Nos acercamos a la situación de la música antigua en los conservatorios españoles, una especialidad que, en opinión de nuestros cuatro entrevistados, está atravesando un buen momento.
Por Antonio Narejos
En muchos centros hoy es posible estudiar instrumentos como clave, flauta de pico u órgano, entre otros, tanto en el nivel profesional como en el superior. Hasta ocho de nuestros conservatorios superiores cuentan con un departamento de música antigua, como es el caso de Aragón, Castellón, Castilla y León, ESMUC, Madrid, Murcia, Sevilla y Vigo, si bien con frecuencia tienen que convivir con otras especialidades ajenas al ámbito que les es propio.
En el amplio ámbito de la hoy denominada interpretación históricamente informada, la música antigua está suponiendo un revulsivo para nuestros conservatorios, tanto en el ámbito de la práctica musical como en el de la investigación, pero también en relación al rico patrimonio con el que contamos en España.
Nuestros invitados son cuatro referentes de la educación actual en nuestro país: la clavecinista Silvia Márquez, del Real Conservatorio Superior de Música de Madrid; el organista y clavecinista Javier Artigas, del Conservatorio Superior de Música ‘Manuel Massotti Littel’ de Murcia; la flautista de pico Anna Margules, del Conservatorio Superior de Música Aragón; y el fagotista y bajonista Josep Borràs, de la Escola Superior de Música de Catalunya (ESMUC).
Les hemos pedido que hagan su valoración de las enseñanzas, las oportunidades profesionales con que cuentan los titulados y aquellos aspectos que echan de menos, tanto en el ámbito educativo como en el artístico, social y cultural.
Silvia Márquez
La enseñanza de la música antigua en nuestro país hoy en día no tiene nada que ver con lo que era hace veinticinco años, y la mejora es visible en numerosos aspectos: el incremento de conservatorios con especialidades de música antigua; la calidad del profesorado y la presencia de fantásticos especialistas en España; y la inclusión en los currículos de asignaturas absolutamente imprescindibles (conocimientos para los que antes teníamos que ‘buscarnos la vida’): bajo continuo, lutería, afinación y temperamento, improvisación y ornamentación, ¡es tan diferente…! Recuerdo ir persiguiendo a más de un clavecinista para que me enseñara bajo continuo porque no teníamos la asignatura en el conservatorio y el 80 % del trabajo real de un clavecinista es su papel como continuista en un grupo u orquesta. ¡Yo no sabía ni por dónde empezar!
En cuanto a las salidas profesionales, también veo más oportunidades que antes. Además de las dos vías tradicionales, ser profesores o concertistas, de un conservatorio pueden salir futuros gestores, programadores, grupos y músicos freelance, agentes, asesores, técnicos de sonido, profesionales de la comunicación y el marketing especializado, constructores y lutieres, productores discográficos, editores de revistas, críticos, divulgadores, animadores culturales, musicólogos, investigadores… La mentalidad también ha cambiado y es obvio que no puedes esperar a que te lluevan las ofertas, sino partir de un comportamiento proactivo.
Creo que la música antigua representa el ejemplo más importante en nuestro país del fenómeno del emprendimiento musical. No me refiero a grandes músicos y solistas con agentes, sino a grupos que buscan una actividad constante y se autogestionan. Cuando nosotros empezamos con el grupo La Tempestad hace veinte años, había pocas iniciativas de música antigua. Por supuesto, Jordi Savall como pionero en este sentido, Eduardo López Banzo con Al Ayre Español y años después Forma Antiqva y Accademia del Piacere, entre otros, pero el entramado de grupos jóvenes y dinámicos hoy en día es admirable. Muestra de ello es la fundación en 2010 de GEMA, Asociación de Grupos Españoles de Música Antigua, que reúne a más de 60 ensembles. La propia actividad de estos grupos ha propiciado la creación de nuevos ciclos y festivales. No conozco una eclosión similar en otros campos de la música clásica.
Pero, por otra parte, llevamos décadas de malas costumbres y abandono de la música como patrimonio y necesidad cultural, y creo que hace falta una acción a gran escala. Soy tan pesimista en la visión como optimista en la solución. Hace tiempo que lo comento en mis círculos: es un sueño, pero no un imposible. Es necesario un Plan Nacional de la Música, igual que surgieron en el siglo XX y siguen vigentes los planes nacionales de fomento de la lectura, con excelentes resultados. De esto modo se formaría una verdadera red nacional con un mismo objetivo y esfuerzos unidos, que absorbería a todos los profesionales egresados de los conservatorios, a la vez que crearía la necesidad de todo el resto de profesionales de la música citados arriba.
Javier Artigas,órgano y clave
La enseñanza de la música antigua en nuestro país en este momento tiene una salud, podríamos decir, aceptablemente buena. Es posible que en los últimos años haya descendido un poco la cantidad de alumnos matriculados, pero no debemos olvidar que a raíz de la implantación de las especialidades de instrumentos históricos específicos hubo un boom. Esto fue debido a la necesidad de regular las titulaciones de toda una serie de personas que habían cursado unas enseñanzas que por aquel entonces no eran conducentes a titulación. Posteriormente la matrícula se ha normalizado.
