en ensayos y conciertos) y ejercicios de estiramientos inmediatamente después (siempre en caliente). Lo más corriente es que tengamos contracturas, tendinitis y lesiones cervicales en forma de hernias o protusiones. Una buena postura es esencial y un buen tono muscular, imprescindible, así como acudir a un buen fisioterapeuta como forma preventiva. Ejercicios de Pilates, Yoga o hipopresivos, ayudan a fortalecer nuestra musculación.
La viola llegó a mi vida de una forma totalmente casual: nuestros mejores amigos, la familia Borrego Martín, tocaban el violín, la viola y el violonchelo; por afinidad, mi hermano Juan José eligió el violín, como su amigo Miguel (el cual hoy es concertino de la Orquesta Sinfónica RTVE), y yo la viola, como mi gran amiga Ana, con los cuales tengo el grandísimo honor de compartir partitura en la misma orquesta.
La viola solo necesita un óptimo grado de humedad para evitar que la madera se abra por la sequedad ambiental, y de cuando en cuando una revisión por un lutier para ajustar el alma o el puente, además de un cambio de cuerdas dos o tres veces al año, ya que con el uso se desgastan y pierden brillantez y sonoridad.
Para mí los solos de viola más emocionantes están en las sinfonías de Gustav Mahler y de Anton Bruckner, Richard Strauss o Dmitri Shostakóvich, no sabría elegir, son todos ellos maravillosos. Si tengo que elegir concierto de viola que me gusten especialmente, me quedo con los compositores Béla Bartók, William Walton, Paul Hindemith, Johann Stamitz, Franz Anton Hoffmeister o Mozart (sinfonía concertante). En cuanto a las obras de cámara más interesantes, sin dudar me quedo con los cuartetos de Beethoven. También hay quintetos de Bramhs, cuartetos de Mozart, Haydn, Dvorak, Borodín y Shostakóvich maravillosos, así como de Juan Crisóstomo de Arriaga. El repertorio de cámara para viola es amplísimo y fantástico.
Tocar en la Orquesta Sinfónica RTVE ha sido mi sueño hecho realidad. De pequeña veía a la orquesta por televisión y en época de estudiante intentaba acudir a tantos conciertos en el Teatro Real (lugar en el que daban los conciertos entonces) como me era posible. En la actualidad, formamos parte de la sección de violas María Teresa Gómez, María Cámara, Chang Chu Ma, Agustín Clemente, Sergio Sola y Marisol Palazón. Entre mis violistas favoritos se encuentran Tabea Zimmerman, Yuri Bashmet, Kim Kashkasihsian, Nobuco Imai, Bruno Giuranna y Anabella Chaves.
De entre todas las anécdotas que he acumulado a lo largo de estos años, destacada una especialmente: hace años, en una larga y extenuante gira de conciertos por Andalucía, en pleno concierto, y tras una larga cadencia de piano en el Concierto para piano n. 5 “Emperador” de Beethoven, mi compañero de atril se quedó dormido, y viendo que la cadencia terminaba y mi compañero no se ponía en posición para seguir tocando, tuve que despertarle disimuladamente para proseguir con la ejecución.
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