
La descripción que ha llegado hasta nuestros días de Vincenzo Bellini (Catania, Sicilia, 1801-Puteaux, cercanías de París, 1835), lo presenta como una persona de aspecto elegante y frágil, rodeado de un cierto halo melancólico que evoca de inmediato la figura del artista romántico. Su temprana muerte, a los 33 años, lo vinculó al destino de compositores como Pergolesi, Mozart y Schubert. La gran aportación de Bellini consistió en crear las melodías más bellas y extensas de todo el género operístico, concebidas no solo para el lucimiento de los cantantes, sino también como vehículo de expresión dramática.
Por Diego Manuel García
Una ópera sobre un tema de Scribe
Vicenzo Bellini comenzó a escribir La sonnambula a finales de 1830. Para entonces, su fama como compositor ya era considerable. Su carrera estaba jalonada por grandes triunfos, como Il pirata (1827) y La straniera (1829), ambas estrenadas en el Teatro alla Scala de Milán, donde sus honorarios habían llegado a duplicar los percibidos por el mismísimo Rossini.
Su siguiente obra, I Capuleti e i Montecchi, obtuvo también un resonante triunfo en su estreno en el Teatro La Fenice de Venecia, en marzo de 1830. Poco tiempo después, el Teatro Carcano de Milán le encargó una nueva ópera para ser estrenada durante el Carnaval de 1831. Su libretista habitual, Felice Romani, le propuso una adaptación del drama histórico Hernani de Victor Hugo, cuyo tumultuoso estreno —con la presencia del propio Romani— había tenido lugar en París en febrero de ese mismo año, convirtiéndose en un verdadero manifiesto del movimiento romántico.
Durante el otoño de 1830, Bellini y Romani comenzaron a trabajar en ese nuevo proyecto. Sin embargo, terminaron abandonándolo debido a problemas con la censura impuesta por el gobierno austriaco, que en aquel momento dominaba la región de Lombardía.
En diciembre de ese mismo año, y con gran premura, compositor y libretista decidieron adaptar el ballet-pantomima en tres actos La sonnambula, ou l’Arrivée d’un nouveau seigneur, con libreto de Eugène Scribe y música de Louis Joseph Ferdinand Hérold, estrenado en París en 1827. Romani eliminó los elementos frívolos de la historia original y trasladó la acción desde la Provenza francesa a un idílico pueblo suizo.
Bellini compuso la partitura en menos de dos meses. El libreto, estructurado en dos, presenta una trama sencilla, cuyo ambiente y situaciones reflejan la influencia del incipiente espíritu romántico.
Argumento
La historia comienza la víspera de la boda de Amina y Elvino, cuando para ellos todo es felicidad y buenos augurios. Sin embargo, Amina padece sonambulismo, un hecho que Elvino desconoce. Durante uno de sus inconscientes paseos nocturnos, Amina entra en la habitación de un noble visitante del pueblo, lo que provoca un escándalo y lleva a Elvino a romper el compromiso, convencido de una traición.
El noble caballero, conocedor de la verdad, intenta convencer a Elvino de la inocencia de Amina. En una conmovedora escena final, Elvino comprueba con sus propios ojos el sonambulismo de Amina y comprende la verdad. La ópera concluye con la reconciliación de los amantes y un final feliz.
Una historia sencilla y pueril
Felice Romani profundiza poco en la psicología de los dos protagonistas. Amina representa a una bella campesina, muy enamoradiza y algo ingenua. Elvino es un rico terrateniente que profesa un profundo y sincero amor por Amina; sin embargo, se siente traicionado por la —aparentemente— equívoca conducta de su prometida.
El noble caballero antes mencionado es el conde Rodolfo, cuya presencia resulta fundamental para el desarrollo y desenlace de la historia. Su descripción resulta más precisa: se trata de un personaje vagamente emparentado con el Don Giovanni mozartiano, que conoce muy bien a las mujeres, y dotado del talante lisonjero y halagador de un conquistador. No obstante, cuando descubre el sonambulismo de Amina, no intenta aprovecharse de la situación, sino que actúa de un modo caballeroso.
Otro personaje bastante bien siluetado es Lisa, la bella hostelera. En contraposición con Amina, es una mujer bastante taimada y extremadamente falsa, que recurre a malas artes para intentar recuperar los favores de su antiguo novio, Elvino.
La presencia de Teresa, la madre adoptiva de Amina, tiene también relevancia, especialmente cuando defiende la honorabilidad de su hija.
