Por Antonio Narejos
La mayoría de los conservatorios superiores españoles imparten los estudios de canto como un itinerario dentro de la especialidad de interpretación. En el caso de Madrid, cuentan con un centro exclusivo, la Escuela Superior de Canto, única en España. Hoy también es posible seguir estudios de posgrado de Canto sin salir al extranjero, con el Máster de Interpretación operística del Conservatorio Superior de Música ‘Joaquín Rodrigo’ de Valencia y el del Conservatori Superior del Liceu de Barcelona, aunque también otros másteres de interpretación incluyen la opción de Canto.
España ha sido madre de grandes cantantes de una celebridad mundial, especialmente en el siglo pasado y el actual. Pero, aunque no sea tan conocido, fue un español, Manuel García, quien a principios del siglo XIX, desde París y Londres, sentó las bases de la enseñanza del canto hoy presentes en todo el mundo. Las reflexiones sobre la situación de la enseñanza del arte lírico en nuestro país llegan de la mano de cuatro grandes profesionales de proyección internacional. Dos mujeres y dos hombres que desarrollan su actividad docente en diferentes ámbitos.
Ana Luisa Chova
En mis cuarenta años de docencia del Canto he podido apreciar en los conservatorios una importantísima evolución que, aun siendo muy positiva, presenta pros y contras. Los planes de estudio se han enriquecido enormemente con el incremento de materias. Esto ha traído consigo una mayor y mejor formación del alumnado en todos los aspectos, pero ha saturado sus horarios menguando el tiempo de estudio individual y la posibilidad de asistencia a conciertos. Los centros deberían perseguir la optimización de horarios.
En la enseñanza del Canto, ahora, como hace cuarenta años, sigue siendo fundamental el grado de preparación y vocación del profesorado de la especialidad. La preparación ha mejorado notablemente, pero los planteamientos que imponen las administraciones a los centros en las pruebas de selección siguen siendo incorrectos y no garantizan la elección de los docentes más idóneos. Desde las administraciones habría que mejorar la evaluación específica y rigurosa del profesorado que accede a los centros y la consideración del profesorado como artista (es absurdo que a las personas que van a formar artistas se les exija estar totalmente desvinculadas del mundo del arte desde el momento en que deciden dedicarse también a la docencia).
La disponibilidad de medios e infraestructuras ha crecido de forma sobresaliente con el incremento del número y adecuación de centros educativos públicos y privados que hace posible el acceso de muchas más personas a estas enseñanzas. Además, la cantidad de medios de que disponen profesores y alumnos ha aumentado de forma gigantesca. Es una pena que estos medios materiales no siempre puedan rentabilizarse al máximo por falta de recursos humanos.
Los titulados de los conservatorios tienen ahora más salidas profesionales: intérprete solista o en agrupaciones profesionales, enseñanza en centros de educación musical y general, gestión cultural… El problema en el caso de los cantantes es que ha crecido más la competencia que las oportunidades de trabajo.
Los centros educativos deben asegurar las salidas profesionales buscando el máximo rigor a la hora de conceder títulos superiores que garanticen la solvencia profesional de cara a la sociedad y al mercado de trabajo. Si los centros, por su nivel de calidad y exigencia, lograsen la confianza de estos mercados, no les sería difícil establecer acuerdos con las empresas contratantes del ámbito artístico, cultural y social para facilitar el acceso de sus egresados al mundo profesional.
Mi opinión es que las administraciones de las cuales dependen los conservatorios, que son costeados con dinero público, deberían establecer conexiones con los teatros y auditorios (que también son públicos) para lograr que nuestros titulados fueran recibidos por ellos. Es absurdo que estemos financiando conservatorios para formar cantantes y luego no facilitemos su entrada en los circuitos profesionales que también estamos financiando. ¿Sería descabellado que hubiera un plus en las subvenciones a los teatros que contratasen a cantantes españoles?
