
Son muchos los contenidos de diversa índole que debe incluir una clase de instrumento que pretenda ofrecer una formación completa y equilibrada tanto en su aspectos técnicos como en los musicales. De una correcta planificación y de una aplicación equilibrada de todos ellos dependerá la utilidad o no del tiempo empelado y su efecto en la evolución del alumno. No basta con incluirlos en la programación, es necesario saber administrarlos según los objetivos y las necesidades de cada alumno en cada momento.
Por Juan Mari Ruiz
Las programaciones didácticas, a las que dedicaremos otro artículo a principios del próximo curso, recogen una serie de objetivos a alcanzar en cada uno de los niveles y los contenidos que deben ayudar a conseguirlos, además de los aspectos relacionados con la forma de valorar en qué medida se van logrando. En las líneas que siguen hablaremos de su utilización práctica dentro de una estructura de la clase bien definida, que por un lado ofrezca al alumnado los recursos técnicos que le permitan tocar con comodidad y que, por otro, le muestre la necesidad de dividir el trabajo en diferentes secciones —específicas pero relacionadas entre sí— y la importancia de ser minucioso en la comprensión y realización de cada una de ellas.
La finalidad de una buena estructuración de la clase es ofrecer al alumno una formación completa y equilibrada, que le refuerce en aquello en lo que es más hábil y que a la vez compense sus carencias hasta hacer de él un instrumentista completo, siempre según sus aspiraciones y aptitudes. Esta estructura es igual de válida para aquellos estudiantes que desean buscar un futuro profesional con el instrumento y para aquellos que simplemente lo contemplan como una afición. En todos los casos, desde el aficionado hasta el profesional, el hecho de mantener un buen control del instrumento, con un adecuado dominio de todos los aspectos, tanto técnicos como musicales, facilitará su utilización como medio de expresión artística y hará posible una interpretación cómoda y concentrada en la intención musical más allá de los problemas y dificultades técnicas.
Esta necesidad de estructurar el tiempo de que se dispone en clase —demasiado breve en algunos centros y niveles educativos— también precisa adecuarse a cada una de las diferentes etapas del curso, porque no es igual el trabajo a realizar durante las primeras semanas después de las vacaciones, en las que seguramente se deberá recordar conceptos ya conocidos pero en cierta medida olvidados durante el paréntesis veraniego, que en las fechas de final del curso en las que nos encontramos, cuando prima la preparación del repertorio para los exámenes y recitales finales o para las pruebas de acceso de otros centros de un nivel superior.
Una propuesta
Por si sirve de ejemplo, en mis clases divido los contenidos en tres bloques temáticos: técnica pura, estudios —en los que va cobrando forma musical el estudio técnico— y repertorio —que es el objetivo último hacia el que se encamina todo el trabajo—.
En el primer bloque cuidamos el calentamiento y estudiamos los rudimentos de cada uno de los mecanismos implicados en el hecho de tocar, como son la respiración, la embocadura, la emisión y regularidad del sonido, la articulación y el mecanismo de los dedos; en todos los niveles, con un adecuado nivel de dificultad y exigencia en cada uno de ellos. Cuando es necesario damos la oportuna explicación y cuando no, porque ya es un tema comprendido y estudiado, realizamos los ejercicios como rutina de calentamiento y automatización de los gestos. Para realizar este tipo de trabajo se puede recurrir a cualquiera de los libros y métodos ya publicados o elaborar material propio, pero en todo caso es imprescindible saber cuál es la finalidad de cada uno de los ejercicios y los beneficios que se buscan con él. No basta con repetir cada ejercicio de un libro un determinado número de veces, se debe prestar atención a aquello para lo que está pensado. Por ejemplo, en un ejercicio de notas tenidas u octavas nos fijaremos en la estabilidad, afinación y homogeneidad del sonido, no solamente en su duración o simplemente en cumplir el número de repeticiones que hayamos decidido hacer.
Con la base adquirida en el estudio puramente técnico podemos abordar el trabajo de los estudios con un mayor conocimiento sobre cómo abordar y superar las dificultades que puedan presentar en cuanto a digitación, afinación y los demás aspectos trabajados en el apartado anterior. No es agradable encontrarse con un problema de ese tipo directamente en los estudios, porque ya tienen un cierto nivel musical y este tipo de dificultades pueden perjudicar el trabajo del fraseo. Precisamente, podríamos definir los estudios como técnica aplicada al fraseo, aunque en la mayoría de los casos no tengan el interés artístico que sí tienen las obras del repertorio. Al hablar de estudios no me refiero solamente a los de velocidad; igual de importantes, si no más, son los estudios lentos y expresivos que nos permiten profundizar en el control y en la calidad del sonido. Lo interesante del trabajo con los libros de estudios es que al tratarse, en la gran mayoría de los casos, de piezas que nunca se tocarán en un concierto y a menudo enfocadas en un determinado problema técnico, pueden trabajarse y afianzarse en ellas las herramientas que nos ha proporcionado el trabajo de técnica pura antes realizado, sin hacerlo en las obras de concierto, que correrían el riesgo de resultar dificultosas si aún tenemos ciertas carencias técnicas que podrían provocar que acabásemos aburriéndonos de ellas.
