El director madrileño José Miguel Pérez-Sierra lleva una carrera frenética desde que debutara en el año 2005 al frente de la Orquesta Sinfónica de Galicia. Afronta el año 2021 con una agenda cargada de proyectos ilusionantes y con la vista puesta en la recuperación de la actividad internacional para el segundo semestre, pero reivindicando la necesidad de que en España se proteja a nuestros artistas. Nos sumamos a esta demanda, más necesaria que nunca en los tiempos difíciles que vivimos.
Por Susana Castro
Acaba de estar en Oviedo con Los pescadores de perlas, cerrando la temporada de la Ópera de Oviedo. Todo un hito en los tiempos que corren, ya que en el Teatro Campoamor han conseguido realizar todas las producciones que tenían previstas. ¿Cómo fue el ambiente durante los ensayos y las representaciones?
Ha sido la primera producción de ópera que he realizado desde marzo de 2020. Cuando comenzamos los ensayos en enero la sensación era muy extraña. Me levantaba cada mañana pensando si podríamos seguir adelante con todo el trabajo y también preocupado por otras cosas con las que quizá el público no está tan familiarizado, como son las cuestiones económicas. Uno invierte su dinero en alojamiento y viajes pero, sin embargo, nuestros cachés solo se cobran por función realizada, no por ensayos. Si no se llega a estrenar la producción correspondiente, puedes haber estado un mes realizando todos estos gastos y no percibir ninguna remuneración. Eso es, precisamente, lo que ha pasado a lo largo de 2020 a tantos colegas, y a mí mismo.
Ha sido difícil retomar la ilusión artística. Nosotros siempre hemos entrado en un teatro a por todas, a comernos el mundo, y aquí la sensación era de incertidumbre. Pero al final, todos somos artistas, nos dedicamos a esta profesión porque la amamos y esa ilusión por hacer las cosas bien y por alcanzar un resultado lo más cercano a la perfección posible volvió. Las particularidades de la situación (uso de mascarillas por parte del coro, distancia entre músicos que necesariamente reduce el número de instrumentistas por parte) te invitan a pensar que el resultado artístico no podrá ser el que obteníamos antes pero, al final, el resultado ha sido muy parecido. Todos hemos quedado muy contentos, por hacerlo y por el resultado artístico, que creo que ha estado al nivel de antes de la pandemia. Hay que agradecer a la Ópera de Oviedo su esfuerzo y tenacidad, gracias a los cuales han logrado completar la temporada de manera brillante. Ha sido el pistoletazo de salida ideal a un año en el que tengo mucho trabajo.
Después de esta experiencia en Oviedo, ¿puede afirmar que los teatros son seguros, tanto para los trabajadores como para el público?
Sí, absolutamente. Desde que en el mes de julio el Teatro Real abrió con aquella famosa Traviata no se ha comunicado ni un brote entre el público de un teatro. Evidentemente los artistas estamos más expuestos, y se asumen riesgos, pero estamos continuamente controlados con la realización de test. Pero está claro que el público en una sala de teatro con mascarilla y con distancia no tiene absolutamente ningún problema. Creo que es motivo de orgullo y reivindicación para aquellos lugares en los que no se entiende que el teatro es más seguro que otras cosas.
En España mantenemos bastante actividad, pero hay muchos lugares de Europa y EE. UU. en los que la actividad está completamente paralizada. De hecho, su agenda para el resto de la temporada se va a desarrollar en España. ¿Cómo valora que grandes instituciones, con tantos medios a su alcance, no se hayan atrevido a continuar con la actividad un año después?
Según cada país tenemos una lectura diferente. Lo que está ocurriendo en EE. UU. es fruto de su política de financiación del arte. Son teatros fundamentalmente privados, y es evidente que en un momento de crisis o de recesión esas grandes empresas que aportaban los patrocinios tengan más difícil poder seguir haciéndolo que los entes públicos. Allí la cultura está siendo víctima de su propio sistema. Creo que deberían reconsiderar los porcentajes de financiación pública y privada para garantizar que en tiempos de dificultad económica se pueda seguir ofreciendo cultura al público.
