Por Fabiana Sans Arcílagos
Argumento y mitología
Una de las creaciones más relevantes de la tradición literaria, considerada una de las primeras obras maestras, es la que narra la historia del origen del mundo hasta el catasterismo de Julio Cesar denominada Metamorphoseon o, como se ha traducido y dado a conocer, Las metamorfosis de Ovidio. Compuesto en hexámetros, sus doscientos cincuenta cuentos son divididos en quince libros que relatan las aventuras, epopeyas y transformaciones de los dioses o los semidioses para conseguir sus fines.
Una de las características de este libro ha sido su difícil clasificación dentro de un género específico, dado a que el autor se ‘pasea’ tanto por temas épicos y elegíacos, como por tragedias y pastorales. Lo que sí queda claro es el tema recurrente: el amor, del que (según los relatos) ni los dioses quedan exentos, gracias a los flechazos de Cupido.
Cada uno de los libros está sujeto a una temática, subdividiendo los quince libros en cuatro bloques: el primero corresponde a la Divina Comedia, el segundo a la venganza de los dioses, el tercero se lo dedica al Pathos del amor y, finalmente, los libros del doce al quince a las reglas de las deidades y Roma. En este último bloque, en el libro XIII, podemos encontrar el relato de Galatea, Acis y el cíclope Polifemo.
Galatea, hija de Nereo y Doris, era una ninfa del mar. Es descrita como la más blanca y bella de las nereidas que habitan en el mar. Por otra parte, Polifemo es un cíclope hijo de Poseidón y la ninfa Toosa, un monstruo de un solo ojo enamorado perdidamente de la bella ninfa, pero rechazado por ella. El tercer personaje es Acis, el pastor, hijo del dios Pan y la ninfa del río Simétide. Y, finalmente, Damón, el viejo pastor.
Escénicamente las acotaciones no se conservan. Una sinfonía introduce el relato, el coro inicia la representación. La historia narra entre arias, recitativos, dúos y tríos el cuento de los primeros tres personajes. Galatea y Acis están enamorados; los amantes se persiguen mientras el rebaño del joven pastor se dispersa. Damón, el viejo pastor, le aconseja a Acis que atienda a su rebaño, que no se disperse, que deje su pasión.
Acis encuentra a su nerea, el bosque se llena de amor. Los jóvenes, rebozados de alegría, comparten su felicidad, sin saber qué les depara el destino. De esta sección podemos escuchar dos de los momentos más hermosos de la masque, el aria de Acis ‘Love in her eyes sits playing‘ y el dúo ‘Happy we!‘ de Acis y Galatea.
Polifemo, el horrendo cíclope, pide cien cañas para hacer una flauta que solo él pueda tocar y así expresar su amor a Galatea. Él encuentra a la joven por el bosque y le ofrece su amor, siendo rechazado por la chica, quien lo tilda de monstruo. Aparece una vez más Damón, que le recomienda al hijo de Poseidón que debe conquistar el amor a través de la dulzura y amabilidad.
Por su parte, Acis se llena de rabia por el cortejo del cíclope; Galatea, que disfruta de la compañía del pastor, le pide que confíe en su poder y su amor. Polifemo, lleno de ira y celos, arremete contra Acis; este le lanza una roca procurando la muerte del amante. Las musas lloran, los pastores lloran; Galatea se lamenta, llora y ejerce su poder divino: ¡Sé inmortal aunque ya no seas mío!; así, convierte la sangre de Acis en un manantial limpio, en un arroyo de cristal, por el que se desliza todo su amor.
Haendel en Inglaterra
La música del siglo XVIII vivió una gran transición entre ‘lo que se venía haciendo’ y los binomios que se estaban desarrollando en ese momento. Uno de ellos será la creación escénica para el ámbito público y otro tipo para el privado. Este planteamiento de apertura y satisfacción a públicos diversos será establecido por los propios compositores, quienes buscaban abarcar ambos espacios. Técnicamente utilizaban los mismos recursos, pero creaban obras más comprensibles, sin enormes complejidades o virtuosismos; se buscaba la expresión ante la técnica. Este planteamiento se va a desarrollar a lo largo del siglo llegando finalmente a erigirse el concepto de música galante.