Asimismo, la formación que se ofrece a los estudiantes actualmente es de un nivel excelente. El profesorado está suficientemente capacitado tanto desde el punto de vista artístico como docente. Quizá echaría un poco en falta solucionar la escasez de medios materiales que la Administración ofrece a los centros: falta de parque instrumental y la no oferta de todas las especialidades instrumentales antiguas. Al menos harían falta en todos los centros las especialidades básicas del continuo (violonchelo, clave, órgano e instrumentos de cuerda pulsada), junto a algunas del resto de especialidades, incluido canto renacentista y barroco.
Estamos en un momento en el cual la crisis económica se ha llevado por delante bastante parte del tejido cultural que llegó a ser muy grande en los años justamente anteriores a este periodo. Desde el punto de vista de la inserción en el mundo del concierto, este hecho ha sido terrible para los egresados. Naturalmente el acceso a la docencia es otro camino, pero también plagado de espinas a causa de la ya citada escasez de plazas en los conservatorios superiores. Habrá que esperar a que las administraciones educativas regularicen estas especialidades, e incluso optar a completar el orgánico en los centros que las ofrezcan.
Con el fin de dar un impulso en el ámbito educativo, junto a la creación de departamentos de música antigua en los que estuviera el órgano presente, se podrían ofertar proyectos a los estudiantes de gran atracción. También nos permitiría ampliar el repertorio, llegando a poder prever el estudio e interpretación de la música renacentista, barroca e incluso del Clasicismo. También la creación de másteres especializados en interpretación de la música hispánica y recuperación del patrimonio musical serían un gran acicate.
Sería deseable la creación de orquestas de jóvenes con instrumentos originales, lo que podría suponer el germen de posteriores agrupaciones instrumentales que dieran el salto profesional. A través de la recuperación del patrimonio propio de cada comunidad autónoma se podría generar un caldo de cultivo en la sociedad que apoyara este tipo de enseñanzas.
Como catedrático de Órgano, con treinta años de experiencia, me gustaría llamar la atención sobre la falta de cuidado de las administraciones educativas hacia esta especialidad tan ‘especial’. Entiendo que es difícil hacer comprender las necesidades de la enseñanza del órgano, cuando la matrícula de este instrumento suele ser baja, o escasa. Pero es absolutamente necesario que comprendan que se necesita un instrumento de unas características específicas para poder impartir esta materia en unas condiciones, no ya dignas, sino mínimas. El repertorio que se estudia requiere un instrumento que cuesta muchísimo dinero, pero quizá el problema no es el coste del instrumento en sí, sino lo que viene después: el mantenimiento. Esta falta de previsión hace que la inversión realizada, con gran esfuerzo, al cabo de los años se pierda casi en su totalidad y sea necesario volver a hacer otra.
Anna Margules, flauta de pico
Desde que llegué a España en 1995 la enseñanza de la música antigua ha mejorado considerablemente el nivel. Muchas personas salieron para seguir aprendiendo a otras partes de Europa (Holanda, Inglaterra Alemania…) y han vuelto. Tanto los músicos más o menos de mi generación, como alumnos ya formados por nosotros han hecho ese camino de ida y vuelta. Ahora el entramado de gente nacida aquí y de los que nos hemos quedado en este país y que somos parte de su riqueza cultural, hacemos que la enseñanza de música antigua siga desarrollándose.
Esto se ha traducido en un buen nivel instrumental y vocal que se puede ver en los grupos de música antigua que existen en España, y en el nivel de la enseñanza en diversos conservatorios. Además, el público se ha aficionado cada vez más a escuchar este tipo de repertorio.
Veo, sin embargo, que todavía nos falta mucho para transmitir una verdadera visión históricamente informada, ¡así que seguimos trabajando en ello! Y todavía se concentra casi toda la enseñanza en la música barroca, poco en el Renacimiento y casi nada en la parte medieval.
Por otra parte, no ha aumentado casi nada el número de centros en donde se den nuestras especialidades desde que llegué. Tendría que fomentarse mucho más su inclusión en escuelas de música, y en las enseñanzas de Grado Elemental y Profesional, para que luego llegaran más alumnos a nivel superior.
Tocar, crear, investigar, enseñar. De eso se trata y no es tarea fácil. La batalla para estar y seguir en el mundo de la música y del arte en general es ardua. Siempre depende de entender primero qué clase de músico quieres ser y eres, qué nivel tienes, si tienes o no un proyecto personal como intérprete, y de cómo sabes moverte en el contexto en el que te ha tocado vivir.
