Por Antonio Narejos
En este artículo vamos a profundizar en la situación de la enseñanza de la composición en España, una especialidad que está ganando prestigio en los conservatorios españoles en las últimas décadas. Nuestros invitados son una compositora navarra, un compositor catalán, otro andaluz y otro madrileño, aunque sus trayectorias profesionales son internacionales, con lo que su perspectiva es particularmente sugerente.
Sin pretenderlo, los cuatro son doctores universitarios, lo que añade a su producción musical y su actividad docente una importante contribución investigadora.
Los cuatro han hecho un generoso esfuerzo por concretar las respuestas, con una buena dosis de crítica, a tres preguntas que les enviamos desde Melómano:
1. ¿Cómo valora la evolución de la enseñanza de la composición en España desde su propia experiencia?
2. ¿Qué oportunidades profesionales encuentra para los titulados superiores que salen de los conservatorios?
3. ¿Cuáles serían las medidas que considera habría que adoptar para mejorar la situación? Nos interesa conocer su opinión tanto en el ámbito educativo como social, artístico y cultural.
Teresa Catalán
1. Si parto del momento en el que estudié composición, considero que hoy han mejorado las cosas, pero esa realidad no debe esconder los problemas con los que nos enfrentamos actualmente. En la enseñanza pública, en estos tiempos debería haber medios para poder hacer las cosas mucho mejor, y no hablo solo del presupuesto. Hay estructuras que son manifiestamente mejorables, pero lamentablemente seguimos teniendo que denunciar el abandono en el que llevamos ya demasiado tiempo.
2. Como compositores, los jóvenes encuentran oportunidades reales de profesionalización en mundos nuevos: cine, publicidad, videojuegos… pero el compositor que pretenda hacer su obra en el mundo de la vanguardia no podrá vivir su etapa profesional completa dedicado únicamente a la creación. En muchos casos se compatibiliza con la docencia, lo que significa un esfuerzo añadido para continuar la tarea, por supuesto.
3. La enseñanza superior de la música hoy en día está encorsetada por una legislación que impide disfrutar de unos medios y de unas metas que ahora mismo podemos considerar imposibles. Es imperioso, urgente, conseguir que la estructura de todas las enseñanzas superiores musicales pueda ordenarse de forma que alcance lo que le corresponde por lógica. Hoy, vivimos con títulos ‘equivalentes’ y esto —que parece inocente—, esconde consecuencias gravísimas. La única salida es establecer el estatus de enseñanza universitaria, sea integrados en la universidad o bien en un campus específico de enseñanzas artísticas.
La sociedad hoy en día no reclama profesionales de la creación musical fuera del utilitarismo. Eso es una realidad con la que nos encontramos y que nos avoca a minorías especializadas y/o a públicos restringidos. Para revertir la situación, deberíamos contar con la complicidad de programadores, medios de difusión, voluntad política… algo que no parece muy fácil. Pero… también es verdad que nuestros ilustres predecesores no lo tuvieron fácil, así es que hay que continuar con la tarea, naturalmente. Y los jóvenes, aun conociendo la situación, también se comprometen. Hay una espléndida cantera, hay futuro.
En la docencia musical superior, el futuro quedará ahogado definitivamente si no hay cambios drásticos. Con la actual situación, hemos llegado al límite de lo posible.
Agustín Charles
1. La enseñanza de la composición en España ha variado muchísimo desde que yo comencé a ejercerla en 1990. Ser profesor de composición en un conservatorio español de entonces era sinónimo de compositor escolástico, o sea, ‘carca’, por lo que muchos profesionales no se acercaban a esta enseñanza por considerarla alejada de la realidad creativa de la composición ‘verdadera’, la que estaba en boga en los principales centros musicales de Europa. Poco a poco se ha pasado de métodos decimonónicos a una visión más actual del hecho musical. En mi caso, desde el comienzo apliqué modelos que me parecían más apropiados a la especialidad, visto cómo se estaban desarrollando en el resto del mundo, lo que me supuso no pocas controversias con otros compañeros. Desde el primer momento fomenté la idea de que no solo un catedrático es apto para dar una buena clase de composición: para esto hace falta ser únicamente un buen compositor. Ser un buen pedagogo ayuda, pero no es suficiente para fomentar un ámbito creativo singular, puesto que hay que haberlo vivido en primera persona.
