Leímos por primera vez, hace ya algunos años, los nombres de Eunice Katunda, Dinorah de Carvalho, Jocy de Oliveira, Ilza Nogueira y otras mujeres en la História da Música no Brasil de Vasco Mariz. Las breves biografías que contienen este libro llamaron nuestra atención para la recopilación que, cada cierto número, nos ilusiona hacer sobre las mujeres en la música en América. En este caso nos centraremos en la primera, pero prometiendo una segunda visita al país suramericano.
Por Fabiana Sans Arcílagos & Lucía Martín-Maestro Verbo
En 1915 nace en Río de Janeiro Eunice do Monte Lima, compositora, pianista, docente y una de las mayores activistas que ha tenido este país. Eunice, conocida sobre todo por su apellido adoptivo Katunda (originalmente con C pero modificado por ella misma tras su divorcio), formó parte de lo que en Brasil se denominó Grupo Música Viva.
Contextualizando muy brevemente, este grupo nacido en 1939 y liderado en Brasil por Hans-Joachim Koellreutter, surgió, tal como comenta Graciela Paraskevaídis, como una apertura hacia la producción de la música contemporánea, ‘divulgando, por medio de conciertos, audiciones radiales, conferencias y ediciones, la creación musical de todas las tendencias, en especial del continente americano’, pretendiendo ser una ventana hacia el resto del mundo de la existencia musical y artística de estos países que, años atrás habían logrado su independencia. Katunda, fiel hija de su época y con una enorme conciencia social, desarrolló su creación en este contexto.
Durante sus primeros años Eunice se dedicó al estudio del piano. Sus tres primeros maestros, Mima Oswald, la compositora y pianista Branca Bilhar y, el también crítico, Oscar Guanabarino, fueron piezas fundamentales para sentar sus bases musicales. Según se puede leer, Eunice ejecutaba el piano con gran destreza y siempre enfocada en una de las grandes enseñanzas que le dejo Guanabarino: ‘estudiar con paciencia y persistencia’.
Su debut como pianista lo realiza a los 12 años, en un recital ofrecido en el Instituto de Música de su ciudad natal, en el que interpretó obras de reconocidos compositores europeos como Debussy y Mendelssohn, pero en la que destacó entre todo el repertorio la inclusión de Bailado Indígena, obra de su maestra Branca Bilhar. Siete años más tarde, Katunda realiza su primer concierto solista con la Orquesta Sinfónica Municipal de Río de Janeiro, en el que interpreta el Concierto en Mi mayorde Moritz Moszkowski y por el que recibe muy buenas críticas.
En 1934, Eunice contrae matrimonio con el matemático Omar Catunda, de quien toma su apellido. Juntos se trasladan a la que será su ciudad adoptiva, Saõ Paulo, y es aquí donde conoce a sus otros tres grandes maestros: Fúrio Franceschini, Marieta Lion y Mozart Camargo Guarnieri. En una entrevista realizada para el diario Folha da Manhã, Katunda comenta que 1935 fue un nuevo período musical para ella, en el que conoció a dos personas a las que le debe todo su progreso pianístico y musical. Ella se refiere a Franceschini y Lion de quienes expone: ‘con el primero estudié armonía, composición y principalmente análisis. Descubrí el canto gregoriano, las formas y la construcción musical’. Con la segunda, ‘modifiqué mi técnica a fin de conseguir las diferentes sonoridades, de acuerdo con los estilos de los autores. Aprendí que tocar piano es un arte que exige absoluta independencia de técnica, unida al análisis constante de cada fragmento…’.
Con una gran carrera pianística en ciernes y cambios positivos en su vida personal, la pianista se presenta en el Teatro Municipal de Saõ Paulo junto a la orquesta del Departamento Municipal de Cultura, dirigida por el que se convertiría en su próximo maestro, el pianista y creador musical Camargo Guarnieri. Con él, Eunice conocería los fundamentos de la composición de la música brasileña, no solo a nivel de estructura y análisis, sino como concepto, a través de los libros e ideas de Mario de Andrade, conocido musicólogo, novelista y uno de los fundadores del Modernismo brasileño.
En esta etapa Eunice compone sus dos primeras obras. La primera, Variaciones sobre un tema popular (llamada también Trece variaciones), estrenada en la Casa del Teatro en Buenos Aires en 1944, en la que se ‘refleja la efervescencia de hechos históricos y movimientos estéticos en las primeras décadas del siglo XX’ y, la segunda, Lamento arabo para contralto y cuerdas, que se encuentra extraviada.