En el entorno de la ópera, se inicia una separación entre la seria y la no seria, que generalmente se reconoce como ópera buffa, por la importancia que ejerció la ópera italiana. Sin embargo, existen otro tipo de formatos, algunos nacionales y otros desarrollados en dimensiones más pequeñas, como los intermezzi, pastorales o mascaradas, que mantendrán, entre otras temáticas, la mitológica.
Haendel, compositor de origen alemán pero nacionalizado inglés, fue uno de los maestros que se hizo partícipe de estas nuevas prácticas, aunque ya en su época lo tildaran de ‘fuera de moda’, alusión que recibió del entonces príncipe Federico II el Grande. Se le reconoce, entre otras cosas, como uno de los grandes expertos en la realización de oratorios, género dedicado a las voces solistas, agrupación y algunas veces narrador, sin escenificación alguna; en ella el compositor destacó en el desarrollo y participación de coros.
Operísticamente, Haendel se forma en el Teatro de Hamburgo. Posteriormente marcha a Italia, país en el que compone cantatas, oratorios y una mezcla de óperas de temática alegóricas, como por ejemplo El triunfo del tiempo y del desengaño, ópera en la que introduce con otro texto (y nombre) la famosa aria ‘Lascia ch’io pianga‘, que luego fue utilizada para su ópera Rinaldo, estrenada tras su partida a Inglaterra.
Una vez en la capital inglesa, se abre camino entre a nobleza, hasta que en 1717 se convierte en el compositor de los duques de Chandos, con los que se traslada a Cannons. Este es un período fructífero para el compositor, quien llevaba sin realizar una nueva ópera desde su llegada a Londres. En su primer año en Cannons compone once himnos y un Te Deum, obras a las que le siguen la máscara Acis y Galatea y Esther,que posteriormente presentaría en Londres como su primer gran oratorio inglés.
La máscara fue estrenada en 1718 en base a un texto del dramaturgo y poeta inglés John Gay, que basó su historia en Las metamorfosis de Ovidio. Haendel se cubrió de gloria con esta composición, que se llegó a representar en distintos formatos, como el oratorio, y que ha sido considerada la mejor ópera pastoral de la historia. Diez años antes, el alemán ya había trabajado el mito de Acis, Galatea y Polifemo en una cantata con acompañamiento orquestal, compuesta para una boda ducal en Nápoles.
Las representaciones se realizaron en verano en el jardín de la mansión de los duques, que habían adaptado ese espacio con fuentes, lagos y bosques para la realización de espectáculos. En algunos casos se comenta que la masque no fue realmente estrenada con escena, sino que se realizó en una versión en concierto; otros investigadores alegan que esto es falso, ya que han llegado hasta nuestros días los detalles tanto del reparto de voces como del estreno de la pieza. Independientemente de esta circunstancia, la obra de Haendel ha sido reelaborada en otros formatos, una de ellas por el mismo compositor, quien la amplió en 1731 a tres actos, convirtiéndola en una serenata. Para esta versión se ampliaron las arias y los componentes de la orquesta, que en la versión de 1718 eran únicamente siete; una segunda adaptación, totalmente en inglés, fue realizada en 1739, siendo esta la más representada actualmente. Finalmente el compositor realizó un último retoque en 1741.
La música de este pastoral describe el gran momento creativo que vivía el compositor. A través de la obertura, la orquesta nos elabora una sinfonía que prepara la historia. Luego la música se encauza en un camino entre la sensualidad, la algarabía y la pasión de los amantes, a través de canciones de amor muy melódicas y sensuales; otras canciones describen la naturaleza. La música se va transformando en desconsuelo, tristeza, que finaliza con la tragedia y la rendición al amor; se dejan ver toques de humor, propios de este tipo de obras y uno de los momentos que más llaman la atención, es la serenata que Polifemo dedica a Galatea, acompañada de una pequeña flauta de pico. El clímax de la historia se presenta cuando Galatea tendida sobre el cuerpo yaciente de Acis, le canta a su amor y lo convierte en manantial, todo transcurre con un suave acompañamiento de flautas y violines que describen el agua cristalina. Una de las novedades de esta representación es la inclusión del papel del bajo, que cubre un rango vocal de dos octavas y media.
