Por Vicent Puertos
Cuando tenía 8 años, los instrumentos que me llamaban más la atención eran el fiscorno y el oboe, pero empecé mi formación musical con la trompa porque mi padre decía que era el instrumento que tenía más futuro. Me hubiera gustado ser pianista, pero era muy difícil porque no era posible tener un piano en casa. Sin embargo, muy pronto pude darme cuenta de las fascinantes posibilidades que me ofrecía la trompa.
Desde muy niño entré a formar parte de la banda de Castelló de la Ribera (Valencia), adonde por aquel entonces venían los profesores del Conservatorio a examinarnos. A los 10 años me marché a estudiar al Conservatorio de Valencia, a los 15 toqué en el Festival de Ópera de Canarias, a los 16 estuve una temporada como solista en la Orquesta Sinfónica del Liceo de Barcelona y a los 17 formé parte de la Orquesta Sinfónica de Madrid, siempre como solista. Luego, a los 21 años, hice el examen para profesor de trompa de la OSRTVE y… ¡han pasado treinta años!
Por aquellos años la sección de trompa era increíble, mis compañeros me hicieron sentir muy bien, y me hicieron muy fácil el trabajo. Había una unión y un ambiente buenísimo entre todos. Recuerdo especialmente a Luis Morató, el solista de trompa veterano, que estuvo en los primeros años de la OSRTVE, por todo lo que aprendí de él a nivel artístico y humano; fue para mí como un padre, tuvimos una relación impresionante hasta que él se retiró.
Los trompistas somos un nexo de unión entre las maderas y los metales, es decir, somos un instrumento a caballo entre la madera y el metal y, en cuanto a registro, podemos decir que nos podemos parecer, o tenemos mucho que ver, con el violonchelo.
Con la trompa puedes ir desde el ‘terciopelo’, con una sonoridad muy suave y muy dulce, hasta lo más heavy, un sonido metálico, potente, como las trompetas y trombones. Tiene la particularidad de lo que llamamos bouché o ‘sonido tapado’, que se produce cuando metemos la mano en el pabellón y obstruimos la salida del aire por completo, consiguiendo de esta forma el peculiar sonido metálico.
Aunque la trompa parece un instrumento más bien pequeño, en realidad es muy grande. En sus orígenes era un tubo estrecho y largo. La trompa actual es un tubo que si lo ‘desenrolláramos’, ocuparía más tres metros de largo; si la observas verás que dentro de ella el aire da muchas vueltas.
En sus orígenes fue un instrumento de caza que se tocaba montando a caballo. Era un instrumento más sencillo, tenía una forma cónica abierta, ya que en los tiempos más antiguos se utilizaban cuernos o colmillos de animales para su fabricación.
Tras la Edad Media se comienza a utilizar el metal, dando lugar al gran ‘lur’ utilizado en los países escandinavos. A mediados del siglo XVII se generaliza el uso de la trompa francesa, que es una versión más grande que la de caza y en la que el tubo se encuentra enrollado en círculo. Esta trompa se introduce definitivamente en la orquesta a finales del siglo XVIII; la invención de las válvulas a finales del siglo XIX provocó una auténtica revolución, ya que permitió al intérprete variar la longitud del tubo con solo mover un dedo. A partir de ese momento los compositores comenzaron a escribir pasajes para la trompa que exigían cada vez más virtuosismo.
En realidad es un instrumento muy complejo, por la cercanía de los armónicos. Trompetas y trombones tienen los armónicos separados por terceras, cuartas e incluso quintas; nosotros, en cambio tenemos, muy cercanos los armónicos, llegando a veces a la cercanía de un semitono entre ellos, sobre todo si utilizamos el tubo de Fa, que particularmente me encanta.
Los trompistas poseemos la fama de ser unos ‘pifiones’, tenemos un porcentaje de posibilidad de fallo muy elevado respecto al resto de los instrumentos de metal, sobre todo según vamos a notas más agudas, donde los armónicos están cada vez más cerca; hasta en los mejores solistas puedes escuchar meteduras de pata.
Requiere una capacidad pulmonar como cualquier instrumento de viento, aunque creo que es más difícil la tuba o el trombón bajo. La trompa tiene un registro tan amplio (la misma nota puede tocarse hasta en cinco octavas) que supone una dificultad añadida. Necesitamos tener un corazón fuerte, debido a la tensión que sufrimos para no fallar. Recuerdo que hace poco publicaron en una revista de ciencia un ranking de profesiones de riesgo: la primera de la lista era la de piloto de caza y, como segunda profesión con más riesgo, aparecía solista de trompa. Tenemos que tener el corazón muy sano.
La trompa luce especialmente en composiciones de Strauss, Brahms, y Mahler, también en la música de bandas sonoras cine, como las bandas sonoras compuestas por John Williams. Tenemos que sentirnos muy afortunados porque Mozart compuso cuatro conciertos y una pieza denominada Rondó para trompa y orquesta. En las bandas sonoras la trompa tiene muchas veces un papel importante; recientemente la Orquesta y Coro de RTVE han grabado con Federico Jusid la banda sonora de la serie Carlos, Rey, Emperador, con un solo de trompa precioso, que evidencia que es un instrumento muy solemne y muy lírico a la vez.