¿En qué reside, entonces, que una historia tan sencilla y pueril se convierta en una magnífica ópera? ¡Sin duda, en la música compuesta por Bellini! Una sucesión de bellísimas y muy largas melodías impulsa, sin altibajos, esta endeble historia hacia adelante. El compositor siciliano vuelve la mirada a la gran tradición operística napolitana, en especial a Nina, o sia La pazza per amore de Giovanni Paisiello, estrenada en 1789 y cuyo personaje principal, Nina —una joven que enloquece por amor— presenta ciertos paralelismos con Amina.
La partitura
En La sonnambula, los momentos en que la música orquestal planea se presenta en solitario son escasos. Las oberturas de ambos actos son breves y de escritura bastante elemental, en consonancia con la sencillez de la trama.
Uno de los escasos momentos de mayor vuelo orquestal se encuentra en el interludio orquestal que precede al dúo de Amina y Teresa, en el Acto II. No obstante, esta ópera presenta numerosos efectos orquestales llenos de refinamiento, donde los instrumentos de viento-madera desempeñan un papel destacado. Los solos instrumentales colorean a la perfección las situaciones dramáticas.
Los coros tienen un papel muy activo y representan a los habitantes del pueblo, que comentan los acontecimientos mediante brillantes intervenciones. Un ejemplo es su aparición al comienzo de la ópera, describiendo a Amina: ‘In Elvezia non v’ha rosa fresca e cara al par d’Amina’ (‘En Suiza no hay otra rosa más fresca y bella que Amina’), en forma de danza popular. También destaca la escena en la que relatan la existencia de un fantasma —‘A fosco cielo, a notte bruma’ (‘Con el cielo nublado, en la noche oscura’)—, donde su canto sincopado, acompañado por trompas y cuerda en pizzicato, genera una atmósfera misteriosa. Igualmente relevante es su intervención tras la primera escena de sonambulismo de Amina: ‘Osservate. L’uscio è aperto’ (‘Mirad. La puerta está abierta’). Al comienzo del Acto II, su interpretación está impregnada de un cadencioso y fino melodismo: ‘Qui la selva è più folta’ (‘Aquí la espesura es más densa’).
Las intervenciones de Amina y Elvino dominan gran parte de la ópera. Amina requiere una soprano lírico-ligera de coloratura, con un poderoso fiato para afrontar los extensos andantes de la partitura, así como la facilidad de emitir notas agudas y sobreagudas. Elvino, por su parte, requiere un tenor lírico-ligero con gran técnica vocal, exquisita línea de canto y flexibilidad para efectuar trinos y melismas y un registro agudo amplio.
La entrada en escena de Amina, en el Acto I, está marcada por el recitativo-cavatina ‘Care compagne, e voi, teneri amici… Come per me sereno’ (‘Amadas compañeras y vosotros, amables amigos… ¡Qué sereno resplandece el día!’) donde, a través de un canto lleno de virtuosismo, muestra la felicidad que le embarga la víspera de su boda, y que adquiere tonos de desbordante alegría en la subsiguiente cabaletta, ‘Sovra il sen la man mi posa’ (‘Pon sobre mi pecho la mano’), dominada por trinos, escalas, notas picadas, trémolos, melismas, sobreagudos (debe subir al do5) y todo tipo de adornos.
Bellini otorga los recitativos un marcado carácter cantábile, cuya diferencia con las arias es mínima. La típica estructura belcantista ‘recitativo-aria-cabaletta’ adquiere cierta complejidad, propiciando mayor continuidad musical y dramática. Un buen ejemplo es la primera intervención de Elvino, que se inicia con el recitativo ‘Perdona, o mia diletta’ (‘Perdona, amada mía’), donde la voz se eleva a un suave si bemol. A continuación, se intercalan las voces de Amina y el notario, durante la firma del contrato matrimonial.
Elvino inicia entonces el andante ‘Prendi, l’anel ti dono’ (‘Toma, te entrego el anillo’), que se convierte en un precioso dúo con Amina, donde pueden escucharse dos temas musicales recurrentes: cuando Elvino le coloca a Amina el anillo de compromiso, y al ofrecerle un ramillete de flores. Un coro y una deliciosa serenata de flautas introducen un brillante allegro, en forma de mazurca chopiniana —otro tema musical recurrente—, cuya primera sección melancólica, ‘Ah! vorrei trovar parole’ (‘¡Ah, quisiera encontrar palabras!’), cantada por Amina, es contestada por una más alegre y vibrante de Elvino: ‘Tutto, ah! tutto in quest’istante’ (‘¡Todo, todo en este instante!’). Tras una breve intervención del coro, se produce una repetición de ambas secciones, donde el tenor debe elevar la voz al do4.