2. En la actualidad son pocos los estudiantes que tendrán la oportunidad de dedicarse efectivamente a la composición, especialmente la que se centra en el ámbito clásico-contemporáneo, puesto que es una profesión con una demanda igualmente limitada. Únicamente manteniendo la mente abierta y un espíritu crítico, algo que considero esencial en una formación como la presente, les permitirá dedicarse a muchas otras opciones, que van desde el análisis musical, hasta componer para cualquier campo —música de cine, incidental, teatro, etc.—.
3. Una necesidad prioritaria es que la composición sea un campo mucho más abierto si pretendemos que siga vivo y en permanente evolución, sin lo cual verá cuestionada su existencia. Hoy es necesario que se incorporen modelos educativos que fomenten la responsabilidad del estudiante, que le hagan ser partícipe activo en las decisiones de su propio aprendizaje, puesto que será determinante para su futuro, sin limitaciones estéticas de ningún tipo, al fin y al cabo, estos modelos ya han sido superados en no importa qué dirección. Por otra parte, la educación debe ahondar en el conocimiento del oficio, con el objeto de que los estudiantes adquieran las herramientas que les permitan tomar la dirección que consideran más adecuada, algo que deben hacer desde su propia intimidad. El hecho mismo de que los profesionales que hoy acceden a una cátedra lo hagan con un procedimiento prácticamente idéntico al de hace treinta años, que ya era viejo entonces, nos sitúa ante en el dilema irresoluble de la evolución educativa. No soy optimista a corto y medio plazo en esta cuestión.
En España se ha evolucionado enormemente en estos últimos treinta años, eso es evidente, pero en el ámbito de la música nueva se ha hecho, mayoritariamente, a partir de las ayudas públicas, puesto que a falta de una política cultural clara, que determine qué futuro deseamos —el hecho de que no exista una ley de la música ya es en sí mismo llamativo—, se impone un modelo que acaba fomentando el clientelismo, algo que solo beneficia a unos pocos, casi siempre los mismos, y acaba minando la moral de la mayoría. Nuestro camino deberá ser distinto si pretendemos que exista como tal, pero siempre y cuando seamos capaces de ver nuestra propia realidad. No ha dejado de sorprenderme, entre compositores españoles, el hecho de que se estudien a autores de no importa qué parte del mundo sin prestar apenas atención a los compositores cercanos, considerándoles menores o insignificantes. La inexistencia de publicaciones al respecto es una muestra clara de lo mencionado. Quizá deberíamos ser menos negativos con lo propio y aplicarnos un poco más de optimismo, solo así podremos cambiar las cosas, aunque eso sí, actuando. No vale criticarlo todo y luego no hacer nada. En esto yo me declaro activista compulsivo.
Manuel Martínez Burgos
1. En los últimos años se ha producido una renovación de la enseñanza de la composición gracias a nuevos profesores que han insuflado aires diferentes a estos estudios. Para mí la clave de cualquier docente radica en la formación y, sobre todo, en que la actividad compositiva del profesor se filtre en el aula. Por eso si desde el aula se propone un diálogo con la sociedad, entonces saldrán compositores formados para continuar por su cuenta ese acto comunicativo. Este es el objetivo que me planteo en cada una de mis clases. Por otra parte, hasta hace poco la enseñanza de la composición se limitaba a la transmisión de unas técnicas, por cierto, bastante obsoletas, sin realizar ningún tipo de reflexión sobre el arte y su fuerza expresiva. Creo firmemente que ese acto de reflexión es necesario, pues sacar una obra a la luz siempre es una gran responsabilidad. Este compromiso es primero con uno mismo y segundo, pero no menos importante, con la sociedad.
2. Los egresados en Composición tienen muchas salidas profesionales. Dependiendo del campo de especialización las posibilidades varían. Lo cierto es que la música de nueva creación tiene un público menos minoritario de lo que se cree. Por eso un compositor que sale bien formado tiene muchas opciones de establecerse como creador. En el ámbito de la música instrumental en España hay numerosas formaciones, orquestas, grupos de cámara y solistas que creen en la música de nuestros días. Igualmente, el surgimiento de nuevas plataformas ha generado una necesidad de nueva música que los titulados superiores pueden cubrir. Estoy hablando tanto del ámbito audiovisual como del escénico.