Katunda, además de iniciarse en su carrera compositiva, continuaba con sus estudios y perfeccionamiento del piano. La joven tuvo la oportunidad de presentarse ante Heitor Villa-Lobos, quien se quedó sorprendido con la interpretación de la carioca y la recomendó para que realizara una gira de conciertos por Argentina.
De vuelta en su país, la compositora se traslada a su ciudad natal e inicia su vinculación con el movimiento Grupo Música Viva, que duraría aproximadamente seis años. Este contacto con el grupo se hace latente a partir del acercamiento que Eunice tiene con su nuevo maestro, Hans-Joachim Koellreutter. Él, como hemos acotado en párrafos anteriores, es uno de los uno de los creadores y mayores representantes de este movimiento. El compositor le enseñó a su alumna armonía y creación musical, no solo la riqueza del lenguaje, sino la importancia de la música de su tierra, vinculado entre lo popular y lo vanguardista, y la formación de sus propios criterios, característica que no siempre está presente o es agradecida en los maestros.
Poner en valor la riqueza de las obras de los compositores locales fue de gran importancia para la producción de sus obras musicales. En este caso, Katunda destacó con composiciones como Cuatro epígrafes, Cantos à morte o Negrinho do Pastoreio, trabajo por el que recibió el Premio Música Viva.
Gracias a este grupo, nuestra protagonista tiene nueva oportunidad profesional, esta vez en Europa. La pianista se traslada, junto a otros colegas, a la Bienal de Venecia, para estudiar dirección de orquesta con Hermann Scherchen. En palabras de Katunda recogidas por Carlos Kater en su libro Eunice Katunda: musucista brasileira, comenta el director alemán les obligaba a dirigir de memoria, exigiéndoles respeto absoluto al más mínimo detalle y, después de demostrar el conocimiento absoluto de la partitura analizada y también escrita de memoria, él les permitía avanzar; ‘Scherchen luchaba contra la indiferencia, contra la despreocupación y la excesiva seguridad’. Una vez finalizado el curso, la brasileña se traslada a Milán para profundizar en el Dodecafonismo con Koellreutter.
Katunda no solo aprovechó su año en Italia para formarse, sino también para ofrecer algunos conciertos. Fue invitada a ofrecer la primera audición de Ludus Tonalis de Hindemith en este país, recibiendo, una vez más, los mayores elogios de la crítica especializada. Asimismo, la pianista participó en el festival de música brasileña interpretando una obra del compositor Radamés Gnattali y en la reunión preparatoria al Primer Congreso de Música Dodecafónica que se celebraría en Milán.
Retorna a Venecia e ingresa en un nuevo curso de dirección de orquesta, esta vez guiado por Bruno Maderna, experiencia de la que recuerda tener una estrecha relación con el italiano, en la que ambos se revelaban contra el academicismo del Dodecafonismo alemán. Se le suma a este dúo Luigi Nono y manifiesta ‘juntos discutíamos problemas de estética, en el que procurábamos resolver problemas técnicos, oíamos y leíamos música […] a ellos debo la mayor parte de todo lo que aprendí de lo nuevo y bello en materia de música’.
La pianista regresa a su país llena de ideas, conjeturas y con muchas ganas de plasmar todos los recursos que había obtenido en su música. Pero, con el regreso, las bases del grupo empezaron a romperse no solo por los cambios en el paradigma musical, sino en el político. Haciendo un paréntesis, nos gustaría exhortaros a indagar en los estudios disponibles sobre el Grupo Música Viva en Brasil y los movimientos similares en otros países de Latinoamérica, ya que estos son sumamente interesantes, además de enriquecedores, para comprender el desarrolló musical en gran parte del continente americano.
Volviendo a nuestra protagonista, Katunda rompe con el grupo e inicia un período nacionalista, centrando su lenguaje compositivo en la inclusión de elementos folclóricos y cercanos a la cultura brasileña. De las obras que se destacan en esta etapa citamos Reisado, A Negrinha e lemanjá y Estudos folklóricos, analizado el artículo ‘A Composicão de Eunice Katunda no contexto político e musical brasileiro‘ de Amilcar Zani, Eliana Monteiro da Silva y Marisa Milan Candido.
Por otro lado, aunque no al margen del desarrollo de su obra, la carrera pianística de Eunice continuó con mucho éxito. Realizó dos giras en EE. UU., destacando sus actuaciones en el Carnegie Hall de Nueva York, en las que la crítica la definió como una pianista completamente virtuosa.
Eunice Katunda falleció en 1990, pero su legado vive entre nosotros.
Deja una respuesta