Texto: Sofía M. Gascón
Ilustración: Iciar L. Yllera
Hoy habla más mi boca que mis manos. Hoy no soy ningún saxofón oxidado, ni ningún piano al que le falte una tecla negra. Puede que ande algo desafinada, pero es que si no, no sería tan yo como soy cuando soy yo misma.
En fin… amiga, he estado pensando en eso de las distancias. Y he pensado que la música es como un viaje en el tiempo. Porque allá donde quiera que haya nacido, vuela invisible hasta donde quiera que haya una personita presionando el play en un reproductor de CDs. Y de ese día y ese momento, esa misma canción rebota hasta la India. Donde una anciana, cubierta de arrugas y curtida por el sol, se desliza por la rueda del volumen de su radio para poder bailar al ritmo de ese mismo tema. Y de ahí hasta Londres, donde un chiquillo al que le acaban de regalar una guitarra nueva, prueba a tocar el solo de esa misma melodía. Y de ahí, a allá, hasta mí, hasta acá… Y lo toca todo. Al final la música ha resultado ser la más grande de todas las viajeras, ¿sabías? (incluso más que tú. O eso dicen…) Porque ha vivido unos minutos en todos y cada uno de los recovecos del mundo. Incluso allá en Bolonia.
Amiga, voy a escuchar muchas canciones sin ti, para acordarme de cuando las bailábamos y gritábamos saltando en el sofá. De cuando oíamos una que nos hacía sentir las reinas del universo. O esa que nos gusta escuchar a veces cuando llueve y queremos llover por dentro también. Y que aunque estemos cada una en una ventana viendo resbalarse las gotas de agua, sabemos que las dos llovemos juntas.
Amiga, qué cerquita está Bolonia, cuando sonamos a la vez.
En definitiva… Qué maravilloso invento es la música. Que me sirve para verte desde kilómetros de distancia. Que me recuerda a ti. Que me hace viajar en el tiempo y el espacio. Que me hace sentirme una reina y saltar en el sofá. Y que incluso me sirve de excusa para inventarme mentiras solo para decirte que te voy a echar de menos. Y que ojalá tener escondido como un tesoro en mi habitación un vinilo viejo que acumulase polvo de no utilizarse (porque nunca te irías muy lejos, claro) y poder hincarle una aguja y darme, de vez en cuando, una pequeña dosis de reinas, sofás y lluvias inventadas contigo.
No tenemos muchas canciones que sean nuestras, es verdad. Y tampoco es que las necesite. Pero tal vez puedas volver prontito para que así mi excusa tenga algún sentido…
Hasta entonces; adiós, amiga.
Firmado: Tu compañera de tiempo, espacio y músicas inventadas.
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