‘¿Qué sería la vida si no tuviéramos el valor de intentar algo nuevo?’. Esta reflexión que nos propone Vincent Van Gogh nos ayuda a comprender la necesidad de buscar, crear e innovar en la manera que hacemos las cosas. Y sí, en el siglo XXI todavía quedan muchas cosas por inventar, descubrir y mejorar.
Por Miguel Galdón
Vivimos en un mundo hiperconectado que evoluciona a una velocidad vertiginosa y, hoy más que nunca, la adaptación y el cambio son una constante.
En el último artículo vimos uno de los canales de influencia que existen para la conexión del arte con la sociedad: la propuesta de valor de las propias obras artísticas y su selección. Hoy hablaremos del segundo de estos grandes grupos, el que abarca todo lo relacionado con la experiencia en torno al hecho artístico.
Con la idea de favorecer el acceso a la cultura son cada vez más frecuentes las propuestas que pretenden cambiar las formas habituales en las que se presenta el arte. Según John Anthony Sloboda, que dirige en Guildhall un programa de investigación llamado Understanding Audiences, la falta de interés de los jóvenes por los conciertos de música clásica se debe a que en ellos no hay lugar para la sorpresa. Además, son espectáculos pasivos: ‘se espera que el público se concentre exclusivamente en la música, sin interactuar con la orquesta, ni siquiera con quien se sienta a su lado…’.
En una sociedad en la que la cultura y el ocio, que obviamente no son lo mismo, compiten por el mismo bien escaso, que es el tiempo de las personas, es más necesario que nunca tener una propuesta de valor clara tanto para la propia institución cultural como para las audiencias a las que nos dirigimos. Es por ello por lo que se está haciendo tanto hincapié en las distintas maneras que existen de contar y vivir la música, el teatro, la danza, la poesía, la pintura… En definitiva, las manifestaciones artísticas.
Uno de los cambios importantes es el espacio en el que se desarrollan las propuestas culturales. Continuando con el caso de Understanding Audiences, una de sus acciones fue precisamente llevar la música clásica a bares y pubs, entornos que consideraban menos encorsetados en la tradición con el objetivo de generar una experiencia más atractiva para el segmento más joven de su público. La música continuó siendo la misma e interpretada de la misma forma, cambiando únicamente el entorno. Otro ejemplo que puede ilustrar este aspecto es el de los flashmobs, que tan populares se hicieron hace unos años, favoreciendo encuentros casuales de los transeúntes con actuaciones musicales o performativas. Una plaza en Barcelona, una estación de metro en Copenhague, un centro comercial en Berlín, un aeropuerto en Londres, etc., todos estos espacios se inundaron en algún momento de música clásica o danza generando experiencias inolvidables para muchas de las personas que se encontraban allí.
Otro factor que influye directamente en la percepción de las audiencias sobre la experiencia artística es el formato con el que se desarrolla. Cuando Leonard Bernstein en sus conciertos para jóvenes con la Filarmónica de Nueva York establecía una conversación con el público, generaba una conexión directa entre la música y el auditorio muy distinta a la que podía suceder en otro tipo de conciertos. En España recordaréis el famoso programa de televisión El conciertazo, que presentaba Fernando Argenta y que se emitía cada sábado en la televisión pública. Buscando otros ejemplos de novedades en los formatos encontramos las relaxed performances que se han popularizado en Inglaterra. Se trata de representaciones con un carácter más informal pensadas para dar cabida a todas aquellas personas que habitualmente no encuentran los teatros o las salas de concierto como espacios confortables. En muchas ocasiones, las luces no se apagan y a veces ni siquiera se atenúan, la gente puede entrar y salir libremente de la sala, y hay una actitud abierta hacia el ruido y el movimiento del público.
El tercer aspecto clave es la comunicación. La forma en que nos relacionamos con otros individuos ha sufrido una transformación enorme en los últimos treinta años y este cambio no es ajeno a las instituciones culturales, que han tenido que adaptarse a una nueva realidad en la que la comunicación digital ha ganado una gran importancia. Ahora es mucho más sencillo hacer llegar nuestro mensaje a un segmento concreto de nuestra audiencia, lo que permite un grado más alto de personalización, pero también requiere de mayores recursos.
Comprender las particularidades de cada uno de los canales de comunicación y establecer una estrategia que permita conectar con nuestro público objetivo es fundamental para poder utilizar las nuevas herramientas disponibles en favor del propósito de nuestra organización.
Un caso de éxito reciente puede ser la campaña Andalusian Crush que ha lanzado la Junta de Andalucía para promover a través de sus raíces culturales el turismo a la región. Pero no se centra en el público nacional, sino que es una propuesta diseñada para conectar con potenciales visitantes extranjeros mostrando toda la potencia cultural de Andalucía de manera creativa.
Por último, me gustaría destacar el valor que generan en la audiencia las actividades complementarias, que permiten descubrir o profundizar en el contexto de la obra, acercarse a la época o establecer puntos de enlace entre la experiencia previa de cada persona y la obra de arte en cuestión. Estas actividades pueden llevarse a cabo antes o después de la experiencia cultural y pueden adquirir diversas formas como breves conferencias introductorias, encuentros con artistas, exposiciones relacionadas… ¡aquí hay que echar imaginación! El objetivo de estas actividades complementarias es añadir valor a la experiencia artística, mejorar la conexión con la audiencia y generar un intercambio, una comunicación en ambas direcciones que permita conocer las inquietudes del otro.
Como hemos visto, el proceso de conectar emociones no se ciñe únicamente a la obra de arte en sí misma sino también a la experiencia que se genera en torno a su goce. Es por ello por lo que cada institución cultural debe buscar su fórmula secreta para establecer y mejorar la relación con su público con la idea de generar interés de forma recurrente.
En esencia hemos desgranado los principales factores que permiten moldear la experiencia de una persona cuando consume un producto cultural y en los próximos números de Melómano analizaremos en profundidad algunos casos de éxito.
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