Por Fabiana Sans Arcílagos
Uno de los mayores compositores de ópera de los siglos XIX y XX visitaba por primera vez Nueva York. La ciudad se engalanaba con la presencia de Giacomo Puccini, quien se preparaba para el estreno de la tercera versión de la ya famosa Madama Butterfly. El estreno, a principios de 1907, le llevó a asentar relaciones personales y comerciales de gran importancia para el proceso de gestación y producción de su siguiente ópera, La fanciulla del West.
Con sus éxitos anteriores (Manon Lescaut, La bohème, Tosca y Madama Butterfly), el compositor recorría las principales ciudades del mundo. Por ello, y gracias a la invitación de Heinrich Conried, gerente del teatro de ópera, parte Puccini a Nueva York no solo con la intención de presenciar el estreno de su Madame en el MET, sino con la idea de buscar una nueva propuesta o esbozo para la creación de su nueva obra. Por ello, una vez en la ciudad, el músico se dedica a mirar la cartelera teatral y asiste a tres obras, una de ellas la del dramaturgo David Belasco, ya conocido para él por ser quien inspiró su última creación.
Puccini, que a pesar de ser un compositor novedoso con sus temas, hacedor de unas líneas melódicas insuperables y representa la cumbre (y la transición) del género, apostaba por una ópera forjada a través de la tradición, unificando dos de las más grandes escuelas: la alemana y la italiana. Por ello, en esa búsqueda temática, no desesperó hasta encontrar el tema que le serviría para seguir explorando esas temáticas lejanas a su propio acervo.
Puccini en tierra americana
El 14 de noviembre de 1905 David Belasco, escritor, dramaturgo y productor de teatro, estrena su obra The Girl of the Golden West (La chica del dorado Oeste), melodrama en cuatro actos que contó con doscientas veinticuatro funciones. No fue casual que Puccini asistiera a una de estas representaciones porque, como hemos mencionado, el músico basó su ópera anterior en un texto del escritor. A pesar de esto, el compositor que comunicó a la prensa su intención de buscar textos para su nueva partitura, sentía, tal como se lo hizo saber a Ricordi, que el material que tenía no era suficiente, con ‘pocas escenas aquí y allá. Nunca un hilo simple, todo confuso y, a veces, de mal gusto y viejo’.
Pero a pesar de esto, el músico quedó tentando por el ambiente y el tema del trabajo de Belasco, siendo finalmente en un viaje a Londres, instado por su amiga Sybil Seligman, cuando decide escribirle a su editor para que obtuviese los derechos y permisos del autor y así trabajar su nueva ópera.
Belasco accedió a que Puccini trabajase sobre su texto, aceptando los cambios que este propuso para la historia, como fueron la unificación de los dos últimos actos, el espacio donde estos se desarrollan y la transferencia de ciertas acciones bíblicas del tercer al primer acto.
Con el tema y los permisos concedidos, Puccini, asesorado por Ricordi, inicia una colaboración con Carlo Zangarni para la elaboración del libreto. Pero, a pesar de que el compositor se encontraba a gusto con el trabajo del libretista, él quería modificar más acciones y, en cierto aspecto, reelaborar a fondo el texto original. Por ello, y ante cierta negativa de Zangarini, el músico le instó a buscar a otro escritor para refinar el libreto. El escritor en un primer momento no se lo tomó del todo bien amenazando con llevarlo a juicio, pero el agua se apaciguó y el libretista acordó una colaboración con Guelfo Civini, con quien finalmente terminó el argumento del drama en enero de 1908.
Cabe destacar que, con La fanciulla, Puccini quería mantener el camino que había tomado con temáticas de tierras lejanas y costumbres y, por ende, cultivar esas sonoridades peculiares para un espectador de ópera tradicional. La historia, que muestra a una mujer guerrera que sobrevive ante un mundo masculino en el que es vista más con deseo que con respeto, ha sido uno de los recursos que más explotó el compositor para la concepción de estos roles protagónicos.
Puccini zarpa a América en noviembre de 1910 para presentar, el 10 de diciembre de ese mismo año, el primer estreno mundial celebrado en el Metropolitan Opera de Nueva York. Por ello, se realizó una amplia campaña de publicidad por toda la ciudad, de la que queda constancia en los archivos del MET, quienes custodian desde los programas y reseñas del estreno, hasta un boceto original de Caruso como Dick Johnson realizado por el mismo cantante. Los medios locales vendieron la ópera como la gran fusión entre lo estadounidense y lo europeo, creando una enorme expectativa entre los asistentes. Por su parte, el teatro no escatimó en gastos decorando con banderas italianas y americanas el recinto, homenajeando al elenco, al compositor y la simbiosis de la ópera europea más allá de Europa.
En el reparto principal figuraban los cantantes Emmy Destinn como Minnie, Enrico Caruso en el rol de Dick Johnson y Pasquale Amato representando a Jack Rance, todos conducido por uno de los más grandes directores de la historia, Arturo Toscanini, y bajo la producción de David Belasco. Según Julian Budden, la ópera tuvo un éxito inmediato, recibiendo Puccini más de cincuenta y cinco llamadas a escena para su ovación. Un año después de su estreno es repuesta en el Covent Garden y, finalmente, se estrena el 12 de junio del 1911 en el Teatro Costanzi en Roma, conducido por Toscanini y repitiendo Amato en el rol de Rance.