Juan Lomba
La vinculación de la legislación educativa española al Tratado de Bolonia ha supuesto una evolución tanto por la equivalencia de los títulos, con la posibilidad de realizar Posgrado y Doctorado, como por la inclusión de asignaturas optativas que van en la dirección de ofrecer una formación más completa al alumnado. Sin embargo, desde el punto de vista de la esencia de la docencia específica del Canto, se está perdiendo el modo de enseñar de una época en la que los profesores/catedráticos de Canto, en casi todos los casos, habían desarrollado una importante carrera artística y se esforzaban en transmitir esa experiencia al alumnado. Bolonia implica de algún modo una despersonalización de la enseñanza del Canto y debemos buscar de nuevo un equilibrio entre la investigación pedagógica, la excesiva generalización de las competencias y la experiencia artística del docente. Hay que atraer a los intérpretes hacia el mundo de la docencia, lo que no quiere decir que el cantante profesional sea la panacea, ya que es necesario añadir cualidades como la flexibilidad en el método, la capacidad de comunicación, la paciencia, no utilizar el método impositivo sino el dialéctico, etc. Pero, ¿cómo podríamos enseñar a alguien a manejar la tesitura vocal si no podemos demostrar cómo se hace? Ayudar a futuros cantantes profesionales está muy lejos de los consejos teóricos. Es definir conceptos concretos en las sensaciones del alumnado, es oído para acertar en la guía de la vocalidad de cada personalidad y es intuición, la misma que necesita un intérprete de cualquier disciplina musical.
Desde el punto de vista de la proyección profesional, por fortuna, y en estadísticas que utilizamos en la Escuela Superior de Canto respecto de nuestros alumnados egresados, el paro incide mucho menos en nuestra especialidad de lo que se imagina y se encuentra acceso al mercado laboral con relativa facilidad. Las oportunidades profesionales son fundamentalmente tres. Por un lado la carrera artística como solista, la más difícil y la que requiere una mayor orientación personal y profesional. Es necesario explicar al alumno el mundo profesional de las agencias artísticas, de las audiciones en teatros, qué obras audicionar en función de qué teatros o qué agencias son los que nos proporcionan tal posibilidad, etc. Por otro lado, muchos de nuestros alumnos se decantan por opositar a los distintos coros profesionales y lo hacen con bastante éxito. Y por último, la docencia privada o pública, a través de los procesos de oposición, que, en mi opinión, debiera de completarse con el desarrollo de una suficiente carrera artística profesional.
En el ámbito artístico y cultural se debiera promover un acceso mucho más fluido de los jóvenes cantantes a las programaciones de las temporadas de los teatros, como se hace en la mayoría de países europeos. Es fácil ver hoy en muchos teatros europeos cómo los papeles de menor responsabilidad son atribuidos a cantantes pertenecientes a sus óperas estudio o conservatorios locales. En España estamos alejados de esa posibilidad y debemos trabajar para cambiarla.
El mundo del Canto debe suponer una vocación en el alumnado que le haga imbuirse de todo lo que le rodea. Desde mi punto de vista se aprecia en los últimos tiempos un desconocimiento de los referentes artísticos de la interpretación en la historia del Canto y los grandes intérpretes del pasado unidos a los del presente. La vocación por el Canto no consiste en hacer sonar el instrumento, es ponerlo al servicio de la música, es absorber toda la información posible a nuestro alcance, incluyendo los artistas de las primeras grabaciones, para tener una visión técnica e interpretativa completa.
Raúl Giménez
Mi valoración de la enseñanza del Canto en España es bastante deficiente. Desde mi experiencia como docente en distintos países de Iberoamérica y Europa, el parangón es bastante desfavorable para los conservatorios españoles. En la enseñanza del Canto y la preparación técnica de los cantantes en nuestros conservatorios, incluso en las escuelas superiores, hay demasiada tolerancia y las exigencias en la preparación de los artistas líricos son mucho menores que en otros lugares. Por ejemplo, de Inglaterra, que no es un lugar que yo admiro mucho, valoro la preparación y el modo en que estimulan al joven, especialmente en algo que aquí no se estimula mucho y que es la curiosidad.
Como director de la Ópera de Cámara de Barcelona, de los Amics de l’Òpera de Sarrià, donde llevamos diez años haciendo tres o cuatro títulos al año, trabajamos con jóvenes egresados y seleccionados de conservatorios y escuelas superiores de jóvenes de toda Europa y de Iberoamérica. Intentamos seleccionar la mayor cantidad de jóvenes de Barcelona y de España y no logramos de ninguna manera alcanzar el nivel que obtenemos con jóvenes que traemos de otros países vecinos.
Actualmente colaboro también con el Palau de les Arts de Valencia, en el Centro Plácido Domingo, donde hay nueve jóvenes de América, Rusia, México, Croacia y España. La diferencia que existe es notable también con los cantantes españoles. Son mucho más sólidos los jóvenes preparados en otros lugares, es una verdad lamentable, pero es lo que veo.
Eso no impide que después de un tiempo de trabajo, el sistema pueda hacerles ver que necesitan moverse y es ahí donde despiertan la curiosidad y cuando empiezan a comprender que la competición a nivel internacional es muy grande. Ahí es donde ellos sacan su talento y el talento en España existe. No nos confundamos, hablamos de preparación en España, pero no hablamos de talento. El talento en España es increíble.
