Por María Cámara
Toco la viola y ¿eso cómo es?, esta es la pregunta a la que muchos violistas nos enfrentamos a la hora de explicar nuestros estudios o profesión.
Mi caso no fue diferente en mis inicios porque tampoco conocía el instrumento, la viola caería en mis manos por pura casualidad, como me consta que es el caso de muchos de mis compañeros. Pese a mi ignorancia inicial, me gusta la idea de pensar que era mi destino estar por siempre vinculada a este maravilloso instrumento.
La viola es la gran desconocida dentro de la cuerda, no por ello con una función menos importante. Tal y como la conocemos hoy en día es producto de una lenta transformación desde su nacimiento. Hasta principios del siglo XX la viola tendría un papel secundario dentro de la orquesta; en épocas anteriores con predominio del violín, muchos violinistas no conseguirían el virtuosismo requerido y encontrarían en la viola una salida al tener papeles menos exigentes técnicamente y no tan expuestos dentro del conjunto. De ahí que a día de hoy nos haya llegado aquello de “los violistas son los malos violinistas”. Afortunadamente esta no es la realidad de nuestros días en los que existen grandes violistas que se enfrentan a un papel de gran dificultad técnica y exigencia dentro de la orquesta y música de cámara.
La viola cuenta con la peculiaridad de no tener medidas estandarizadas, como ocurre en el caso del violín o el chelo. Esta característica tiene como ventaja el poder adaptarse a la fisonomía de cada instrumentista pudiendo este elegir la medida que mejor convenga. Esto lleva inevitablemente a que en una orquesta convivan diferentes medidas dentro de una misma sección. Pese a los diferentes tamaños de viola, no quiero decir con ello que sea tarea fácil encontrar el instrumento idóneo con el que sentirse cómodo y a su vez tenga el sonido anhelado. El de la viola se caracteriza por graves profundos y agudos brillantes, suponiendo el necesario elemento de equilibrio y balance dentro de una sección de cuerdas bien sea en orquesta o en grupos de cámara.
En cuanto al repertorio para viola, cabe decir que no es tan escaso como en muchas ocasiones se piensa, pero sí bastante desconocido. Tras un periodo Barroco donde la polifonía supuso un trato igual de voces, con la llegada del Preclasicismo los instrumentos centrales perderían importancia llevando consigo la escasez de violistas profesionales. A partir de este momento a los compositores clásicos les resultaría complicado escribir para viola, aunque ya empezaría a vislumbrarse una mayor importancia, como se puede apreciar en cuartetos de Mozart y Haydn.
Dentro del repertorio más conocido para viola estarían los siempre presentes Concierto para viola en Re mayor de F. A. Hoffmeister y Concierto para viola en Re mayor de Carl Stamitz, y otras obras posiblemente no tan conocidas como Tres suites para viola sola de Max Reger o Concierto para viola opus 37 de Miklós Rózsa. Estas obras suponen tan solo un pequeño ejemplo dentro de nuestro repertorio que, insisto, aunque muy desconocido no deja de ser rico y extenso.
La música de cámara supone una faceta muy destacada en mi vida musical, es un ámbito donde me encuentro muy cómoda y además me permite trabajar de una forma distinta y con enfoques muy diferentes a los del día a día en un atril de orquesta. Dentro de esta forma de trabajo, al ser un grupo reducido y con autonomía para organizar tiempo y sesiones de ensayo según necesidades del programa, uno puede trabajar de manera más específica aspectos como afinación, ritmo, fraseo, golpes de arco, etc.
En este momento hago menos cámara de lo que me gustaría, ya que la programación de la orquesta absorbe la mayor parte de mi tiempo, pero cada vez que tengo la oportunidad de disfrutarla lo hago con mucho cariño y dedicación. Ya desde muy pequeña en el conservatorio empecé trabajando en diversas formaciones (tríos, cuartetos, quintetos, orquesta de cámara…) para seguir en el Grado Superior formando un cuarteto de cuerda con el que era un verdadero placer trabajar todo tipo de repertorio, ya que por suerte contábamos con el tiempo para hacerlo minuciosamente. A día de hoy en la Orquesta y Coro RTVE tenemos la gran suerte de contar cada año con un ciclo de cámara donde podemos saborear algún que otro concierto con formaciones propuestas por los propios compañeros. Para los que participamos cada año supone una oportunidad que nos saca del trabajo puramente orquestal y nos posibilita disfrutar del sonido de cada componente y conocernos musicalmente mejor, siendo estos trabajos grupales a su vez muy beneficiosos para el conjunto de la orquesta.
Para mí, estar en la Orquesta y Coro RTVE significa una meta conseguida. En mi caso, como mucha gente en estos 50 años, hemos crecido con esta orquesta cada semana en televisión, por lo que fue muy emocionante formar parte de ella y poder compartir escenario con rostros tan familiares para mí. La Orquesta y Coro RTVE, debido a sus posibilidades de difusión, es en muchos casos uno de los pocos accesos que mucha gente tiene a la música clásica, por ello formar parte de esta formación es, entre otras, cosas una responsabilidad y satisfacción añadida.
Juan dice
Muy didáctico este artículo, confieso que desconocía casi todo, pero gracias esta gran lección de Mar, tengo que reconocer que mi ignorancia se ha reducido un poquito.. Gracias.