Entre en West y el western
Tal como hemos mencionado, La fanciulla parte de un texto teatral concebido por David Belasco, quien inspira y ambienta su obra en la época de la fiebre del oro de California. Puccini, que buscaba salirse de la temática natural de la época y mantener los ‘exotismos’, encontró en este drama su fuente de inspiración, especialmente por la popularidad y curiosidad que el lejano (y salvaje) Oeste propició en el compositor.
Este ‘conocimiento’ del Oeste nace y crece gracias a las historias entre pistoleros y nativos que popularizó en su día William James Cody, conocido públicamente como Buffalo Bill. Cody, escritor y actor, saltó a la fama por su gran puntería con la pistola y conocimiento de los indígenas estadounidenses, creando un espectáculo inspirado en esta temática y forjando a su alrededor la leyenda de los cowboys y el mundo fronterizo de los Estados Unidos.
En este ideario se estableció un mundo ficticio favorable para el florecimiento de un género literario que se desarrolló con nombre propio en el cine y que ganó terreno en todas las artes: el western, surgido tras el estreno de Asalto y robo de un tren de Edwin Porter. Gracias a ello, confluyeron en un mismo momento los relatos del viejo Oeste en el teatro, el cine y la ópera, procurando, en este caso, que la ópera de Puccini tuviese gran potencial en el territorio ‘americano’, no así en el europeo, que distaba mucho de las condiciones en las que se desarrollaba la vida en esa región.
A pesar de esto, Puccini supo respaldar su ópera con una música ejemplar, en la que la orquesta tiene gran peso. Para la musicóloga y crítica musical Verónica Maynés, el compositor crea ‘armonías vanguardistas, emparentadas con el impresionismo francés y la herencia wagneriana’, comentario al que se suman otro tanto de especialistas en diversos artículos relacionados con la obra de Puccini.
La historia de Minnie: una trama convencional
Transcurren los años 1849-50 en un campamento minero en las altas montañas de Sierra Madre en California, donde se encuentra el Polka Saloon. Se oyen las voces de los mineros, quienes se van acercando a la taberna. Un preludio ha dado inicio a La fanciulla del West.
Los mineros son recibidos por Nick, el camarero del salón. Varios se ponen a jugar a las cartas y perciben que Sid está haciendo trampas y amenazan con colgarlo; el sheriff Jack Rance apacigua la situación y le enciende un dos de picas como señal de vergüenza. Llega Ashby con la noticia de la inminente captura del bandido Ramírez, mientras se inicia una pelea entre Rance y Sonora, ambos enamorados de Minnie, dueña del salón. Tras un intento de homicidio, la mujer los calma con una lectura de la Biblia. Los hombres se quedan solos y uno de ellos le declara su amor a Minnie. La historia se desarrolla entre la captura del prófugo, el amor, la lealtad y las pasiones humanas.
Si algo caracteriza la producción operística de Puccini es que sus obras gozan de una enorme y detallada ambientación, acorde con el lugar donde son situadas. Así, nos encontraremos siempre con un marco vívido que nos trasladará a Francia, Japón o, como es el presente caso, a Estados Unidos.
La fanciulla del West es la única ópera de este autor que se desarrolla en el país americano pero, ¿hasta qué punto presenta un reflejo auténtico de la realidad? Hay un aspecto que queremos remarcar aquí y que, aunque no podemos saber hasta qué punto el autor fue o no consciente de ello, constituye un elemento que está, por desgracia, muy presente en la sociedad americana y que perdura en nuestros días. Esto es el tremendo racismo. Puccini nos ofrece un retrato caricaturesco, a veces casi ofensivo, de todos los personajes que no son de ascendencia u origen europeo.
En primer lugar, la pareja indígena estadounidense, encarnada por Billy Jackrabbit y Wowkle, son personificadas como un holgazán que no sabe hablar bien y una mujer que se pasa la ópera haciendo gruñidos. El personaje mexicano Ramírez es tildado de ‘español sucio’, y a Jack Rance se le insulta empleando el calificativo de ‘cara de chino’. Es más, en la obra original se describe a Jack Wallace (el baladista que aparece en el primer acto) como un trovador que, en el estreno de la ópera en 1910, se caracterizó con la cara pintada de negro, lo que se conoce como blackfacing, una práctica extremadamente racista que busca la burla de las personas afrodescendientes y que era muy habitual en los espectáculos estadounidenses de la época.
En el texto original de Belasco se incluye una escena con Wowkle y Jackrrabit en la que cantan en perfecto inglés la canción patriótica My Country, ’Tis of Thee, y no en el lenguaje torpe que utilizan en el resto de la representación, escena sarcástica que se entiende como un comentario de denuncia social y que demuestra que son conscientes del rechazo que están viviendo. Sin embargo, esta escena no fue incluida en la ópera y no hay ninguna que se le asemeje.
Como podemos ver, en La fanciulla del West Puccini reflejó descarnadamente los aspectos más desagradables de los caucásicos americanos sobre las minorías étnicas, lo cual es una lamentable pero, a la vez, auténtica muestra fidedigna de una situación típicamente americana.
Yohan Ocampo dice
hola, estoy muy interesado no obstante yo vivo en colombia desde que tenia 12 años inicie esta busqueda por la musica clasica, ahora tengo 28 y continuo encontrando maravilla.