En el caso de Europa es diferente. En Italia la dificultad es extrema; las ayudas de su gobierno son tan escasas como aquí pero no están pudiendo trabajar. En el caso de Francia y Alemania sí existe el drama de la falta de cultura, pero los trabajadores están cubiertos con ayudas de sus gobiernos. Además, en el caso de estos dos países se han pagado indemnizaciones por cancelación que yo mismo he cobrado.
En España y en Italia a los artistas se nos ha abandonado absolutamente. Las ayudas del estado han sido irrisorias y únicamente durante el cierre total. El que piense que a partir de junio hemos podido trabajar con normalidad está totalmente equivocado. En mi caso, que suelo llevar un ritmo de entre 50 y 70 actuaciones al año, desde marzo de 2020, aparte de Los pescadores de perlas, he tenido dos conciertos.
Uno de esos conciertos fue la Gala Lírica que se llevó a cabo en octubre en el Teatro Colón de A Coruña, dirigiendo a la Orquesta Sinfónica de Galicia. Con esta formación realizó su debut en 2005. Parece que esta orquesta ha vuelto a ser su talismán en ese reinicio de la actividad tras el confinamiento.
Lo que ha ocurrido entre octubre y febrero ha sido bello y simbólico. He podido retomar mi actividad con entidades con las que tengo una larga relación, como son la Orquesta Sinfónica de Galicia y la Orquesta Sinfónica de Navarra y también con el Teatro Campoamor de Oviedo, en el que Pescadores ha sido mi novena producción.
A partir de marzo su agenda retomará la velocidad de crucero y tiene compromisos todos los meses. Los días 10 y 12 de este mes estará en el Teatro de la Maestranza de Sevilla.
Sí, recuperamos la producción de El barberillo de Lavapiés que estábamos preparando cuando se decretó el estado de alarma hace justo un año. Me consta que en Sevilla hay gran interés por este título, todas las entradas estaban vendidas en 2020 y el aforo volverá estar completo (con las restricciones obvias) en este 2021, a pesar de la situación actual.
En abril, entre los días 14 y 25, regresará al Teatro de la Zarzuela para llevar a escena una nueva producción, Benamor de Pablo Luna. ¿Qué nos puede adelantar de este montaje?
De momento no puedo desvelar muchos detalles de la producción de Enrique Viana, con quien es siempre un lujo trabajar, pero estoy seguro de que el público disfrutará enormemente. Además, el elenco que tendremos es estupendo, y regreso al podio de mi querida Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid (ORCAM), formación a la que he dirigido más de 100 veces.
Ya en el mes de mayo visitará de nuevo la Fundación Baluarte para ponerse al frente de la una Gala de Zarzuela con la Orquesta Sinfónica de Navarra, y volverá al Teatro Real con un título de recuperación: Don Fernando, el Emplazado.
Con la Sinfónica de Navarra y la Fundación Baluarte tengo el privilegio de colaborar muy a menudo. Su gerente, María Antonia Rodríguez, está haciendo un trabajo extraordinario, y es siempre un placer hacer música en una ciudad con tanta afición y tradición musical como es Pamplona.
Don Fernando, el Emplazado es un proyecto francamente interesante. Se trata de una ópera de Valentín de Zubiaurre que estaba en el olvido y que a lo largo de varios años de trabajo han conseguido recuperar en una edición crítica del Instituto Complutense de Ciencias Musicales (ICCMU). Tiene un carácter muy verdiano, quizá anacrónico, pero también tiene el sello personal de Zubiaurre, un gran compositor del que espero que se recuperen más obras en un futuro. Además, como suele pasar en el Real, contaremos con un elenco maravilloso, con grandes voces de la lírica española. La ópera fue escrita originalmente en italiano, y así la interpretaremos, aunque posteriormente se realizó una traducción al castellano.
Como fin de fiesta, y nunca mejor dicho, de nuevo en el Real estará al frente de la dirección musical de Viva la mamma de Donizetti, con una producción que se estrena en el coliseo madrileño.
Sí, es una obra muy divertida que desde luego va a venir muy bien al público en un momento como este. El montaje de Laurent Pelly además acentúa ese carácter cómico, y es un placer compartir la dirección musical con Evelino Pidò, un gran músico y director.
Recuperará su agenda internacional en verano, cuando regrese al Belcanto Opera Festival Rossini de Wildbad, en Alemania, que en 2020 tuvo que ser cancelado. Además, allí grabará un nuevo disco para el sello NAXOS.