Tenemos conservatorios y lugares de mucho prestigio que se preocupan por elegir alumnos, por becarles y por dotarles de buenos profesores, por dedicarle un tiempo y por rendirles el servicio que necesitan para lograr sus objetivos. Pero existen otros centros donde preocupa más cómo poder pagar a los profesores, cómo poder cumplir ciertos reglamentos, estatutos y de esos centros no sale absolutamente nada, como puede averiguarse, y, como mucho, podría salir uno cada década.
Algo importante para los jóvenes es hacerles ver cantantes del pasado, no para que los imiten sino para que se informen. Sin embargo, las referencias que tienen son de cantantes modernos lo que es un grandísimo error, porque empiezan a admirar al moderno porque triunfa, no porque lo hace bien. Hagan una encuesta y pregunten a los jóvenes a ver qué cantante conocen de la historia y del siglo pasado. El 90 % de ellos no tiene ninguna referencia. Y nosotros somos artistas recreadores, no somos artistas creadores, al ser recreadores hay gente que con un gran talento ha cantado ya lo mismo, y al menos por curiosidad deberíamos escucharlos.
El error más grande es que los profesores no saben apasionar a los jóvenes. El joven viene apasionado, pero el problema es que pierde la pasión en los conservatorios. Entra en una tremenda apatía, porque los conservatorios son apáticos. Solo están preocupados por cumplir un programa y los programas son realmente pobres.
Ana María Sánchez
Aunque no puedo hablar de la enseñanza del Canto en España, en general, porque desconozco el funcionamiento de todos los centros, sí puedo decir que desde mi experiencia como profesora de Musikene, valoro positivamente el cambio que se ha producido. Actualmente, se ofrece a los alumnos una formación integral de mayor exigencia, como músicos y como instrumentistas. Creo que ha ayudado mucho el correcto enfoque, tanto en las asignaturas teóricas como en las dedicadas al instrumento vocal. Para conseguir esto ha sido imprescindible la implicación de unos profesores con experiencia pedagógica y profesional en sus instrumentos, volcados no solo en transmitir sus conocimientos, sino en motivar a los alumnos a hacer música e incluso a compartir la experiencia de la música en el escenario. A este respecto, he de decir que guardo un recuerdo entrañable de la grabación de la ópera Juan José de Pablo Sorozábal, en la que alumnos y profesores nos ilusionamos por realizar el proyecto de estrenar la ópera y conseguimos hacer la grabación y llevarla a escena en versión de concierto.
Hay un mundo de oportunidades que aparecen cuando existe una buena formación, disciplina, motivación y un trabajo serio bien dirigido, pero soy consciente de que queda mucho por hacer. En Musikene realizamos un seguimiento de nuestros egresados, como autoevaluación de nuestros resultados como centro de enseñanza y, en Canto, tenemos un 98 % de alumnos que están totalmente integrados en la vida profesional como cantantes solistas, como cantantes en coros de ópera profesionales, como componentes de grupos de música antigua y/o contemporánea, como directores de coro, como profesores, o trabajando en investigación y realizando sus tesis doctorales.
Se podría hacer muchísimo más uniendo formación y experiencia. Quizá podríamos volver la vista a tantos teatros europeos que tienen una ópera estudio con jóvenes cantantes que trabajan y completan su formación haciendo sus propios montajes operísticos o de concierto y que son una cantera, de la que se nutre el propio teatro, para cantar ciertos roles en sus representaciones. Si nuestras casas de ópera españolas tuvieran estos centros, el panorama de nuestros jóvenes cantantes cambiaría radicalmente. Yo tengo la esperanza de que eso ocurra algún día…
Mientras tanto, conscientes de que el cantante necesita hacer música, estar en el escenario, conocer y sentir su instrumento dominándolo en cualquier situación, medirse ante el público y expresarse como artista, en Musikene tratamos de que los alumnos puedan adquirir esta experiencia artística realizando convenios con diferentes instituciones y asociaciones en las que nuestros alumnos puedan participar. Convocamos periódicamente audiciones para proyectos concretos, que van desde la participación en conciertos de la Quincena Donostiarra hasta colaboraciones con la Orquesta de Euskadi, pasando por la realización de un gran número de conciertos en distintas asociaciones, dirigidos a públicos diversos, e incluyendo la colaboración con programas como el que promueve el Departamento de Oncología del Hospital de Donosti para sus pacientes.
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