Creo que tendría que haber una verdadera voluntad política, tanto por parte de los equipos directivos de los diversos centros, como por parte de las autoridades competentes, para impulsar la creación de verdaderos departamentos de música antigua, que no solo tengan uno o dos instrumentos, sino un aparato orgánico fuerte. A ello también habría que añadir la revisión e implantación de currículos en muchos de nuestros conservatorios para que tengan coherencia con lo que tantos de nosotros intentamos comunicar a nuestros alumnos. Me consta que lo hemos intentado en varias ocasiones, pero se ha roto la cadena en algún punto y no siempre se ha podido lograr. También doy fe de que cuando se ha apoyado, eso ha dado muy buenos frutos. Y luego quizá añadiría una asignatura que tuviera que ver con la autogestión. Habría, además, que fomentar mucho más la comunicación (a través de encuentros, publicidad, difusión en redes sociales, etc.) entre los conservatorios de distintos niveles (en Aragón lo estamos haciendo y eso se va notando ya) y de los conservatorios hacia afuera para que la gente entienda que lo que se hace dentro reditúa en la riqueza cultural de su ciudad o pueblo.
Miro a la llamada música antigua desde mi presente, es decir, que para mí la música antigua es música tan actual como cualquier otra. Creo además que la interpretación de música contemporánea con estos instrumentos (en mi caso, con la flauta de pico) es crucial para que nos sigamos desarrollando tanto a nivel técnico-instrumental, como para continuar ampliando nuestro repertorio. La música antigua y la contemporánea se complementan totalmente.
Josep Borràs, fagot y bajón
Las primeras manifestaciones de enseñanza se dieron en los cursos de verano desde finales de los años 70 (Daroca, La Seu d’Urgell, El Escorial, etc.). Estos cursos, que incorporaban solistas (la mayoría extranjeros) de diversas especialidades, tuvieron (y siguen teniendo) un importante efecto en toda una generación que hizo que muchos de nosotros nos desplazáramos a centros especializados, como Basilea, La Haya o Ámsterdam, también en parte aconsejados por una serie de profesores relevantes en este ámbito, como Romà Escalas o José Luís González Uriol. A partir del decreto de la LOGSE, se incorporaron en algunos conservatorios españoles más instrumentos aparte del clave, órgano y flauta de pico, concretamente la viola de gamba y la cuerda pulsada, instrumentos que no ‘contaminaban’ las especialidades orquestales y el piano.
En el año 2001 se creó la ESMUC con una filosofía muy abierta que pretende abarcar el máximo de especialidades y captar tipologías de estudiantes que ya han optado por ser ‘especialistas’ o que quieren entrar en la música antigua a través de su complementariedad con otras modalidades (clásica, jazz, tradicional, musicología…). A esto se añade que, desde 2011, junto con el departamento de Musicología de la Universitat Autònoma de Barcelona, se puede cursar el Máster Universitario de Interpretación de la Música Antigua. en opinión de nuestros cuatro entrevistados,
Urgen medidas para disponer de más recursos, como bancos de instrumentos (una fórmula que ha tenido gran éxito en Francia) de cara facilitar y homogeneizar este tipo de enseñanza. También podrían existir jóvenes orquestas (como la JONDE) que agruparan a los estudiantes e hicieran proyectos relevantes, especialmente de música española. En el ámbito de la música antigua también es fundamental la investigación y, en este sentido, se tendrían que promover acuerdos con universidades, CSIC, etc. y considerar los acuerdos de I+D basados en la nueva investigación performativa.
Me gustaría comentar el ‘efecto máster’ de música antigua, ya que esta está siendo la fórmula preferida por los aspirantes procedentes de otras especialidades instrumentales, en la mayoría de instituciones europeas, en detrimento del Título Superior o Grado de los instrumentos propios, priorizando el ‘título’ a la epistemología de los estudios. Sobre esta cuestión, que está dando indicadores irregulares, se discute en la actualidad en el espacio europeo de educación.
Viendo el desarrollo de la aceptación del público de la música antigua, se pone de manifiesto su estrecha relación con el patrimonio. Inglaterra, Francia o Alemania han sabido combinar el repertorio internacional con la recuperación del propio de cada país. En este sentido, la música española resulta todavía la gran ignorada, teniendo autores como Cabezón, Victoria, Guerrero, Morales, Hidalgo, Cererols, Durón, Nebra, Valls, Sor, Martín y Soler, etc. Por otra parte, convendría recuperar y reivindicar marcos sonoros diferenciados que son propios de esta música, en especial la policoralidad y el uso de los ministriles, que perduró hasta bien entrado el siglo XVIII.
Como anécdota, en el año 1981, cuando fui a estudiar a Basilea como fagotista, me interesé por los antiguos bajones hispánicos, instrumentos imprescindibles en las capillas musicales para complementar las voces. La respuesta oficial es que no quedaban instrumentos más allá de los que se conocían en Bruselas procedentes de la colección Barbieri. También se me dijo que no había casi repertorio. Cuando regresé a España, junto con el constructor francés Laurent Verjat tuvimos el privilegio de ver en su contexto ‘nuevos’ instrumentos que aparecían, hasta un total de 28 en el marco peninsular. También constatamos la existencia de una auténtica Escuela de construcción de instrumentos, imprescindible para la música de los siglos XVI y XVII.
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