El festival de Wildbad es algo muy mágico y especial, mi cita de todos los veranos desde hace muchos años. Su público es muy entregado (las ovaciones que solemos recibir allí son tan emocionantes que casi nunca se cortan en nuestras grabaciones live, el público es parte del espectáculo) y, de hecho, a pesar de cancelarse en su totalidad en 2020, un 80 % del público no pidió su reembolso de entrada, y gracias a ello pudieron hacer frente al pago de indemnizaciones a los artistas. Tenemos además la suerte de que han reprogramado este año todos los montajes cancelados. Allí estaré al frente de La scala di Seta, y se grabará para el sello NAXOS. La Selva Negra de Alemania es un lugar precioso, que se conoce poco en el resto de Europa, y creo que debería ser de obligada visita.
Ya han pasado muchos años de carrera desde su debut, si tuviese la oportunidad de darle algún consejo al director que iniciaba su andadura en 2005, ¿cuál sería?
Le diría que mantenga siempre su amor por la música porque es lo único que te conduce hacia delante en las dificultades, que son muchas. Este es un mundo competitivo y complicado, en el que el éxito depende de muchos factores… Lo importante es saber sobreponerse a los contratiempos, tener siempre una voluntad de hierro, determinación y constancia, y confiar en que, a largo plazo, el talento y el trabajo bien hecho siempre se imponen.
Quizá el mayor obstáculo al que uno se enfrenta en esta profesión es la dificultad para ser ‘profeta en tu tierra’. A ese chico de 2005 le diría que se fuese al extranjero, pero a vivir. El gran país que ha impulsado mi carrera ha sido Francia, no España. Parece que a los españoles siempre nos gusta más lo extranjero; en otros países, sin embargo, hay un proteccionismo sobre sus artistas, como en el caso de la propia Francia. La lírica en nuestro país parece que sí está virando hacia la programación de artistas españoles (que, además, son muchos y extraordinarios), pero en el campo sinfónico se sigue prefiriendo lo extranjero a toda costa.Salvando honrosas excepciones, si haces un repaso por todas las orquestas sinfónicas españolas, los directores titulares españoles se cuentan con los dedos de una mano. Incluso, desde que ha empezado la pandemia, se siguen nombrando directores extranjeros. El mundo sinfónico español es muy endogámico. Creo que la mía es una generación de directores extraordinaria, como probablemente no la ha habido nunca. Si bien en España ha habido siempre directores magníficos —recordemos a Frühbeck de Burgos, López Cobos, García Navarro o Gómez-Martínez—, ahora, además de calidad, hay ‘cantidad’: somos muchos los directores españoles desarrollando carreras internacionales de alto nivel. España se ha convertido en un país de directores que triunfamos en todo el mundo, pero aquí se continúa dando sueldos públicos a extranjeros. No me reivindico yo, reivindico a mi colectivo y a mis compañeros. Cuando un nombramiento se produce exclusivamente por motivos de excelencia artística, estoy siempre de acuerdo: nunca se me hubiera ocurrido escandalizarme cuando Lorin Maazel o Zubin Mehta vinieron a Les Arts, me encantó y tuve el privilegio de disfrutarlos en primera persona. Estaba completamente justificado: eran dos directores únicos, no solo a nivel mundial, sino incluso a nivel histórico… y ahí quedó su extraordinario trabajo. Pero ahora estamos hablando de otra cosa. En plena pandemia, mientras otros países tratan por todos los medios de proteger y priorizar a sus artistas, aquí se está llegando incluso a nombrar directores titulares que nunca han dirigido sus orquestas de destino… Así que el mejor consejo sería ese: vete al extranjero, es la única forma de que te valoren en tu tierra.
En Francia ha tenido gran cantidad de éxitos y es requerido asiduamente para dirigir repertorio francés.
Estoy muy orgulloso de haber vencido todas las resistencias y de haber dirigido mucho en lugares como Italia o Francia. Para mí es una satisfacción enorme que en Francia se me reconozca como director francófono, probablemente sea la mayor satisfacción de mi carrera. Como decía, he vencido esas resistencias, pero después de años y años de trabajo, demostrando, a través de un sistema enormemente meritocrático que no hay en otros sitios. Allí tu carrera va creciendo, independientemente de tu procedencia, pero siempre manteniendo la cuota de producto nacional.
