Por Mónica Raga
Con el nombre de flauta se pueden encontrar innumerables tipos y variedades: están las flautas dulces, fabricadas en diferentes registros y tesituras; las flautas de pan, que existen desde la antigua Grecia, han dado mucho juego en el terreno mitológico y aún hoy se puede tener el privilegio de escuchar en algún pueblecito cuando viene el afilador; también las hay oblicuas, y un largo etcétera; pero hoy nos centraremos en mi especialidad: la flauta travesera y su familia, que incluye, de más aguda a más grave, el flautín, la flauta en do, la flauta en sol, la flauta baja y la flauta contrabaja, aunque estas dos últimas no se suelen escuchar en el repertorio sinfónico. Sí que es posible escucharlas en alguna obra contemporánea de música de cámara y en las orquestas o ensembles de flautas, si bien es cierto que recuerdo haber tocado en una ocasciónla flauta baja con amplificación en la Orquesta.
La flauta conoció una época dorada hacia el siglo XVIII, cuando los más grandes compositores comenzaron a incluirla en el repertorio sinfónico y operístico dado el color y la textura que aportaba al conjunto, y es a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX el momento en el que se suceden progresivas mejoras. Fueron Quantz y Hotteterre quienes impulsaron una mejora en la mecanización, más tarde contribuyeron Ribock, Tromlitz y Potter, en una continua sucesión de cambios por conseguir un instrumento que cumpliera con varios requisitos, como el de una afinación equilibrada y homogeneidad de sonido en las diferentes octavas. Estos cambios desembocan, casi a mediados del siglo XIX, en la moderna flauta de Böhm, llamada así por su inventor, el músico y compositor bávaro Theobald Böhm, que se basó en principios científicos para crear un novedoso sistema de llaves para cada orificio y un diseño más ligero, permitiendo al flautista tocar con mayor facilidad. Esa es la flauta que ha llegado sin más cambios considerables hasta nuestros días.
El sonido de la flauta puede variar dependiendo del material con el que esté fabricada. Tradicionalmente siempre fue en madera, y actualmente vuelve a estar muy en boga. Se puede utilizar granadillo, ébano y boj, pero desde hace más de un siglo se suelen construir principalmente en metal, como la plata y el oro, también con aleaciones de dos metales, por ejemplo, plata/platino, plata/oro, y varios tipos de baño o recubrimiento. Así nos podemos encontrar flautas de níquel con baño de plata, flautas de plata con baño de oro, etc., todo un mundo de posibilidades para elegir. Personalmente he elegido una flauta con una aleación de plata y oro en proporción 85-15.
A grandes rasgos se puede decir que las flautas de metal tienen un timbre más potente y brillante, lo cual es necesario para interpretar Shostakóvich, Mahler, Bruckner, etc., y obras contemporáneas que requieren grandes y súbitos cambios de sonoridad. Por otra parte, las flautas de madera poseen un sonido más dulce y fácil de empastar, perfecto para interpretar Telemann, Bach, Haendel, Haydn, Mozart, etc., aunque es el flautista quien tiene que adecuar su forma de tocar para conseguir cada estilo y sonoridad. En la Orquesta tenemos un par de flautas de madera que nos gusta “desempolvar” cada vez que tenemos que tocar alguna pasión u oratorio, y siempre es muy gratificante descubrir nuevos matices y formas de frasear que te ofrece otro instrumento.
En cuanto a los cuidados y ejercicios a la hora de tocar, aprovecho para aconsejar a los jóvenes flautistas realizar un breve calentamiento antes de ponerse a tocar, y un ligero estiramiento después de cada sesión, pues el movimiento repetitivo de levantar y bajar los brazos y también mantenerlos alzados durante largos periodos sin descanso puede llegar a provocar lesiones y mucho dolor en toda la parte alta de la espalda.
Para mí ser solista de flauta de la Orquesta Sinfónica RTVE significa un reto constante y motivador, un aprendizaje continuo, pues de vez en cuando trabajamos con grandes directores muy exigentes y rigurosos en su forma de ver la música. Guardo muchos recuerdos de momentos sublimes con esos directores. Comparto sección con María Antonia Rodríguez (solista), Arantxa Lavín (ayuda de solista) y Eva Álvarez (solista de piccolo).
Como solos emocionantes destacaría los solos de las sinfonías de Shostakóvich y Mahler (La Canción de La Tierra, Novena Sinfonía, etc.), Stravinski (Sinfonía para instrumentos de viento), Bach (Pasión según San Mateo), por nombrar algunos de todos los que me gustan. Si me preguntas por el concierto para flauta y orquesta más virtuoso, te diría que Ibert y Nielsen son los más actuales, pero si nos remontamos a C.P.E. Bach o Johann Stamitz, también encontramos partituras de gran virtuosismo y disfrute. Y en música de cámara, además de El carnaval de los animales de Saint-Saëns, hay gran cantidad de quintetos de viento muy divertidos y muy bien escritos, a destacar el Quinteto para viento de G. Ligetti. Además del contexto sinfónico, la flauta también se desenvuelve fabulosamente bien en otro tipos de música, como la salsa, el tango, música celta e incluso rock, retos todavía pendientes para mí.
Los flautistas que me han inspirado han sido James Galway, Barthold Kuijken y más recientemente, Ulla Miilmann.
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