No se debe confundir el trabajo de los estudios, que es un medio para adquirir destrezas, con un trabajo de virtuosismo y de dificultad extrema que quizá no necesite el repertorio a tocar en ese curso —o, como trabajo personal del profesor, en esta etapa de nuestra vida profesional—, que quizá precise de un estudio más concentrado en otros aspectos, como la calidad del sonido o el control de la afinación. Siendo importante, no es un fin en sí mismo, y siempre debe estar orientado a las necesidades reales de cada alumno, que pueden ser diferentes entre varios de ellos, incluso del mismo nivel. Por eso, además de saber cambiar las proporciones de los apartados de la clase, se debe variar el material utilizado en función de las necesidades reales de cada persona.
La tercera sección de la clase y del estudio personal está dedicada a la preparación del repertorio. Para poder abordarlo con seguridad deberíamos tener resueltos de forma aceptable los problemas técnicos que presente y así poder concentrarnos en el estilo y el fraseo. Es deseable que este repertorio tenga unas necesidades —al hablar de técnica no me refiero solamente al virtuosismo o la velocidad, sino también a la calidad y control del sonido— algo menores que los estudios trabajados para evitar sorpresas desagradables, como decíamos más arriba.
Las proporciones entre los apartados de la clase
Esta estructura en varios apartados no puede tener unas proporciones fijas y no es posible proponer un determinado minutaje para cada una de ellas; debe modificarse según el momento del curso o cuando aparecen factores inesperados que influyen en el rendimiento o en los objetivos del alumnado. El aprendizaje de un instrumento no es un proceso lineal mediante el cual se va progresando a un ritmo regular y en el que cada nueva habilidad queda fijada para siempre. Durante la evolución del alumno se alternan momentos de progreso regular y otros en los que aparecen pequeños problemas o dudas que pueden no tener mayor importancia si son atendidos a tiempo pero que, de lo contrario, pueden causar a medio plazo problemas mayores que entorpezcan su progresión. En esos momentos se debe retocar la planificación inicial para encontrar una solución a estos imprevistos y dedicarles el tiempo que necesiten, aunque esto suponga variar el tiempo que pensábamos dedicar a cada una de las distintas partes de la clase.
Pero no todas las adaptaciones son debidas a causas negativas como un problema técnico o una lesión. Puede que a mediados de curso surja la oportunidad de presentarse a una prueba con la que no se había contado en un principio, o de tocar un concierto que no estaba previsto pero que resulta interesante. Al contrario que en el caso anterior, será necesario relajar en cierta medida el trabajo técnico en clase y centrar los esfuerzos en el repertorio y en la búsqueda de soluciones rápidas y prácticas a las dificultades concretas que este presente, y no tanto en la mejora técnica a largo plazo.
Una vez adquirido el ritmo regular del curso, las tres partes de la clase pueden llevar aproximadamente el mismo tiempo. Incluso se puede relajar en cierta medida el estudio técnico en clase y dedicar más tiempo a su aplicación en los estudios, porque damos por hecho que el alumno aplicado ya sabe cómo hacerlo y lo practica en casa de forma autónoma —aunque no está de más un repaso en clase cada varias semanas para comprobarlo—. Por ejemplo, en mi clase durante el segundo trimestre hacemos menos técnica pura y tras unos minutos en los que la utilizamos como calentamiento pasamos a los estudios, que utilizamos para completar el mismo y así podemos dedicar más tiempo al repertorio.
En el tercer trimestre es donde se suelen tener más compromisos, y el repertorio empieza a cobrar una importancia que precisa de una atención casi exclusiva en clase. En ese momento del curso vuelvo a utilizar de forma más concienzuda mi Cuaderno como calentamiento, prácticamente no hacemos estudios —a no ser que considere que el alumno lo necesita— y nos centramos en el estudio de las obras. Esto cumple una doble función: proporcionar un calentamiento completo y facilitar la concentración para abordar las obras con comodidad, y recordar al alumno la importancia de hacer el trabajo técnico de base, sobre todo de cara al verano que ya se avecina.
Es conveniente explicar al alumno la estructura que se va a seguir en clase y de su variabilidad a lo largo del curso, para que no tenga al principio del mismo la sensación de que todo se va a limitar a ser una sucesión de notas tenidas y escalas, e ir recordándole cada poco tiempo el porqué de cada uno de los diferentes tipos de trabajo, de qué manera lo debe realizar y qué beneficios le va a reportar.
El resultado final del esfuerzo de todo el curso se verá reflejado en la interpretación que se haga de las obras en los exámenes finales, recitales o pruebas de acceso. Toda la planificación y distribución de contenidos, todo el trabajo de distintos tipos realizado durante meses debe estar bien diseñado para ayudar al alumno a adquirir las habilidades y conocimientos necesarios para poder abordar el repertorio en ese momento con comodidad y con la seguridad de poder concentrarse únicamente en la música.
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