Es habitual verle dirigiendo desde el foso, ¿se considera usted un director de repertorio lírico?
No, para mí no existe esa distinción entre la ópera y lo sinfónico. Siempre he querido huir del encasillamiento, desde el principio de mi carrera. Creo que se está produciendo un mal endémico en los últimos años intentando etiquetar a los directores como líricos o sinfónicos e, incluso se va más allá, encasillándote en algún tipo de repertorio concreto.
Yo siempre he querido ser el director total, el director que dirige todo tipo de música. Puede parecer pretencioso, pero para mí la pretensión es lo contrario, caer en el encasillamiento desde joven, creerte especialista en algo con 25 o 30 años… Tú no eliges la música que haces mejor, es la música la que te elige a ti, y para eso hace falta tiempo, es un proceso. Para mí un artista debe hacer música de todos los tiempos, la música de los últimos 500 años es un cosmos en el que todo está relacionado. No puedes comprender a Wagner si no diriges también Beethoven o Weber, que es de donde viene, o incluso a Rossini o Bellini, a los que él admiraba muchísimo. Y tampoco lo puedes comprender si no diriges lo que viene después: Richard Strauss, Mahler, etc. Creo que es muy osado pretender encasillar a un artista joven dentro de un repertorio y que ese artista joven lo acepte.
Si me preguntan en qué soy especialista, respondería que soy especialista en música, y ya veremos cuando tenga 60 o 70 años cuál es el estilo o el compositor que yo siento con el alma abierta y con total honestidad, que me elija a mí. Por ahora, me resulta fundamental y divertido hacer de todo. Por ejemplo, me encantaría hacer repertorio barroco, pero lo han circunscrito a los especialistas, y creo que se pierde mucha riqueza con toda esa especialización. El arte y la belleza de esto es investigar, estudiar y trabajar siempre con la idea de convertirte en especialista de cada obra que debutas, sea cual sea su estilo o su época.
Siempre he tratado de hacer cualquier tipo de música, aunque eso haya podido resultar desconcertante para algunos en los primeros años de mi carrera. Pero creo que la gente ya se va dando cuenta de que abordo todo tipo de repertorio, y que normalmente me va bien. Solamente me falta la plena invasión al repertorio alemán, pero espero que llegue pronto y me vaya tan bien como me ha ido con el repertorio francés en Francia y con el repertorio italiano en Italia.
¿Cuáles son los retos que le esperan en la siguiente temporada?
Tengo muchos proyectos en Francia, Bélgica, Luxemburgo, Rusia, Canadá y Latinoamérica, con mucho sabor francés, rescatando muchos de los compromisos que se habían caído con motivo de la pandemia. Visitaré teatros como La Monnaie de Bruselas, la Opéra de Marseille, el Grand Théâtre de Luxembrugo… Por suerte tengo muchos compromisos internacionales que espero que se puedan retomar con cierta normalidad. Y, por supuesto, pronto estaré de nuevo en el Real y la Zarzuela. Además de ser dos teatros fundamentales en mi carrera, son también los lugares donde yo aprendí a amar la música desde niño… Siempre experimento una gran emoción cuando dirijo en ellos.
¿Y qué hace José Miguel Pérez-Sierra cuando no está haciendo música?
Vivo muy entregado a mi familia, aprovecho para estar con mi mujer y con mis hijas. En ese sentido, el confinamiento sí que fue una oportunidad extraordinaria de pasar más tiempo con ellas. Mi hija mayor, que tiene 9 años, nació en un momento en el que mi actividad no era tan frenética y tuve más oportunidad de disfrutarla, pero en el caso de mi hija pequeña, que tiene ahora 3 años, sucedió todo lo contrario. Este es un hándicap que tenemos los artistas, el tener que estar casi permanentemente separados de la familia, hay que asumirlo. Es importante que la familia te apoye y, en mi caso, mi mujer es maravillosa. Mi tiempo libre es todo para ellas. Prefiero estudiar mucho cuando estoy fuera durante una producción, avanzando en la siguiente, para poder dedicarles después más tiempo, que se lo merecen.
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