En el siguiente dúo, ‘Son geloso del zefiro errante’ (‘Estoy celoso del céfiro errante’), y en un tono marcadamente elegíaco, Amina y Elvino intercambian trinos y preciosos melismas. Después de la primera escena de sonambulismo de Amina (desencadenante del drama) el Acto I se cierra con un concertante de magnífica factura, ‘D’un pensiero, e d’un accento’ (‘Ni de pensamiento o palabra’), donde las voces de Amina y Elvino se entrecruzan, ya con el amargo sabor de la ruptura. El tono de reproche adquiere considerables dimensiones, cuando juntan sus voces en la vibrante stretta final.
En el Acto II tiene lugar la gran escena de Elvino, que se inicia con un aria, en cuya primera sección, ‘Tutto è sciolto’ (‘Todo se ha acabado’), muestra, con un tono marcadamente intimista, su abatimiento y desesperación. La repentina aparición de Amina propicia un breve dúo, de nuevo cargado de reproches, que impulsan el aria hacia una segunda sección, donde la voz de Elvino adquiere un tono cargado de fuertes acentos: ‘Pasci il guardo e apaga l’alma’ (‘Satisface tu mirada y colma tu alma’). La orquesta introduce la cabaletta final, ‘Ah! perchè non posso odiarti’ (‘¡Ah!, ¿por qué no puedo odiarte?) que el tenor va cantando, en sucesivas repeticiones y donde la voz debe elevarse a un do4.
La gran escena final de la ópera es un auténtico prodigio, con una delicadísima música, donde tienen una especial participación los instrumentos de viento-madera. La infeliz Amina, de nuevo sonámbula, inicia un extenso andante, ‘Oh! se una volt a sola rivederlo io potessi’ (‘¡Oh, si pudiera volverlo a ver una sola vez!’), repleto de tristes y patéticos acentos. La orquesta va intercalando los temas musicales recurrentes: del anillo, la mazurca y el ramillete de flores, que recuerdan a Amina sus momentos de máxima felicidad.
Sin solución de continuidad, un breve interludio orquestal da paso a la bellísima aria ‘Ah! non credea mirarti si presto estinto’ (‘¡Ah! No, creí veros tan pronto marchita), donde su canto está impregnado de melancolía y una tremenda tristeza. La voz de Elvino se intercala con un desgarrador ‘No, più non reggo a tanto duolo’ (‘No puedo soportar tanto dolor’), para, finalmente, despertarla, ‘No: tu non dormi… Il tuo sposo, il tuo amante è a te vicino’ (¡No: tú no duermes! ¡Tu esposo tu amante está a tu lado!’).
La feliz reconciliación se ha producido. Amina muestra su inmensa felicidad en la cabaletta conclusiva de la ópera, ‘Ah!, non giunge uman pensiero’ (‘¡Ah!, no alcanza el humano entendimiento’), donde desarrolla la más variada y extensa pirotecnia vocal, que incluye una subida al mi5.
Ya se ha señalado la importancia del conde Rodolfo en el desarrollo de esta ópera. Su larga escena del Acto I está acotada por unos acordes orquestales un tanto inquietantes. Requiere un bajo que ofrezca una buena línea de canto en su aria del Acto I, ‘Vi ravviso, o luoghi ameni’ (‘Os recuerdo lugares amables’), a la que sigue la brillante cabaletta dirigiéndose a Amina, ‘È gentil, leggiadra molto’ (‘Es bonita, es muy hermosa’). El conde tiene también una destacada intervención en la primera escena de sonambulismo de Amina, donde las voces de ambos se mueven en diferentes planos dramáticos.
El personaje de Lisa requiere una soprano lírico-ligera de coloratura, con facilidad en el registro agudo (hasta el do5). Tiene reservadas dos importantes intervenciones solistas: a comienzos de la ópera, ‘Tutto è gioia, tutto è festa’ (‘Todo es júbilo, todo es fiesta’), y en el Acto II, ‘De’ lieti auguri a voi son grata’ (‘Vuestros buenos deseos os agradezco’). También participa junto a Elvino, Rodolfo y Teresa en el magnífico cuarteto del Acto II, ‘Lisa mendace anch’essa’ (‘Lisa también es una embustera’).
La sonnambula se estrenó con gran éxito en el Teatro Carcano de Milán el 6 de marzo de 183 1. Sus grandes protagonistas fueron Giuditta Pasta como Amina y Giovanni Battista Rubini en el papel de Elvino.
El estreno en España se produjo el 2 1 de julio de 1834 en el Teatro del Príncipe de Madrid. Amina era otra gran cantante belliniana, Giulia Grisi. El evento fue relatado en el diario El Observador por un comentarista de excepción llamado Mariano José de Larra.
Deja una respuesta