En Los grandes directores de orquesta (Alianza Música, 1986), Hans-Klaus Jungheinrich dedica a Ígor Markévich, y a la que fuera su orquesta durante cinco años, tan solo una frase: ‘En 1964 se dejó ganar por el gobierno de Franco para la fundación y dirección de la Orquesta Sinfónica de Radiotelevisión Española’. Nada sobre el éxito increíble de aquella colaboración.
Por Alejandro Santini Dupeyrón
La orquesta necesaria
Todavía es de noche. El joven pastor se lamenta en la distancia: ‘Te doy tantos suspiros como hojas lleva el viento… ¡luz de oro, muero por ti!’. En el cielo comienzan a desvanecerse las estrellas. El día acabará mal para Flora y Mario. Pero nadie piensa en eso. Las miradas están fijas en la magia del resplandor creciente… hasta que los violonchelos fallan. El estremecimiento que recorre las butacas impedirá acabar la ópera con entusiasmo. Serafín Amade escribirá en ABC: ‘En el amanecer de Tosca no concluía de salir el sol […] ¡ni el Re o cualquier otra nota de Puccini!’. Pueblo presenta lo ocurrido como un crimen por venganza: ‘La ópera de Madrid combate la falta de puntualidad del público’ (18-V-1964).
La inauguración del I Festival de Ópera fue un desastre. Llovía sobre mojado. Al despacho de Manuel Fraga llega al día siguiente la nota de su director general de Información, recordándole la necesidad de que el Ministerio de Información y Turismo (MIT) tenga su propia orquesta. La Orquesta Sinfónica de Madrid había demostrado no estar a la altura de las exigencias del Festival. Una nueva orquesta era indispensable para revitalizar la música en la capital; y puesto que se financiaría con ingresos publicitarios televisivos, Fraga propuso que se llamara Orquesta Sinfónica de Radiotelevisión Española (OSRTVE).
En Europa era anómalo carecer de una orquesta vinculada a la radio y la televisión estatales. La deriva aperturista impuesta en el MIT exigía este paso. Se intenta atraer a intelectuales y artistas con miras a la ‘normalización’ cultural. La creación y difusión musicales, entorpecidas por el difícil entendimiento entre los falangistas del MIT y los católicos del Ministerio de Educación Nacional (MEN), se verán beneficiadas con la llegada de Fraga en 1962. Con motivo del vigesimoquinto aniversario del final de la Guerra Civil (los XXV Años de Paz, como se denomina la efemérides), cuya organización dependía del MIT, se impulsaron numerosos encargos a compositores españoles y conciertos con programaciones de la vanguardia internacional.
La orden ministerial que autoriza a la Dirección General de Radiodifusión y Televisión la creación de la orquesta se publica el 18 de julio de 1964. De inmediato comienzan los problemas con la Orquesta Nacional de España (ONE), dependiente del MEN. Al director principal de la orquesta, Rafael Frübeck de Burgos, le preocupaba que sus músicos, peor pagados, pidieran el traslado a la OSRTVE, donde las remuneraciones oscilaban entre las 13.000 y 20.000 pesetas mensuales (la ONE se pagaba entre 24.000 y 48.000 pesetas anuales). Hubo compensaciones extraordinarias para serenar los ánimos y, finalmente, solo trece músicos abandonaron la Nacional. En la toma de posesión de los miembros de la OSRTVE, el 25 de enero de 1965, con su habitual verbo altivo, Fraga tranquiliza (o amedrenta) al científico Manuel Lora-Tamayo, ministro de Educación, presente en el acto: ‘Nuestra Orquesta no viene a anular, ni siquiera a sustituir nada ni a nadie’. Los músicos de la ONE continuaron reforzando la plantilla de la OSRTVE en los eventos retransmitidos por televisión.
Para el cargo de director titular se postula a Ígor Markévich; pero los compromisos del maestro ucraniano le impiden asumir el cargo hasta comienzos de 1966. Se indaga si el titular de la Sinfónica de la RAI, Mario Rossi, está dispuesto a dirigir la OSRTVE de manera interina hasta el advenimiento de Markévich; Rossi declina. Declinan asimismo el maestro Sergiu Celibidache y el mismísimo Ígor Stravinski. Dirigirán la orquesta, entretanto, José María Franco Bordons y Cristóbal Halffter. Markévich, que debuta como director invitado en marzo de 1965, asume la titularidad en el mes de octubre; permanecerá en el cargo hasta marzo de 1969.
El hombre adecuado para la misión
A Markévich se le recuerda como el ‘director fundador’ de la OSRTVE. Era un hombre de extraordinaria singularidad. La música era su actividad primordial, pero también pintaba, escribía (su obra sobre Beethoven, Die Sinfonien von Ludwig van Beethoven: historische, analytische und praktische Studien, continúa siendo esencial), enseñaba en el Mozarteum de Salzburgo y en los conservatorios de Moscú y Madrid. A los 2 años, en 1914, su familia se traslada a Francia, país que le concederá la nacionalidad. En la École normale de musique de París estudia piano con Alfred Cortot (se presentó al maestro con 13 años, interpretando una Suite de creación propia), composición con Nadia Boulanger y orquestación con Vittorio Rietti. Estudia dirección con Hermann Scherchen, a quien considerará su mentor, y con Pierre Monteaux. Para los Ballets Russes de Serguéi Diáguilev compone L’Habit du Roi. El lenguaje estilístico de sus cerca de veinticinco obras, próximo a Stravinski, es decididamente neoclásico.
En 1930 debuta como director con la orquesta del Concertgebouw de Ámsterdam. Como titular, dirigirá la Orquesta Sinfónica de Estocolmo (1952-55), la Sinfónica de Montreal (1956-60), donde sustituye a Otto Klemperer, la Filarmónica de La Habana (1957-58), la Orquesta Lamoreux de París (1957-61), sustituyendo a Jean Martinon, y la Accademia Nazionale di Santa Cecilia de Roma (1967-76); también dirige la orquesta de la Ópera de Montecarlo (1967-1973). En el podio Markévich se aparta del sendero posromántico transitado por directores como Wilhelm Furtwängler; prefiere precisión y exactitud antes que efusión emotiva, el formalismo esquemático a la ampulosidad retórica; características que harán de él un intérprete ideal para el repertorio musical del siglo XX. En este sentido, no extraña que una orquesta como la OSRTVE, que entre sus razones fundacionales figura la difusión de la música contemporánea, se interesara en Markévich.
La grabación de El amor brujo
Falla pertenece, junto con Beethoven y Wagner, al selecto grupo de compositores que, de manera caprichosa, Markévich dirigirá en su vejez. De Beethoven eligió solo un par de sinfonías; de Wagner, el Preludio de Tristán e Isolda; de Falla, su obra predilecta, El sombrero de tres picos.
En 1967 Markévich y la ORTVE registraron El amor brujo para el sello Philips (LP Estéreo 802 783 LY). Se trata de una interpretación descarnada, desafiante y agresiva, que cuenta con la mezzosoprano Inés Rivadeneira. Philips reeditó la grabación en 1980 (LP Estéreo 58 02 783).
Texto consultado: Inés San Llorente Pardo: ‘La Orquesta Sinfónica de Radiotelevisión Española: creación y primeros pasos’, Cuadernos de Música Iberoamericana, 2016.
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