3. Es imprescindible que los estudios superiores de música tengan una equiparación a los estudios universitarios. La situación actual es insostenible. Los conservatorios superiores tienen una consideración jurídica similar a la de los institutos de secundaria. El marco normativo se debe adaptar al Espacio Europeo de Educación Superior y eso hay que hacerlo ya, no dentro de un año ni de una década. Es una vergüenza que nuestros políticos nos hayan abandonado así tantos años. Además, la implantación de másteres y doctorados específicos de composición debiera ser una realidad como ocurre en el resto de Europa. Nuestros jóvenes compositores salen fuera de España simplemente porque aquí no hay una oferta de doctorado en composición. El trabajo que se debiera hacer en el ámbito social es el de potenciar la base. La música es una de las disciplinas que más plasticidad confiere al cerebro de los niños y adolescentes. Por este motivo, su inclusión en el currículo es fundamental.
Al igual que con la enseñanza hay aspectos culturales que solo se pueden gestionar desde el ámbito político. Tanto desde la administración central como desde las administraciones locales sería necesario un proyecto de futuro para la música y concretamente para la composición. En Reino Unido, que es un caso que conozco bien, se imparten clases de composición en los colegios y se promueve una cultura en torno a la composición desde muy temprana edad. Ello contribuye a crear un público y un interés por la nueva creación, que se entiende como algo connatural a nuestro tiempo.
José María Sánchez-Verdú
1. Creo que no ha habido cambios significativos o de base en los sistemas educativos desde el plan del 66, la LOGSE, y de ahí hasta Bolonia, pero, sin embargo, sí ha habido cambios radiales sociales, estéticos, tecnológicos… Destacaría la facilidad de acceso a la información, la revolución digital y también la incorporación de nuevas generaciones de profesores y compositores. Esta enseñanza está ahora quizá en terrenos siempre movedizos…, aunque en el sistema de planes de estudio peca de ser muy inmovilista.
2. Realmente las salidas profesionales no son destacadas, aparte de los campos en los que las titulaciones son importantes: la enseñanza y lo académico. Se puede acceder de forma profesional al mundo real de la creación musical sin pasar por un conservatorio. Hay otros caminos. Sin embargo, el conservatorio puede ser una plataforma muy válida en la que adquirir muy distintas parcelas de formación de cara al trabajo como compositor, y en muchas de sus vertientes (arte sonoro, electrónica, músicas aplicadas, etc.). Así es en un buen número de centros internacionales. Con buenos profesores y un plan de estudios coherente este sistema ofrece todavía el principal camino de formación. Y eso muchas veces se nota. En países que conozco bien por trabajar allí como Alemania, Finlandia, Austria, Suecia, Israel o Corea del Sur el sistema de formación reside fundamentalmente en sus centros similares a los conservatorios. En todo caso las salidas profesionales son muy diferentes según múltiples factores.
3. Entre las medidas que habría que adoptar para mejorar la situación en el ámbito educativo estarían superar el inmovilismo de la educación artística pública española en sus planes de estudio y de acceso docente (anclados en sistemas antiguos, no actualizados y con gran frecuencia contrarios a eso de la ‘excelencia’) y la adscripción de los conservatorios superiores al sistema de las enseñanzas elementales y de los institutos conllevan desventajas claras para los alumnos, para los profesores y para los planes de estudio ideales (no existe la investigación, se dificulta la docencia de profesores con carrera artística importante, no hay presupuestos que redunden en el enriquecimiento formativo de los alumnos, no existen criterios de flexibilidad horaria, etc.). Los nuevos centros privados buscan un hueco por ahí, pero no suponen, a mi juicio, un nivel más alto, salvo el que deriva de la presencia de profesores de alto nivel que no pueden encontrar en la pública un espacio por las razones ya apuntadas antes. Y en el ámbito social, artístico y cultural, creo que cada país depende de determinados condicionantes culturales. En la música está claro que una cultura musical que nazca de un ‘humus’ especial en las familias y en los colegios conlleva una riqueza mucho mayor, como es sobre todo en Centroeuropa. Solo a través de la educación, de la difusión normalizada de la música como una esfera cultural (incluyendo la televisión, etc.) se podría vivir una integración natural de la música en el ámbito social, profesional y de cultura de un país.
Si el poder legislativo actualizara y contextualizara las enseñanzas artísticas superiores en la dirección que existe en casi todos los países del mundo ya tendríamos una revolución. Desde Portugal a Austria, desde Italia misma hasta EE. UU. Bastaría con comparar y tomar decisiones. Nos podríamos encontrar con la posibilidad de interrelacionar mucho más profundamente esta formación con el mundo artístico y con la propia sociedad; cumpliría un papel especial, celebraría una relación viva y dinámica. Si no, como hasta ahora, dependemos de parches y de personas valientes que intentan y a veces consiguen, contra este sistema, llegar a lo que sería ideal.
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