Por Justo Romero
Victoria de los Angeles, Jussi Björling, Robert Merrill, Lucine Amara, John Reardon, Giorgio Tozzi y Fernando Corena.
Coro y Orquesta R.C.A. Victor.
Director: Sir Thomas Beecham.
Emi Classics 7 47235 8 Mono ADD
El 1 de febrero de 1896 se estrenó en Turín La Bohème, de Puccini; el autor tenía treinta y ocho años, hacía doce que había escrito su primera ópera y con esta obra maestra llegó a la cumbre de su carrera, aunque el estreno no representara un gran éxito.
La ópera está basada en la novela de Henri Murger Scènes de la vie de bohème que se publicó por entregas en la revista Le Corsaire en 1846 y que tiene también una versión teatral editada tres años más tarde. Giuseppe Giacosa y Luigi Illica se encargaron del libreto.
Curiosamente, Ruggiero Leoncavallo -a quien hoy se recuerda únicamente por «Pagliacci»- eligió la historia de Murger después de haber sugerido el tema a Puccini, sin conseguir que éste le prestara atención y, cuando más tarde supo que su querido amigo Giacomo estaba trabajando ya en La Bohème montó en cólera y acabó con lo que había sido una buena amistad hasta ese momento.
Naturalmente, Puccini contaba la historia de otra manera: «Una tarde lluviosa en que no tenía nada que hacer cogí un libro que no conocía. La novela de Murger me golpeó como un rayo. Enseguida decidí escribir una ópera basada en ella».
Quizá ambas versiones sean ciertas y Puccini olvidara el comentario de su amigo. En ese caso se podría hablar de coincidencia. La Bohème de Leoncavallo se estrenó en 1897 y nunca llegó a imponerse, muy al contrario de lo que sucedió con la de Puccini.
Hablar de la belleza de la ópera pucciniana me parece innecesario y sí quiero detenerme en esta grabación de 1956, dirigida por Sir Thomas Beecham, con dos de los más grandes cantantes del siglo como protagonistas: Victoria de los Angeles y Jussi Björling.
Es difícil imaginar una Mimi más auténtica, con la voz más fresca y luminosa o que interprete con más emoción que esa Victoria que había cantado ya el papel, con el propio Beecham como director, en el Covent Garden en 1950, y tampoco hubiera sido fácil encontrar mejor Rodolfo, sin contar con que el resto del elenco también es magnífico. En aquellos años reunir a estas grandes estrellas requería una cuidadosa planificación -hoy ni con planificación se consigue y, a veces, los grandes divos que comparten reparto no llegan a verse en el estudio de grabación- y lo milagroso de esta producción es que se montó en el último minuto, consiguiendo reunir en Nueva York a todos los intérpretes desde el 16 de marzo hasta el 6 de abril. Los cantantes contaron con muy pocos días de descanso en todo ese tiempo y se cuenta que la propia Victoria de los Angeles aprovechó hasta el último minuto haciendo un alto en el estudio de grabación camino del aeropuerto.
Un crítico del New York Times, entre otras objeciones a la grabación habló del «canto frío y asexuado de los Angeles». Supongo que tenía fama de ingenioso y deseaba mantenerla a toda costa. Lo cierto es que, después de treinta años, esta grabación sigue tan viva y tan cálida como el primer día… o más.