Haendel destaca sobre los demás compositores por las armonizaciones que realiza en los recitativos, diferenciándose de otros que se dedican a suprimir los textos. El alemán utiliza las arias de manera muy libre, articula los versos; da la sensación de tener un uso retórico de las tonalidades y representa en ella los estados de ánimo o efectos específicos del personaje. Una parte importante de su desarrollo como compositor va a ser la instrumentación, en este aspecto muestra una hibridación entre la ópera alemana, francesa e italiana hecha en Londres.
El mito de los amantes en el arte
El mito de los jóvenes amantes Acis y Galatea ha sido uno de los temas más recurrentes a lo largo de la historia del arte. Pintores como Antoine Jean-Gros, Johann Heinrich Tischbein (el viejo) o Charles de la Fosse, con una pintura que se puede contemplar en el Museo Nacional del Prado, son solo tres de los muchos artistas plásticos que han retratado esta historia en sus lienzos. No se quedan atrás escultores como Louis-Auguste-Marie Auguste Ottin, quien con su Polifemo sorprendiendo a Acis y Galatea, ha embellecido los Jardines de Luxemburgo en París, o algunos cineastas que también han sido partícipes de que la historia sea conocida por los más jóvenes.
Por supuesto, la música no se queda atrás, y es que, desde la misma época haendeliana, el mito ha sido sinónimo de reinvenciones y nuevas composiciones. Uno de los músicos que incluyó esta historia en su repertorio fue Mozart, quien en 1788 hizo un arreglo de la masque de Haendel para el barón Gottfried van Swieten. Previo al compositor alemán, el famoso Jean-Baptiste Lully también componía una pastoral heroica en base al mito de los jóvenes amantes. El francés la adaptó de un libreto de Jean Galbert de Campistron, quien también se basó en Las metamorfosis.
Salimos de Inglaterra y Francia y miramos hacia España, donde el compositor Antonio Literes, considerado como uno de los compositores españoles más importantes del siglo XVIII, escribe su versión de Acis y Galatea para el Coliseo del Buen Retiro en 1708, el mismo año de estreno de la primera versión del compositor alemán.
Conocida como una zarzuela barroca en dos jornadas, Literes se alía con José de Cañizares para componer la obra que será representada en el vigesimoquinto cumpleaños del Felipe V, el 19 de diciembre de 1708. Para esa ocasión las voces de Paula María de Rojas, Sabina Pascual, Teresa de Robles, María Teresa ‘la Dentona’, Paula de Olmedo, Pedro Carrasco, José Garcés, Beatriz Rodríguez y Juan Álvarez, fueron las encargadas de darle vida a los nueve personajes de la historia. Cabe destacar que esta representación toma del mito la idea principal, pero se insertan otros protagonistas con personalidad propia y que se involucran en el relato. Musicalmente Literes elabora una curiosa ‘fusión’ entre el bel canto italiano, la ópera francesa y los elementos tradicionales de la música española; estos últimos son los que más llaman la atención.
Una vez estrenada, la zarzuela es representada en 1710 en el Teatro del Príncipe, gracias a la compañía de Garcés, reponiéndose nuevamente entre los años 1713 y 1727, cuando lamentablemente cae en infortunio al toparse con la presencia de Farinelli en España. A pesar de ello, algunas de sus canciones siguen se han interpretado a lo largo de la historia, aunque lo cierto es que, fue gracias al grupo liderado por Eduardo López Banzo, Al Ayre Español, que esta obra de Literes se ha retomado en su totalidad.
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